Escritos y discursos de Lyndon LaRouche
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¿EL ERROR FUE DE HILLARY?
Por Lyndon H. LaRouche, Jr.
Jueves 8 de diciembre de 2011
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Dado mi papel personal en los asuntos internacionales del caso, un comentario desafortunado con relación al Primer Ministro de Rusia, Vladimir Putin, el cual se ha atribuido a la Secretaria de Estado Hillary Clinton, se ha aprovechado para el efecto de poner en peligro la posibilidad de evitar una guerra termonuclear.
Hasta ahora, a partir del papel de una presidencia estadounidense enjuiciable políticamente, en la autoría del asesinato abierto del Presidente libio Muammar Gadafi ya derrotado y cautivo, el peligro inmediato de un conteo regresivo hacia una guerra termonuclear entre las naciones, se había retrasado principalmente gracias a la oposición a tal acción de, principalmente, tanto prestantes oficiales generales de Estados Unidos como las acciones cuidadosamente elaboradas del actual gobierno de Rusia.
Yo no presupongo que la intención como tal ya sea de Hillary Clinton o de Vladimir Putin tenga culpa de origen en este caso; pero, no hay duda que los comentarios que habría hecho la señora Clinton han constituido un error muy serio en sus efectos sobre la situación global presente. Dadas las circunstancias, incluyendo el papel del títere británico monstruosamente demente, cual emperador Nerón, el Presidente Barack Obama que no voy a explicar en este momento los comentarios atribuidos a ella han sido, muy desafortunadamente, un grave error haberlos emitido en este momento. El efecto ha sido hacerle el juego a un hombre que conozco desde hace tiempo como un agente británico de hecho, y un enemigo personal mío de vieja data y también del Primer Ministro Vladimir Putin, el ex líder soviético Mijaíl Gorbachov.
Nominalmente, hay que admitir que Estados Unidos está, muy desafortunadamente atado y como cautivo de un demente moral y mentalmente incompetente a quien la mayoría de los ciudadanos estadounidenses aborrecen actualmente, pero a quien la mayoría de nuestras personalidades políticas principales no han tenido hasta ahora la valentía de enjuiciar políticamente: el Presidente Barack Obama. La Secretaria Clinton está de este modo colocada en la posición difícil de procurar defender los intereses de Estados Unidos a pesar de estar sujeta, prácticamente como cautiva del imperio británico, ante un demente que reina en la Casa Blanca como un emperador Nerón.
Nada más para aclarar las cuestiones globales pertinentes a la vista actualmente para quienes no son en realidad mentecatos lamedores del trasero narcopromotor de la Realeza Británica, o peor consideren los puntos siguientes.
Solo las señales de advertencia provenientes tanto de líderes militares estadounidenses, junto con la preponderancia valiosa de altos círculos cuerdos dentro del liderato veterano de Israel, han mostrado signos verdaderos de competencia estratégica con respecto a los esfuerzos actuales de la monarquía británica para seguir con su destrucción de Europa occidental continental, junto con el cometido actualmente explícito de la familia real con un genocidio a gran escala.
En breve, el mundo pende sobre la furia hirviente del genocidio termonuclear, al borde de una erupción repentina y expansiva globalmente.
La esencia de la crisis que ahora amenaza al mundo en su totalidad global, es el papel actual de un Presidente de Estados Unidos, que no solo es un Presidente genocidamente demente, sino un mero títere de una monarquía británica que ha profesado su determinación de efectuar la despoblación súbita y rápida de la población de todo este planeta, desde los estimados siete mil millones de personas actuales, a no más de mil millones. Los problemas de ese conjunto de círculos imperiales británicos hace poca cosa del Adolfo Hitler que fue elevado al poder mediante los esfuerzos combinados del imperio británico y los promotores de Hitler en Wall Street, tales como la pandilla angloamericana del Harriman de Wall Street.
Algunos dirán que los británicos fueron nuestros aliados en dos Guerras Mundiales. En la primera llamada Guerra Mundial, la guerra misma, de acuerdo al Mariscal de Campo von Moltke, se había desatado como una nueva "Guerra de los Siete Años" mediante la destitución del canciller Bismarck de Alemania por órdenes de la familia real imperial británica.
Notablemente, Winston Churchill rogó lastimosamente por la ayuda del Presidente Franklin Roosevelt, solo cuando un Hitler, que había sido un títere británico auxiliado al poder por círculos de Petain de Francia, estaba ahora a punto de engullir al imperio británico. Era una Gran Bretaña que deseaba ser rescatada, temporalmente, por Roosevelt, pero una Gran Bretaña que a menudo actuó, durante la guerra, por medio de sus instrumentos rabiosamente racistas como Montgomery, para ayudar a la Gran Bretaña de Churchill a retrasar la victoria de los Aliados en Europa de una manera u otra.<1> Mientras tanto, Gran Bretaña esperó a que muriese el Presidente Franklin Roosevelt, de tal modo que un títere de Wall Street y de Londres, el imbécil de Harry S. Truman propiedad de Wall-Street, pudiera vender Estados Unidos a Londres. Desde el asesinato del Presidente John F. Kennedy, realmente nunca recobramos a nuestro Estados Unidos luego de que fueron asesinados el Presidente John F. Kennedy y su hermano Robert.
