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El cuento chino del 'exceso' de producción de acero
por Anita Gallagher
Con su decisión del pasado 5 de marzo, de romper con la necia doctrina del "libre comercio" que ha predominado en décadas recientes, el presidente estadounidense George W. Bush ha dado una sacudida al mundo, fijando aranceles proteccionistas a la importación de acero a los Estados Unidos. Tal decisión marca lo que Lyndon LaRouche llamó, el pasado 7 de marzo, la "inevitabilidad inmediata de un cambio global necesario, de la sandez de la `sociedad de consumo', a ser de nuevo una 'sociedad de producción".
¿Qué pasos han de darse ahora? Aunque Bush y los líderes del Partido Demócrata discrepan en lo que hace al subsidio federal a los gastos de salud y jubilación de 600.000 trabajadores retirados del sector acerero (los llamados "costos heredados"), están de acuerdo en que debe haber una "consolidación" de la industria del acero en los Estados Unidos.
Tanto Bush como la dirigencia demócrata, empresarial y sindical, así como todas las "autoridades" en la materia, están de acuerdo en la necesidad de reestructurar la industria mundial del acero e imponer reducciones de capacidad a causa de un presunto "exceso de producción" en el sector. De todos los economistas y líderes políticos, sólo Lyndon LaRouche ha desmentido hasta ahora este mito. Por ahora las demás naciones productoras se oponen a la acción arancelaria estadounidense, por considerar que ella conducirá a la reducción de sus propias capacidades acereras, con la consecuente pérdida de empleos. Pero la dinámica actual es tal, que cualquier acuerdo de reducir la producción mundial de acero tendrá que abandonarse tan rápidamente como puede pronunciarse la expresión "comercio justo". Una vez les pase el susto, las demás naciones recobrarán el sentido y tenderán crecientemente hacia los aranceles y otras medidas de protección de la producción acerera.
La 'sobreproducción' es mentira
No hay tal exceso de producción de acero en el mundo; la producción mundial lleva décadas en contracción (ver la gráfica 1). La industria estadounidense del acero se ha perjudicado por prestarse a alimentar una burbuja financiera a expensas de la economía productiva, y porque sus fuerzas vivas se abstuvieron de apoyar la candidatura de LaRouche a la presidencia en las elecciones del año 2000. La burbuja financiera sobre la que él advertía entonces, ahora se está reventando, como lo ilustra la crisis de Enron, gigante de la especulación con derivados financieros. El hecho de que el precio del acero está en su punto más bajo de los últimos 20 años es síntoma de la contracción artificial de los precios de todos los bienes físicos, para inflar más bien la "economía de papel".
Rusia, Brasil y otras naciones tienen órdenes del Fondo Monetario Internacional y la Organización Internacional de Comercio, de producir acero y otros bienes para exportarlos por debajo de su costo de producción, con la idea de asegurarse las divisas para el pago de intereses y de dividendos a inversionistas piratas. Conforme aumentaban las importaciones de acero a los Estados Unidos, las empresas estadounidenses se contrajeron para "ajustarse" a los mercados libres. De 1969 a 1999 la producción acerera estadounidense se redujo a casi la mitad, mientras que la producción mundial también se contrajo en las mismas tres décadas.
Todos los argumentos falaces en pro de la "globalización" se caen ante la simple estadística de que en 2001 el consumo de acero per cápita en los Estados Unidos fue de 863 libras, mucho menos que las 1.032 libras per cápita de 1965, o las 1.154 libras de 1973. El consumo per cápita en otros países llega a niveles alarmantes: 35 libras en Bolivia, y sólo cinco libras en Camerún para 1999 (cifras del Instituto Nacional del Hierro y del Acero; Oficina del Censo de los Estados Unidos).
En lugar de pelearse entre sí por las migajas que quedan de la economía mundial, los Estados Unidos, Europa y otros países y regiones necesitan regresar a la producción de infraestructura urgentemente necesaria. La Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles informó recientemente que este país necesita invertir alrededor de 1,3 billones de dólares en los próximos cinco años para recuperar el nivel de infraestructura que antes se consideraba "normal". Por ejemplo:
• Sistema educativo. El 75 por ciento de los planteles escolares de los Estados Unidos ahora ya están dilapidados, a causa de su envejecimiento natural. El costo promedio de renovación de planta es de cerca de 3.800 dólares por estudiante, o sea 127.000 millones de dólares.
