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Informe: Hijos de Satanás

EL CONGRESO A FAVOR DE LA LIBERTAD CULTURAL

Cómo prepararon al mundo para la ‘Kulturkampf’ fascista

por Steven P. Meyer y Jeffrey Steinberg

Con esta entrega concluye la serie de artículos del informe Children of Satan III: The Sexual Congress for Cultural Fascism (Los hijos de Satanás III: El Congreso Sexual a Favor del Fascismo Cultural), originalmente publicado por LaRouche in 2004, el comité de campaña del entonces precandidato presidencial estadounidense Lyndon LaRouche.

Theodor Adorno y Mark Horkheimer fueron dos de los primeros dirigentes de la Escuela de Fráncfort, y codirigieron ese proyecto de la Personalidad Autoritaria de fines de los 1940 que, dos décadas más tarde, diseñó a propósito la contracultura de las drogas, el rock y el sexo de los sesentiocheros. A estos dos sujetos los regresaron a Alemania en 1950 para reorganizar la “desnazificación” de las instituciones culturales y el sistema educativo alemanes de la posguerra, bajo los auspicios del alto comisionado de la ocupación y principal banquero sinarquista estadounidense John J. McCloy. Con esa facultad otorgada, Adorno y Horkheimer fueron actores centrales del proyecto general de arruinar la cultura europea y estadounidense. Este proyecto llevó el hipócrita nombre de Congreso a Favor de la Libertad Cultural (CFLC).

Lejos de la “desnazificación”, los esfuerzos del congreso, y de sus frentes conexos de la “Kulturkampf” (guerra cultural) de principios de la Guerra Fría, iban dirigidos a destruir los últimos vestigios de la cultura clásica europea, y a reemplazarla con una cultura de perversidad, bestialismo y pesimismo. Esto lo hicieron con el ridículo pretexto de “combatir el comunismo ateo” y otras formas de “autoritarismo”.

En realidad, la misión del Congreso a Favor de la Libertad Cultural era dejar indefenso al mundo ante la ofensiva sinarquista renovada contra la clase de sistema del Estado nacional moderno, que representaron de forma más reciente y exitosa los Estados Unidos de América del presidente Franklin Delano Roosevelt, quien, más que ninguna otra figura de mediados del siglo 20, había derrotado la maniobra sinarquista de imponer un imperio fascista mundial encabezado por Hitler. Todo cambió con la inoportuna muerte de Franklin Roosevelt en abril de 1945. Incluso el dictador soviético José Stalin captó el significado de la muerte de Roosevelt, al decir que “el gran sueño se ha perdido”. Roosevelt había prometido un reacomodo en un mundo de posguerra libre de las cadenas del colonialismo europeo. Como lo recalcó el ex secretario de Estado de los EU, Henry Kissinger, en su discurso del 10 de mayo de 1982 en la Chatham House de Londres, Roosevelt y su aliado de guerra Winston Churchill quedaron en lados opuestos de la barricada.

El compromiso de asegurar que nunca pudiera emerger un futuro Roosevelt en los EU o en Europa continental era parte de la misión del CFLC. Esta misión había de consumarse creando tal páramo cultural de conformidad estupidizada y de búsqueda de gratificación sensual, que cualquier caso aislado de genialidad pudiera relegarse y destruirse con facilidad.

La presencia de lord Bertrand Russell como uno de los cinco presidentes honorarios del CFLC fue representativa de la misión del mismo desde su fundación. Russell, el autor de la doctrina Truman posrooseveltiana y previa a Eisenhower, de fincar un “gobierno mundial mediante el terror de las armas nucleares”, escribió en 1951 un libro, “Los efectos de la ciencia en la sociedad”, describiendo su visión del futuro. Era una “declaración de propósitos” del CFLC mucho más precisa y reveladora que nada que el CFLC publicara a nombre propio:

“Creo”, escribió Russell, que “la cuestión que será de mayor importancia política es la psicología de masas. . . El aumento de los métodos modernos de propaganda ha aumentado mucho su importancia. De éstos, el más influyente es el que llaman ‘educación’. La religión tiene una función, aunque cada vez menor; la prensa, el cine y la radio tienen una influencia cada vez mayor. . . Cabe esperar que, en su momento, cualquiera podrá persuadir a quien sea de cualquier cosa, si agarra al paciente de joven y recibe dinero y equipo del Estado”.

Continua: “La cuestión hará grandes adelantos cuando la tomen hombres de ciencia bajo una dictadura científica. . . Los psicólogos sociales del futuro tendrán varias clases de niños en edad escolar, en quienes probarán diferentes métodos para producir una firme convicción de que la nieve es negra. Pronto habrá de llegarse a varios resultados. Primero, que la influencia del hogar resulta obstructiva. Segundo, que no puede hacerse mucho a menos que el adoctrinamiento comience antes de la edad de diez años. Tercero, que los versos con música y entonados de forma repetida son muy efectivos. Cuarto, que la opinión de que la nieve es blanca habrá de tenerse por demostración de un gusto mórbido por la excentricidad. Pero anticipo. A los futuros científicos les toca precisar estas máximas y descubrir exactamente cuánto cuesta per cápita hacer que los niños crean que la nieve es negra, y cuánto menos costaría hacerles creer que es gris oscuro”.

Russell concluyó con una advertencia: “Aunque esta ciencia será estudiada con diligencia, deberá reservarse estrictamente a la clase gobernante. Al populacho no habrá de permitírsele saber cómo fueron generadas sus convicciones. Una vez perfeccionada la técnica, cada gobierno que haya estado a cargo de la educación por una generación podrá controlar a sus sujetos de forma segura, sin la necesidad de recurrir a ejércitos ni policías”.

En el mismo libro, Russell incluso abogó por un nivel de genocidio que, en comparación hizo parecer gentil a Hitler. Despotricando contra el crecimiento poblacional entre las razas de tez más oscura, Russell ofreció una solución: “Actualmente, la población del mundo crece a razón de unos 58.000 individuos por día. La guerra, hasta ahora, no ha tenido un gran efecto en este crecimiento, que continuó a lo largo de cada una de las dos guerras mundiales. . . La guerra. . . hasta la fecha ha sido decepcionante al respecto. . . pero quizás la guerra bacteriológica resultare más efectiva. Si una peste negra se propagare una vez en cada generación, los sobrevivientes podrían procrear libremente sin llenar al mundo demasiado. . . La situación seguramente sería poco placentera, pero, ¿qué importa?”

