Otros artículos importantes
por Dennis Small
Al FMI le viene su `Waterloo' en Brasil
¿Qué hará Luiz Inácio "Lula" da Silva luego de asumir la Presidencia del Brasil el 1 de enero de 2003? Esa es la pregunta más candente que ronda entre los círculos financieros internacionales, dado que Brasil tiene la deuda externa más grande del mundo (más de 500 mil millones de dólares), y que ha estado al borde del incumplimiento desde hace meses. Brasil también es la nación preponderante en lo económico y lo político en Iberoamérica, una región muy volátil. A donde vaya Brasil, pronto irá el resto del continente. Y el futuro del Fondo Monetario Internacional también pende del mismo hilo. Si Brasil cae en mora, podría traer abajo a todo el sistema bancario de los Estados unidos, y al FMI consigo.
Se ha dicho todo tipo de tonterías sobre el gobierno entrante de Lula. Por ejemplo, hay quienes afirman que Lula es el mismo diablo. Esa es la línea de gente como Constantine Menges, el charlatán del Instituto Hudson que comparte las políticas belicistas y los vínculos con la secta pornográfica del reverendo Moon de la facción utopista en el gobierno de Bush. Menges insiste que Lula desarrollará armas nucleares y proyectiles para lanzarlos; que establecerá un "eje del mal" terrorista con Fidel Castro, Hugo Chávez y las FARC; y que destruirá el "sistema capitalista de libre mercado".
Por otra parte, están los que dicen que Lula está en el bolsillo de Wall Street, y que hará lo que le dicte el FMI; que la deuda brasileña no está fuera de control, y que el país no caerá en mora. Eso dice el influyente Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York, a través de su "brasilólogo" británico Kenneth Maxwell.
Ninguna de esas dos versiones es correcta.
En una entrevista publicada el 19 de noviembre por el diario Excélsior de México, el precandidato presidencial estadounidense Lyndon LaRouche explicó la verdadera situación que enfrentan Lula y Brasil:
"Si se obliga al Brasil a someterse al tipo de condiciones que se le proponen, la desintegración resultante de esta nación iniciaría una reacción en cadena inmediata, reventando no sólo el sistema bancario estadounidense, sino también el sistema del FMI. De concedérsele al Brasil condiciones bajo las cuales pueda sobrevivir, eso también acabará con el sistema bancario de EU, y en consecuencia, también con el FMI. Así, la única solución es una reforma general de reorganización por bancarrota del Sistema de la Reserva Federal de EU, y una reorganización por bancarrota del FMI, por la acción de emergencia concertada por los Estados nacionales soberanos pertinentes, de los que es propiedad el FMI. Esto pone a Lula en una situación interesante, quiéralo o no".
Lula no ha definido qué camino tomará, y mientras se cae el castillo de naipes. De hecho, probablemente él mismo no sepa qué va a hacer. Hasta ahora, Lula y sus principales asesores han venido emitiendo declaraciones reiteradas asegurándole a los círculos financieros internacionales que Brasil cumplirá con todas sus obligaciones de deuda (lo cual es una imposibilidad física), al tiempo que reiteran su intención de mejorar las condiciones de la población brasileña, reducir el hambre, reducir las tasas de interés, etcétera.
De allí que a algunos ya les ha dado por referirse a Lula como el "Presidente Sándwich", atrapado entre la enorme presión del poder financiero internacional y el rechazo abrumador de la población brasileña a esas políticas del FMI.
Las elecciones de octubre reflejaron el disgusto popular con el globalismo y el FMI. La victoria de Lula fue una expresión de ese fenómeno; otra fue la votación aplastante que sacó el doctor Enéas Carneiro para diputado federal. Pero lo que de veras ha causado pánico en la oligarquía financiera internacional, es la participación directa de LaRouche y sus propuestas económicas en ese proceso. Esto se expresó de forma visible en la visita de mucho relieve que hizo el precandidato presidencial estadounidense a Brasil en junio del 2002. Y ese factor LaRouche, a los ojos de la oligarquía internacional, podría ser la gota que derrame el vaso.
De ahí las graves amenazas de muerte contra el doctor Enéas y sus colegas del PRONA (ver Resumen ejecutivo de EIR núm. 24, 2a quincena de diciembre de 2002), y los intentos patéticos de Maxwell del CRE, y de otros, para desprestigiar a LaRouche ante los brasileños, vinculándolo falsamente con los exabruptos moonies de Menges.
