Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

 

LaRouche: Ha llegado la hora de reconstruir con la paz

El estadista y economista estadounidense Lyndon H. LaRouche fue el orador principal de la conferencia "La importancia estratégica del Puente Terrestre Eurasiático: Canadá y el mundo eurasiático venidero", que EIR organizó en Ottawa el 11 de diciembre de 2007, donde pronuncio el siguiente discursoi. Rob Ainsworth, del Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM), moderó la conferencia.


Al presente vivimos una gran crisis mundial. Es una de las crisis más grandes —y probablemente será la más grande, a menos que podamos meterla en cintura— de la historia europea moderna. Tuvimos algo en el siglo 14, la llamada Nueva Era de Tinieblas, con el desplome de varios bancos italianos, los denominados bancos lombardos. Hoy enfrentamos algo parecido, pero en una época diferente, con características diferentes.

Hay soluciones, pero exigen cierta suerte de optimismo sobre el futuro de la humanidad. Y henos aquí, en Estados Unidos, México y Canadá, que en esencia son el núcleo del hemisferio septentrional de las Américas. También estamos en un momento en el que tenemos la alternativa de cooperar estrechamente en nuestro desarrollo con partes de Asia, en particular con la parte rusa de Asia; la conexión entre el norte de Siberia y el norte de Alaska y Canadá es claramente obvia. Lo que tenemos aquí en la parte septentrional del Hemisferio son regiones, en dos continentes, con una población muy escasa, pero ricas en recursos minerales y de otra índole, y que también pueden aportar mejoras a la gestión de aguas, el abasto de agua dulce de los continentes respectivos o del norte de los mismos.

Y, si las conectamos, como podemos hacerlo, o sea, a Siberia con Canadá, Alaska, y hasta EU y México, tenemos el cimiento para emprender un verdadero renacimiento económico de estas regiones del mundo que, en el caso del norte de Siberia, por ejemplo, en gran medida es una zona que tendrá una importancia mineral y para el transporte por algún tiempo en el futuro. Tenemos una situación similar en el norte de Canadá y en Alaska, regiones poco pobladas debido al clima, pero que tienen ricos recursos bajo la tierra, lo que significa que ésta es un gran palanca para desarrollar a los países respectivos y para participar en el desarrollo del Hemisferio entero.

Por supuesto, hace poco tuvimos esta reunión en Rusia, en la que fui un partícipe indirecto, aunque entusiasta, a favor de la construcción de un sistema ferroviario, de un túnel que correrá del norte de Siberia a Alaska, hasta Edmonton y demás, y hasta EU; un sistema ferroviario que se conectaría —obviamente con cierto desarrollo ferroviario adicional—, a través de América Central, con Sudamérica.

Esto significará que, con esta clase de progreso ferroviario, la mayor parte del mundo, incluyendo a África, Eurasia y las Américas, estaría directamente interconectada con ferrovías, lo cual sería un modo mucho más eficiente y barato de transportar bienes valiosos alrededor del mundo, en un tiempo bastante decente. Eso significa que podemos hacer un uso más eficiente y limpio de nuestros recursos; significa una gran mejora en la perspectiva de los pueblos de toda la región.

Por ejemplo, tomemos el norte de México. Por un tiempo México tuvo un proyecto de desarrollo, específicamente uno para la costa del Pacífico, que es el más pertinente para lo que nos interesa aquí, el cual sube hasta el estado de Sonora. Ahora bien, aquí tenemos un problema de migración poblacional. Tuvimos una gran afluencia de gente que huía de México hacia EU por la falta de oportunidades de empleo y demás. Y ahora tenemos un proceso inverso, de echar de pronto de EU a los inmigrantes —en su mayoría mano de obra barata— de regreso a México (uno, dos o más millones de mexicanos), donde no hay plazas de empleo para ellos. Empero, en esa región tienen un proyecto bastante asequible, con esta obra hidráulica, que podría abrir toda una porción del estado de Sonora a la clase de producción en la que éstas familias participaban antes. Esto conectaría el sistema hidráulico al de EU, y con Canadá y Alaska, lo que significaría que tendríamos una mejor gestión del agua dulce. Podríamos superar, en grandes zonas del continente, el problema de que nos estamos quedando sin agua en regiones que han dependido del agua fósil; es decir, del agua depositada ahí hace mucho tiempo y que ahora estamos agotando. Todo el centro de EU se desploma, literalmente la tierra, por el derrumbe de estos sistemas hidráulicos centrales. Desde hace mucho hemos tenido listo un proyecto para ese propósito [la Alianza Norteamericana de Agua y Energía o NAWAPA].

Entonces vean el otro lado del asunto. Tomemos la región septentrional, la región ártica; los rusos tienen algunos barcos excelentes allí, de propulsión nuclear, lo que significa que toda esta región ártica está ahora abierta al transporte. Y, tomando en cuenta el tipo de cosas que tenemos que transportar, eso es bastante valioso; pero quiere decir que se ha abierto ahora a toda la región al desarrollo, al menos para la minería y cosas relacionadas.