El cambio de paradigma cultural posrooseveltiano

La inoportuna muerte de Roosevelt el 12 de abril de 1945, dejó en la Presidencia de los EU a un inepto ganapán político, Harry Truman. En cosa de meses, bajo la influencia abrumadora de un grupo de sinarquistas pro británicos, Truman arrojó sin necesidad bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en un momento en que la rendición japonesa ya era inminente. Así inició la era del terror termonuclear, una era que H.G. Wells y Bertrand Russell fomentaron por décadas como la vía hacia la dictadura fabiana mundial.

Poco después de la guerra, Russell, a punto de ser presidente honorario del CFLC, escribió un artículo infame en el Bulletin of the Atomic Scientists de septiembre de 1946, pidiendo lanzar un ataque preventivo estadounidense con bombas atómicas contra la Unión Soviética (el colaborador de Russell, Edward Shils, fue uno de los fundadores del Bulletin, y luego director de la rama estadounidense del CFLC). Ya antes de esa declaración de 1946, Russell, tras lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki, había escrito a su amante Gamel Brenan sobre un parecer similar: “Hay una cosa, y sólo una cosa que puede salvar al mundo, y es algo que yo ni debería soñar en promover. Se trata de que los EU le declaren la guerra a Rusia en los próximos dos años, y de establecer un imperio mundial con la bomba atómica”.

La muerte de Roosevelt le despejó por completo el camino a los principales elementos sinarquistas dentro de las estructuras de inteligencia de los EU de la época de la guerra, para buscar su “paz aparte” con nazis destacados, quienes habían de incorporarse a cabalidad a una cruzada de posguerra contra la Unión Soviética, todo según los planes de Russell. En su preparación del mundo de la posguerra para el resurgimiento sinarquista, individuos como Allen Dulles, Whitney Shephardson, John Foster Dulles, William Draper, John J. McCloy y Averell Harriman tramaron purgar los servicios de inteligencia y a la autoridad de ocupación alemana de la posguerra de cualquiera que fuera leal a Roosevelt.

A sólo días de la muerte del Presidente, todo un contingente de funcionarios de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) con sede en Europa, incluyendo la estructura de mando entera de la OSS en Italia, fue despedido en masa. Documentos de la OSS revelan que, antes de la muerte de Roosevelt, hubo una reunión en el sur de Francia en la que participaron Allen Dulles, Shephardson y otros, para redactar la lista de la purga. Luego, los mismos individuos escogidos fueron excluidos para siempre de los servicios estadounidenses de inteligencia, y fueron objeto de calumnias en los órganos de difusión y de otros trucos sucios. Su crimen: oponerse a la traición de la “paz aparte” de los hermanos Dulles, que le permitió a nazis tales como Hjalmar Schacht, Otto Skorzeny, Licio Gelli, Klaus Barbie e innumerables otros unirse al circo de la inteligencia occidental de la Guerra Fría.

En Alemania, con McCloy y el “general” William Draper, presidente de la casa de inversiones Dillon Reed durante la guerra, el poder de los carteles militares industriales fue restaurado del todo, un escándalo narrado en el libro de 1951 All Honorable Men (Todos hombres honorables), del jefe de descartelización de la ocupación James Stewart Martin. Martin documentó que estadounidenses como Allen y John Foster Dulles, Draper, Harriman, y los intereses J.P. Morgan, en alianza con banqueros británicos, franceses y belgas, y con capitanes de la industria pesada, fueron los socios secretos de los barones nazis de la banca y los negocios durante la guerra, y que ayudaron a alimentar la maquinaria de guerra nazi, aun después de que lo de Pearl Harbor metió a los EU directamente en la contienda. Los hermanos Dulles eran viejos colaboradores de Schacht, y del notable Kurt von Schröder, cuyo Banco Stein de Colonia, Alemania, administraba todo el financiamiento de la SS de Himmler a través de grupos empresariales como el “Círculo Kepler”.

Pero no sólo a los jefes y miembros del cartel fascista los perdonaron de la horca en Nuremburgo. La cultura fascista fue adoptada como el arma preferida en la batalla ideológica de la Guerra Fría, y el Congreso a Favor de la Libertad Cultural fue el vehículo angloamericano elegido para emprender la “renazificación” cultural.

Esquizofrenia y necrofilia

Una de las especialidades de Theodor Adorno era la música. En su juventud, fue un promisorio futuro concertista de piano, quien luego estudió en Viena con el compositor atonal Arnold Schönberg. En 1946, mientras trabajaba en el programa de “pesimismo cultural” de la Escuela de Fráncfort en los EU, el viejo agente del Comintern soviético (el comité ejecutivo de la Tercera Internacional Comunista), quien ahora vivía de la generosidad de las fundaciones Rockefeller y de otros fondi angloamericanos, escribió el libro infame La filosofía de la música moderna, que era una diatriba apenas inteligible contra la cultura clásica. De forma ostensible, un comentario sobre las composiciones musicales de Igor Stravinsky y Schönberg, el libro de Adorno esclareció el propósito de la música moderna:

“Lo que la música radical percibe es el sufrimiento sin transfigurar del hombre. . . El registro sismográfico del choque traumático deviene, al mismo tiempo, en el ordenamiento técnico estructural de la música. El mismo prohíbe la continuidad y el desarrollo. El lenguaje musical se polariza conforme su extremo, hacia gestos de choque que semejan convulsiones del cuerpo por un lado y, por el otro, hacia una estática cristalina de un ser humano cuya ansiedad lo congela en su trayecto. . . La música moderna reconoce como su objetivo el olvido absoluto. Es el mensaje de desesperación que sobrevive al naufragio”.

“No es que la esquizofrenia esté expresada directamente en eso, pero la música imprime sobre sí una actitud parecida a la del que tiene una mente enferma. El individuo acarrea su propia desintegración. . . Imagina el cumplimiento de la promesa a través de la magia, pero, no obstante, en el reino de la actualidad inmediata. . . Le atañe dominar rasgos esquizofrénicos a través de la conciencia estética. Al hacerlo, esperaría reivindicar la demencia como salud auténtica”.

