Al presidente del Senado italiano
Al presidente de la Cámara de Diputados italiana
Al presidente del Gobierno italiano
LLAMADO SOBRE EL CALENTAMIENTO GLOBAL ANTROPOGENICO
Los abajo firmantes, ciudadanos y científicos, invitan encarecidamente a los dirigentes políticos a que adopten políticas de protección al medio ambiente que sean congruentes con el conocimiento científico actual. En particular, es urgente combatir la polución en los lugares donde ocurre. A este respecto, lamentamos la tardanza en la aplicación del conocimiento científico disponible que tiene como propósito reducir la abundancia de contaminantes antropogénicos presentes en los ambientes terrestres y marinos.
Pero debemos de ser conscientes de que el dióxido de carbono (CO2), no es un contaminante. Al contrario, como el agua, es un elemento indispensable para la vida en nuestro planeta.
En las décadas recientes, se ha alegado que el calentamiento de la superficie de la Tierra en alrededor de 0.9 grados centígrados que se ha observado desde 1850 sería algo anómalo y estaría causado exclusivamente por actividades humanas, en particular por las emisiones del CO2 hacia la atmósfera, proveniente de la utilización de combustibles fósiles. Esto se conoce como la teoría antropogénica del calentamiento global (TACG) que ha sido promovida principalmente por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas. Esta teoría predice serios y dañinos cambios en el medio ambiente en un futuro inminente, a menos de que se adopten inmediatamente medidas mitigantes drásticas y costosas. A este respecto, muchas naciones del mundo se han unido a programas de reducción de las emisiones del CO2, y se ven presionadas para adoptar programas muchos más exigentes, que suponen una pesada carga en las economías de cada uno de los Estados miembros, con el pretexto de controlar el clima y, por ende, “salvar al planeta”.
Sin embargo, el argumento de que el calentamiento observado ha sido inducido por la actividad antropogénica, es una conjetura no demostrada, que se deduce tan solo de algunos modelos climáticos. Se trata de complejos programas de computación llamados Modelos de Circulación General (GCM, en sus siglas en inglés). Por el contrario, la literatura científica ha demostrado cada vez más la existencia de una variabilidad climática natural que los modelos no son capaces de reproducir. Esta variabilidad natural explica una parte sustancial del cambio global que observamos desde 1850. De este modo, la responsabilidad antropogénica por el cambio climático observado durante el siglo pasado es exagerada. Por lo tanto, los pronósticos catastróficos de estos modelos no son realistas.
El clima es el sistema más complejo de nuestro planeta, y se debe estudiar utilizando métodos adecuados y congruentes con su nivel de complejidad. No obstante, los modelos de simulación del clima no reproducen la variabilidad natural observada del clima en múltiples escalas de tiempo. En particular, no reconstruyen los períodos calientes sucedidos en los últimos 10,000 años. Esto ocurrió alrededor de cada 1000 años e incluye el bien conocido Período Cálido Medieval, el Período Cálido Romano y otros períodos cálidos durante el Máximo del Holoceno. Estos períodos han sido mucho más calurosos que él período actual, a pesar del hecho de que la concentración de CO2 era menor. Un número congruente de evidencias sugiere que estas grandes oscilaciones climáticas fueron inducidas por los ciclos milenarios de la actividad solar. Los modelos antes señalados, no reproducen esta fuerte susceptibilidad climática a los cambios solares.
Cabe señalar que el calentamiento que se registró desde 1900 comenzó en el siglo 18, esto es, desde finales de la Pequeña Edad de Hielo (alrededor de los 1700), que fue el período más frío de los últimos 10,000 años. Este período frío fue provocado por varios sucesos de gran mínima de actividad solar, como el Mínimo solar de Maunder (1645-1715). Desde el siglo 18, siguiendo su ciclo milenario, la actividad solar ha aumentado y ha calentando la superficie de la Tierra. Más aún, los modelos no reproducen las conocidas oscilaciones climáticas tales como una que tiene un período de 60 años. Estas fueron responsables, por ejemplo, de períodos calientes (de 1850 a 1880) seguidos por un enfriamiento (de 1880 a 1910), a lo cual le siguió otro calentamiento (de 1910 a 1940), seguido de nuevo por otro enfriamiento (de 1940 a 1970) y por otro período de calentamiento (de 1970 a 2000) similar al que se observó 60 años antes. En los siguientes años (del 2000 al 2019) no se ha observado el calentamiento por década de 0.2 grados C que pronosticaron los GCM, sino una estabilidad climática sustancial que se ha visto interrumpida esporádicamente solo por rápidas oscilaciones naturales del Océano Pacífico ecuatorial, conocidas como Oscilaciones del Sur “El Niño”, tal como el repentino calentamiento observado entre 2015 y 2016.
