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Los piratas de la energía, a la toma del poder
por John Hoefle
En la segunda quincena de junio viajé a la ciudad de México y a Guadalajara, como parte de un esfuerzo binacional mexicano-estadounidense del movimiento de LaRouche por abrir un flanco sureño en contra de la desregulación de la electricidad, que la oligarquía financiera intenta imponerle a México. Mi misión fue explicarle a los mexicanos la naturaleza pérfida de lo que se ha hecho en todo el mundo so capa de la privatización y la desregulación, y la naturaleza voraz de los piratas de la energía.
La esencia de lo que le dijimos a los mexicanos es ésta: Los oligarcas quieren su dinero, su gas natural y su petróleo, y, para conseguirlo, van a mentir, hacer trampa y robar. Si ustedes creen que los van a tratar con honradez, no más vean lo que le hicieron a California. Su casino financiero mundial se desmorona, y ellos se proponen seguir en el poder después del crac mediante el control de los artículos esenciales para la vida, como los alimentos, la energía, las telecomunicaciones y otras mercancías y elementos clave de la infraestructura. La privatización y la desregulación son mecanismos de saqueo dirigidos a reforzar a la quebrada burbuja financiera de los oligarcas y asegurarles el dominio del mundo después del crac.
Desde el punto de vista de sus promesas [que bajaría los precios aumentando la oferta y dándole al consumidor el derecho a elegir a su abastecedor], la desregulación de la electricidad ha sido un vil fracaso. El caso de California es ejemplar: se le prometieron a la gente precios menores y más electricidad, pero lo que recibieron fueron precios muchísimo mayores y un reducción drástica del abastecimiento, lo que provocó apagones cuando la demanda llegó a sólo dos tercios del consumo pico. Como no han podido ocultar el perjuicio que le ocasionaron a California, los abogados de la desregulación han intentado pintar lo ocurrido ahí como resultado de que California hizo algo malo, que no tiene nada que ver con la desregulación.
La desregulación funciona cuando se ejecuta como se debe, afirman, y ponen de prueba a Pensilvania. No obstante, la desrregulación también es un fracaso en Pensilvania, al grado de que el estado tomó la medida extraordinaria de pasar a cientos de miles de clientes, si su consentimiento, a la Compañía New Power, de Enron, en un vano intento de hacer aparecer que su programa de "libre elección" de proveedores daba frutos. Pero aun con esa transferencia el número de clientes de los piratas de la energía en el estado viene cayendo, y lo mismo pasa en Massachusetts.
La experiencia demuestra que los piratas simple y llanamente no pueden competir en precios con las empresas reguladas, cuando se trata de abastecimiento eléctrico, y de hecho necesitan precios significativamente mayores para hacer dinero. Por ese motivo, como parte de la desregulación, se desmantela a las compañías reguladas, se acaba con la estabilidad a fin de que reine el caos y la incertidumbre, y los precios suban. Los mercados de la electricidad se han recreado a imagen de los mercados financieros.
Pero mientras que la desregulación es un fracaso desde el punto de vista de ofrecerle precios bajos al consumidor, es un rotundo éxito desde el punto de vista de los piratas y de sus amos oligarcas. Para ellos, la desregulación produce exactamente lo que se proponían conseguir: enormes ganancias con las cuales financiar su toma de activos, y una reestructuración general no sólo del sector eléctrico, sino de la economía mundial, que debilita a las naciones y apuntala al imperio.
La Gran Bretaña, en la gran rebatiña mundial
Los cuarteles generales de esta rebatiña mundial de la energía no están en Texas, sino en la City de Londres y en Wall Street. Luego de ensayar un proyecto piloto en 1987 en Chile, la desregulación de la energía hizo su debut en la Gran Bretaña en 1989, en el gobierno de la primer ministra Margaret Thatcher. La Gran Bretaña comenzó a privatizar su red nacional de electricidad, vendió las empresas públicas de electricidad a compañias privadas y abrió las puertas a la competencia nacional y "extranjera" (entre comillas, porque los británicos tienen la costumbre de utilizar para tales circunstancias compañías controladas por británicos pero domiciliadas en el extranjero).[FIGURE 1]
Una de las primeras de esas compañías extranjeras que entró al mercado británico fue Enron, constituída cuatro años antes mediante la fusión de la compañía InterNorth de Omaha y la Houston Natural Gas. (Hoy en día, quien fuera secretario de Estado de Energía del gobierno de la Thatcher, lord Wakeham, forma parte del directorio de Enron.)
Para 1997, 7 de las 12 compañías regionales de electricidad de la Gran Bretaña estaban bajo el dominio de firmas estadounidenses. Entre esas compañías regionales se contaban la American Electric Power, Calenergy, Central & South West Corp., Cinergy, Dominion Resources, GPU, PacifiCorp, Public Service of Colorado, y Southern Co. Muchas de estas compañías, cosa nada sorprendente, en algún momento formaron parte del viejo cartel eléctrico de J. P. Morgan, quien a su vez, era un agente estadounidense del capital británico (cuadro 1).[FIGURE 101]
Para 1997 también, las compañías estadounidenses intervinieron en el mercado independiente de generación de energía de la Gran Bretaña. En ese campo se destacan Enron, AES (la firma vinculada al príncipe Felipe que actualmente es la principal compañía privada generadora de electricidad en Iberoamérica) y la Mission Energy, subsidiaria no regulada de Edison International, la matriz de Southern California Edison.
