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Se difunde la solución LaRouche a la crisis energética
por Harley Schlanger
9 de abril de 2001
Las trágicas dimensiones de la crisis que afecta a California se dejaron ver a fines de la primera semana de abril. Luego de que la compañía de electricidad más grande del estado, Pacific Gas and Electric (PG&E), a la que los buitres del mercado de la electricidad, incluida su propia casa matriz, le exprimieron miles de millones de dólares, se declaró en quiebra, el operador de la red eléctrica de California predijo entre 35 y 40 días de apagones en los próximos seis meses. Esto quiere decir un día por semana; pero, si el tiempo resulta más caliente de lo normal, habrá más. En marzo hubo apagones cuando la demanda de electricidad llegó apenas a 30.000 megavatios, mientras que en 1999 y 2000 la industria eléctrica californiana pudo satisfacer sin interrupciones la demanda pico de 45.000 megavatios. Tal es la destrucción que han sembrado la desregulación de energía y los conglomerados energéticos con sede en Texas.
Para impedir que, dos días después, la otra compañía eléctrica del estado, Southern California Edison, también se declarara en quiebra, el gobernador Gray Davis tuvo que comprometer 3.000 millones de dólares de fondos estatales para comprar las líneas de transmisión de la Edison. Apenas se había anunciado el "trato", cuando un grupo de consumidores de California publicó una investigación sobre el costo aproximado del consumo eléctrico del estado, que llegará a unos 50.000 millones de dólares nada más en la primavera y el verano del año en curso. Analistas de la industria le declararon a la Radio Pública Nacional el 10 de abril que "estos cálculos son creíbles". Un precio astronómico, fiscal y económicamente hablando, en un estado que hasta hace tres años pagaba entre 6.000 y 7.000 millones de dólares por su electricidad de todo un año, sin apagones.
La destrucción provocada por la desregulación empieza a afectar la economía de otros estados del oeste de los Estados Unidos. El gobernador Davis y otros líderes californianos tienen que reconocer que la solución ha estado en sus manos desde enero de este año, pero no han hecho nada para detener el saqueo total del presupuesto del estado y su economía.
Las soluciones exigían decirle la verdad a los ciudadanos de California y de la nación entera: que la economía atravieza por una depresión y que lo que se requiere es tomar medidas de recuperación contra la depresión como las adoptadas por el presidente Franklin Delano Roosevelt en los años treinta; que es urgente la rerregulación inmediata de la energía; que el problema para ello está en la Casa Blanca de Bush y los magnates de Texas amigos y patrones suyos; y que el estado tenía que usar sus facultades para ordenar la reorganización de urgencia por bancarrota y garantizar la producción de energía en volumen y con precios acordes con el bienestar general.
Los asesores jurídicos del gobierno de California, entre otros, tildaron de imposibles estas medidas de emergencia, que Lyndon H. LaRouche y su Comité de Acción Política FDR pusieron a disposición del gobierno desde enero. (Pero, como dijera el propio LaRouche, se trata sencillamente de "volver a meter la pasta de dientes al tubo", cosa nada imposible, pues los que producen pasta de dientes lo hacen todos los días.) Es evidente ahora que los líderes del estado no tienen más alternativa que tomar dichas medidas. Los meses de titubeos le han costado al estado mucho, mucho más que el tiempo que se ha perdido.
La estrategia de LaRouche
La mañana del 3 de febrero pasado, Lyndon LaRouche se dirigió por la vía telefónica, desde Alemania, a una reunión de jóvenes celebrada ese fin de semana en un campamento a las afueras de Indio, California, cerca del Lago Salton. LaRouche expuso una estrategia para resolver la crisis energética cada vez más profunda a la ha sometido a California la coalición de criminales ideólogos del libre comercio y rapaces compañías de energía que impusieron la desregulación de la industria a través de la legislatura estatal en 1996.
Los efectos de esa política se dejaron sentir por primera vez en San Diego en el verano del año 2000, cuando los precios de la electricidad se dispararon entre 50 por ciento y 200 por ciento. El resto del estado recibió una descarga similar poco después, cuando los especuladores subieron el precio del gas natural a mediados de diciembre, en tanto que compañías energéticas como Enron, Duke Energy, Williams y otras utilizaron el alza de esos precios para estafar a las compañías eléctricas. Estas, debido a la desregulación, se veían forzadas a comprar electricidad de las primeras.
LaRouche propuso remedios en varias declaraciones que hizo en enero de 2001, las cuales se le presentaron a algunos funcionarios estatales, para que el gobernador Gray Davis pudiera actuar en defensa del bienestar general de los ciudadanos del estado, pues ellos son los que pagan, a fin de cuentas, las elevadad tarifas eléctricas que imponen las compañías depredadoras. El eje de las propuestas de LaRouche es el precedente del presidente Roosevelt, cuando se enfrentó a los mismos intereses de Wall Street en las compañias eléctricas durante la Depresión de los treinta: volver a la regulación de las compañías de energéticos y proveedoras de servicios eléctricos, reorganizando bajo protección oficial a las que están en quiebra, de acuerdo con las leyes estadounidense, para garantizar el suministro de electricidad barata a los hogares, granjas, industrias y comercios del estado.