Los medios de comunicación también alegan que los eventos extremos, tales como huracanes y ciclones, han aumentado peligrosamente en las décadas recientes como resultado de la actividad antropogénica. Por el contrario, estos sucesos, como muchos sistemas climáticos, están modulados por los ciclos climáticos de 60 años ya mencionados. Por ejemplo, los datos oficiales de 1880 con respecto a los huracanes tropicales del Atlántico con rumbo hacia Norteamérica, muestran una enorme oscilación de 60 años, que se correlaciona bien con la Oscilación Multidecenal del Atlántico, que es una fluctuación térmica natural del Océano Atlántico del Hemisferio Norte. Los picos en la frecuencia de huracanes observados por décadas registradas en los años de 1880 a 1990, de 1940 a 1950 y de 1995 al 2005, son compatibles entre sí. Desde el 2005 al 2015 la cantidad de huracanes se ha reducido siguiendo el ciclo anteriormente mencionado. De este modo, en el período de 1880 al 2015, entre el número de ciclones (que fluctúa) y el CO2 (que ha aumentado monótonamente) no hay correlación alguna.
La conclusión obvia es que no se entiende todavía el sistema climático lo suficiente. Aunque es verdad que el CO2 es un gas de invernadero, según la misma IPCC, la sensibilidad del equilibrio climático a sus incrementos atmosféricos es todavía extremadamente incierta: se estima que la duplicación de la concentración del CO2 en la atmósfera, proveniente del nivel preindustrial de alrededor de 300ppm a 600ppm, podría elevar la temperatura de la superficie global desde un mínimo de 1° C a un máximo de 5° C. Esta incertidumbre es enorme. De hecho, muchos estudios recientes que se basan en datos experimentales han estimado que la sensibilidad climática al aumento del CO2 es significativamente menor de lo que han estimado los modelos de la IPCC.
Es por eso que es científicamente poco realista atribuir a las emisiones antropogénicas la responsabilidad del calentamiento registrado desde el siglo pasado hasta hoy. Los pronósticos alarmantes que se proponen no son creíbles, dado que se basan en modelos cuyos resultados contradicen los datos experimentales. Todos los hechos probatorios sugieren que estos modelos sobreestiman la contribución antropogénica y subestiman la variabilidad climática natural, en especial la provocada por el Sol, por la Luna, y por las fluctuaciones oceánicas.
Finalmente, los medios de comunicación publicitan el mensaje de que habría un consenso casi unánime entre los científicos a favor de la TACG de la IPCC, y por lo tanto, se ha cerrado el debate científico. Sin embargo, el método científico establece que son los hechos, y no el número de seguidores, lo que hace de una conjetura una teoría científica.
De cualquier manera, el supuesto consenso no existe, porque hay una notable variabilidad de opiniones entre especialistas –climatólogos, meteorólogos, geólogos, geofísicos, astrofísicos— la mayoría de los cuales reconocen la importancia que ha tenido la variabilidad climática natural en el calentamiento global que se registró desde 1850 o 1950 hasta hoy. También han circulado llamados firmados por miles de científicos que han manifestado su desacuerdo con la conjetura del calentamiento global antropogénico. Entre ellas la que promovió en 2007 el físico F. Seitz, ex presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, y la que promovió el Panel Internacional no Gubernamental sobre Cambio Climático (NIPCC, en sus silgas en inglés) cuyo informe del 2009 llega a la conclusión de que la naturaleza gobierna el clima, no la actividad humana.
En conclusión, dada la importancia fundamental que tienen los combustibles fósiles para la humanidad como fuente de energía, sugerimos que no se adopten los programas acríticos orientados a reducir las emisiones de CO2 con el supuesto ilusorio de gobernar el clima.
COMITE PROMOTOR
1. Uberto Crescenti, Profesor Emérito de Geología Aplicada, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara, ex rector y presidente de la Sociedad Geológica Italiana.
2. Giuliano Panza, Profesor de Sismología, Universidad de Trieste, miembro de la Academia de Lincei y de la Academia Nacional de la Ciencia, llamada Academia de los XL Premio Internacional 2018 de la Unión Geofísica Americana.
