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De Guatemala a guatepeor:
La quinta parte de los mexicanos son refugiados económicos en EU

por Dennis Small

En una visita que hizo a Saltillo, México, en noviembre de 2002, Lyndon H. LaRouche propuso emprender una política de colaboración cientíca y económica entre los Estados Unidos y México. El centro de esa política sería el desarrollo del Gran Desierto Americano, que comparten ambas naciones, a través de grandes proyectos hidráulicos, energéticos, de ferrocarriles de alta velocidad, y otra infraestructura esencial.

En la edición de Resumen ejecutivo de EIR correspondiente a la 2a quincena de junio y 1a de julio de 2003, subrayamos dos aspectos importantes de esta propuesta de LaRouche:

1) Que “al hablar de desarrollar los desiertos, estamos planteando la tarea más difícil del desarrollo planetario”. Si logramos el éxito aquí, habremos resuelto de modo implícito todos los problemas, más fáciles, del desarrollo económico.

2) Que la colaboración méxico–estadounidense para el desarrollo conjunto del Gran Desierto Americano también habría de servir como el modelo para una comunidad de intereses entre naciones avanzadas y subdesarrolladas. “Qué interesante que pudiéramos resolver el problema del desarrollo, no sólo en un desierto, sino también dónde se requiere un cambio de paradigma en las relaciones norte–sur para lograrlo”.

“Y si logramos resolverlo en este caso, lo habremos resuelto, en principio, para todo el mundo. . . México y EU siempre han sido el caso clave, la prueba tornasol de las relaciones norte–sur en general. . . Y si se logra entre EU y México, entonces hay esperanza para todo el mundo, hasta para la martirizada África y su desierto del Sahara”.

A principio de 2004, uno de los psicópatas más notorios que residen en Harvard, el miembro de la Comisión Trilateral Samuel Huntington, propuso una política diametralmente opuesta para los EU y México. Los mexicanos son el enemigo estratégico de los EU, escribió Huntington en la edición correspondiente a marzo–abril de la revista Foreign Policy, porque amenazan la “cultura distintivamente angloamericana” en la que, miente, se fundaron los EU. Coincidente con este llamado abierto a librar una guerra racial contra los hispanos, han surgido grupos de supremacistas blancos y otros policías autoelegidos a lo largo de la frontera méxico–estadounidense que, de hecho, han empezado a acorralar a los mexicanos que dizque cruzan la frontera de los EU contra la ley.

El lado hispano de esa guerra racial en potencia también está armándose, como LaRouche advirtió que sucedería en agosto de 2003, en torno al aparato fascista europeo asociado con el español Blas Piñar y sus redes en las Américas.

Todo esto sucede mientras millones de mexicanos y otros hispanos fluyen a través de la frontera. Son refugiados económicos impulsados por el genocidio impuesto sobre sus países de orígen por el Fondo Monetario Internacional y los banqueros internacionales. Pero no vienen a la tierra de promesa y crecimiento que los EU solían ser, sino a una economía que está hundiéndose en las profundidades de una depresión de la economía física. Huyen de Guatemala a guatepeor.

El cuadro panorámico de la situación demográfica y de empleo a ambos lados de la frontera en las últimas tres décadas, muestra la urgencia de adoptar la propuesta de desarrollar el Gran Desierto Americano de LaRouche para resolver este problema, no sea que nos embarquen en la guerra racial que fomentan Huntington, Piñar y su prole. Lo que sigue es el primero de una serie de artículos que abordarán la gama de cuestiones que atañen a semejante desarrollo de ambos lados de la frontera.

El desmoronamiento de la economía física mexicana

Después de unas tres décadas de desarrollo económico modesto, desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1982, incluyendo un intento serio de desarrollo industrial durante el Gobierno de José López Portillo (1976–1982), México cayó ante el FMI en 1982. En las siguientes dos décadas, la economía física de México —medida por EIR en términos de producción per cápita de canastas de mercado de bienes de consumo y de producción— cayó como en un tercio. En otras palabras, la economía física de México de forma progresiva fue haciéndose cada vez menos capaz de sostener a la población del país, y mucho menos los requerimientos para sostener el aumento demográfico natural y el progreso social. La densidad relativa potencial de población de México cayó por debajo de la densidad de población existente. Es decir, no podía mantener a la población existente.

