23 de febrero de 2010 (LPAC).— El artículo siguiente se publicó en el último número del periódico Nuevo Federalista.
El desastre de Haití no fue natural
por Carlos Wesley
Un soldado de EU reparte alimentos entre los damnificados del terremoto haitiano. (Foto: Departamento de Defensa de EU). |
En octubre de 1989, la ciudad estadounidense de San Francisco y sus alrededores fueron golpeados por un terremoto de magnitud 7, según la escala Richter. El sismo dejó un saldo de 63 muertos, poco más de 3,000 heridos, y a un máximo de 12,000 personas sin techo.
Compárese con lo que pasó en Haití el pasado 12 de enero, cuando un terremoto de igual magnitud golpeó a esa nación caribeña: un cuarto de millón de muertes; la destrucción de casi todos los edificios en Puerto Príncipe, la capital, y gran parte del país; y unas 2 millones de persona sin techo y sin comida.
Claramente la causa de la destrucción de Haití no fue el terremoto, sino la falta de infraestructura y una fundación sólida.
Un verdadero programa de reconstrucción
Las alternativas que se le presentan a Haití son dos. Una es la que propone el economista Lyndon LaRouche, quien el 31 de enero dijo en una videoconferencia que el Gobierno de EU debe firmar un tratado con el de Haití, que respete su soberanía, para construir su economía de tal forma que le permita ser una nación viable. "Ese es un pueblo que ha sufrido toda clase de vejámenes en su terrible historia. Se le ha prometido esto, y traicionado, prometido aquello y traicionado... Nunca se ha cumplido".
Reconstruirlo tomará unos 25 años, dijo LaRouche. "Hay que cambiar muchas cosas, pero la más importante es la actitud prevaleciente de arreglar cosas como ésta con un parche". EU debe decirle a los haitianos: "Bueno, ustedes son un país pequeño y nosotros podemos absorber la carga' ". Vamos a trabajar con ustedes para asegurar que salgan de esto con éxito, como un país que funcione y pueda sobrevivir, dijo.
Días antes LaRouche dijo que EU "tiene una responsabilidad moral de responder a esta crisis". Además, dicha asistencia le daría a EU el beneficio de desarrollar "una capacidad mejorada para abordar otras crisis, tanto en el exterior" como en casos como el del huracán Katrina. Semejante programa de ayuda también le daría empleos útiles a muchos jóvenes estadounidenses, que "podrían funcionar como una fuerza laboral complementaria para ser capacitados" para situaciones de emergencia, y ser la base de un nuevo Cuerpo Civil de Conservación.
Un recuento histórico
Lo que llevó a Haití a un estado de miseria, aun antes del terremoto, fue la imposición secular de políticas cada vez más mortíferas, culminando con la globalización, que lo hicieron el país más pobre de América. Haití ha sido víctima de esas políticas casi desde el mismo momento de ganar su independencia—el primer país de América en hacerlo, después de Estados Unidos—, y proclamarse la primera república moderna gobernada por negros, el 1 de enero de 1804. Esto lo logró tras llevar a cabo la única insurrección exitosa de esclavos que registra la historia universal, encabezada por Toussaint L'Ouverture, y de infringirle sendas derrotas militares a las tres grandes potencias de la época: España, Gran Bretaña y la Francia de Napoleón.
Eso nunca se le perdonó, ni tampoco le perdonaron a los haitianos sus aportes decisivos a la Revolución Americana, ni su alianza con los mejores próceres de EU, especialmente Alexander Hamilton, ni el hecho de que su propia Guerra de Independencia hizo posible que EU obtuviera Luisiana, doblando su territorio de un solo golpe. Ni tampoco que fue gracias al apoyo material de los haitianos que Simón Bolívar pudo regresar a la lucha por la independencia de los países de la Gran Colombia después de sufrir dos derrotas (ver Resumen ejecutivo de EIR 2ª quincena de diciembre de 2005, vol. 22, núm. 24).
Haití fue castigada con bloqueos y cuarentenas, no sólo por las potencias imperiales, sino por los ingratos países bolivarianos y EU.