• Agua potable. Las 54.000 instalaciones de agua potable del país requieren un gasto anual de 11.000 millones de dólares tan sólo para restituir el equipo que se va acabando y cumplir los reglamentos federales de limpieza y salubridad.
• Aguas negras. Algunos de los 16.000 sistemas de alcantarillado de país pasan de los cien años de edad. Hay un déficit anual de 12.000 millones de dólares para renovación de planta.
• Puentes. En 1998 un 29 por ciento de los puentes de los Estados Unidos estaban catalogados de obsoletos o deficientes. Para ponerlos todos al día nuevamente se requeriría un gasto anual de 10.600 millones de dólares.
El transporte ferroviario va dejando a su paso franjas de desarrollo económico. Para actualizar los ferrocarriles del mundo habría que tender más de 5.000 kilómetros de doble vía tan sólo en el continente norteamericano, requiriendo para ello 2,8 millones de toneladas de acero. La producción de acero ferroviario en los Estados Unidos no llega ni al medio millón de toneladas al año; eso no alcanza ni para los requisitos nacionales, mucho menos para el tendido que se requiere en el resto del mundo, de 28,6 millones de toneladas de acero. Y para la tecnología nueva de los trenes de levitación magnética, que aumentarán la velocidad del transporte terrestre a entre 300 y 500 kilómetros por hora, se requieren más de 3.000 toneladas de acero por kilómetro.
Desfalco en los costos heredados
El senador demócrata Jay Rockefeller, del estado de Virginia Occidental, instó al presidente Bush, en carta abierta del 6 de marzo, a colaborar con él en la aprobación de leyes que le trasladarían al gobierno las funciones de pensión y salud de 600.000 trabajadores retirados de la industria del acero, a lo que respondió Trent Lott, jefe de la minoría demócrata en el Senado, que se opondría a tal legislación.
De 1997 a la fecha han caído en bancarrota 32 compañías acereras, 17 por liquidación. Si bien la Corporación de Garantía de Prestaciones de Jubilación paga parte de la jubilación, los trabajadores de estas compañías se quedaron sin prestaciones de salud. Ya se perdieron las prestaciones de 100.000 jubilados o viudas de los mismos. El 31 de marzo 85.000 jubilados de la compañía LTV, tercer productor integrado de acero en los Estados Unidos, en quiebra, perderán sus prestaciones pese a la adquisición de la empresa por W.L. Ross & Co. Se espera que muy pronto el Senado considere la legislación propuesta por Rockefeller.
Entretanto Bethlehem Steel, que se declaró en bancarrota en octubre pasado, sostuvo una reunión de emergencia el 13 de marzo para tratar de encontrar un socio coinversionista o ir vendiendo la empresa por poquitos. El ejecutivo mayor Steve Miller explicó que Bethlehem había descartado ya la opción de fusionarse con U.S. Steel, "porque ellos dejaron bien claro que no podían seguir adelante sin un subsidio a los costos heredados. Como no podemos contar con esa ayuda, vamos a pasar a considerar otras alternativas". El 27 de febrero la acerera brasileña Companhia Siderurgica Nacionale (CSN) realizó una visita a la planta de Bethlehem en Sparrows Point, Maryland donde se encuentra la mayor fundición del hemisferio occidental y podría ser uno de los socios que busca Bethlehem, pero no se haría cargo de las prestaciones de empleados jubilados. El 12 de marzo, sin embargo, el presidente del Brasil, Henrique Cardoso, fustigó a los Estados Unidos por imponerle a Brasil una cuota de 2.800 millones de toneladas de acero en plancha. Tales límites a las importaciones se aplican incluso a acerías de propiedad brasileña en los propios Estados Unidos, tales como la Heartland Steel, también quebrada, en Terre Haute, Indiana.
Las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas, copresididas por Brasil y los Estados Unidos, y con fecha límite de octubre de este año, podrían estar ya condenadas al fracaso, según el embajador brasileño en Washington, Rubens Barbosa. El ALCA es un plan para una especie de TLC extendido al resto de Iberoamérica. Pero el reciente alejamiento estadounidense del "libre comercio" es causa de aprehensión entre muchos adeptos del mismo. El columnista neoconservador George Will comentó desairadamente en su columna del 7 de marzo que "esta política [arancelaria] refleja el triunfo de los asesores políticos de Bush que pregonan su admiración por el presidente William McKinley, adalid del proteccionismo republicano".
Tras el asesinato de McKinley en 1901, el siguiente presidente que revivió esa política fue Franklin Delano Roosevelt.