De resultas, sucedieron dos cosas. Primero, hubo una baja severa en el nivel de vida de los mexicanos. Segundo, México empezó a exportar a su propia fuerza de trabajo. Como muestra el
mapa 1, para 1970 sólo 760.000 mexicanos habían emigrado a los EU, muchos de ellos de forma legal, otros no. Esto representaba poco menos de 1,5% del total de la población nacida en México. En ese entonces, la población de México era menos de la cuarta parte de la de los EU. Para 1980, había dos millones docientos mil mexicanos viviendo en los EU, o sea que el número de emigrados había aumentado de 1,5% a 3,2% del total de aquellos nacidos en México.

Pero, de 1980 a 1990, con la crisis inducida por el FMI en pleno apogeo, el ritmo de emigración aceleró, y para 1990, 4,8 millones de mexicanos había salido para los EU (5,4% del total). Y, para 1990–2000, la emigración aceleró aun más, y el número de mexicanos emigrados a los EU subió a 7,9% del total de la población mexicana.

Para fines de 2003, unos 10 millones de emigrantes nacidos en México residían en los EU, casi 9% del total de la población nacida en México. Hoy, el total de la población que queda en México es como de 104 millones de personas, quienes equivalen a más de un tercio de la población total de los EU, de 291 millones de personas.

Los diagramas circulares que aparecen en el
mapa 1 muestran que aproximadamente 40 millones de personas de origen hispano viven en los EU hoy, de una población total de 291 millones. Estos 40 millones de hispanos incluyen a 10 millones nacidos en México; unos 12 millones méxico–americanos de segunda generación; y 12 millones de hispanos de otros orígenes (puertorriqueños, dominicanos, cubanos, etc.). De allí que aproximadamente 22 millones de personas de origen mexicano residen hoy en los EU, 22 millones de personas de las que la abrumadora mayoría viviría hoy en México, de no ser porque la destrucción de la economía de ese país impuesta por el FMI los hizo huir a los EU como refugiados económicos.

Es aleccionador ver esta tendencia de 30 años de emigración creciente junto con el descenso vertiginoso de la economía física mexicana, que es lo que impulsa ese flujo de regugiados.
La gráfica 1 muestra el desplome de 29% que ha sufrido la producción per cápita de una canasta típica de bienes de consumo entre 1982 y 2002, medida en términos físicos, no monetarios. La canasta de bienes básicos de producción cayó de forma aun más estrepitosa, aproximadamente 35% en el mismo período.


En otras palabras, la economía física de México disminuyó aproximadamente un tercio per cápita en las últimas dos décadas. Esto es lo que ha venido impulsando las oleadas de emigración, en especial a partir de 1980.

Por otra parte, de haber estos 10 millones de mexicanos y sus 12 millones de descendientes de segunda generación —un total de 22 millones de almas— permanecido en México en las condiciones de desplome imperantes, la caída per cápita de la producción de bienes de consumo en México hubiera sido mucho más grande aun, más o menos de 42%, entre 1982 y 2002; y la producción de los bienes de producción hubiera caído aproximadamente 46%. Estos 22 milllones de mexicanos representan poco menos de 20% —¡la quinta parte!— de lo que hubiera sido la población nacida en México, un quinto de la cual hoy vive en los EU como refugiados económicos.

La caída de las maquiladoras

No es el hecho de que la mayoría de los inmigrantes mexicanos llegan a los EU de los estados fronterizos, como uno podría suponer en principio. Más bien, vienen más que nada de una media docena de estados de la región central empobrecida de México. Como muestra el mapa 2, los seis principales estados de emigración, en números absolutos, en el período comprendido entre 1995 y 2000, fueron Jalisco, Michoacán, Guanajuato, México, Veracruz y Guerrero. Juntos, respondían por la mitad de todos los mexicanos que emigraron en ese período. No es sorpresa que éstos estén entre los estados más pobres de México. Por ejemplo, en la década más reciente el crecimiento económico de estos seis estados —medido por las estadísticas oficiales del “volumen físico” del total de la actividad económica—, fue mucho menor que el promedio nacional, con la excepción de Guanajuato. De manera similar, el porcentaje de la población total con acceso a la atención médica fue menos que el promedio nacional en cinco de esos seis estados, siendo Jalisco la excepción en este caso.

Si vemos cuáles estados han aportado, en términos proporcionales. una mayor parte de su población al flujo de emigrantes en este mismo período de 1995 a 2000 (tabla 1),nos damos cuenta de que en diez estados mexicanos 4% o más de su población total emigró a los EU. El porcentaje de hombres que emigró es aun más revelador.

Aunque todavía no están disponibles las estadísticas detalladas, en los siguientes tres años, de 2000 a 2003, esa emigración creció de forma exponencial. El puntero, Zacatecas, un estado desértico empobrecido del centronorte de México, supuestamente tenía a la mitad de su población residiendo en los EU.