Australia, nación integrante de la Mancomunidad Británica, también se abrió a las compañías británicas y estadounidenses. Entre las compañías estadounidenses activas en Australia para 1997 se contaban CMS Energy, Edison International, Entergy, GPU, Northern States Power, PG&E, PacifiCorp, Texas Utilities y Utilicorp United.
Los piratas entraron también a la India, a través de la planta generadora de la Enron en Dabhol, en el estado de Maharashtra, la cual se ocupaba en actividades tales que un ex funcionario del Banco Mundial la calificó de "la Compañía de las Indias Orientales del siglo 21", en referencia al infame dominio imperial británico que traficaba en opio y esclavos.
Es característico de estos piratas cuando se meten en un país (así como en los estados de la Unión Americana) que meten leyes de privatización y desregulación a la carrera, sin darle tiempo a los legisladores para debatir los detalles de las leyes que se les pide aprobar.
La Sociedad LaRouche de las Filipinas documentó hace poco un ejemplo de cómo funciona esto, en medio de su pelea para impedir que los piratas privaticen la Compañía Nacional de Energía y deroguen las regulaciones del sistema eléctrico nacional. Allá, se intentó forzar la aprobación de un viejo proyecto de ley de energía, en una sesión especial de un Congreso sin representatividad. Los que respaldaban el proyecto de ley prometían que reduciría las tarifas eléctricas en 27%.
Hoy en día, los piratas de la energía con guarida oficial en los Estados Unidos están activos en unos 50 países, desde Europa y Africa hasta Asia. Medida por el número de compañías activas en la generación o trasimisión de energía, su presencia es más densa en la Gran Bretaña y en las naciones de la Mancomunidad como Australia e India, seguidas por China y las naciones iberoamericanas de Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, El Salvador y México.
La lista de los blancos de los piratas de la energía se puede ver en un mapa de la capacidad nacional de generación (mapa 1). Los Estados Unidos, con el 24% de la capacidad mundial de generación eléctrica para 1999, es el blanco más jugoso, seguido por China con el 9%, Japón 7%, y Rusia con el 6%. India, con el 3%, y Brasil con el 2%, son los blancos inmediatos.
El caso de México
México es también un blanco primordial. Además de su 1% de la capacidad mundial de generación eléctrica, México tiene dos beneficios adicionales: una frontera común con los Estados Unidos y enormes depósitos de petróleo y gas. México es el quinto productor mundial de petróleo, con reservas de unos 28.000 millones de barriles y una producción de petróleo crudo de unos 3 millones de barriles diarios (comparado con los 21.000 millones de reservas y 6 millones de barriles diarios de los Estados Unidos); exporta 10.400 millones de dólares de petróleo al año, 93% del cual va a los Estados Unidos. La nación tiene además 30 billones de piés cúbicos en reservas de gas natural.
Los piratas de la energía tienen el plan de convertir a México en una gigantésca maquiladora de electricidad, utilizando su mano de obra barata y aprovechando que las restricciones ambientales son menos severas, para generar energía barata en México y venderla en los lucrativos mercados estadounidenses. México se vería forzado a competir en precio con los Estados Unidos por su propia electricidad, lo que elevaría los precios internos muy por arriba de los actuales.
El problema con México, para los piratas, es que la energía está primordialmente bajo control del Estado, administrada por el gobierno nacional. La industria petrolera mexicana se nacionalizó en 1938, y se maneja a través de una empresa propiedad del Estado, Petróleos Mexicanos (Pemex). Esto hace de Pemex, una de las compañías petroleras más grandes del mundo, la entidad más importante en la economía mexicana y un símbolo poderoso de la soberanía y la independencia mexicana. Como tal, Pemex es el blanco mexicano número uno en la lista del cartel petrolero angloamericano.
Dado que la ofensiva frontal sobre Pémex ha fracasado hasta ahora (se requeriría una enmienda constitucional para privatizarla), el cartel energético de Bush ha lanzado operaciones de flanqueo sobre las industrias derivadas del gas natural y la electricidad de México. La legislación sobre gas natural de 1995 abrió el mercado del gas natural, dando a las compañías piratas facultades limitadas para participar en el transporte, almacenamiento y distribución del gas natural, en tanto que Pemex mantiene el control de la exploración y la producción. En la electricidad, la legislación de 1992 le da facultades limitadas a las compañías generadoras independientes para participar en la industria, pero las compañías estatales generan todavía la inmensa mayoría de la electricidad en el país.
La sobrevivencia del más sucio
Cuando se examina el daño causado por la desregulación de la energía, mucha gente se pregunta por qué se habría de seguir permitiendo tal proceso tan destructivo, por qué no se da marcha atrás con una medida tan obviamente fracasada. "¿No se dan cuenta de que están destruyendo la economía con su codicia?", se pregunta la gente.
Para hallar la respuesta a esa pregunta, se tiene que considerar el asunto desde una perspectiva superior. La verdad es que ya se ha destruido la economía, con tres decenios de desindustrialización y especulación financiera. A sabiendas de que su burbuja terminará por desplomarse, los oligarcas y sus sirvientes han estado consolidando su dominio sobre los alimentos, la energía, las telecomunicaciones, los metales preciosos, los minerales estratégicos y otros recursos esenciales para la vida.
Lo que hacen ahora es buscar un modo de sobrevivir las consecuencias de sus propias locuras y nuestras, por dejarlos que se salgan con la suya organizando operaciones de saqueo para el mundo posterior al desplome del sistema financiero mundial. Esa es, en última instancia, la naturaleza de la desregulación.