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Extractos del discurso pronunciado por el licenciado José López Portillo como cometarista de la conferencia magistral de Helga Zepp–LaRouche en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el 1 de diciembre de 1998. . . . Yo felicito a doña Helga por estas palabras que me impresionaron, especialmente porque, primero, me encerraron en el Apocalipsis, pero después me tendió la escalera para que bajaramos a otra tierra de promisión. Muchas gracias, doña Helga. Doña Helga, y en esto quiero felicitar a su esposo Lyndon LaRouche. . . Y ahora es necesario que la sabia palabra de Lyndon LaRouche se escuche en el mundo; y ahora es por la voz de su señora esposa, como hemos tenido el privilegio de escuchar. Qué importante que nos ilustren respecto de lo que está pasando en el mundo, de lo que va a pasar, y de lo que se puede corregir. Qué importante que alguien dedique su tiempo, su generosidad y su entusiasmo a ese propósito. De mi parte, yo cumplí un período de responsabilidad y puedo dar cuenta de alguna manera dramática de lo que le ocurre a las economías nacionales en un orden financiero internacional como, desde Bretton Woods, nos rige. [. . .] Pero al mismo tiempo, por razones geopolíticas, tuvimos que insertarnos en el mundo internacional, en el entorno que nos envolvió, e ingresar de alguna manera en los organismos internacionales que regían el mundo. Pero, ¿qué ocurrió cuando la Revolución Mexicana se enfrentó con esos organismos poderosos, expresión de países poderosos, que no tienen por qué tomar en cuenta la Revolución de un país en desarrollo, que vivió un siglo XIX tan desordenado y que tiene tantos conflictos sociales? Porque hay que recordar que México es un país de profundas desigualdades, como lo observó desde el siglo XVIII precisamente el barón Von Humboldt; este es un país de desigualdades, y como país de desigualdades, no podía dejarse ni a la libre competencia, ni al libre comercio, ni a los valores del liberalismo, ahora neoliberalismo. En consecuencia, cuando íbamos a los organismos internacionales, éstos desdeñosamente no tomaban en cuenta ni nuestros problemas políticos, ni nuestros problemas sociales. Y a fuerza de ser rechazados los valores de nuestra Revolución nos fuimos acostumbrando a desdeñarla y hasta a olvidarla. [. . .] Y así México ha olvidado su Revolución, y en consecuencia la economía nacional que queríamos de alguna manera implantar. De esta manera he oído con especial interés, y hasta entusiasmo, que está ya pensándose, por quien puede hacerlo en este mundo, reformar los tratados del Bretton Woods en el sentido correcto en el que la economía mundial debe dirigirse para resolver los problemas humanos, del humanismo y no para propiciar, para beneficiar los valores del capital, olvidando o sacrificando los valores del trabajo. Me recuerdo que, en los tiempos de mi responsabilidad, todas las recetas que nos daban los organismos internacionales tendían a deprimir la demanda, no a propiciar la producción. Deprimir la demanda: "Págales menos a tus obreros, a tus campesinos, sacrifica el empleo". Cuando en nuestro país, gobernar es crear empleos; cuando se trataba de establecer, por ejemplo, justicia regional (que también es una forma de desigualdad en México) las regiones distintas que necesitan de alguna manera también ser desarrolladas. Pero para eso se necesita, por ejemplo, subsidios, privilegios. Y nos amenazaban: "¡Cuidado, eso es propiciar el dumping!" Y nos inhibíamos, poco a poco. Así se perdió el espíritu de la Revolución Mexicana. Estas palabras breves es la experiencia de nuestra economía nacional. De ahí la importancia que tiene de que alguien en el mundo esté pensando por todos y esté abriendo puertas. Ojalá, doña Helga, que su marido pueda influir en el Gobierno de los Estados Unidos para que las proposiciones que usted tan brillantemente nos ha expuesto puedan de algún modo realizarse, y con ellas que los pueblos puedan expresar su idiosincrasia en la cultura y en todos los aspectos en los que sea posible. Muchas gracias. Del período de preguntasDespués de su discurso, la primera pregunta que le hicieron a López Portillo fue qué sucedió después de 1982, luego de que instrumentó la Operación Juárez propuesta por LaRouche. López Portillo: No fue nada específico, sino simplemente circunstancial: la cerrazón de los organismos internacionales que no nos dieron salida, y en consecuencia quedamos entrampados igual. Nosotros nos portamos mal con los organismos internacionales y fuimos sancionados, nos acusaron de populistas, etc. Otros gobiernos se han portado bien, y el resultado ha sido el mismo. Eso es lo dramático. Si por todo, subimos la piedra a la punta del cerro y se nos cae cuando llega hasta arriba. Siempre el sistema, el entorno que tiene cerrazón en comprensión a los valores revolucionarios, como aludí hace un momento, y que tal vez el rechazo nos ha acostumbrado a eso y acabamos por olvidarlo, por acostumbrarnos, y ser desdeñados por acostumbrados a ser postergados. Y empezamos a portarnos bien y "¡sácatelas!" Ahí va otro golpe. Es simplemente el resultado de que el sistema internacional no está calculado para países como el nuestro. Es un ejemplo concreto de que una economía nacional específica no encaja dentro de ese orden financiero, y de ahí la necesidad de que éste se reforme. Por eso oigo con mucha alegría que ya empieza a haber voces que hablan de reformar eso que se me cerró. |