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Rumbo hacia el horizonte de la paz

5 de octubre de 2024 (EIRNS) — “¿Hacia dónde se dirige Israel cuando el único horizonte que ofrecen sus dirigentes es la guerra?”, se pregunta el editorial del diario israelí Haaretz. Lo mismo podría decirse de los líderes de todas las naciones del actual mundo transatlántico, con algunas notables excepciones. El Presidente electo de Indonesia, Prabowo Subianto, señaló recientemente que “estamos asistiendo a un aumento de las tensiones, y los expertos en defensa y estrategia mundial sugieren que estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial... La historia ha demostrado que cuando las potencias tratan de imponer su voluntad, las guerras estallan inesperadamente, como se vio en la Primera y la Segunda Guerra Mundial.... Afortunadamente, Indonesia tiene una sólida tradición de no alineamiento, y seguiremos manteniendo esa posición”. 

Un punto de vista correcto, sin duda, y muy importante para el líder de la cuarta nación más grande del mundo. Sin embargo, “aquí está el problema”. Una vez que comience la guerra termonuclear, y comienza con el despliegue de la primera bomba nuclear, no importará si estás alineado o no, si eres de “izquierda” o de “derecha”, o, de hecho, si eres “pobre” o “rico”. La única manera de sobrevivir a una guerra termonuclear, es impedirla. 

Helga Zepp-LaRouche comenzó el viernes la 70ª reunión de la Coalición Internacional por la Paz diciendo: “Creo que todos los presentes comparten probablemente la sensación de que los acontecimientos se están precipitando más rápidamente hacia una posible guerra nuclear de lo que nuestros esfuerzos hasta ahora han podido desacelerarla o darle marcha atrás. Si alguien tiene una opinión más optimista, por favor, que me lo diga”. Nadie podría, de hecho, ofrecer una visión más optimista. Esto no se debe a que “no se pueda hacer nada”, sino a que lo que se necesita, aún nosotros no lo hemos hecho. 

Es necesario afrontar la verdad: salir de esta situación requiere que cambiemos los axiomas que constriñen nuestro comportamiento. No se trata de un proceso introspectivo, aunque la introspección pueda ser necesaria. Es un proceso profundamente social, “intervencionista”, perturbador de las zonas de confort y los “espacios seguros” de la vida cotidiana. 

¿Por qué, por ejemplo, el pueblo estadounidense se permite ser, no gobernado, sino pastoreado, por un régimen de guerra “fascista burocrático” no electo, poseedor de un letal poder policial-estatal, un régimen que, por ejemplo, ordenó el asesinato del periodista Julian Assange? En su primera declaración pública desde el final de su encarcelamiento de cinco años en junio de 2024, pronunciada en Estrasburgo, Francia, el 1º de octubre ante la Comisión de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE), Assange dijo: “Es ahora de dominio público que, bajo la dirección explícita de Pompeo, la CIA elaboró planes para secuestrarme y asesinarme en la embajada ecuatoriana en Londres y autorizó que se persiguiera a mis colegas europeos, sometiéndonos a robos, ataques de piratas informáticos y la difusión de información falsa. Mi esposa y mi hijo pequeño también fueron objetivo”. 

Aún más escalofriantes fueron estas palabras de Assange: “Quiero ser totalmente claro. Hoy no soy libre porque el sistema haya funcionado. Estoy libre hoy después de años de encarcelamiento porque me declaré culpable de periodismo”. 

¿Es cierto lo que ha dicho Assange? ¿Es el periodismo, el derecho a investigar, descubrir, conocer y publicar la verdad, ahora, de hecho, contrario a la ley, en Estados Unidos y en todo el mundo transatlántico? ¿El mero hecho de decir la verdad, o incluso de pensar la verdad, supone un riesgo de asesinato? Antes de responder a esta pregunta, hay que plantearse otra: ¿Cuánto estamos dispuestos a arriesgar personalmente para evitar que el mundo entre en una guerra termonuclear que puede matarnos a todos, directamente o por efectos colaterales? Luego plantéate otra pregunta: En Gaza, y pronto en Israel, los ciudadanos y los combatientes son ahora indistinguibles. ¿Es este nuestro futuro? ¿Hacia dónde nos dirigimos cuando el único horizonte que nos ofrecen nuestros dirigentes es la guerra? 

En Perú, la semana pasada, se propuso un horizonte distinto a la destrucción, la muerte y la guerra. La conferencia del 3 de octubre, “Los BRICS: Estrategias de desarrollo y mecanismos de cooperación en el mundo multipolar”, coauspiciado por el Instituto Schiller de Perú y a la que asistieron 500 personas, escuchó a representantes de Brasil, India, Alemania, Egipto, Italia, Rusia y el país anfitrión, entre otros, esbozar un futuro verdaderamente humano para toda la raza humana. La fundadora del Instituto Schiller, Helga Zepp-LaRouche, abrió su intervención en la reunión con estas palabras: 

“La tensión en los asuntos mundiales nunca ha sido tan fuerte en la historia de la humanidad: Por un lado, el genocidio que está ocurriendo ante los ojos de la opinión pública mundial y la aterradora amenaza de la posible extinción de la humanidad en una guerra nuclear global; y por otro, la perspectiva concreta de la creación de un nuevo sistema económico, en el que la aspiración de las naciones del Sur Global al desarrollo, la prosperidad y una vida plena para todos sus ciudadanos está a punto de hacerse realidad. Esta tensión caracteriza el final de la época del colonialismo, que comenzó hace unos 500 años, y que ahora está a punto de terminar de un modo u otro”. 

Cómo termine esta época de cinco siglos de historia depende de nosotros, si así lo decidimos. En cada época de cada siglo, y en cada milenio de existencia de la humanidad, el número de necios que se han limitado a gobernar a la humanidad ha superado con creces al número de mujeres y hombres sabios que han gobernado de verdad. En una era post-termonuclear, ya no podemos permitirnos eso. Ya no podemos permitirnos guerras, incluidas las “pequeñas guerras espléndidas” que tanto gustan al imperio británico y sus admiradores. 

En su lugar, el autogobierno duradero de la humanidad requiere “almas bellas”, para las que “el provecho del prójimo”, no el gobierno por asesinato, sea la base de la política y la toma de decisiones. El autogobierno de una nación requiere un gobierno basado en principios, lo que significa que el pueblo debe conocer y ser educado para saber qué es un principio. Un principio no es un programa; no es una “política”. 

En esta situación de batalla en movimiento, los Diez Principios para una Nueva Arquitectura Internacional de Seguridad y Desarrollo de Helga Zepp-LaRouche pueden proporcionar los conceptos fundamentales, con respecto al hombre y a la naturaleza, que, si se dominan, pueden iluminar el camino desde la actual situación de guerra y la autodestrucción segura hasta la obtención de la paz mediante el desarrollo económico. Ese horizonte, y no el de la guerra final, es el destino del verdadero liderazgo.

 

Para mayor información escriba a preguntas@larouchepub.com

 

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