Compromiso con el futuro
9 de abril de 2025 (EIRNS) — El gobierno de Trump mantiene su conducta contumaz con más medidas provocadoras en todo el mundo. Entre ellas, los intentos de extender aún más a las fuerzas armadas estadounidenses por todo el mundo, incluso al espacio, explícitamente para contrarrestar a Rusia, China y otros “adversarios”; una escalada en el sudoeste de Asia que amenaza con desatar una campaña militar a gran escala contra Irán, mientras que el genocidio de Israel en Gaza no tiene límites; y ahora una idiótica política comercial y arancelaria que amenaza con colapsar la economía mundial.
Sin embargo, hay destellos de diplomacia y resolución. Al llegar a la Casa Blanca el 7 de abril, el Primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu se sorprendió al saber que el presidente Donald Trump había estado en contacto con el gobierno iraní, y que las conversaciones estaban programadas para comenzar el sábado 12 de abril. Como informó el Times of Israel, Netanyahu no solo no fue informado de esto hasta poco antes de su reunión con Trump, sino que tampoco se le dieron garantías sobre las demandas de Israel con respecto a Irán.
Cabe esperar que esto indique al menos cierto nivel de pensamiento racional de alguien en el gobierno de Trump, y algo de independencia de la locura de Netanyahu y sus secuaces. Sin embargo, queda por ver si en los próximos días prevalecerán las cabezas frías o si finalmente estallará la guerra. Pero en cualquier caso, hay que destacar que el método de intimidación abusiva de Trump, aunque a veces tenga éxito, no es un enfoque que hará que Estados Unidos, o cualquier nación, vuelva a ser verdaderamente “grande”. Además de inflamar la región hasta llevarla a una guerra desastrosa, podría descarrilar la prometedora mejora de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia que tan importante ha sido para alejar al mundo del borde de un holocausto nuclear.
Mientras tanto, el mundo sigue tambaleándose por las sanciones con etiqueta de “aranceles” que anunció Trump el “día de la liberación” la semana pasada. Algunas naciones pueden ceder y aceptar negociar, pero otras, como China, pueden mantenerse firmes. Trump promulgó un “arancel” adicional del 50 % sobre las importaciones chinas, lo cual eleva el total del arancel al 104 %; China no se lo tomará a la ligera.
En cualquier caso, el dilema al que se enfrenta Trump lo planteó Helga Zepp-LaRouche en un artículo para la cadena informativa china CGTN publicado el 7 de abril; Zepp-LaRouche señaló que hay factores mucho más importantes en acción, que jugar con números y déficits comerciales. Por ejemplo, los atroces niveles de atraso tecnológico y de productividad en todas las economías occidentales durante las dos últimas décadas; la casi inexistencia de pequeñas y medianas empresas en Estados Unidos que puedan sustituir a los productos importados; y la burbuja de 2 billones de dólares de derivados financieros que está a punto de estallar. Si Trump se compromete a resolver estos problemas en serio, o simplemente trata de inyectar más dinero en la economía estadounidense en bancarrota, podría decidir si esta es la mecha que provoca un colapso de todo el sistema financiero.
En contraste con todo eso, ocurrió otro suceso más esperanzador: el martes 8 de abril por la mañana, la nave espacial Soyuz impulsada por cohete ruso fue lanzada con dos cosmonautas rusos y un astronauta estadounidense, y llegó con éxito a la Estación Espacial Internacional. Como dijo el enviado especial del Presidente de Rusia para la inversión y la cooperación económica, Kirill Dmitriev, sobre este acontecimiento: “Cincuenta años después de que el Apolo-Soyuz mostrara que el espacio puede unirnos, Rusia y Estados Unidos vuelan juntos todavía. La historia resuena en órbita”. Dmitriev visitó Estados Unidos el 3 de abril para reunirse con el enviado de Trump, Steven Witkoff, y otros con respecto a la cooperación entre Estados Unidos y Rusia, los días 2 y 3 de abril.
Los desafíos actuales son grandes, y las complejidades pueden resultar abrumadoras, pero reflexionar sobre las luchas y la determinación de los anteriores guerreros por la verdad puede inspirarnos un sentido de nuestra misión más universal. Hace ochenta años, el 9 de abril de 1945, Dietrich Bonhoeffer, uno de los líderes espirituales más fuertes de la resistencia antihitleriana, fue ejecutado en el campo de concentración de Flossenbürg. En su ensayo de 1942 “Después de diez años”, Bonhoeffer se pronunció en contra de “los cortocircuitos de los pensadores ahistóricos e irresponsables” que eluden la responsabilidad en momentos de gran crisis. Escribió lo siguiente:
“Ante tal situación, aprendemos que ni un punto de vista teórico, ni uno crítico y obstinado, ni la negativa a afrontar los hechos, ni el oportunismo, ni el abandono de uno mismo y la capitulación ante el éxito, pueden hacer justicia a nuestra tarea. No queremos ser críticos ofendidos u oportunistas, pero debemos ser corresponsables del proceso histórico, en cada caso y en todo momento, como vencedores o como vencidos. Hablar de una muerte heroica ante una derrota inevitable es básicamente muy poco heroico, porque no se atreve a mirar hacia el futuro. La última pregunta responsable no es cómo puedo salir heroicamente de la circunstancia, sino cómo debe vivir una generación futura. Solo de esta pregunta históricamente responsable pueden surgir soluciones fructíferas, aunque temporalmente muy humillantes. En resumen, es mucho más fácil perseverar en los principios que en la responsabilidad concreta”.
Bonhoeffer se explaya más en este tema del optimismo y el futuro: “El optimismo no es, en esencia, una visión de la situación presente, sino que es la fuerza vital, una fuerza de esperanza donde otros se resignan, una fuerza para mantener la cabeza alta cuando todo parece fallar, una fuerza para soportar los reveses, una fuerza que nunca deja el futuro al oponente, sino que lo reclama para sí mismo. Ciertamente también hay un optimismo tonto y cobarde que debe ser condenado. Pero nadie debería menospreciar el optimismo como una voluntad de futuro, aunque se equivoque cien veces. Es la salud de la vida, que los enfermos no deberían infectar”.
Ochenta años después, en 2025, hay una solución, si elegimos crearla. Es hora de deshacerse del sistema imperial británico en bancarrota y reemplazarlo por una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo en un mundo de naciones soberanas que se respetan mutuamente.
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