Eso cambió con el ascenso de Abraham Lincoln a la presidencia estadounidense en los 1860, cuando finalmente EU le extendió el reconocimiento diplomático a Haití, y continuó con el nombramiento pocos años después del dirigente negro estadounidense Frederick Douglass como plenipotenciario.
Al concluir el siglo 19, Haití era una nación si no próspera, al menos autosuficiente, y que gozaba de respeto en el concierto de naciones.
Desafortunadamente, volvió a surgir el lado negativo de las relaciones de EU con Haití con el racista presidente Woodrow Wilson, quien invadió el país en aras de los intereses de Wall Street y la City de Londres en 1915, tomó control de la aduana e inició una ocupación, por momentos brutal, que duró hasta 1934, durante la cual llegaron hordas de antropólogos a lavarle el cerebro a los haitianos para que creyeran que el vudú era su verdadera religión.
Pero ése no fue el único problema de los haitianos. En la República Dominicana, con la que comparte la isla de Española, gobernaba otro dictador, también resultado de una ocupación de EU: Rafael Trujillo, quien en 1937 llevó a cabo una "limpieza étnica" en la frontera entre ambos países, masacrando a decenas de miles de haitianos.
La ocupación estadounidense cesó cuando Franklin Delano Roosevelt llegó a la Presidencia de EU. Roosevelt, quien fue el primer mandatario de EU en visitar Haití, inició una era de "buen vecino", que ayudó a Haití a retomar el camino de la prosperidad.
Pero a su muerte, volvieron a empeorar las cosas. Con el aval de ciertas facciones de EU, François Duvallier, un médico reclutado por esos mismos antropólogos y etnólogos y enviado a capacitarse en EU, impuso una feroz dictadura, y gobernó como gran sacerdote del vudú. A su muerte, le sucedió su hijo Jean–Claude Duvallier.
No obstante, Haití seguía siendo autosuficiente, al menos en cuanto a la producción de arroz, el alimento principal de la población. Pero con la caída de Duvallier, el FMI llegó y, a cambio de un empréstito de 24,6 millones de dólares que el país necesitaba desesperadamente para sobrevivir las depredaciones de Duvallier, lo obligaron a bajar los aranceles proteccionistas del arroz y otros alimentos, y el país se vio inundado de arroz de EU, que acabó con los productores locales, según informa el abogado y estudioso Bill Quigly.
En 1991, el ex cura Jean-Bertrand Arístides llegó a la presidencia haitiana, pero fue derrocado por los militares debido a su locura. Esto le sirvió de pretexto a George Bush, padre, para imponerle otro embargo internacional a los haitianos, quienes tuvieron que comerse hasta las semillas y arbustos de ciertas plantas exóticas destinadas a la exportación para no morirse de hambre.
El embargo cesó cuando EU invadió nuevamente a Haití en 1994, esta vez sin disparar un tiro, bajo Bill Clinton. Las bayonetas de EU y sus aliados no sólo trajeron a Arístides de vuelta, sino también la demanda de privatizarlo todo: la electricidad, el agua, el aeropuerto, el puerto y hasta la educación. Y claro, como de costumbre, presionaron con sanciones económicas que pauperizaron aun más a los haitianos. Arístides se opuso por lo que, entre otras cosas, el Gobierno estadounidense, ahora bajo Bush, júnior, decidió incitar su derrocamiento por segunda vez, en 2004. A todo esto el servicio de Guardacostas de EU mantiene un bloqueo desde hace años para evitar que los haitianos huyan a refugiarse en EU.
La alternativa genocida
La alternativa al plan de LaRouche es la propuesta genocida del economista británico Paul Collier, quien cuenta con el apoyo del financiero y narcolegalizador George Soros. Collier se opone explícitamente al desarrollo de infraestructura, y propone "arreglar" a Haití convirtiéndolo en un emporio librecambista de manufactura para la exportación controlado por las transnacionales, con mano de obra aún más barata que los países de Asia. Es decir, reimponer la esclavitud.
De hecho, salvo una visita de la secretaria de Estado Hillary Clinton durante esta crisis, el Gobierno haitiano virtualmente ha sido pasado por alto por los donantes internacionales.
Por desgracia, Collier tiene a su cargo elaborar los planes de la ONU para Haití.