Una cooperación fundada en la soberanía nacional

De modo que ésta representa una oportunidad de iniciar una nueva era para esta parte del mundo, para Asia, pasando por Siberia, Canadá, Alaska, EU y México. Y de allí a otras partes del mundo.

Como hasta ahora hemos tenido demasiadas crisis, hemos atravesado períodos de guerra —dos guerras en el último siglo, guerras importantes, las llamadas guerras mundiales; también tuvimos el largo período de la Guerra Fría; y tenemos el conflicto reciente que está destruyendo a EU, el costo y la carga de esta guerra en el Sudoeste de Asia lo está arrastrando al fango—, ha llegado la hora de reconstruir. Ha llegado la hora de reconstruir con la paz, de reconstruir, no con la globalización como tal, sino con los Estados nacionales soberanos, en sociedad y cooperación en la tradición del gran tratado de Westfalia. Ha llegado la hora de salirnos de estas guerras y de llevar a los Estados nacionales a cooperar de modos que aseguren su soberanía

Y, por supuesto, eso es muy importante para nosotros en Norteamérica. Y México está muy orgulloso de su soberanía; EU está orgulloso de su soberanía; y Canadá está orgulloso de su propia soberanía en su propio territorio. No debe haber ninguna imposición de una nación sobre otra ni la disolución de estas soberanías.

Pero podemos cooperar, en la tradición del tratado de Westfalia, de la Paz de Westfalia. Podemos tomar en consideración la ventaja de nuestros vecinos, de nuestros socios, y descubrir que, al cooperar con ellos, como cuando EU ayuda al desarrollo de Canadá, Canadá ayuda a EU, y EU y Canadá ayudan a México, y viceversa, el principio de Westfalia, "la ventaja del prójimo", el beneficio del prójimo, puede ser la relación apropiada entre Estados nacionales, Estados nacionales soberanos. Y si podemos hacer eso entre nosotros, con un proyecto como el que debatimos aquí hoy, probablemente podamos inspirar a otras partes del mundo a unírsenos y salir del embrollo en el que estamos, y en el que hemos estado los últimos cincuenta años y más, y por fin arribar a un sistema de Estados nacionales soberanos, pero de Estados nacionales soberanos congruentes con el tratado de Westfalia, con la Paz de Westfalia, para cooperar y beneficiarnos el uno del otro. Y nuestra motivación no debe ser en sí competir el uno con el otro, tratar de apalearnos unos a otros, sacar provecho el uno del otro, sino más bien ver con qué puede contribuir cada uno de nosotros, en tanto nación, al beneficio del otro.

Y eso se estableció en la Paz de Westfalia. Si recordamos cómo eran esos tiempos y vemos cierta semejanzas con esa clase de situación bélica en las guerras del siglo pasado, y en las recientes en el Sudoeste de Asia y en la amenaza de que estos conflictos, el terrorismo, se propaguen ahora en las Américas como en el Sudoeste de Asia, ha llegado la hora de traer la paz.

Acabamos de tener una situación parecida con la conferencia de Anápolis que se realizó en EU, con la representación de naciones de diversas partes del mundo, en especial del Sudoeste de Asia. Estaban Siria, Israel y otros Estados reunidos en Anápolis con una actitud de cooperación. Todavía no amarra, no lo tenemos seguro aún, pero dimos un gran paso adelante; no es un gran logro, no es un gran tratado, pero sí un cambio de actitud que promete la oportunidad de ponerle fin a este desastre en el Sudoeste de Asia. Y, al cooperar con este propósito en otras partes del mundo, podemos hacer lo mismo.

Como yo diría: ha llegado la hora de efectuar un cambio fundamental en la forma en que las naciones han funcionado a últimas fechas. Las guerras del siglo pasado, la continuación de las conflagraciones y las amenazas bélicas en este siglo, la arremetida de una crisis financiera que es una de las peores, sin duda las peores de la historia moderna, a menos que las mantengamos a raya.

Así que estamos en el momento en que tenemos que controlar esta crisis financiera. Podemos hacerlo. No hablaré demasiado de eso aquí hoy, pero un paso en esa dirección son los proyectos a gran escala, en particular los de cooperación en la construcción de infraestructura, lo cual implica la cooperación entre naciones para explotar materias primas donde las necesitemos, para bregar con una escasez muy amenazadora de materias primas, pasar a nuevos tipos de energía que sean más limpios y mejores, y más poderosos; esa clase de cosas. Si podemos lograr esa clase de cooperación ahora, entonces hay una oportunidad para toda la humanidad. Y lo que hacemos aquí, en este Hemisferio, en el hemisferio septentrional de las Américas, lo que proponemos hacer con Canadá, EU, incluyendo a Alaska y México, y en conjunto con los asiáticos a través de lo que será un nuevo túnel entre Asia y Alaska, y la construcción de un nuevo sistema ferroviario, un sistema ferroviario moderno, es unir a estas zonas del mundo, que se cuentan entre las grandes regiones importantes de materias primas del mundo, en esta clase de proyecto.

En esencia, ésa es mi intención; ésa es mi misión.