In Memoriam
Carlos Wesley: Indomable e irremplazable
Carlos J. Wesley, miembro de la organización de LaRouche de toda la vida, falleció inesperadamente el 2 de junio de 2018, a la edad de 71 años. En su casi medio siglo de activismo político, Carlos, con su resonante voz de bajo, su energía incontenible y buen humor, dejó una profunda huella.
Carlos hizo importantes contribuciones intelectuales en el lenguaje y en la historiografía; escribió mucho sobre Panamá y otros acontecimientos estratégicos; fue un dedicado organizador y recaudador de fondos; construyó redes de partidarios de LaRouche en la República Dominicana (donde hizo que casi todo mundo conociera el nombre de LaRouche), en Puerto Rico y en toda Centroamérica; coordinó las operaciones de la organización en Iberoamérica y luego encabezó la sección editorial en español; desempeñó un destacado papel en las actividades para liberar a Lyndon LaRouche y sus asociados durante su encarcelamiento y acompañó a numerosas delegaciones de congresistas y otros líderes iberoamericanos a reuniones en el Capitolio en Washington, D.C. para exigir la libertad de LaRouche; fue miembro fundador del Instituto Schiller y un destacado organizador de su Comisión Sindical; y por supuesto, fue un consumado traductor e intérprete.
A lo largo de su vida, Carlos fue un patriota orgulloso de su natal Panamá y un ciudadano del mundo, en el mejor espíritu de Federico Schiller. Como dijo un cercano amigo político en Panamá, al oír la noticia de su fallecimiento: “Carlitos fue nuestra luz en los momentos más decisivos de la nación, y como amigo a otro nivel”.
Carlos era recio, disfrutaba de una buena pelea política y esgrimía su agudo humor irónico para cortar y hacer picadillo a más de un enemigo político a través de los años. Pero también era sociable, amable y generoso; siempre presente para ayudar a otros en tiempos de dificultad personal o política, o siempre que fuese necesario defender un principio. No hay mejor ejemplo de esto que la relación singular de Carlos con el depuesto presidente de Panamá, el general Manuel Noriega, quien fuera injustamente (e ilegalmente) encarcelado después de la invasión de George H. W. Bush a Panamá en diciembre de 1989 hasta su muerte en mayo de 2017. Cuando otros le sacaban al bulto, Carlos incansablemente visitó a Noriega en la cárcel por cerca de dos décadas, primero en Miami y más tarde en Panamá en cada una de sus visitas anuales allá. A partir de 2013, Carlos se aseguró de que Noriega viera en la cárcel las históricas videoconferencias semanales de LaRouche todos los viernes, interpretadas simultáneamente al español por Carlos, entre otros. Noriega le comunicó que las veía religiosamente, siempre apreciando la visión estratégica de LaRouche.
Una de las contribuciones singulares de Carlos fue su novedoso estudio de 2004 sobre Toussaint L'Ouverture, el líder de la independencia de Haití, titulado “La deuda estadounidense a Haití” Carlos mostró que la fundación en 1804 de la República de Haití estableció “la segunda república independiente de América, luego de Estados Unidos, y la primera nación moderna gobernada por negros, y marcó la consolidación de la única insurrección de esclavos exitosa conocida de la historia”. Toussaint “formó una alianza con los padres fundadores de Estados Unidos, en especial con Alexander Hamilton, que causó el florecimiento de Haití”. Unos 500 a 800 negros y mulatos libres de Haití habían ido a luchar del lado de los patriotas estadounidenses durante la Revolución Americana. Y Hamilton, originario de las Antillas, redactó la parte central de la Constitución de Haití proclamada por Toussaint en 1801.
