Una idea más elevada de la humanidad, una mayor posibilidad de supervivencia
28 de noviembre de 2024 (EIRNS) — Hasta ahora, los lunáticos que todavía dirigen el manicomio del Departamento de Estado, y su sede espiritual en la Chatham House de Londres, han negado la realidad más elemental, y avanzan a toda prisa a las llanuras del Armagedón. Rusia, con su altamente efectivo despliegue el 21 de noviembre del misil balístico hipersónico de rango intermedio “Oreshnik”, le ha advertido a la OTAN contra una mayor escalada de la forma más clara posible; pero como dijo una vez el ex diplomático y viceprimer ministro israelí Abba Eban al difunto economista y estadista Lyndon LaRouche: “Nunca subestimes el factor de la locura en política”.
Por ende, en nuestro pensamiento es importante partir delo esencial, en particular en estos días plagados de los mayores peligros a los que la humanidad quizá se haya enfrentado nunca. Se requiere una especie superior de idea en la discusión mundial, una “hipótesis superior”, como la de la Declaración de Independencia de Estados Unidos de 1776, una idea que trasciende el tiempo en que fue escrita, el lugar en que se originó y las personas que la escribieron. Los Diez Principios para una Nueva Arquitectura Internacional de Seguridad y Desarrollo de Helga Zepp-LaRouche, considerados como un solo documento, y no “principio por principio”, tienen que llegar a conocerse mejor en las próximas semanas, a fin de ocasionar esa elevación del pensamiento.
El panorama político-militar de las dos últimas semanas deja claro que si se siguen aplicando la “guerra de gabinete”, la “guerra irregular”, la “guerra cibernética”, la “guerra de sanciones” y la “guerra psicológica”, como forma eficaz de conducir las relaciones entre las naciones, no harán sino matarnos a todos, y probablemente a corto plazo. El defecto hereditario invariable que persigue a casi todas las versiones y variaciones de la estrategia y la práctica de la guerra contemporánea, también se expresa en el conjunto de ideas moralmente en bancarrota conocido como “geopolítica”, “geoeconomía” y “geoestrategia”. Todos estos juegos mortales parten del supuesto de que la raza humana no es más que otra forma de animal. Y si se cree eso, le sigue inevitablemente el canibalismo de una u otra variedad, como vemos en la guerra, o en las políticas económicas depredadoras, porque no hay una métrica humana universal por medio de la cual medir con precisión nuestra importancia individual, o la importancia de la especie humana.
La parte más controvertida del documento “Diez principios para una nueva arquitectura internacional de seguridad y desarrollo”, de la fundadora y dirigente del Instituto Schiller, Helga Zepp-LaRouche, es su Principio Diez. “El supuesto básico para el nuevo paradigma es, que el hombre es fundamentalmente bueno y capaz de perfeccionar infinitamente la creatividad de su mente y la belleza de su alma, siendo la fuerza geológica más avanzada del universo, lo que demuestra que las leyres de la mente y las del universo físico están en correspondencia y cohesión, y que todo mal es el resultado de una falta de desarrollo, y por lo tanto puede ser superado”.
Esta ha resultado ser tanto la afirmación menos discutida como la más controvertida y discutida del documento. Muchos creen, como se ha oído decir recientemente a ciertos funcionarios del gabinete israelí, así como a otros, que otros miembros de la raza humana (los palestinos, por ejemplo) son “animales”. Otros, aquejados de la “enfermedad social verde”, creen que hay demasiadas personas vivas actualmente en el planeta, que son las responsables del “cambio climático”. Varios Partidos Verdes de Europa han estado a la vanguardia del apoyo a las guerras de reducción de población en Ucrania y el sudoeste de Asia. Y no puede ser casualidad que la principal discusión “política” permitida en Estados Unidos durante las elecciones presidenciales, impulsada por los ahora desacreditados y financieramente fracasados “medios informativos heredados”, fuera también maltusiana. Fue sobre el aborto y el espantoso espectáculo de horror “transgénero” de la mutilación infantil. Esto converge con las tasas negativas de crecimiento de la población, menos la inmigración, no sólo en Estados Unidos, sino también en todos los países de la anglosfera “liberada”. Se trata de un panorama “condenado fatalmente”.
