Zeus se está muriendo, pero ¿se levantará Prometeo?
25 de marzo de 2025 (EIRNS) — El lunes continuó lo que podría llegar a ser un avance histórico en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos. Los equipos negociadores de ambos países se reunieron en Riad, Arabia Saudita; el día anterior se reunieron por separado rada los negociadores ucranianos y estadounidenses. Están en pleno desarrollo procesos tremendamente divergentes en el mundo, unos más transparentes que otros, y su resultado sigue siendo indeterminado. Sin embargo, una cosa está muy clara: si se normalizan las relaciones entre las dos superpotencias nucleares —que casi habían dejado de existir en los últimos tres años y medio— se abrirán muchas otras vías para mejorar el mundo.
Precisamente, la cabeza histórica (ahora histérica) del imperio global actual, Inglaterra, está acelerando el paso para sabotear ese potencial. La semana pasada, el Primer ministro británico, Keir Starmer, visitó uno de los pocos submarinos Trident con armamento nuclear que posee Gran Bretaña y elogió su papel en la “disuasión nuclear”, en lo que fue un mensaje dirigido explícitamente a Rusia. “Creo que ellos [Rusia] aprecian nuestra capacidad”, dijo Starmer, porque es “una capacidad creíble”. Un día después, el diario Daily Telegraph publicó una entrevista con el contralmirante Chris Parry, quien le dijo al periódico: “Un submarino Trident tiene la capacidad de incinerar 40 ciudades rusas muy rápidamente. Eso da mucho que pensar a Putin”.
Para cualquier persona cuerda, tendría que ser obvio que el resto de Europa debería de rechazar este tipo de locura manifiesta, pues lo único que conseguiría el resto de Europa sería destruirse aún más si se aferra al rumbo liderado por Gran Bretaña contra Rusia. Las sanciones han causado estragos en las naciones europeas, así como el corte arbitrario del gas y el petróleo rusos. Ahora, los paquetes de “rearme” para la militarización masiva de Europa, como acaba de aprobarse en Alemania, prometen hacer implosión en lo que queda de sus economías nacionales si se llevan adelante.
Otro obstáculo a la paz posible, es el horror que se desenvuelve en el sudoeste de Asia, ya que el gobierno de Trump parece estar dando luz verde a las peores intenciones israelíes. El fanático gobierno de Netanyahu, formado por seguidores de las facciones radicales del fascista Meir Kahane que asesinaron al último verdadero líder de Israel, Yitzhak Rabin, se está precipitando ahora hacia su propia autodestrucción. El voto de censura del domingo 23 de marzo del gabinete de Netanyahu, en contra del fiscal general de Israel, no hará más que inflamar aún más un ambiente interno que ya está al borde de la ebullición. ¿Dejará Trump que estos radicales metan a Estados Unidos en una guerra contra Yemen o Irán? ¿Cuántos estadounidenses estarían de acuerdo? ¿Y silenciará el gobierno de Trump a los que no lo hagan?
Todas estas crisis siguen sin resolverse, pero deben verse como parte del tumulto que supone el colapso del actual sistema mundial neoliberal. A pesar de las aguas tormentosas, se ha abierto la puerta para la creación de un sistema completamente nuevo si un liderazgo lo suficientemente creativo e ingenioso da un paso adelante para darle forma. Los esfuerzos de Trump por normalizar las relaciones entre Estados Unidos y Rusia forman parte de ello. La liberación de los archivos restantes del asesinato de John F. Kennedy también puede desempeñar un papel en eso, ya que las narrativas y las anteojeras que han mantenido a muchos en un estado de congelación mental durante décadas pueden comenzar a desmoronarse.
Otro elemento esencial es el papel desempeñado por las naciones del BRICS, el Sur Global y China, que han trabajado significativamente para crear una visión alternativa para el futuro en los últimos años. Mientras no se debiliten o destruyan, desempeñarán un papel central en el establecimiento de un nuevo paradigma entre las naciones. Los ciudadanos occidentales sensibilizados con esta realidad, y con la comprensión de que cualquier nuevo sistema debe tenerla en cuenta, deben redoblar sus esfuerzos para llevar esta perspectiva a sus respectivas naciones. Todas las naciones comparten un principio y una causa común, una noción que, por ejemplo, quedó consagrada en la Declaración de Independencia de Estados Unidos como “la búsqueda de la felicidad”, o la búsqueda de la plenitud creativa y productiva. Y es esto lo que puede constituir la base de una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo, tal como plantea Helga Zepp-LaRouche. Sólo este concepto superior podrá resolver las diversas crisis a las que se enfrenta el mundo hoy.
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