Insistía que debía purgarse toda forma de belleza para acarrear la desintegración total de la sociedad europea y estadounidense de la posguerra, lo cual, decía, era la condición para derrotar el impulso autoritario. En cambio, abogaba por una dieta cultural constante de “las cuarenta mejores canciones” de la música pop y otras formas degeneradas de “cultura de masas” que, argumentaba, con el tiempo desencadenaría diversas formas de colapso nervioso a una escala generalizada.

Adorno especificó éstas: 1) la despersonalización, la pérdida de la conexión con el cuerpo de uno; 2) la hebefrenia, que él definía como “la indiferencia del individuo enfermo hacia lo externo”; 3) la catatonia (“un comportamiento similar al que es común en pacientes trastornados por una conmoción”); y, 4) la necrofilia. Adorno afirmaba que “la necrofilia universal es la última perversidad con estilo”.

Adorno resumió su planteamiento a favor de la explotación de la música de las “cuarenta mejores”: “El carácter autoritario de hoy día es, sin excepción, conformista. . . En último análisis, esta música tiende a convertirse en el estilo de todos, porque coincide con el estilo del hombre común”.

Adorno practicó lo que predicó. En los 1940, probó fortuna en Hollywood, donde aunó fuerzas con Igor Stravinsky en la composición de música para películas. En Hollywood, Adorno y Stravinsky formaban parte de la “Camarilla Británica”, una runfla de degenerados culturales de avant–garde. Ésta también incluía a Aldous Huxley, cuyos escritos de ficción, y los que no eran de ficción, propagandizaban el uso de drogas psicotrópicas y de lavado cerebral para pacificar a sociedades enteras, y para crear “campos de concentración sin lágrimas”; a Christopher Isherwood, autor de Los diarios de Berlín (adaptada luego para el escenario como Cabaret), que promovía aquella cultura degenerada de drogas y perversión de Weimar que ayudó a subir a Hitler al poder; a Alexander Korda, un protegido del fundador de la Escuela de Fráncfort George Lukacs, luego una figura importante de la Dirección de Operaciones Especiales británica durante la guerra, y un destacado productor de Hollywood. La “Camarilla Británica”, en especial Isherwood, de donde les viene la “conexión con Hollywood” a los pervertidos literatos británicos W.H. Auden y Stephen Spender, quienes desempeñaran funciones centrales en el CFLC y, después, en los 1960, en el proyecto de la contracultura, en alianza con ídolos culturales de la Escuela de Fráncfort como Herbert Marcuse y Erich Fromm.

Adorno escribió su prescripción de la Filosofía de la música moderna para crear una sociedad de necrófilos a través de la perversión de la música y la cultura, al tiempo que también trabajaba con Horkheimer en La personalidad autoritaria. Esta esfuerzo fue, en su momento, el más ambicioso perfilamiento social de las masas estadounidenses jamás realizado. El proyecto, que era parte de la serie más amplia de “Los estudios de prejuicios” financiada por el Comité Judío Estadounidense, dirigido a “probar” que el pueblo estadounidense, a pesar de sus sacrificios heroicos para derrotar a Hitler y Mussolini, era intrínsecamente fascista y antisemita, y que las técnicas avanzadas de manipulación psicológica eran vitales y justificadas para purgar al populacho de estos perversos impulsos “autoritarios”. Las dos armas clave de esta lobotomía cultural eran la conformidad y el eros, o lo que ahora conocemos como la tiranía de la “corrección política”.

Los autores de La personalidad autoritaria dejaron todo al descubierto en el último capítulo del libro, en donde resumieron sus descubrimientos y desembucharon su receta para efectuar la transformación social. Los ecos de la fórmula emparentada de Russell para brutalizar al rebaño de los seres humanos a una impotencia psicológica ovejuna, resuenan en las palabras de los autores de La personalidad autoritaria:

“Parece obvio que la modificación de la estructura en potencia fascista no puede lograrse sólo por medios psicológicos. La tarea es comparable a la de eliminar la neurosis, o la delincuencia, o el nacionalismo del mundo [énfasis añadido]. Éstos son productos de la organización integral de la sociedad, y sólo han de cambiar en la medida que esa sociedad cambie. No le corresponde a los psicólogos decir cómo han de hacerse tales cambios. Es un problema que requiere los esfuerzos de todos los científicos sociales. En lo que insistiríamos es en que, en las asambleas o mesas redondas que consideren el problema y definan el curso de acción, los psicólogos tienen que tener una voz. Creemos que el entendimiento científico de la sociedad tiene que incluir una comprensión de lo que le hace a la gente, y de que puede haber reformas sociales, incluso de las amplias y generalizadas, las cuales, aunque deseables por derecho propio, no necesariamente cambiarían la estructura de la personalidad prejuiciada. Para que el potencial fascista cambie, o aun para tenerlo bajo control, la capacidad de la gente de verse a sí misma y de ser ella misma tiene que aumentar. Esto no puede lograrse manipulando a la gente, no importa qué tan bien fundadas en la psicología moderna puedan estar las estratagemas de manipulación. . . Es aquí donde la psicología puede desempeñar su función más importante. Las técnicas para superar la resistencia, desarrolladas más que nada en el campo de la psicoterapia individual, pueden mejorarse y adaptarse al uso en grupos, e incluso para usarse a escala generalizada”.

Los autores concluyen con su proposición más reveladora: “Necesitamos no suponer que apelar a la emoción es privativo de los que se esfuerzan en procurar la dirección del fascismo, en tanto que la propaganda democrática tiene que limitarse a la razón y la restricción. Si bien el temor y la destructividad son los principales recursos emocionales del fascismo, el eros pertenece más que nada a la democracia”.

El eros fue precisamente el arma que la Escuela de Fráncfort y sus colegas del Congreso a Favor de la Libertad Cultural emplearon los siguientes 50 años, para generar un cambio de paradigma cultural lejos de la matriz dizque “autoritaria” del hombre hecho a imagen viva de Dios (imago viva Dei), la santidad del núcleo familiar, y la superioridad de la forma republicana del Estado nacional por sobre todas las demás formas de organización política. Ellos transformaron la cultura estadounidense, paso a paso, hacia una matriz erótica perversa asociada con la actual tiranía “políticamente correcta” de la tolerancia a la deshumanizante drogadicción, la perversión sexual y la glorificación de la violencia. Para los revolucionarios “antiautoritarios” de la Escuela de Fráncfort, el antídoto fundamental contra la odiada civilización judeocristiana occidental, era demoler esa civilización desde adentro, produciendo generaciones de necrofílicos.