La Conferencia del Instituto Schiller de los días 7 y 8 de diciembre, “En el espíritu de Schiller y Beethoven: ¡Todos los hombres volverán a ser hermanos!”, tendrá como Panel 4 “La belleza de las culturas del mundo: Un diálogo entre civilizaciones”. En el curso de ese diálogo internacional, el panel también planteará que sin una inmersión en lo que una vez fue calumniado como “la música de los hombres blancos europeos muertos”, la cultura clásica de Bach, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Verdi, Dvorak, etc., será imposible que el mundo transatlántico vuelva a la cordura. Debemos sustituir la fealdad omnipresente por la Belleza, o morir. Nuestra “cultura de la muerte”, en otras palabras, es una cuestión de seguridad nacional. Vean a los dirigentes de cada país de la Anglosfera, observen sus gustos musicales y podrán hacerse una idea de por qué, sin abordar este problema, será imposible salvar o desarrollar más nuestras naciones y, por tanto, detener nuestra autodestrucción.
La “música clásica” no es una forma, aunque tenga formas. La música clásica es conmover el alma con aquello que apela a la divinidad en la humanidad. La divinidad es nuestra naturaleza humana. Es nuestra capacidad de conocer, de divinizar, y de descubrir cómo conocer, a nuestra manera humana, las leyes del universo. También podemos examinar nuestro proceso de conocimiento y cambiarlo y mejorarlo. Por ejemplo, en la ciencia de la economía física, intentamos adivinar, mediante el descubrimiento y la aplicación de principios científicos, cómo transformar una parte infinitesimal del universo para generar riqueza real, de forma universal y por tanto legítima, no sólo para nosotros, sino también para otros procesos vivos e incluso no vivos.
De este modo, llegamos a “oír”, es decir, a comprender, lo que el científico Johannes Kepler llamó la Armonía de los Mundos. Es la capacidad de la humanidad de adivinar al universo y el placer que siente por lo divino lo que nos hace únicos y congruentes con el Creador del que se habla en los primeros pasajes de la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Esa Declaración no es un documento religioso, sino una declaración del fundamento ontológico del autogobierno.
Y se refiere implícitamente a una armonía de intereses, así como entre las naciones, congruente con el orden natural de la armonía de los mundos de Kepler, un concepto al que se refirió brevemente el Presidente de Rusia Vladimir Putin el 7 de noviembre en el Club de Debate Valdai. “Estoy profundamente convencido de que el único nuevo sistema internacional posible es el que abraza la polifonía, donde muchos tonos y muchos temas musicales suenan juntos para formar la armonía. Si se quiere, estamos avanzando hacia un sistema mundial que va a ser polifónico en lugar de policéntrico, un sistema en el que todas las voces sean escuchadas y, lo que es más importante, absolutamente deben ser escuchadas”.
La autodestrucción de Estados Unidos ha provocado la incómoda, pero cierta ironía de que es en las declaraciones por la paz internacional de China, en las declaraciones contra el genocidio de Sudáfrica, en las declaraciones sobre el fin del colonialismo de Brasil y en las declaraciones sobre la defensa de su soberanía nacional de Rusia, es donde se oye la voz de la Revolución Americana original. Esto puede resultar chocante e incluso desagradable para los oídos estadounidenses, pero es cierto. (¿Fue la “relación especial” con Gran Bretaña posterior a 1945 la causa de que Estados Unidos no sólo perdiera su voz, sino que también se volviera incapaz de reconocer su propia voz, que le llegaba como eco en las aspiraciones de libertad y justicia de otras naciones, de otras culturas?).
Te invitamos a acompañarnos en nuestra discusion sobre este elemento cultural esencial de una estrategia mundial exitosa para la supervivencia y la prosperidad duraderas, así como las negociaciones exitosas para abolir la guerra
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