Wall Street muestra su mejor cara
Lo que alega Maxwell es de lo más revelador. En un artículo que apareció en la edición del 5 de diciembre del New York Review of Books, Maxwell, quien encabeza el programa de Latinoamérica del Consejo de Relaciones Exteriores, insiste con fervor que los Estados Unidos pueden y deben trabajar con Lula, porque puede endilgársele a que se quede dentro del sistema. Aquellos que alegan que la "marea roja" barrió en Brasil en las recientes elecciones se equivocan, dice. Y es igualmente "una exageración decir que la votación fue un rechazo al Consenso de Washington y al neoliberalismo", añade ansioso Maxwell. Éste va tan lejos en su promoción de Lula, que hasta lo compara con "otro ex sindicalista" de gustos sencillos y arraigo popular, elegido con un gran número de votos: ¡Ronald Reagan!
Maxwell ataca de manera explícita el plantemiento idiota que hace ese loco moonie, Constantine Menges, de que la elección de Lula significa el ascenso al poder del Foro de São Paulo, y el establecimiento de un nuevo "eje de la maldad" en el hemisferio, integrado por Fidel Castro, Hugo Chávez y Lula.
Y es aquí donde Maxwell trata de embarrar a Lyndon LaRouche con la campaña mooniática de Menges. Según Maxwell, nadie en Brasil sabía siquiera lo que era el Foro de São Paulo, pero cuando él empezó a investigar "los orígenes de esta campaña contra Lula, me encuentro con que empezó con no menos una `autoridad', que Lyndon LaRouche, cuyo sitio en la internet asevera que `el Foro de São Paulo cuenta con patrocinadores de muy alto nivel en las élites financieras y políticas de las Américas, en la forma de un equipo de peritos basado en Washington que fundaron David Rockefeller, McGeorge Bundy y otros en 1982, y que se conoce como el Diálogo Interamericano' ".[FIGURE 1]
El artículo del CRE firmado por Maxwell era, de hecho, una declaración política importante emitida por el centro mismo de la élite angloamericana. Su punto neurálgico puede parafrasearse más o menos como sigue:
Las cosas no están bajo control en Brasil. Este no es el momento de poner a Lula contra la pared, como proponen Menges y los mooniáticos, porque muy bien podría salir el tiro por la culata y empujar al país a adoptar la política de Larouche. Debemos tratar bien a Brasil por el momento, mientras nos desplegamos para retomar las riendas. No exijamos que se page la deuda por el momento; sigamos tirándole dinero al problema, del mismo modo que Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal de los EU, y otros alegan que debe hacerse en todo el mundo.
Tal y como lo recomendó Maxwell, Wall Street ahora muestra su mejor cara. El 19 de noviembre, un equipo del FMI fue a Brasil a realizar su revisión trimestral, y cuando salió de su reunión con los representantes de Lula, le dijo a la prensa "estamos muy contentos". En Washington, Francisco Baker, vocero del FMI, le dijo a los reporteros el 22 de noviembre que la impresión del FMI "es que el programa es excelente", y que las medidas que planea el nuevo gobierno son "prudentes y apropiadas". Ya se da por hecho el desembolso de la próxima cuota de 3 mil millones de dólares del préstamo de 30 mil millones. El FMI aceptó la solicitud del equipo de Lula de que se posponga cualquier discusión sobre un posible aumento del superávit primario del presupuesto, que tenga que generar el gobierno brasileño, hasta la próxima revisión trimestal, que será en febrero. Asimismo, los evaluadores del FMI trataron de averigüar cómo costearía el nuevo gobierno los aumentos que planea hacer en el gasto social, y aunque no les gustó la respuesta, decidieron que eso también podía esperar hasta febrero.
De manera similar, el 19 de noviembre, durante una de las sesiones del Foro Económico Mundial (del Foro de Davos) realizado en Río de Janeiro, altos funcionarios de una media docena de casas de inversión y bancos de Nueva York hablaron sobre las tremendas perspectivas que se le abrirán al Brasil bajo el nuevo gobierno de Lula. "Lula sorprenderá al mercado cuando adopte medidas de austeridad más rígidas, favorables al mercado", dijo Gray Newman, el economista jefe de Morgan Stanley para Latinoamérica. Arturo Porzecanski, de ABN Amro, dijo algo que no se esperaba de él: "Yo también pienso que Brasil nos sorprenderá a todos nosotros al tomar el nuevo gobierno acciones políticas razonables". Y Geoffrey Dennis, estratega bursátil en jefe para Latinoamérica de Salomon Smith Barney, fue tan lejos para decir: "Ahora le recomendamos Brasil con bastante agresividad a nuestros inversionistas".
Ésto, de las mismas casas bancarias e individuos que hasta hace pocos meses gritaban que la elección de Lula sería el fin del mundo, que era virtualmente inevitable una moratoria de la deuda del Brasil, y por tanto rehusaban refinanciar a tasas de interés menores de 50% los bonos del gobierno brasileño que vencían.
