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La caída de Siria demuestra por qué había que terminar con la geopolítica británica ayer

11 de diciembre de 2024 (EIRNS) — Los dramáticos acontecimientos de los días anteriores han demostrado que el mundo aún no ha escapado a la escoria del pensamiento geopolítico británico. Como lo refirió recientemente un prominente escritor que citó a Winston Churchill en 1929: “La historia de la raza humana es la guerra. Salvo breves y precarios interludios, nunca ha habido paz en el mundo; y antes de que comenzara la historia, la lucha asesina era universal e interminable”.

La caída del gobierno de Siria y la violenta toma del poder a manos de “terroristas reformados” bien armados y entrenados, fue una sorpresa para el mundo y un golpe a la justicia universal. Las maniobras que está llevando a cabo Israel para explotar el vacío en Siria no tienen precedentes e indican la dirección que algunos quieren dar a esta crisis. Aunque los detalles de cómo se precipitaron estos acontecimientos en los últimos días siguen siendo turbios, la intención que hay detrás de ellos no puede confundirse para el observador sagaz. Sin duda, Winston Churchill les sonríe desde su tumba infernal.

Israel ha comenzado a apoderarse de territorio sirio, y el Primer ministro Netanyahu proclama alegremente: “Estamos transformando la faz de Oriente Medio”. Más aún, Israel lanzó cientos de ataques aéreos en Siria, dirigidos a la destrucción de gran parte de la infraestructura militar y científica de esa nación, incluyendo puertos, aeródromos e instalaciones de investigación, para asegurarse efectivamente que Siria nunca más será una nación avanzada o soberana. Estos movimientos descaradamente ilegales, junto con la aprobación y respaldo de Estados Unidos, es por lo tanto coherente con los planes de larga data de los neoconservadores que han visto esta región como un patio de recreo para sus maniobras geopolíticas globales.

Es útil recordar a uno de los bisabuelos del movimiento neoconservador, Bernard Lewis, que escribió en un artículo de Foreign Affairs en 1992: “La mayoría de los Estados de Oriente Medio son de construcción reciente y artificial y son vulnerables a un proceso de este tipo. Si el poder central se debilita lo suficiente, no existe una verdadera sociedad civil que mantenga unido al sistema político, ni un verdadero sentimiento de identidad nacional común o de lealtad primordial al Estado nacional. El Estado se desintegra, como ocurrió en el Líbano, en un caos de disputas, enemistades, luchas entre sectas, tribus, regiones y partidos”. De este modo, las naciones se convierten en piezas de ajedrez para motivos imperiales más amplios.

De hecho, esa ha sido la estrategia de los geopolíticos occidentales con respecto a Siria durante más de una década, a pesar de las mentiras en contrario sobre la protección de los “derechos humanos” y los “procesos políticos inclusivos”. Tras armar y apoyar a Al Qaeda y grupos afines en un intento de derrocar a Assad (un enfoque que debilitó a Siria pero que finalmente fracasó), Occidente y Estados Unidos en particular impusieron sanciones brutales contra esa nación con el fin de ponerla de rodillas. Los que no murieron o se vieron desplazados por los combates, seguro que murieron o se vieron desplazados por las sanciones.

Desde la guerra contra Assad instigada por Occidente en 2011 y la aplicación de las sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos, la generación de electricidad en Siria cayó un 63% y el consumo de electricidad per cápita un 85%; la producción de agua potable cayó un 40%; y la libra siria cayó un 98%. Si a esto añadimos que el 90% de la población restante vive por debajo del umbral de la pobreza y que el 80% de ella padece inseguridad alimentaria, queda claro que fue esto, y no Assad, uno de los principales factores en la caída final de Siria.

Pero este suceso sólo puede entenderse si se contempla desde el punto de vista de la situación general del mundo. Esta última acción de “cambio de régimen” no iba dirigida contra la Siria de Bashar al-Assad, ni siquiera contra Irán. Su objetivo es más bien el amenazador nuevo paradigma de las naciones soberanas que representa el BRICS y sus colaboradores de la Mayoría Global —un paradigma que procura derribar el espantoso espectro de gente como Winston Churchill y Bernard Lewis— que ha mostrado que hay alternativas a la guerra y la geopolítica.

Aunque esta acontecimiento es ciertamente un golpe, y sin duda lo sentirán más los pueblos de Siria, Líbano y Palestina, no puede detener el proceso de transformación en marcha a escala mundial, que se aleja irreversiblemente del moribundo sistema anglo-estaadounidense. Sin embargo, si se entiende, da una visión aún más estremecedoramente aterradora, porque la misma locura suicida que se ha exhibido en el caso de Siria también está en juego contra los “rivales” mucho más grandes, a saber, Rusia y China, y llevará rápidamente al mundo a un evento de extinción global si no se detiene. Por esta razón, todos los ciudadanos del mundo deben centrarse en detener la escalada hacia una guerra termonuclear. Las declaraciones del 20 de noviembre del contralmirante Thomas Buchanan del Comando Estratégico de Estados Unidos, destacan la disposición a hacerlo.

Por el contrario, Helga Zepp-LaRouche planteó cómo un nuevo sistema, una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo, puede sentar las bases para la resolución de esta dramática crisis. En la conferencia del Instituto Schiller del pasado fin de semana, Zepp-LaRouche dijo en respuesta a uno de los participantes:

“El único enfoque integral para la situación estratégica lo ha formulado en realidad el Presidente Xi Jinping, que ha planteado este concepto de la comunidad compartida de la humanidad única. Y eso cumple realmente el requisito que he mencionado antes, que hay que pensar en la humanidad única como algo superior a los muchos, en donde los muchos son las naciones. Y las tres iniciativas de Xi Jinping, la de Seguridad Global, la de Desarrollo y la de Civilización, juntas representan, en mi opinión, el marco que equivale a lo que ocurrió en la Paz de Westfalia, donde las partes beligerantes llegaron a la conclusión de que tenían que poner fin a la guerra estableciendo primero unos principios; principios consistentes en que cualquier orden de paz tiene que ser en interés de los demás, de todos los demás, o de lo contrario no habrá paz...

“Creo que hay que incluir las tres iniciativas en la agenda estratégica. Porque a menos que se aborde el peligro existencial para toda la humanidad, que es la extinción nuclear, no creo que se puedan resolver todos los problemas regionales; porque todo el conflicto está impulsado por esta lucha geopolítica entre el imperio de Occidente que se derrumba y China y el Sur Global en ascenso del otro lado”.

 

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