Pero el proyecto de la “Kulturkampf”, dirigido en última instancia a despojar del todo a los EU de su herencia republicana renacentista, sería desencadenado, primero, con una eficacia letal, sobre las ya destrozadas poblaciones de una Europa Occidental que había atravesado por dos décadas de depresión, fascismo y guerra.

En abril de 1952 el CFLC emprendió su viaje inaugural de lavado cerebral para propagar el pesimismo cultural, cuando celebró en París un festival titulado “Obras maestras del siglo 20”. ¡El CFLC presentó en 30 días 100 sinfonías, conciertos, óperas y ballets de más de 70 compositores del siglo 20! La conferencia abrió con una penosa ejecución de la Sinfónica de Boston, de “La consagración de la primavera” del colaborador de Adorno, Igor Stravinsky.

Además, en la conferencia de París disfrutaron del estrellato los maestros de Adorno, Schönberg y Alban Berg, los principales atonalistas, Paul Hindemeith, y Claude Debussy. Otras obras ejecutadas fueron las de Gustav Mahler, Béla Bartók, Samuel Barber, Erik Satie, Francis Poulenc y Aaron Copland, por nombrar algunos.

París presenció las primeras producciones de “Wozzeck” de Alban Berg, “Billy Budd” de Benjamin Britten, “Cuatro santos en tres actos” de Gertrude Stein y Virgil Thomson, que contaron con la presencia de Alice B. Toklas (famosa por sus bizcochos rociados de hachís).

El CFLC continúo su ofensiva en este campo. En 1954, celebró dos conferencias: una en el Palazzo Pecci en Italia, dedicada casi por completo a la música atonal y a la escala de 12 tonos; y otra en abril de ese mismo año, en la Conferencia Internacional de Roma titulada “Música del Siglo 20”, la cual estuvo dedicada en exclusiva a la música de avant–garde. En esta última hubo premios, y los ganadores recibieron boletos para asistir a los estrenos estadounidenses de la Sinfónica de Boston en su escuela de verano en Tanglewood. La Sinfónica estaba bien ligada al CFLC, y 8 de los 11 miembros de la directiva del proyecto musical del CFLC estaban relacionados con lo de Tanglewood.

La cultura clásica —la tradición de Bach, Mozart, Beethoven, Shubert, Schumann y Brahms— fue repudiada por ser una herramienta “autoritaria” del comunismo soviético y del fascismo italiano y alemán. Por ejemplo, el CFLC emprendió una cacería de brujas contra el gran director de orquesta alemán Wilhelm Furtwängler acusándolo de nazi.

En París, el mes de espectáculos también exhibió una muestra de escultura y arte modernos igual de grotesca, organizada por el Museo de Arte Moderno (MAM) de Nueva York. Hubo obras de Matisse, Derain, Cézanne, Seurat, Chagall, Kandinsky y otros maestros del modernismo de principios del siglo 20. Jackson Pollack y Alexander Calder fueron las principales figuras del CFLC americano.

El MAM, un proyecto de Nelson Rockefeller y su familia, tuvo un papel preponderante en el CFLC y sus proyectos artísticos. En 1955, montaron la exhibición “Jóvenes Pintores” del CFLC en Roma (e hicieron una gira por el continente). Y, en 1960, el MAM montó otra exhibición europea con una muestra exclusiva de impresionismo abstracto, el cual era sabido expresa, al igual que el trabajo musical de Adorno, una esquizofrenia mental. George Kennan y Allen Dulles fueron grandes patrocinadores del arte moderno, y la Fundación Fairfield, establecida para pasarle fondos de la CIA al CFLC, también financió al MAM.

En la “Kulturkampf” inaugural de París en 1952 también hubo debates literarios con los escritores de los “fugitivos” agraristas de Nashville Allen Tate y William Faulkner; con los pervertidos fabianos Stephen Spender y W. H. Auden; y con otros más.

Lo de París fue organizado bajo los auspicios de la Oficina de Planes Especiales del Departamento de Estado de los EU, a cargo de Frank Wisner de la CIA, y financiada por la Fundación Fairfield, una lavandería de dinero de la CIA.

Los espectros sinarquistas crearon el CFLC

Frances Stoner, el autor de La Guerra Fría cultural, una historia del CFLC, documentó que el CFLC fue idea de dos grupos de individuos privados prominentes, quienes pronto asumirían posiciones destacadas en las estructuras de inteligencia de la Guerra Fría.

El primero giraba en torno a Allen Dulles, el viejo amigo de Henry Luce del imperio de la revista Time, quien dirigía a un grupo de activistas y planificadores llamado “Los vaqueros de Park Avenue”. Dulles y su grupo trabajaron en establecer una organización permanente de inteligencia tras la Segunda Guerra Mundial. Este grupo estaba integrado por Dulles, Frank Wisner, C.D. Jackson, Kermit Roosevelt, Tracy Barnes, Richard Helms y Royal Tyler, quien luego pasara a encabezar el Banco Mundial.

El CFLC fue creado bajo los auspicios de Wisner, quien entonces encabezaba la Oficina de Coordinación Política del Departamento de Estado, misma que luego transfirieron a la CIA como la sección de actividades encubiertas. El vínculo personal de Dulles con la comunidad de inteligencia que controlaba al CFLC en el terreno desde su centro de operaciones en París, era Tom Braden, quien fue secretario ejecutivo del MAM de Nelson Rockefeller de 1947 a 1949, antes de incorporarse a la CIA.