Sin embargo, se debe decir más que eso, con urgencia, en este momento.
Sobre el tema de la guerra nuclear
Mi introducción al arte de la guerra en la época posterior a John F. Kennedy, estuvo condicionada en buena medida por las consecuencias de mi participación en la fundación de lo que llegó a tener influencia como la Fundación de Energía de Fusión (FEF). Mi papel más significativo en ese contexto se desarrolló durante un período de mis estadías en Alemania, en el período posterior a mi campaña presidencial de 1976 contra la jauría del Partido Demócrata durante la orquestación de la campaña de Jimmy Carter por parte de Brzezinski. A fines del verano y durante mis preparativos para una nueva campaña presidencial en Estados Unidos, habían crecido conceptos relacionados a la fusión termonuclear, en especial desde mi campaña de 1976, al grado que mi perspectiva e intenciones estratégicas para la siguiente Presidencia electa se basaban ya en la urgencia de una perspectiva que adopté durante el verano y el otoño de 1977, de lo que identifiqué entonces como una iniciativa de defensa estratégica.
La primera cuestión que me vi obligado a considerar fue la implicación del papel de las armas termonucleares, en vez de solamente las armas nucleares. Era evidente que solo era practicable una forma factible de sistemas de defensa total contra el despliegue ya sea de armas termonucleares o nucleares; más aún, que la respuesta a este hecho debe ser una política viable de defensa estratégica contra sistemas de lanzamiento de asaltos termonucleares como tal.
De este modo, cuando mis anteriores negociaciones y actividades relacionadas a nombre tanto de Estados Unidos como de ciertos partidarios europeos occidentales y otros, y mis discusiones con círculos prominentes de India, fueron reemplazadas por, primero, un Yuri Andropov conectado a Londres, y el Mijaíl Gorbachov del mismo modo probritánico procuró destruir el esfuerzo por establecer una defensa mutua entre Estados Unidos y sus asociados, por un lado, y la Unión Soviética por el otro; yo presenté la advertencia que la postura del régimen de Andropov tendería a garantizar la ruptura del sistema soviética en cinco años, como ocurrió.
Desafortunadamente, el Congreso de EU rechazó el apoyo declarado del Presidente Reagan de lo que había sido precisamente mi diseño para la defensa estratégica, y eso condujo al proceso de destrucción acelerada que dejó el Presidente George H.W. Bush, y, a pesar de que el Presidente Clinton contempló una política de defensa, el desplome neto de la economía estadounidense en la totalidad de las últimas dos décadas y más.
La creencia pueril de que la guerra y empresas similares son análogas a las empresas deportivas entre equipos rivales, que es el juego en el que se entrampó a Hilary Clinton mediante presiones provenientes del lunático criminal Presidente Obama, es la única evaluación competente de los comentarios que, evidentemente, la señora Clinton fue inducida a emitir, aparentemente sin ninguna asesoría competente de los recursos de inteligencia pertinentes disponibles.
El hecho esencial en este momento es que, o Estados Unidos tiene el cerebro y las agallas de aceptar la opción que representa el Primer Ministro Putin, o si no, el planeta entero está probablemente en el umbral de una visita al Infierno termonuclear.
El único resultado seguro, requeriría de la remoción inmediata de un títere británico Presidente de Estados Unidos clínicamente demente, Barack Obama. Dado que los candidatos republicanos son irremediablemente incompetentes, y dado que Obama es peor que todos ellos juntos, requerimos ahora la noción de una forma cooperativa de gobierno unido bajo un sustituto demócrata para Barack Obama. Esta nueva Presidencia debe ser una combinación tomada de las filas de ambos partidos que sean primero patriotas, y no partidistas en cualquiera de los acostumbrados espectáculos electorales partidistas.
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Notas:
<1> Desde los mejores profesionales de las fuerzas de Rommel en retirada, se atestigua que si el bruto "Market Garden" Montgomery hubiese tenido el juicio o el valor de flanquear a las fuerzas de Rommel en retirada, entonces fatalmente vulnerables, las fuerzas de Rommel nunca se hubiesen escapado para enfrentar el asalto de las fuerzas de Patton en el norte occidental de África, y la derrota de Hitler hubiera llegado mucho, mucho antes en el tiempo que quedaba. Hoy en día, somos testigos de una insensatez similar en las guerras de EUA posteriores a John F. Kennedy a la fecha, mientras que los cerebros de MacArthur y Eisenhower todavía estaban a la disposición de un Presidente John F. Kennedy aún vivo. Desde el asesinato del Presidente John F. Kennedy y de su hermano, a Estados Unidos, debilitado una y otra vez en la necedad de una guerra permanente inútil al estilo del notorio espía británico "Parvus", se le ha asignado dejar que se pudran las fuerzas estadounidenses y la economía estadounidense, a nombre de la monarquía imperial británica.