Escritos y discursos de Lyndon LaRouche Ejércitos privados, pueblos cautivos
21 de marzo de 2006. El Gobierno del presidente George W. Bush que dirige Cheney, aprovechó la oportunidad creada por el momento aterrador de la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre para intentar de imponer un calco de la forma de dictadura que se le otorgó al régimen de Adolfo Hitler con la quema del Parlamento alemán, el Reichstag, que organizó Hermann Göring. La intentona la encabezó el vicepresidente Dick Cheney la misma noche del ataque, para introducir formas de dictadura que se habían preparado con antelación a ese incidente aterrador. Esas medidas no datan de la toma de posesión de George W. Bush hijo como Presidente de EU en enero de 2001. Esto representó medidas que ya se habían puesto en marcha en 1991 desde el despacho del entonces secretario de Defensa Dick Cheney, durante la presidencia de George H.W. Bush. Las propuestas que Cheney presentó la noche del 11 de septiembre de 2001 no fueron del todo exitosas. Aunque entonces no se impusieron elementos importantes del plan de dictadura dispuesto, se dieron pasos significativos en dirección a la tiranía con la ley Patriota y medidas relacionadas. Desde entonces, ha habido resistencia a tales medidas entre republicanos destacados y también demócratas; pero la corrosión de los derechos humanos constitucionales ha continuado, paso a paso, sin cesar. En resumen, como Jeffrey Steinberg detalla estos hechos en el informe adjunto, Cheney aprovechó su posición anterior como secretario de Defensa del presidente George H.W. Bush para imponer legislación que representó el primero de una serie de intentos, que aún continúan, de tomar el control de los servicios militares y de inteligencia de manos del Gobierno y transferir estas funciones y facultades a compañías privadas, de lo que los casos de Halliburton y Bechtel son un mero ejemplo típico, entonces como ahora. Tras dejar el cargo de secretario de Defensa en 1993, Cheney pasó a asumir la dirigencia de Halliburton. Luego George P. Shultz, que está ligado a la Bechtel, formó el equipo que devendría en el Gobierno de Bush y Cheney de 2001–2006. Cheney se autonombró vicepresidente del Gobierno y controlador del virtual presidente títere George W. Bush hijo. Cheney y su viejo compinche Donald Rumsfeld, en su condición de secretario de Defensa, libraron guerras que las mentiras del primero desencadenaron. Cada vez más y más del poder militar estadounidense y las funciones de inteligencia relacionadas con el sector militar se le entregaron a empresas privadas de la Halliburton, Bechtel y a sus muy bien pagados compinches, en tanto que el verdadero aparato militar de Estados Unidos y sus servicios regulares de inteligencia fueron destripados casi hasta las ruinas. Sí, éste es un caso de corrupción financiera generalizada que tramó el Gobierno de Bush y Cheney; pero, hay formas peores de corrupción que meramente robarle al público. El uso de semejantes poderes privatizados para torturar, asesinar y fomentar lo que antes se había juzgado como crímenes de lesa humanidad al por mayor, crímenes parecidos a los de los regímenes nazi y de Pinochet, es peor. Esos son los crímenes cuya pista no sólo lleva a la puerta del régimen actual de Bush y Cheney, sino hasta el despacho del Cheney de 1989–1993. La imagen que enfrentamos hoy con estos acontecimientos vinculados a Cheney, es la de un sistema de “gobierno mundial” (la llamada “globalización”), en el que ejércitos privados y fuerzas de policía privadas secretas, todos empleados por consorcios financieros privados hechos a imagen de Halliburton y Bechtel, ponen en efecto una nueva forma de dictadura mundial, matando a cualquier persona o grupo de personas de quienes no se guste, y haciendo valer leyes arbitrarias diseñadas por burócratas de intereses financieros privados, tal como los nazis pretendían instaurar, de haber ganado Hitler la Segunda Guerra Mundial, un sistema global de dominio internacional de la Waffen SS. Nadie que alegue ser inteligente y estar bien informado tiene el derecho moral de pretender que ésta no es precisamente la clase de amenaza que representa la camarilla que encubre Cheney y su esposa, y los cómplices londinenses de su esposa. La globalización, una forma de eliminación mundial del Estado nacional soberano, que ya ha avanzado bastante, es un proceso de transferencia del poder, de las naciones soberanas a carteles globales de masas gigantescas de intereses financieros privados, tales como los que son típicos del sistema depredador internacional de los fondos especulativos hoy. En la actualidad los fondos especulativos conformados por consorcios que representan a una colección de intereses financieros privados de todo el planeta engullen, y a menudo desaparecen a toda la industria privada y la inversión pública de naciones en todo el mundo. El núcleo ideológico de esto se remonta a figuras tales como el mismo y mentado Alexander Helphand “Parvus” que le inculcó a su víctima León Trotsky la doctrina sinarquista (por ejemplo, anarco–sindicalista) de “guerra permanente, revolución permanente”. También puedes estudiar los hechos sobre la doctrina de “ni paz ni guerra” de Trotsky en Brest–Litovsk. Esta influencia de Parvus sobre Trotsky fue la génesis de los neoconservadores trotskistas asociados con las redes del protegido de Carl Schmitt, el profesor Leo Strauss de la Universidad de Chicago, y de la doctrina de esos seguidores del dogma de Trasímaco de Carl Schmitt asociada con la actual Sociedad Federalista de EUA. La noción moderna de imperio mundial regido por los financieros tiene su origen en el papel que desempeñó la secta francmasónica martinista del conde Joseph de Maistre, la cual urdió la Revolución Francesa mediante el fraude del escándalo del collar de la reina en 1785, la Toma de la Bastilla de julio de 1789, los regímenes de Danton y Marat, el Terror jacobino, y la reconstrucción de la personalidad del jacobino Napoleón Bonaparte, un agente de Robespierre, en la imagen “romana imperial” de Napoleón Bonaparte. Esta imagen de corte trasimaqueano de Napoleón como emperador, fue el modelo de la teoría del Estado de G.W.F. Hegel para su escuela romántica prefascista de Derecho y para su compinche de la Universidad de Berlín, Savigny, así como para tales excresencias de eso como las doctrinas fascistas modernas del jurista de la corona nazi Carl Schmitt. Todos estos sistemas son fruto de lo que se conocía como la forma oligárquica de imperio de la Mesopotamia prerromana, el imperialismo fallido de Trasímaco, el Imperio Romano, el Imperio Bizantino creado por Diocleciano, y el sistema medieval fundado en la alianza entre la oligarquía financiera de Venecia y la caballería normanda. Desde la asociación cruzada medieval de Venecia y la caballería normanda, todos los imperios de nota con sede en Europa han sido básicamente imperios romanescos de un poder oligárquico–financiero, tal como el sistema de gobierno de la Compañía de las Indias Orientales británica de fines del siglo 18 a principios del 19, imperios diseñados conforme al modelo propuesto por ese lacayo del lord Shelburne de Gran Bretaña, Gibbon. El sistema financiero de los británicos desde 1763 hasta la fecha ha sido una variante liberal angloholandesa basada en el modelo oligárquico–financiero veneciano, encasillado en un intento por establecer un orden imperial permanente que triunfara donde Roma había caído. La creación de la organización sinarquista en la Francia del siglo 19 definió el modelo que, por lo general, escogen los principales intereses financieros privados para cualquier intento de establecer un gobierno imperial mundial basado en combinar los modelos oligárquico–financiero veneciano y romano. El nombre de esa forma de pretendido imperialismo hoy es “globalización”. La intención es crear un sistema mundial en el que grandes consorcio financieros, que ejercen un poder mayor que el de cualquier gobierno nacional, rijan de hecho al mundo en lugar de los gobiernos. La intención es romper de forma gradual el poder de los gobiernos, y luego usar el primer derrumbe financiero generalizado, acarreado por las políticas vigentes de la propia oligarquía financiera, para establecer un dominio imperial de los acreedores financieros sobre las naciones técnicamente en bancarrota y sus gobiernos. Este sistema imperial se llama “globalización”. Ésa es hoy la amenaza inmediata a las formas civilizadas de vida, al interior de EU y por todo el mundo. El enemigo potencial más poderoso de la globalización es el patriotismo. Si las naciones conservan el poder de gobernar y de dictar leyes conforme al principio cristiano universal y afín del bienestar general, el poder de la usura no puede hacer nada ante la justicia de conformidad con la ley natural. Por tanto, como el pueblo de una nación amenazada actuará en tales circunstancias para defender sus derechos, los instrumentos del poder físico del Estado soberano son el adversario mortal más eficaz de cualquier insolencia oligárquico–financiera imperialista que se pretenda. De modo que, lo que Cheney ha venido haciendo, primero como secretario de Defensa y luego a partir de 2001, y aún hoy, es obrar para quitarle al Estado nacional el poder de gobernar y transferirle ese poder de disparar a intereses financieros propiedad e instrumento de la clase financiera imperialista. Por consiguiente, lo que Cheney ha hecho en ese sentido es mucho peor que traición. Deshagámonos de su cargo en el gobierno, con urgencia, ya, mientras podamos, y restauremos nuevamente las funciones militares, policíacas y de inteligencia de la nación al gobierno constitucional. Démosle marcha atrás de inmediato a toda legislación y otras medidas que perpetúen lo que es la corrupción intrínseca asociada con el legado de las relaciones funcionales entre Cheney, Rumsfeld, George Pratt Shultz, Halliburton y Bechtel.
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