En un momento apropiado, hacia 1967, a Braden también lo escogieron para “salir” del congreso por ser una fachada de la CIA. En el famoso artículo “Me alegra que la CIA sea ‘inmoral’ ”, del Saturday Evening Post, Braden escribió: “Recuerdo la enorme alegría que me dio que la Orquesta Sinfónica de Boston les trajera un mayor reconocimiento a los EU en París, que el que John Foster Dulles o Dwight D. Eisenhower hubieran logrado con una centena de discursos. Y ahí estaba Encounter, la revista publicada en Inglaterra y dedicada a la proposición de que la realización cultural y la libertad política eran interdependientes. El dinero para la gira de la orquesta y para la publicación de la revista vino de la CIA, y pocos fuera de la CIA lo sabían. Habíamos metido a un agente en una organización de intelectuales con sede en Europa llamada Congreso a Favor de la Libertad Cultural. Otro agente devino en director de Encounter. Los agentes no sólo podían proponerles programas anticomunistas a los funcionarios que dirigían a las organizaciones, sino que también podían sugerirles formas y medios para resolver los inevitables problemas presupuestales. ¿Porqué no averiguar si el dinero necesario podía obtenerse de ‘fundaciones estadounidenses’? Como los agentes sabían, las fundaciones financiadas por la CIA eran muy generosas cuando tenía que ver con el interés nacional”.

C.D. Jackson, uno de los primeros “vaqueros”, era uno de los principales expertos de inteligencia y ejecutivos de Luce. Entró a Time–Life en 1931 como ejecutivo de publicidad. Durante la guerra devino en el subjefe de la División de Guerra Psicológica del Comando Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada. Tras la guerra, regresó a desempeñarse como vicepresidente de Time–Life.

Jackson dejó Time–Life para desempeñar diversas funciones de inteligencia para Dulles, convirtiéndose en presidente del Comité Nacional a Favor de una Europa Libre, la iniciativa de Dulles que fue la precursora del CFLC, y que financió a muchos agentes del CFLC. También ayudó a crear Radio Europa Libre, un proyecto de la CIA emprendido bajo los auspicios del Comité Nacional a Favor de una Europa Libre.

Cuando Eisenhower asumió la Presidencia en 1953, Jackson fue nombrado asesor especial del presidente sobre guerra psicológica. Desde ahí aprobó el núcleo de los proyectos del CFLC, y personalmente ayudó a crear y difundir el Comité Americano a Favor de la Libertad Cultural, a cuya directiva terminó uniéndose. Jackson preparó artículos de difusión de las actividades del CFLC para las publicaciones de Luce.

El segundo grupo de individuos privados giraba en torno a Charles “Chip” Bohlen. Había reuniones regulares en su casa de Georgetown con George Kennan e Isaiah Berlin, el “filósofo” británico que estuvo implicado en el escándalo de espionaje de Kim Philby a principios de los 1950. El segundo grupo era conocido como “Los sovietólogos”.

Bohlen había pasado años en Rusia, y después de la guerra fue nombrado embajador de los EU en Francia, donde ayudó a dirigir el secretariado internacional del CFLC. Fue mentor de Nicolas Nabokov, el exilado y compositor soviético que se convirtió en el secretario general del CFLC.

Kennan participó en la creación del mecanismo secreto de inteligencia que terminaría dirigiendo al CFLC, y fue un participante influyente de muchos de sus simposios internacionales. Autor del famoso artículo de 1947 de Foreign Affairs, “Mr. X”, que anunciaba la Guerra Fría, su filosofía era la de superar a los soviéticos en mentiras y engaños, pues, en su opinión, ¡la verdad y la ayuda económica eran inútiles en semejante combate! Fue autor de varias directivas de seguridad nacional para el Gobierno de Truman, entre ellas la PSBD–32/2, que estableció la Junta de Estrategia Psicológica (JEP), que sigue estando clasificada.

La JEP fue establecida el 4 de abril de 1951. Su primer director fue Gordon Gray. Su propósito era centralizar y coordinar las operaciones de guerra psicológica de la CIA, del Departamento de Defensa y del Departamento de Estado. Tal como lo detalló Charles Burton Marshall, un funcionario de la JEP que devino en un resonante oponente, en una crítica a sus principios y actividades, la JEP estuvo a cargo de un grupo selecto de naturaleza totalitaria que se impuso a sí mismo, que “de algún modo recordaba a Pareto, Sorel, Mussolini y demás. . . Los individuos eran relegados a una importancia terciaria. Esa supuesta élite aparecía como el único grupo que contaba. La élite la define ese grupo de número limitado capaz e interesado en manipular asuntos doctrinarios”.

Para mayo de 1952, la JEP asumió la supervisión del “Paquete”, que era el nombre en clave del programa de guerra psicológica de la CIA para influenciar a los “líderes de opinión” en el extranjero. Con este membrete, la JEP también asumió la supervisión del Comité Americano a Favor de la Libertad Cultural (CAFLC); del Movimiento del Rearme Moral, con Rudolf Hess y otros nazis destacados entre sus principales miembros; la Cruzada por la Libertad, que era el conducto de financiamiento del Comité Nacional a Favor de una Europa Libre (CNFEL) de Dulles; de Radio Europa Libre del CAFLC; y Paix et Liberté.

Un documento de la JEP de junio de 1953 definió que estos programas eran necesarios para “romper los modelos mundiales de pensamiento doctrinario que han sentado la base intelectual del comunismo y de otras doctrinas hostiles a los objetivos estadounidenses y del mundo libre”.

C.D. Jackson, el agente de Dulles y Luce, devino en el potentado délfico de estos programas. Su detallado registro de actividades en la Casa Blanca muestra que los planificadores de la JEP tenían que consultar con él antes de echar a andar sus planes. Jackson seguido se reunía con Tom Braden para aprobar las operaciones del CFLC.

El presidente del Comité Ejecutivo del CFLC era Denis de Rougemont, un suizo que llevó a París la obra del filósofo nazi Martin Heidegger, de Soren Kierkegaard y de Karl Barth antes de la Segunda Guerra Mundial en su revista Hic et Nunc.

De Rougemont, conocido por su libro Love in the Western World (El amor en el mundo occidental), escribió una andanada de ataques gnósticos contra la moralidad de los EU bajo Roosevelt, la cual sólo puede considerarse como un intento de minar la movilización contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Publicada el 2 de junio de 1941 en Christianity and Crisis, con el título de “On the Devil and Politics” (Sobre el diablo y la política), la escribió cuando estuvo en los EU trabajando para la Oficina de Información de Guerra.

