¿Un “ataque de decapitación” contra Irán? Es una trampa británica para “decapitar” al gobierno de Trump; lo mismo que el “Signalgate”
27 de marzo de 2025 (EIRNS) — En Washington se oye cada vez más el redoble de los tambores para que Trump convierta los recientes ataques aéreos de Estados Unidos contra los hutíes en Yemen como preludio y ensayo para asestar luego un golpe definitivo a Irán. El asesor de Seguridad Nacional Mike Waltz amenazó el 23 de marzo que Irán tenía que cambiar su política exterior y “alejarse por completo” de su programa nuclear, o “habrá consecuencias”. El Primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, al parecer ha estado machacando al gobierno de Trump que Irán puede ser “decapitado” sin que haya una guerra a gran escala, del modo en que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) hicieron con Hezbolá y del modo en que se derrocó al gobierno de Assad.
Esto es una locura con tintes nucleares.
El portaaviones estadounidense USS Carl Vinson se dirige al teatro de operaciones del sudoeste asiático. Otros dos portaaviones estadounidenses, el USS Nimitz y el USS Gerald R. Ford, se preparan para desplegarse, aunque no se ha revelado su destino. Al mismo tiempo, hay noticias creíbles de que Estados Unidos acaba de desplegar entre cinco y siete bombarderos furtivos B-2 desde la base aérea de Whiteman, Misuri, a la isla de Diego García, en medio del océano Índico, con sus correspondientes aviones cisterna de reabastecimiento. Los expertos militares han señalado que se trata de un despliegue muy grande y muy inusual, que parece estar vinculado a una operación militar inminente.
Sin embargo, el propio Presidente Trump ha sido claro: “Creemos que la tarea del Ejército de Estados Unidos no es librar guerras interminables de cambio de régimen en todo el mundo, guerras sin sentido”, declaró en un discurso en mayo de 2024.
Tenía razón entonces; y debería escucharse a sí mismo ahora.
Lanzar un ataque contra Irán, además de hacer saltar por los aires todo Oriente Medio, acabaría con las cruciales conversaciones entre Estados Unidos y Rusia, que tienen el potencial de llevar la paz no sólo a Ucrania, sino también de abrir la puerta a una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo muy necesaria en esa región, e incluso a escala mundial.
¿Quién en el mundo querría hundir las prometedoras negociaciones entre Trump y Putin? Los británicos, ¿quién más? Los mismos británicos que están haciendo todo lo posible para impedir la paz en Ucrania y mantener su imperio financiero y político en todo el mundo.
Recordemos el fatídico informe emitido el 18 de diciembre de 2018 por el Comité Selecto de Relaciones Internacionales de la Cámara de los Lores del Reino Unido, titulado “U.K. Foreign Policy in a Shifting World Order” (La política exterior del Reino Unido en un orden mundial cambiante). Allí los lores declararon que el Presidente Donald Trump era su problema número uno en el mundo, y declararon abiertamente que su destitución era crucial para sus intereses. Por encima de todo, dijeron, había que evitar a toda costa una segunda presidencia de Trump, para preservar la “relación especial” entre Estados Unidos y el Reino Unido, a través de la cual pretendían seguir dirigiendo el mundo.
“El gobierno estadounidense [de Trump] ha tomado una serie de decisiones unilaterales de alto perfil en política exterior que son contrarias a los intereses del Reino Unido... Cuán perjudicial será esto para lo que hasta ahora ha sido la relación internacional más importante del Reino Unido dependerá de si el enfoque actual es una tendencia duradera. Si el presidente Trump gana un segundo mandato, o le sucede un gobierno similar, el daño a las relaciones entre el Reino Unido y Estados Unidos será más duradero”.
¿Qué tiene que ver con esto el escándalo del “Signalgate”, que estalló en la escena política esta semana aparentemente de la nada?
Esa es exactamente la pregunta que hay que hacerse, investigar y responder. Ya se conocen algunos hechos elementales.
1. El principal objetivo político del escándalo es claramente el equipo de inteligencia elegido por el Presidente Trump: la Directora de Inteligencia Nacional Tulsi Gabbard, el director de la CIA John Ratcliffe, y el jefe del FBI Kash Patel, entre otros.
2. “El buró de los mentirosos”, controlado por los británicos hizo todo lo que pudo para impedir la confirmación por el Senado de esos mismos directores de inteligencia, y fracasó.
3. Si estás planeando tenderle una trampa estratégica al Presidente Trump, para conseguir que destruya su propia política (por ejemplo, lanzando tontamente un “ataque de decapitación” contra Irán) lo primero que tienes que hacer es cegarlo, para que no reciba informes precisos de inteligencia estratégica.
Del mismo modo que eliminaron al general Michael Flynn como consejero de Seguridad Nacional en el primer gobierno de Trump, después de estar en el cargo solo 22 días (una operación que nos dio a John Bolton, Mike Pompeo y otros), hoy las mismas redes, bajo dirección de los británicos, tratan de hacer la misma jugada por segunda vez.
La casta dirigente británica dejó claro cuál cree que debe ser el resultado del “Signalgate”, en un artículo publicado el 26 de marzo en la revista The Economist de Londres, que cita a dos funcionarios de defensa estadounidenses no identificados: “Pusieron a gente en peligro. Si cualquiera de nosotros hubiera hecho lo mismo, nuestras carreras habrían terminado en el mejor de los casos y nos enfrentaríamos a penas de cárcel en el peor”.
Los estadounidenses no deben caer en esta trampa británica, y tienen que asegurarse de que su Presidente tampoco lo haga. La política alternativa viable, tan visceralmente despreciada por los británicos, es seguir adelante con la organización de una nueva arquitectura internacional de seguridad y desarrollo, en la que participen Estados Unidos, Rusia, China y las naciones del Sur Global en general.
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