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LaRouche: El presidente Bush debe cambiar de parecer rápidamente respecto al Oriente Medio. 13 de agosto (EIRNS)--El presidente de los Estados Unidos debe cambiar su política hacia el Oriente Medio para evitar que estalle una guerra general, dijo Lyndon LaRouche, aspirante a la candidatura presidencial del Partido Demócrata para 2004, según una declaración que emitió su comité de campaña, LaRouche in 2004, el 13 de agosto, titulada ``El presidente Bush debe cambiar de parecer rápidamente'', y que dice: Le hago un llamado público al presidente George W. Bush porque, primero, él es el presidente de los Estados Unidos de América, y, segundo, porque a menos que él use sus facultades y su influencia de manera apropiada, no hay nada a la vista que pueda evitar que estalle una guerra general en el Oriente Medio, que necesariamente resultaría en una nueva Masada, en la que Israel se destruiría por sus propias manos. La presente situación se compone de los siguientes elementos principales: 1. Hay fanáticos en posiciones de mando en las Fuerzas de Defensa de Israel que al presente están empeñados en un proceso que incluye el asesinato de la Autoridad Palestina, y otras medidas estratégicas sin posibilidad de retroceso, encaminadas a algo parecido a la Guerra de los Treinta Años que padeció Europa en el intervalo de 1618 a 1648, no sólo en la región del Oriente Medio, sino que se extendería por el centro, el este y el sudeste de Asia, y más allá. 2. En tales condiciones, Israel se encuentra en proceso de crearse a sí mismo una maraña de guerra irregular incontrolable, condición que pronto rebasaría las capacidades de las fuerzas de seguridad de Israel. De esa forma, Israel acarrearía su propia destrucción, una apreciación con la que estarán de acuerdo expertos estratégicos que conozco en el propio Israel, y con la cual cualquier experto racional de ahí tendría que coincidir, por definición. 3. El peligro más grande, global, es que el poner en la mira los lugares sagrados de Islam en Jerusalén--como lo han hecho tanto ciertos fanáticos israelíes, así como numerosos fanáticos protestantes de los Estados Unidos--, yace en el proceso de transformar el conflicto árabe-palestino de larga data, en una guerra religiosa generalizada extendida por gran parte de Asia, como han propuesto los geopolíticos Zbigniew Brzezinski y Samuel P. Huntington. El caso de los talibán en Afganistán es meramente un ejemplo de la suerte de conflictos religiosos que pueden darse entre los musulmanes, y también en su contra, en gran parte de Asia y más allá, a no ser que se le ponga alto al tipo de locura que representan Brzezinski y Sharon. 4. Por desgracia, aunque en Europa retumba una ira creciente contra las medidas de Sharon, sólo una intervención de los EU es capaz de detener la maquinaria de guerra encabezada por las Fuerzas de Defensa israelíes, que actualmente anda suelta en Israel. Esto pone al presidente Bush en la posición de verse obligado a actuar en contra a esas secciones tanto de su propio Partido Republicano, como del Partido Demócrata, dentro y fuera del Congreso de los EU, que ahora parecen literalmente empeñadas en lograr que se ciernan guerras religiosas sobre gran parte de este planeta en las semanas y meses por venir. 5. Por tanto, la pregunta es si entre los principales asesores del Presidente habrá quien pueda persuadirlo a reconocer el peligro de no intervenir de una manera eficaz, para ponerle coto al impulso de guerra israelí ahora, cuando todavía es posible. En el esfuerzo de definir alternativas para evitar una guerra, hay que tener presentes ciertos otros hechos. 6. El problema en Israel no es Ariel Sharon. Sharon, como está documentado, siempre ha actuado principalmente como una extensión del aparato de inteligencia angloamericano, no como un fanático religioso. El presidente Bush podría preguntarle a su padre, el ex presidente Bush, o a James Baker III, sobre tales asuntos importantes de trasfondo. Remóntese a la década de 1980, empezando como en 1982, cuando Sharon funcionaba dentro del complejo que más tarde vino a conocerse entre el público de lectores de los EU, como el asunto de ``Irán y los contra''. La tendencia de Sharon es la de quedarse dentro del marco de lo que esa sección de la inteligencia angloamericana podría considerar como ``comportamiento aceptable''. El peligro es que todos los que desean usar las presentes atrocidades contra los palestinos para detonar la suerte de guerra religiosa geopolítica que exige Brzezinski, el seguidor de H.G. Wells, reconociendo la renuencia de Sharon a romper con el molde, emplearán el recrudecimiento de la situación como cubierta para desahacerse de Sharon, de una forma u otra, y poner en primer plano a esos elementos de las Fuerzas de Defensa de Israel dispuestos a desatar la guerra religiosa total por casi toda Asia y más allá 7. El presidente de los Estados Unidos tiene la autoridad y los colaboradores potenciales en el exterior, necesarios para hacer que se detengan súbitamente los impulsos descarriados de las Fuerzas de Defensa de Israel. Él está en posición de lograr el apoyo internacional que requiere para lograrlo. Ninguna intervención menos drastica, y súbita, será suficiente para asegurar que la oleada de guerra religiosa que se avisora, estalle muy, pero muy, pronto. 8. Se hará la pregunta: ¿Qué de aquellos lunáticos de ambos partidos en el Congreso de los EU, que rabiosamente presionan por una guerra en el Oriente Medio? De actuar el presidente, tendría poco que temer de esos elementos de los partidos Demócrata y Republicano. En estos momentos, salvo su cargo como presidente, Bush goza de poco crédito; pero, en estos momentos, los miembros del Congreso tienen aún menos. El sistema financiero que se derrumba, y las condiciones de depresión que se exitenden por los EU, cada vez más crean la oportunidad ideal para un presidente que entienda lo que la situación implica. El descredito de la dirigencia de los partidos Demócrata y Republicano, especialmente en lo que atañe a las principales cuestiones económicas, pone al Presidente en la curiosa situación de que tiene todo que ganar y nada que perder, como el comandante que discretamente ha sembrado de minas el campo alrededor de sus propias fuerzas de combate. En una situación de combate, y la amenaza de una ominosa guerra indeseada es una situación de combate, las tropas cerrarán filas en torno al comandante que los ponga a salvo. Tal es la autoridad constitucional estratégica implícita de un presidente de los EU en funciones. 9. La pregunta es: ¿Tiene este presidente la combinación de asesores y la capacidad de hacerles caso, como requiere de él esta peligrosa situación? La pregunta es: ¿tienen los otros la prudencia y la voluntad de actuar en base a este conjunto de hechos?
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