La tesis de De Rougemont es que todos los hombres tienen un lado inherentemente malo, que constituye al menos un impulso. Cada sujeto corre el riesgo de que su impulso pueda tornarse en una realidad bajo ciertas circunstancias, y un individuo tiene que saber que el mal reside dentro de sí, o no es un ser humano normal.

“(La democracia estadounidense) también creía, y sigue creyendo, que los nazis son animales de una raza del todo diferente a la de los estadounidenses. También corre el excesivo riesgo de un día descubrir que, después de todo, son hombres igual que nosotros. Y es muy cierto que son hombres como nosotros, en el sentido de que su pecado también está en nosotros, en secreto. . . Me parece que la lección más clara que surge de los sucesos europeos, es que el odio sentimental a la maldad de otros puede cegarlo a uno a la maldad que lleva consigo, y a la gravedad de la maldad en general. La condena demasiado fácil que uno hace al hombre malvado que está del lado contrario puede encubrir y favorecer en mucho la complacencia interna hacia la propia perversidad. Sospecho que hay una profunda ambivalencia en cuanto a ciertas denuncias democráticas de hitlerismo, pues, por la violencia del tono y por el simplismo obstinado de los juicios, delatamos nuestra mala conciencia, nuestra ansiedad secreta, nuestra tentación no reconocida. En cuanto a los antifascistas que sólo quieren ser anti, no puedo dejar de pensar que, tarde o temprano, el pro que está latente en un rincón de su alma despertará de pronto y los trastornará. . . Creo saber de lo que hablo cuando les digo a los demócratas honestos: ¡Miren al diablo que está entre nosotros! Dejen de creer que sólo puede parecerse a Hitler, a Stalin o al senador Wheeler, pues es a ti a quien siempre procurará parecerse más. . . Y sólo entonces estarás curado de tu ingenuidad casi increíble ante el peligro totalitario, y podrás escapar de la hipnosis”.

Cómo Dulles dirigió el CFLC

El CFLC lo dirigió la Oficina de Coordinación Política de Frank Wisner (OCP), que fue la que le dio el nombre clave de QKOPERA. Quien le rendía cuentas a Wisner era Lawrence de Neufville, que trabajaba en la oficina de la CIA a cargo de los sindicatos franceses. Michael Josselson de la CIA trabajó en las oficinas centrales del CFLC en París. El ex trotskista James Burnham fue contratado como asesor de la OCP, y era el principal vínculo entre la CIA y la comunidad intelectual.

El hombre del dinero y pagador de la operación era Irving Brown, quien también dirigía programas encubiertos de la CIA a través de sindicatos europeos de fachada. Documentos recién descubiertos del Negociado Federal Antinarcóticos, indican que a mediados de los 1960 a Brown lo estaban investigando por narcotráfico o lavado de dinero (de donde salían los fondos para las operaciones encubiertas). Los documentos estadounidenses lo vinculan con notorios cabecillas del hampa francesa y de la mafia italiana.

A la Fundación Fairfield y a muchas otras fundaciones las creó la CIA como fachadas para mover fondos. Una vez establecidos los programas, las fundaciones Ford y Rockefeller se encargaron de los aspectos principales del financiamiento, con la ayuda de otras importantes fundaciones familiares estadounidenses. El ex alto comisionado en Alemania McCloy le escribió personalmente al presidente de la Fundación Ford de mediados de los 1960 McGeorge Bundy, para asegurar el financiamiento del congreso cuando la CIA estaba revelando sus viejos lazos con el CFLC, vía la historia de Tom Braden en el Saturday Evening Post.

Victor Marchetti, el ex alto funcionario de la CIA que escribió la primera gran revelación sobre las operaciones encubiertas de la agencia en 1974, La CIA y el culto a la inteligencia, explicó que la agencia dejó de usar fundaciones de fachada: “Sin embargo, los optimistas y desparpajados controladores de la CIA amantes de la civilización cometieron serios errores tácticos al financiar estas instituciones ‘privadas’. Con los años, la agencia se involucró con tantos grupos, que la supervisión y la contabilidad directas no siempre eran posibles. Es más, la agencia infringió una regla fundamental de la inteligencia al no separar con cuidado las operaciones de cada organización. Así, cuando las primeras revelaciones de la participación de la CIA aparecieron publicadas a principios de 1967, periodistas duchos advirtieron que los arreglos financieros y las fundaciones de conducto estaban tan entrelazados y gastados, que incluso otros grupos que habían estado recibiendo fondos de la CIA podían ser detectados”.

En 1954 Cord Meyer remplazó a Braden en la División de Organizaciones Internacionales de la CIA como el lazo personal de Dulles con las operaciones del CFLC. Meyer dirigió la revista literaria de Yale, de donde se graduó en 1942. Los poetas agraristas de Nashville, Allen Tate y John Crowe Ransom, eran sus favoritos.

En 1938, el puñado de protegidos de Ransom era una cuadrilla especial conocida como los “Chicos de Ransom”. Meyer reclutó a muchos de ellos a la CIA. Robbie Macauley, el asistente de Meyer en la Kenyon Review, remplazó a Lawrence de Neufville en la DOI a mediados de 1954. Se mudó a París para supervisar las operaciones del CFLC. En 1956, Meyer puso a otro de los “Chicos de Ransom”, John “Jack” Thompson, como director ejecutivo de la Fundación Fairfield, donde estuvo por más de una década. Sobra decir que Tate, Ransom, y el agrarista Robert Penn Warren escribieron para la revista Encounter del CFLC.

La rama estadounidense del CFLC

La rama estadounidense del CFLC fue fundada en 1951. La fuerza principal tras el Comité Americano a Favor de la Libertad Cultural era Sidney Hook, su primer presidente. Hook era entonces un asesor externo de la CIA, y estaba ligado al director de la CIA Walter Bedell Smith y al director de la JEP Gordon Gray.

En su juventud marxista, Hook fue alumno de la Escuela de Fráncfort en los 1920. Su obra De Hegel a Marx era una recopilación de notas de las clases del fundador de la escuela, Karl Korsch, entonces un destacado agente del Comintern, y luego un íntimo colaborador de Bertrand Russell en el proyecto lingüístico hoy asociado con el profesor Naom Chomsky del Instituto Tecnológico de Massachussets o MIT. Cuando la Escuela de Fráncfort estaba a punto de redesplegarse a los EU al momento de la toma del poder de Hitler en Alemania, fueron Hook y su mentor (y amigo director del CFLC) John Dewey quienes dieron financiamiento y apoyo político para la invasión de inmigrantes a través de la Universidad de Columbia y de la Nueva Escuela de Investigación Social, la cual luego dio hogar al filósofo fascista Leo Strauss, y a la amante de Martin Heidegger e ideóloga de la Escuela de Fráncfort y del CFLC, Hannah Arendt.