Carlos también tenía raíces antillanas, (¿alguna vez se preguntaron de dónde sacó su acento?). Su abuelo fue uno de las decenas de miles de negros antillanos empobrecidos que inundaron Panamá a principios del siglo 20 para construir con su sudor y sangre el Canal de Panamá. Carlos recordaría a menudo, con una sonrisa irónica, como medio siglo más tarde, cuando crecía en Panamá, su tío lo llevó una vez a visitar la zona del Canal administrada por Estados Unidos. Cuando el entonces joven Carlos iba a beber agua de una fuente cercana, su tío lo paró de golpe diciéndole: “¡Ese bebedero es solamente para blancos, muchacho! ¿Qué no sabes leer?”
No hace falta decir que Carlos fue un participante activo en las protestas estudiantiles nacionalistas en Panamá en la década de 1960 y en la larga campaña para regresar el Canal a Panamá, que se ganó finalmente con el tratado Torrijos-Carter de 1977.
Carlos se ocupó del caso de Panamá a lo largo de toda su vida. En marzo de 1983 regresó a Panamá para una visita de tres semanas después de una ausencia de 12 años. Realizó entrevistas para EIR con el presidente de Panamá, con el Ministro de Relaciones Exteriores, y con el subgerente del Canal de Panamá, y luego publicó un estudio programático titulado “El Mundo Necesita un Nuevo Canal de Panamá a Nivel del Mar”. En agosto de ese año, Carlos entrevistó a un prominente mandadero panameño de los banqueros internacionales, Nicolás Ardito Barletta, quien en ese momento fungía como el Vicepresidente del Banco Mundial para América Latina. En la introducción de esa entrevista publicada por EIR, Carlos escribió: “En un almuerzo en el lujoso, y subsidiado, comedor ejecutivo del Banco Mundial, Barletta habló sobre su visión filosófica (el liberalismo británico), y sus teorías económicas (“todo lo que se puede vender en el mercado tiene valor”). Defendió su papel protagónico en la creación del centro bancario “off-shore” de Panamá, que según consta, es un hervidero de lavado de dinero ilícito, sobre las bases de que creaba riqueza”. Después de esa introducción, Barletta estaba hundido.
A finales de la década de 1980, cuando el gobierno nacionalista panameño de Noriega sufrió el asalto total de los banqueros de Wall Street y sus aliados de Washington, EIR publicó una devastadora denuncia de 90 páginas sobre la próxima invasión y golpe de Estado, un “Informe sobre la Crisis de Panamá”, escrita por Carlos Wesley y un grupo de colegas investigadores de EIR. A finales de la década de 1980 y hasta ya entrada la década de 1990, Carlos escribió una columna semanal para EIR, llamada “Informe de Panamá”.
Muchos de sus colegas recuerdan a Carlos de ese período, semana tras semana, sentado a todas horas del día y de la noche en una silla de respaldo recto (siempre le rehuyó a las elegantes sillas giratorias con apoyabrazos) escribiendo y escribiendo hasta que hubiera terminado su columna. Y luego la traducía al español. Otra imagen familiar de Carlos de la década de 1990 era la conferencia bianual de los Comités Laborales de LaRouche, turnándose en la cabina de interpretación en español con otros colegas. Excepto que mucho después de que los otros intérpretes tiraban la toalla, muy entrada la noche en el último panel (que era muy tarde, muchas veces), Carlos se quedaba e interpretaba hasta el fin, para beneficio de los cuantos contactos de habla hispana que permanecían, y para el registro histórico, puesto que todas esas presentaciones eran videograbadas tanto en inglés como en español. Y a la mañana siguiente Carlos regresaba para hacer lo mismo de nuevo.
Carlos no era ningún timorato ante el trabajo duro. .