LaRouche explicó más detalladamente su proposición en un artículo publicado en EIR el 2 de febrero de 2001. El discurso del 3 de febrero a la reunión juvenil californiana sirvió de base de la doctrina estratégica para darle marcha atrás la crisis. El discurso se publicó en un folleto de gran circulación emitido por su comité presidencial, LaRouche in 2004, con el título, "LaRouche habla de la crisis energética de California: vista y descrita desde el Lago Salton". Varios cientos de miles de ejemplares circulan en el estado de California y en todo el país.
Pérdida de tiempo y posición
En multitud de asambleas populares a lo largo del estado y en cabildeo continuo en la capital de estado, Sacramento, los representantes del movimiento de LaRouche han mantenido la presión en pro de que se adopten estas medidas. Hubo intervenciones en reuniones públicas, manifestaciones en las principales ciudades y reuniones con legisladores de ambos partidos políticos, así como reuniones con prominentes funcionarios públicos. La de LaRouche es ampliamente conocida por todos los involucrados en el problema.
Sin embargo, conforme la situacion empeora, cada coyuntura que exigía tomar decisiones se enfrentó con vacilaciones y decisiones erróneas. Los esfuerzos del gobernador Davis de comprar electricidad con fondos estatales para hacer bajar las tarifas fijas obligaron al estado a gastar mas de 60 millones de dólares diarios (2.000 millones de dólares al mes) en fondos estatales, encima de las crecientes cuentas por consumo de negocios y hogares, lo que equivale a subsidiar a las compañías quebradas para no sujetarlas a reorganización por bancarrota legal. Las reservas de fondos excedentes del estado, que llegaban a los 8.500 millones de dólares, están agotadas.
A pesar de que el estado se ha puesto a gastar sumas enormes en la compra de electricidad, no pudo evitar apagones como el del 19 de marzo, que dejó a más de un 1.300.000 personas sin electricidad hasta por dos horas. Un nuevo estudio pronostica que habrá por lo menos 34 días con apagones repentinos en el verano próximo, mientras que otro estudio privado que circula en Sacramento dice que va a haber más, tan sólo en los meses de abril, mayo y junio.
Aunque el gobernador Davis ha calificado frecuentemente la desregulación de "colosal fracaso", aun así trató de maniobrar dentro de las limitaciones del sistema de desregulación. Aunque se habló en privado de la necesidad de reregular el sistema, poner a las compañías eléctricas en reorganización por bancarrota y hasta aplicar la cláusula de dominio supremo del estado para ocupar y operar las plantas eléctricas, los funcionarios del gobierno fueron aconsejados por sus asesores legales, políticos y financieros que tales medidas se verían atascadas en los tribunales por muchos años. A la larga, dijeron los asesores, enfrentaría al estado con el sistema judicial federal, que está en manos de los enemigos de la cláusula del bienestar general de la Constitución, como el juez de la Suprema Corte de Justicia Antonin Scalia, y con el gobierno federal en manos de Bush y sus compinches, como Kenneth Lay, presidente del consejo de magnates estafadores de la principal compañía "mercader de energéticos", Enron Corp.
Así, en lugar de afectar a estos intereses privados que tienen al estado de rehén merced a las leyes de desregulación que legalizan el saqueo, el gobernador prefirió ajustarse a las reglas escritas por estos estafadores, echando los fondos del estado a sus arcas, al tiempo que predicaba la conservación de energía como la única alternativa.
Finalmente la Comisión de Compañías de Servicios le jaló el tapete al gobernador, cuando autorizó un aumento a las tarifas eléctricas de entre 23 por ciento y 46 por ciento. Después, el 6 de abril, se produjo la bancarrota de PG&E, una de las tres compañías eléctricas principales del estado. El gobernador, que había tratado de ayudar a PG&E, se sintió traicionado cuando ésta se acogió a la protección de la corte, con la esperanza de que el juez otorgara su autorización para un mayor aumento de las tarifas, dejando al estado casi sin opciones y a merced de que el juez falle o no a su favor.
Los días 7 y 8 de abril, LaRouche volvió a abordar el problema, a la manera de un parte de batalla que rindió a otra conferencia juvenil, en la que tomaron parte algunos de los jóvenes que habían participado en la anterior, así como muchos nuevos activistas estudiantiles, pero esta vez en un retiro en las montanas de San Bernardino. LaRouche dijo que, por seguir los consejos de los asesores legales y financieros del gobernador Davis, en el sentido de no actuar de modo preventivo, los funcionarios de California habían perdido tiempo y posiciones. A continuación, LaRouche explicó que, desde el punto de vista estratégico, todavía se puede ganar la batalla por ponerle alto a la ruina de la economía de California y de la nación.