¿Qué es lo que inclina el arco de la historia moral hacia la justicia?
24 de abril de 2025 (EIRNS) — “El progreso humano ha sido el resultado probable, aunque incierto, de la historia considerada en su conjunto”, escribió Lyndon LaRouche en su ensayo de 1998 “The Substance of Morality” (La sustancia de la moralidad).
“Para la civilización europea moderna estaba claro que el progreso siempre era posible, pero que no se producía necesariamente de la manera que sugería una simple noción de la ciencia física”, explica. “A menudo ocurría un estancamiento o, lo que es peor, un retroceso demográfico y físico. En la larga historia y prehistoria de la humanidad, solo unas pocas corrientes de desarrollo cultural no han sido desechadas, con razón, como culturas fallidas. En la historia conocida, la catastrófica persistencia de formas oligárquicas de sociedad, como las de los antiguos mesopotámicos, los romanos, los bizantinos y los aztecas, ilustran el caso frecuente de culturas que, aunque más o menos dominantes durante mucho tiempo, se caracterizan mejor como culturas condenadas en última instancia por su inherente falta de ‘aptitud moral para sobrevivir’”. (Énfasis añadido).
Las “élites” angloamericanas de la actualidad carecen de la aptitud moral para sobrevivir. La bursatilización y militarización de la economía, el suicida ataque verde a la productividad, la insistencia en que la alianza anglo-estadounidense seguirá siendo para siempre la potencia preeminente en el mundo, son todas expresiones de un fracaso moral.
Pero, al igual que el progreso no es inevitable, tampoco lo es la tragedia, como demuestran Shakespeare y otros grandes dramaturgos a través de sus obras, que no solo señalan a una figura individual por sus fallas personales, sino a la sociedad en la que existe ese individuo.
“En la gran tragedia clásica, el público se horroriza al descubrir que ha entrado en el teatro con una disposición a condonar el tipo de errores que han llevado a los personajes trágicos del escenario a su perdición. Es en ese inquietante sentido de la ironía donde reside el verdadero drama; allí, por tanto, dentro del público mismo, reside la verdadera dimensión ontológica del drama clásico”, escribe LaRouche.
¿Desempeñarán los actores políticos actuales con diligencia los papeles que les han sido asignados, o evitaremos hoy representar nuestra propia tragedia?
Muchos factores conspiran para que esto sea posible. Los sistemas financieros transatlánticos, que se encuentran en plena crisis, amenazan con desintegrarse y exigen un nuevo enfoque económico. El espectacular éxito económico de China y sus crecientes capacidades científicas y tecnológicas demuestran al mundo que el progreso, de hecho, un progreso muy rápido, es posible. La inclinación del Presidente Trump hacia una resolución pacífica tanto del conflicto entre la OTAN y Rusia que se está desarrollando en Ucrania como de la crisis inventada con Irán, es una oportunidad que hay que aprovechar. En Europa, la anulación antidemocrática de las elecciones y las crecientes restricciones a la libertad de expresión y de pensamiento de los individuos liberan a otras naciones del mundo para considerar enfoques alternativos.
Un esfuerzo mundial para instaurar una nueva arquitectura de seguridad y desarrollo, que funcione sobre la base de la comprensión de la especie humana y su historia, en consonancia con nuestra identidad como única especie creativa conocida, es el remedio que se necesita hoy en día.
La reunión de la Coalición Internacional por la Paz que se realiza mañana abordará las terribles crisis a las que nos enfrentamos desde el punto de vista del mundo tal y como debería ser dentro de cincuenta años.
Una acción valiente, guiada por una visión apasionada y legítima del futuro, puede cambiar el curso de la historia.
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