Volviendo al
mapa 2, llamamos la atención del lector al papel que tienen los seis estados fronterizos mexicanos en este éxodo de masas. Según las estadísticas oficiales sobre la migración interna entre los estados mexicanos, cinco de los principales ocho estados en términos de inmigración interna están en la frontera con los EU. En otras palabras, de 1995 a 2000, millones de mexicanos en general abandonaban el centro de México y emigraban a los estados fronterizos como una área de escala para emigrar a los EU.

En los 1990, parte del efecto de imán venía del crecimiento de las infames maquiladoras a lo largo de la frontera: las plantas de ensamblaje con trabajo esclavo y virtuales enclaves extranjeros a lo largo de la frontera, que germinaron sin infraestructura de apoyo de ningún tipo para sostener a la población. Este auge de las maquiladoras, que siguen siendo el centro de la estrategia económica bilateral de los Gobiernos de Fox y Bush, ocurrió al tiempo que el empleo productivo cayó en la economía mexicana como tal, lo que generó una tasa de desempleo real de 50% en el país, la que con frecuencia aparece con el disfraz de “empleos” en el sector informal.

Pero, como muestra la gráfica 2, el auge de las maquiladoras también quebró en octubre de 2000, junto con el derrumbe del mercado de consumo de los EU al que estas plantas destinaban su exportación. En los siguientes tres años, hasta diciembre de 2003, 26% de todas las maquiladoras han cerrado sus puertas, resultando en una caída en el empleo en este sector de 22%.

Ésta ha sido una seria agravante de las condiciones de depresión que empujan a millones de mexicanos desesperados a tratar de ganar su sustento —y el de sus familias que quedan atrás— en trabajos de bajo nivel en los EU.

Por supuesto, la caída en picada de las maquiladoras ha golpeado especialmente duro a los estados fronterizos mexicanos, ya que como 83% del empleo nacional en maquiladoras está concentrado en esa área de seis estados. Los parámetros demográficos generales de los estados fronterizos mexicanos son muy reveladores, como detallamos en la
tabla 2.

Una zona extensa, que representa 44% del territorio nacional de México, el área de los estados fronterizos, tiene una geografía árida, y en ella sólo vive 17% de la población del país. Sólo el estado de Nuevo León, con su ciudad industrial de Monterrey (la tercera más grande del país), tiene una densidad demográfica aproximada al promedio nacional; el resto está muy por debajo. El empleo en las maquiladoras aumentó con rapidez desde 1990, cuando ocupaba como a 10% del total de la fuerza de trabajo empleada en la región, a 2000, cuando ocupaba a 18%. Si excluimos el caso anómalo de Nuevo León, los otro cinco estados fronterizos tenían a casi la cuarta parte (22%) de toda su fuerza laboral empleada en el sector de las maquiladoras. El promedio nacional era de sólo 4%.

La caída en picada de las maquiladoras, que empezó en octubre de 2000 y que continúa hasta la fecha, marca el fin de todo el modelo librecambista impuesto por el FMI en México. Por tanto, la región fronteriza ha caído en el caos económico y social, y requiere con urgencia el plan fronterizo de LaRouche para desarrollar el Gran Desierto Americano.

Importados casi como trabajadores esclavos

La economía estadounidense a la que han corrido esos 10 millones de mexicanos desesperados está desplomándose. Durante la enorme caída de empleos que los EU sufrieron en 2001–2003, y durante el supuesto “repunte” de 2004, la mayoría de los principales grupos de población vieron una pérdida neta de empleos, como muestra la gráfica 3.

Sólo los nuevos inmigrantes hispanos, es decir, los que llegaron después del 1 de enero de 2000, vieron un aumento neto de empleos (más de un millón de ellos), lo que indica cómo este grupo es empleado virtualmente como mano de obra esclava importada.

La gráfica 4 muestra que el salario medio de todos los trabajadores hispanos es más de 25% menor que el promedio nacional.

Esta importación de mano de obra barata es la otra cara de la moneda de la deslocalización de empleos estadounidenses, un proceso de reciclaje económico schachtiano que está destruyendo la economía física de ambas naciones.

La gráfica 4 muestra que el salario medio de todos los trabajadores hispanos es más de 25% menor que el promedio nacional.

Esta importación de mano de obra barata es la otra cara de la moneda de la deslocalización de empleos estadounidenses, un proceso de reciclaje económico schachtiano que está destruyendo la economía física de ambas naciones.

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