Irving Kristol, jefe de redacción de la revista Commentary del Comité Judío Americano, fue el primer director ejecutivo del CAFLC. En un ensayo autobiográfico de 1955 Kristol confesó ser el padrino del neoconservadurismo, identificando al fundador del CFLC Lionel Trilling, a Leo Strauss y al escritor agrarista John Crowe Ransom como las tres principales influencias intelectuales de su vida.

Sol Levitas, director de New Leader, estaba en la directiva del CAFLC. Levitas era un protegido de Allen Dulles y C.D. Jackson. Dulles usó el New Leader de Levitas para fomentar la creación de una “comisión de seguridad nacional” que investigara las influencias subversivas en los EU. Levitas presentó informes de inteligencia de su correspondencia internacional con Henry Luce, de lo que recibió pago. Philip Rahv, director del Partisan Review, también era directivo del CAFLC. Luce devino en el ángel financiero del Partisan Review cuando estuvo al borde de la quiebra, y además financió al CAFLC de forma clandestina.

Un Encounter cercano del tercer tipo

A principios de 1951 Frank Wisner viajó a Londres para reunirse con sus contrapartes del Servicio Secreto de Inteligencia de Gran Bretaña. En una serie de reuniones decidieron crear el periódico intelectual insignia del CFLC.

Acordaron que los estadounidenses y los británicos financiarían y controlarían de forma conjunta la revista con sede en Londres, Encounter. Sidney Hook escogió al director ejecutivo del CAFLC Irving Kristol como director asociado, junto con el fabiano británico Stephen Spender.

Spender nació en febrero de 1909, quedó huérfano en su adolescencia, y en 1928 ingresó a la Universidad de Oxford. Allí, lo adoptaron varios gigantes literarios, con quienes entabló una íntima relación. Según el biógrafo David Leeming, T.S. Eliot y Virginia Woolf hacían de padres adoptivos, y W.H. Auden y Christopher Isherwood de hermanos mayores. Isherwood y Auden, ambos homosexuales, eran agentes de inteligencia británicos que merodeaban los ámbitos culturales europeos y estadounidenses, para reclutar a aquellos que fueran particularmente degenerados y vulnerables.

Spender dejó Oxford antes de graduarse y viajó mucho por Europa, tuvo numerosos encuentros pedofílicos, y vivió un tiempo en Weimar, Alemania. Llegó a ser un poeta y ensayista famoso en estos círculos, aludiendo a sus aventuras en su poesía. “Pase lo que pase”, escribió, “nunca estaré sólo. Siempre tendré un niño, un boleto de tren o una revolución”.

Spender trabajó para la Comisión de Control británica en Alemania después de la guerra, y luego pasó mucho de su tiempo en los EU, donde quedó bajo la protección de John Crowe Ransom y Allen Tate. Años después, protegería al poeta beatnik Allen Ginsberg, el defensor del LSD y la promiscuidad sexual que fuera uno de los gurús del movimiento contracultural de los 1960.

Con el paso del tiempo, el CFLC aumentó su familia de revistas con Kenyon Review, Sewanee Review y Poetry —todos proyectos de Los Fugitivos y sus asociados—; The Journal of the History of Ideas, apoyado por Luce; Partisan Review; París Review; y Daedalus.

Kristol pasó a Londres a principios de 1953 para asumir sus nuevas responsabilidades, y Sidney Hook lo acompañó para dirigir las ideas editoriales y supervisar los preparativos. En junio Encounter ya estaba lista y andando, con 40.000 dólares de la Fundación Fairfield, publicando artículos de Julian Huxley, Allen Tate, Lionel Trilling, Robert Penn Warren, W.H. Auden, Thornton Wilder, Jayaprakash Naryan, Mircea Eliade, André Malraux y Guido Piovene.

Malcolm Muggeridge, miembro de la dirección del CFLC, era el vínculo con el MI6 británico. Sus canales de finananciamiento del CFLC para este proyecto eran el director de cine sir Alexander Korda, y lord Victor Rothschild, quien mantuvo relación con Encounter hasta mediados de los 1960. Frederic Warburg, de Secker & Warburg, aceptó que su empresa fuera la casa editorial. Warburg le publicaba a George Orwell, quien también era bastante activo en el CFLC.

Warburg era tesorero de la Sociedad Británica a Favor de la Libertad Cultural (SBFLC), cuyos miembros fundadores incluían a T.S. Eliot, Isaiah Berlin, lord David Cecil y Richard Crossman, el secretario general del Partido Laborista británico. El Departamento de Investigación de Información (DII) británico le pagaba a la SBFLC mediante una cuenta privada de Secker & Warburg, la cual se lo pasaba en efectivo a Encounter. En la jerga de la comunidad de inteligencia, era un “pase triple” para pagarle a Spender su salario.

Kristol publicó a muchos escritores de Encounter del Partido Laborista, entre ellos a Hugh Gaitskell, Roy Jenkins, C.A.R. Crosland, Richard Crossman, Patrick Gordon–Walker, John Strachey, Rita Hinden, Denis Healey (corresponsal británico del New Leader de Levitas), y Roderick Macfarquhar. Muchos de estos individuos participaron de forma activa en los seminarios internacionales del CFLC, y otros, como Gaitskell, viajaron para trabajar en sus proyectos. Crosland trabajó con Daniel Bell, quien dejó su puesto oficial en la revista Fortune de Luce para coordinar los primeros seminarios internacionales del CFLC. Crosland también entró a la junta directiva internacional del CFLC. El CFLC subvencionó a Rita Hinden para expandir el periódico oficial de la Sociedad Fabiana, Venture. Cuando el Partido Laborista británico venció en las urnas a los conservadores en 1964, había media docena de escritores habituales de Encounter en el nuevo Gobierno de Harold Wilson.