3. Alberto Prestininzi, Profesor de Geología Aplicada, Universidad de La Sapienza, Roma, ex director científico de la revista IJEGE International y director del Centro de Investigación, Prevención y Control de Riesgo Geológico (CERI)
4. Franco Prodi, Profesor de Física de la Atmósfera, Universidad de Ferrara.
5. Franco Battaglia, Profesor de Química y Física, Universidad de Modena; Movimiento Galileo 2001.
6. Mario Giaccio, profesor de Tecnología y Economía de Fuentes de Energía, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara, ex Decano de la Facultad de Economía.
7. Enrico Miccadei, Profesor de Geografía, Física y Geomorfología, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
8. Nicola Scafetta, profesor de Física Atmosférica y Oceanografía, Universidad Federico II, Nápoles.
ALGUNAS FIRMAS
1. Antonino Zichichi, profesor emérito de Física, de la Universidad de Bologna, fundador y presidente del Centro Ettore Majorana de Cultura Científica de Erice, Sicilia.
2. Renato Angelo Ricci, Renato Angelo Ricci, profesor emérito de Física, de la Universidad de Padua, ex presidente de la Sociedad Física Italiana y de la Sociedad Física Europea; Movimiento Galileo 2001.
3. Aurelio Misiti, Profesor de Ingeniería Sanitaria-Ambiental, Universidad de La Sapienza, Roma, fue decano de la Facultad de Ingeniería, fue presidente del Consejo superior de Obras Públicas.
4. Antonio Brambati, Profesor de Sedimentología, Universidad de Trieste, responsable del Proyecto Paleoclima mar del PNRA, fue presidente de la Comisión Nacional de Oceanografía.
5. Cesare Barbieri, Profesor Emérito de Astronomía, Universidad de Padua.
6. Sergio Bartalucci, físico, presidente de la Asociación Científicos y Tecnólogos para la Investigación Italiana.
7. Antonio Bianchini, profesor de Astronomía, Universidad de Padua.
8. Paolo Bonifazi, astrofísico, ex diretor del Instituto de Física del Espacio Interplanetario (IFSI) del Instituto Nacional de Astrofísica (INAF).
9. Francesca Bozzano, profesor de Geología Aplicada, Universidad de La Sapienza, Roma, director del Centro de Investigación, Prevención y Control de Riesgo Geológico (CERI).
10. Marcello Buccolini, profesor de Geomorfología, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
11. Paolo Budetta, profesor de Geología Aplicada, Universidad de Nápoli.
12. Monia Calista, investigadora de Geología Aplicada, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
13. Giovanni Carboni, profesor de Física, Universidad de Roma Tor Vergata; Movimiento Galileo 2001.
14. Franco Casali, profesor de Física, Universidad de Bologna y Academia de la Ciencia de Bologna.
15. Giuliano Ceradelli, ingeniero y climatólogo, ALDAI.
16. Augusta Vittoria Cerutti, miembro del Comité Geológico Italiano.
17. Domenico Corradini, profesor de Geología Histórica, Universidad de Modena.
18. Fulvio Crisciani, profesor de Dinámica de Fluidos y Geofísica, Universidad de Trieste e Instituto de Ciencias marinas, Cnr, Trieste.
19. Carlo Esposito, profesor de Detección Temota, Universidad de La Sapienza, Roma.
20. Antonio Mario Federico, profesor de Geotécnica, Politécnico de Bari.
21. Mario Floris, profesor de Detección Remota, Universidad de Padua.
22. Gianni Fochi, químico, Escuela Normal Superior de Pisa; periodista científico.
23. Mario Gaeta, profesor de Vulcanología, Universidad de La Sapienza, Roma.
24. Giuseppe Gambolati, miembro de la de la Unión Americana de Geofísica, profesor de Métodos Numéricos, Universidad de Padua.
25. Rinaldo Genevois, profesor de Geología Aplicada, Universidad de Padua.
26. Carlo Lombardi, profesor de Instalaciones Nucleares, Politécnico de Milán.
27. Luigi Marino, geólogo, director del Centro de Investigación, Prevención y Control de Riesgo Geológico (CERI)
28. Salvatore Martino, profesor de Microzonificación Sísmica, Universidad de La Sapienza, Roma.
29. Paolo Mazzanti, profesor de Interferometría Satelital, Universidad de La Sapienza, Roma.
30. Adriano Mazzarella, profesor de Meteorología y Climatología, Universidad de Nápoles.
31. Carlo Merli, profesor de Tecnología Ambiental, Universidad de La Sapienza, Roma.
32. Alberto Mirandola, profesor de Energía Aplicada y presidente del doctorado de Investigación Energética, Universidad de Padua.