Una segunda contribución intelectual importante de Carlos fue un grupo de discusión que organizó para leer Don Quijote de Cervantes, lo cual lo llevó a escribir un artículo que publicó en 2003, titulado “La alegría de leer el Quijote. Cómo Cervantes utilizó a un loco, a su tosco compañero campesino, y el método de la paradoja para terminar con los males de la España Habsburga”. Por cerca de tres años, unos 20 participantes se reunieron semanalmente para leer en voz alta el Quijote: jóvenes y viejos, hispanoparlantes natos y estudiantes principiantes del español por igual, podían escucharse muertos de la risa leyendo la obra maestra de Cervantes en el original español. Como escribió Carlos en ese artículo: “En una encuesta realizada en el 2002, algunos de los escritores más importantes del orbe, en representación de casi todos los continentes, desde África hasta Australia, Europa, Asia y las Américas, seleccionaron a El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha como la mejor novela del mundo. `Si hay una novela que debes leer antes de morir, ésa es Don Quijote’, dijo el escritor nigeriano Ben Okri. Esta opinión la comparte de todo corazón nuestro grupo de estudio”.
Carlos concluyó su maravillosa visita guiada a través de las ideas de la obra maestra de Cervantes, de la siguiente manera: “Y, de hecho, un reino es lo que Cervantes nos ha dado en su libro Don Quijote; uno que, esperemos, al haberle echado un vistazo en estas páginas, te sientas invitado a visitar de inmediato, para abrirlo, leerlo y disfrutarlo. Y la mejor forma, por supuesto, sería hacerlo en voz alta, con un grupo de amigos con los cuales compartir el amor y la risa, y el compromiso por cambiar”.
Sin embargo, el dominio de lenguajes de Carlos tenía límites. En primer lugar, él, como todos los demás, era completamente incapaz de descifrar su propia escritura, la que algunos creían era escrita en realidad en un idioma extranjero aún no conocido por el hombre. Y en cuanto al alemán, Carlos tenía más de una pequeña dificultad para pronunciar la palabra "Festschrift", así que se conformaba con "Frish-Frish", que funcionaba perfectamente bien en inglés y en español, en lo que a él respectaba. ¡Y ciertamente eso no lo detuvo para organizar una lluvia de mensajes para el Festchrift, la celebración conmemorativa del cumpleaños de Lyndon LaRouche!
Y luego, está la forma en que Carlos llevó la música clásica a Panamá. Después de uno de sus viajes anuales de fin de año a Panamá para visitar a familiares y amigos, Carlos regresó a Estados Unidos informando en estado de shock que no había ni una sola estación de radio de música clásica en Panamá. Así que al siguiente año, organizó a uno de sus amigos que dirigía un programa de radio en Panamá para que le diera un par de horas en el aire el 24 de diciembre, para presentar un programa de música clásica, que terminaba con la Novena Sinfonía de Beethoven conducida por Furtwängler. El programa fue un éxito fenomenal (la gente le escribió después con comentarios tales como “¡Nunca había escuchado música tan hermosa antes! ¡Sonaba como que los ángeles estaban cantando!”), que a partir de entonces Carlos realizó un programa de Navidad cada año por más de una década. Siempre hablaba un poco de cada pieza antes de tocarla, explicaba el concepto de estética de Schiller, informaba sobre la amistad duradera de Norbert Brainin con Lyndon LaRouche, y después anunciaba la siguiente videoconferencia de LaRouche.
Carlos se unió a los Comités Laborales de LaRouche en 1972, cuando estudiaba en la Universidad de Temple y se volvió miembro activo del local de Filadelfia. Se mudó al norte de Nueva Jersey a mediados de la década de 1970 y se unió al recién creado sector de Iberoamérica de los Comités Laborales en la ciudad de Nueva York, donde rápidamente se volvió un líder en todas las áreas de trabajo. En 1985 se mudó a Leesburg, Virginia, donde residió y trabajó como intérprete certificado en los tribunales y como organizador de LaRouche hasta su muerte. Deja a su esposa, tres hijos y a dos nietos, y a cientos de amigos y colegas políticos por toda Iberoamérica, Estados Unidos y en todo el mundo.
Como lo dijo un viejo amigo y camarada en armas, al escuchar sobre su muerte: Carlos Wesley es irremplazable.
—Dennis y Gretchen Small