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La perspectiva mundial del Puente Terrestre por Christine Bierre Una entrevista con el señor Roberto Turcios, miembro de la Comisión de Desarrollo Nacional de El Salvador y coordinador regional de la Zona del Este en dicho país, puso de manifiesto una nueva perspectiva para la integración económica regional de Centroamérica. En la actualidad, el señor Turcios coordina la construcción de un puerto de contenedores en La Unión, puerto al oriente del país en el golfo de Fonseca, que comparten El Salvador, Honduras y Nicaragua. Este puerto, financiado a largo plazo con capital japonés y a bajas tasas de interés, ampliará las capacidades portuarias necesarias para la región. Pero, como dice Turcios, podría convertirse también en un singular generador de crecimiento e integración regional más amplio en Centroamérica, con la construcción de un simple tramo de 100 km de carretera, en coordinación con Honduras. Esto crearía un "canal seco interoceánico", conectando el puerto de La Unión en el Pacífico, con Puerto Cortés en el Atlántico. La perspectiva mundial del Puente TerrestreEl verdadero potencial de este proyecto sólo alcanza a verse desde la perspectiva de la propuesta de Lyndon LaRouche del Puente Terrestre Eurasiático, y su extensión hacia el continente americano a través de un túnel en el estrecho de Bering. Líneas de ferrocarril, y corredores de desarrollo a lo largo de éstas, bajarían así desde el norte de Canadá, atravesando los Estados Unidos, México y Centroamérica (ver mapa 1). Centroamérica tendría que construir ferrocarriles y carreteras complementarias en la región del Tapón del Darién, en la frontera de Panamá y Colombia, para enlazar a Sudamérica con esta red de infraestructura mundial. En este marco de comercio en expansión y flujos de desarrollo desde y hacia Iberoamérica, la construcción de un "canal seco" que cruce el istmo centroamericano ayudaría a descongestionar el canal de Panamá, y complementaría un necesario segundo canal interoceánico. Así, proyectos como el que Turcios detalla en las páginas siguientes, son exactamente lo que El Salvador necesita para salir del atolladero en que calló desde los inicios de la guerra civil en la década de los 1970. A fines de los 1950 y 60, durante la breve existencia del Mercado Común Centroamericano, hubo un rápido desarrollo industrial. Era la época en que, habiendo desarrollado su propia variedad de café, El Salvador era el quinto o sexto país exportador de ese producto y contaba con el mejor rendimiento en el mundo. Fue una época con un rápido desarrollo de la industria del calzado, de los alimentos, texti y del vestido, etc. El Salvador contaba con una línea aérea nacional, una de las pocas que sobrevivió y creció en medio de la feroz competencia internacional. Pero la "guerra del fútbol" entre el Salvador y Honduras, la guerra civil que azotó al país de los 1970 hasta 1992, y el subsiguiente fenómeno de globalización económica y financiera, pararon en seco el proceso de desarrollo. La agricultura no ha podido recuperarse desde entonces, ni tampoco la producción industrial. Después de todo, ¿quién quiere invertir en un lugar donde no hay garantías para el capital nacional, y donde resulta más lucrativo dedicarse a la especulación? El precio internacional del café, que sigue siendo el principal producto de exportación de El Salvador, es tan bajo, que casi ni se justifica la recolección del grano, y los que pudieron, sustituyeron sus cosechas. Actualmente, la principal fuente de ingreso del país la constituyen las remesas de dinero que envía el millón de salvadoreños o más que han tenido que emigrar hacia los EU. Estas remesas ascienden a dos mil millones de dólares anuales y son, con mucho, la principal fuente de divisas de este empobrecido país. La dolarización, adoptada en 2001, no ha hecho sino empeorar la situación y, para acabarla de amolar, el país en estos momentos negocia un acuerdo de libre comercio con los EU, proceso con el que se impondrá la privatización de todos los renglones estratégicos del sector estatal, energía, transporte, etc. El Banco Interamericano de Desarrollo y otras instituciones afines promueven ahora el llamado Plan Puebla–Panamá, un programa de construcción mínima de infraestructura que, en tanto integra a la región al libre comercio, facilita el saqueo. Precisamente lo contrario a la propuesta de LaRouche del Puente Terrestre. A todo lo anterior, añádanse un par de temblores y huracanes que han azotado al país, postrando su economía. Así, de integrarlo a un verdadero proceso de reforma financiera global y al desarrollo a gran escala de infraestructura, el proyecto de un nuevo puerto en La Unión, podría significar un aporte importante a un proceso simple y natural de desarrollo económico de ls región y hacerla altamente productiva. |
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