Para no quedarse atrás, el gobierno de Bush mandó no menos de tres funcionarios de alto nivel a Brasil a mediados de noviembre, a cortejar al nuevo gobierno. El subsecretario auxiliar de Estado Otto Reich, que pocas semanas antes denostaba a Lula, anunció que "haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudar al Brasil. La lucha contra el hambre es un elemento esencial para el desarrollo", dijo. "Lula es un hombre que cree en la democracia". El vicerepresentante de Comercio, Peter Allgeier también emitió un juicio favorable, y el subsecretario del Tesoro de los EU, Kenneth Dam, doró la píldora el 22 de noviembre, luego de reunirse con el senador electo Aloizio Mercadante, uno de los principales asesores de Lula. "Yo no creo que nada de lo que sucede hoy en Brasil deba ser motivo de preocupación", dijo Dam. "Estamos muy complacidos con las declaraciones y señales que ha enviado el gobierno entrante".
Todo esto llevó a un diplomático brasileño a comentarle con sarcasmo al Financial Times de Londres: "No hemos recibido esta clase de atención en mucho tiempo".
Asoma el incumplimiento
Brasil no es menos insolvente ahora que antes de que Maxwell escribiera su artículo mensaje. La deuda pública ahora es como de 300 mil millones de dólares, y va en ascenso. Como el 45% del total está en la forma de bonos denominados en dólares, lo que significa que cada devaluación del real, la moneda brasileña, en relación al dólar, automáticamente aumenta el monto de la deuda. El real sigue flotando a menos de 3,5 reales por dólar, y se espera otro ataque especulativo contra la moneda en cualquier momento.
Otro 43%, como mínimo, de los bonos del gobierno está indexado a tasas flotantes de interés en el mercado, lo que, de manera similar, también causa que la deuda crezca "espontáneamente" con cada alza de las tasas de interés. El 20 de noviembre, el Banco Central de Brasil aumentó la tasa de interés primario de 21% a 22% y otros aumentos están a sólo un pestañeo.
Tan recientemente como septiembre, los analistas de Wall Street habían calculado que la burbuja de la deuda pública brasileña no podría sostenerse a flote, a menos que las tasas de interés bajaran a menos de 10%, y el valor del real subiera a 2,5 por dólar. Ya que ninguna de esas dos condiciones es ni remotamente posible en el mundo real, dijeron, Wall Street debía prepararse para un inevitable reventón financiero en Brasil.
Pero, si algo, las cifras hoy día son peores que lo que eran en septiembre.
Como hemos señalado, ni el presidente electo Lula ni su equipo han anunciado ninguna pauta importante todavía. No se nombró el gabinete de inmediato, como demandaba Wall Street, y el único paso concreto que se tomó en este sentido fue, de hecho, que Lula reiteró que no retendría a Arminio Fraga en la presidencia del Banco Central durante la transición, como deseaba Wall Street.
Una iniciativa interesante que sí se dio a conocer, fue cuando el senador Mercadante le dijo a los reporteros en Brasilia el 20 de noviembre, que Lula visitaría a la Argentina el 2 de diciembre, donde propondría que Argentina y Brasil crearan una moneda común para el comercio. Mercadante recalcó que Argentina realmente es un socio decisivo, y que el nuevo gobierno propone que los dos socios aumenten su comercio y abaraten el costo de la comida en ambos países, estableciendo una "moneda verde". La idea, dijo Mercadante, sería usar la moneda común como una unidad contable, y que los bancos centrales periódicamente compensaran cualquier desequilibrio en el comercio entre las dos naciones, en dólares.
¿Por qué llamarle moneda "verde"? Mercadante explicó que se le llamaba "verde" porque al principio se emplearía exclusivamente en el área de la agricultura. El plan sería aumentar el comercio entre los dos países sin recurrir a monedas extranjeras". Las dos nacionees formarían un solo mercado, donde los productores de Argentina y Brasil funcionarían como productores locales. El productor argentino recibiría pesos, en su equivalente en moneda verde, por lo que venda en Brasil, y del mismo modo, el brasileño recibiría reales por sus ventas en Argentina. Bajo este plan, quienes le pagarían a los exportadores serían lo bancos centrales de cada país, y en moneda local, dijo.
"Como ambos tienen problemas de financiamento en dólares por los recortes en sus líneas de crédito, tenemos que buscar mecanismos de compensación comercial que incrementen el comercio bilateral, especialmente en el área de la agricultura", dijo Mercadante. Esta sería "una forma de abaratar y aumentar la oferta de alimentos", añadió.
Aunque no se ha abordado la cuestión decisiva de cómo establecer una tasa de cambio fija entre el real y el peso, por una parte, y con la nueva moneda verde, por la otra, en otros sentidos la propuesta tiene muchos elementos interesantes afines a la propuesta de LaRouche para que las naciones y bloques regionales participen en "el comercio sin moneda", como un paso hacia un nuevo sistema de Bretton Woods plenamente elaborado.