El Comintern del CFLC

La relación de trabajo que existe entre las élites británicas y sus contrapartes estadounidenses en lo que terminó convirtiéndose en el CFLC, se remonta a una gira de Arthur Koestler por los EU. Koestler era un hábil agente de inteligencia con un pasado variado.

Nacido en Budapest en 1905, fue asistente de Vladimir Jabotinsky, el sionista autoproclamado impulsor del fascismo de Mussolini. A los 27 ingresó al Partido Comunista y viajó a Rusia, donde escribió Of White Nights and Red Days (De noches blancas y días rojos) con el patrocinio del Comintern.

Koestler pasó a Alemania, y fue al exilio en París cuando Hitler tomó el poder. Ahí, trabajó para el destacado agente del Comintern Willi Munzenberg, convirtiéndose en un experto en dirigir operaciones de infiltración y neutralización contra organizaciones políticas. En 1936, Munzenberg lo desplegó a una misión de espionaje en España, donde estuvo encarcelado como prisionero político. Aunque era un reconocido agente de la inteligencia soviética, fueron los británicos los que intervinieron para liberarlo. En 1938, renunció al Partido Comunista y pasó a París. Durante la Segunda Guerra Mundial lo mandaron a prisión en Francia y, mientras estaba en la cárcel, escribió su “camino de Damasco” de repudió al comunismo, Oscuridad a mediodía. Su libro devino en uno de los documentos propagandísticos preferidos de Dulles y compañía, el cual circuló por intermedio del CFLC.

Luego de salir de prisión, regresó a Inglaterra y entró al Ministerio de Información, recibiendo la ciudadanía británica. Cuando Gran Bretaña creó el DII en febrero de 1948 para librar la Guerra Fría de forma disimulada, Koestler pasó a ser su asesor y uno de sus agentes más importantes. El DII compró 50.000 copias de Oscuridad a mediodía de Koestler, y las distribuyó en Alemania. La revista Time de Luce imprimió su libro en los EU.

En 1948, enviaron a Koestler a hacer una gira por los EU en coordinación con la comunidad de inteligencia estadounidense. Su propósito era solidificar una red de agentes que reclutaría a intelectuales estadounidenses, muchos de ellos viejos compañeros de viaje del comunismo, para ayudar a las élites angloamericanas en la Guerra Fría. Koestler primero fue a París a entrevistarse con André Malraux y Charles Bohlen, el nuevo embajador de los EU en Francia, para planificar su viaje. En el buque de camino a los EU, tuvo largas reuniones con John Foster Dulles. James Burnham, más tarde la eminencia gris de la National Review de William Buckley, lo acompañó todo el tiempo.

Koestler estableció una relación con la CIA y, juntos, tenían en la mira a lo que el Departamento de Estado llamaba la “izquierda no comunista”: intelectuales y sindicalistas desilusionados del comunismo, que seguían siendo fieles a los ideales del socialismo. En Europa tomarían de blanco al movimiento socialdemócrata. En los EU, también incluía a muchos de los partidarios del Nuevo Trato de Roosevelt.

Koestler, junto con Michael Josselson y Melvin Lasky de la CIA, planificó de forma clandestina en 1950 la fundación del congreso de Berlín para crear el CFLC. Koestler incluso redactó el manifiesto de fundación adoptado en esa conferencia. Lasky un era un experto estadounidense en guerra cultural apoyado por el alto comisionado alemán John J. McCloy. Desde Berlín, Lasky dirigió Der Monat, un periódico cultural anticomunista en alemán que pasó a ser una publicación del CFLC. Lasky también era corresponsal del New Leader de Levitas, así como del Partisan Review.

El nuevo paradigma es la desindustrialización y la despoblación

Lenin escribió una vez que las élites occidentales comprarían la soga para ahorcarse ellas mismas. La “reforma” económica y cultural del CFLC probó la tesis de Lenin. A través de una sarta de grupos de estudio, seminarios, conferencias internacionales y libros sobre la era de la Guerra Fría, el congreso devino en un importante promotor de las ideas maltusianas de la “sociedad posindustrial”.

En 1956, Daniel Bell dejó su puesto en la Fortune de Luce (la misma revista que difundió las políticas laborales fascistas italianas), para convertirse en el primer director del Comité de Planificación de Seminarios del CFLC.

En abril de 1957, el primer seminario, “Problemas del Crecimiento Económico”, tuvo lugar en Tokio. Treinta economistas de 12 países occidentales, asiáticos y africanos asistieron. Según Frances Stone Saunderse en La Guerra Fría cultural, “la conferencia fue la precursora del cambio inminente que trajeron los economistas desarrollistas, de un acento en el aumento del ingreso per cápita, a uno en la calidad de vida, la justicia social y la libertad como la verdadera medida del desarrollo”. Bell escribiría después The Coming Post-Industrial Revolution (La revolución posindustrial venidera), anunciando la sociedad de consumo y marcando el final del Sistema Americano de actividad económica productiva. La “sociedad posindustrial” era el vehículo perfecto para el florecimiento de la contracultura de las drogas, el rock y el sexo, misma que ha sido el objetivo de largo plazo de la guerra cultural del CFLC y sus patrocinadores sinarquistas angloamericanos.
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—Traducción de Carlos Pérez Galindo.
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Bibliografía

“El cumpleaños de Benito”, revista Time, vol. 1, no. 23, del 6 de agosto de 1923.

The Liberal Conspiracy (La conspiración liberal) de Peter Coleman. The Free Press (Nueva York, 1999).

Revista Fortune, vol. X, no. 1, de 1934.

“La Escuela de Fráncfort y la ‘corrección política’ ” de Michael Minnicino. Revista Fidelio, vol. 1, no. 1, de 1992.

La Guerra Fría cultural de Frances Stoner Saunders. New Press (Nueva York, 2000).

Luce and His Empire (Luce y su imperio) de W.A. Swanberg. Charles Scribner’s Sons (Nueva York, 1972).

The Plot To Destroy Civilization: The New Dark Ages Conspiracy (El complot para destruir a la civilización: la conspiración de la Nueva Era de Tinieblas) de Carol White. New Benjamin Franklin House (Nueva York, 1980).

The Hitler Book (El libro sobre Hitler) de Helga Zepp–LaRouche. New Benjamin Franklin House (Nueva York, 1984).


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