33. Renzo Mosetti, profesor de Oceanografía, Universidad de Trieste, ex director del Departamento de Oceanografía, Instituto OGS, Trieste.
34. Daniela Novembre, Investigadora en Georecursos Minerales y Aplicaciones Mineralógicas Petrográficas, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
35. Sergio Ortolani, profesor de Astronomía y Astrofísica, Universidad de Padua.
36. Antonio Pasculli, investigador de Geología Aplicada, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
37. Ernesto Pedrocchi, profesor emérito de Energética, Politécnico de Milán.
38. Tommaso Piacentini, profesor de Geografía, Física y Geomorfología, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
39. Guido Possa, ingeniero nuclear, ex Viceministro del Ministerio dell’Istruzione, Università e Ricerca, con delega alla ricerca.
40. Mario Luigi Rainone, profesor de Geología Aplicada, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
41. Francesca Quercia, geólogo, director de Investigación, Ispra.
42. Giancarlo Ruocco, profesor de Estructura de Materiales, Universidad de La Sapienza, Roma.
43. Sergio Rusi, profesor de hidrogeología, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
45. Emanuele Scalcione, responsable del Servicio Agrometeorológico Regional ALSIA, Basilicata.
46. Nicola Sciarra, profesor de Geología Aplicada, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
47. Leonello Serva, geólogo, ex director del Servicio Geológico de Italia; Academia Europea de la Ciencia y del Arte, V Clase, Ciencia, Tecnología y Medios ambientes; Movimiento Galileo 2001.
48. Luigi Stedile, geólogo, Centro de Investigación, Prevención y Control de Riesgo Geológico (CERI), Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
49. Giorgio Trenta, físico y médico, presidente emérito de la Asociación Italiana de Radioprotección Médica; Movimiento Galileo 2001.
50. Gianluca Valensise, director de investigación, Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología, Roma.
51. Corrado Venturini, profesor de Geología Estructural, Universidad de Bologna.
52. Franco Zavatti, investigador de Astronomía, Universidad de Bologna.
53. Achille Balduzzi, geólogo, Agip-Eni.
54. Claudio Borri, profesor de Ciencia de la Construcción, Universidad de Florencia, Coordinador del doctorado internacional en Ingeniería Civil.
55. Pino Cippitelli, geólogo de Agip-Eni.
56. Serena Doria, investigadora de Probabilidad y Estadística Matemática, Universidad G. D’Annunzio, Chieti-Pescara.
57. Enzo Siviero, profesor de Puentes, Universidad de Venezia, rector de la Università e-Campus.
58. Pietro Agostini, ingeniero, Asociación de Científicos y Tecnólogos por la Investigación Italiana Scienziati e Tecnologi per la Ricerca Italiana.
59. Donato Barone, ingeniero.
60. Gianfranco Brignoli, geólogo.
61. Luciano Lepori, investigador del IPCF-CNR, Pisa.
62. Roberto Madrigali, meteorólogo.
63. Luciano Biasini, profesor emérito, ex docente de Cálculo Numérico y Gráficos, director del Instituto Matemático, y preside la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físicas y Naturales de la Universidad de Ferrara.
64. Benedetto De Vivo, profesor de Geoquímica, Universidad de Nápoles; actualmente profesor extraordinario en la Universidad Telemática Pegaso, Nápoles.
65. Carlo Del Corso, ingeniero químico.
66. Umberto Gentili, físico de la ENEA, climatólogo del Proyecto Antártida.
67. Umberto Minopoli, presidente de la Asociación Italiana Nuclear.
68. Arnaldo Radovix, geólogo, gerente de riesgo en derivados financieros.
69. Marco Ricci, físico, primer investigador, Instituto Nacional de Física Nuclear.
70. Roberto Simonetti, geólogo, R&D c/o Azienda S.I.I.
71. Maria Grazia Tenti, geólogo.
Para firmar, enviar su nombre, profesión y organización a giaccio@unich.it y eirns@larouchepub.com y preguntas@larouchepub.com