Lyndon H. LaRouche, Jr.: 1922-2019, un talento bien empleado
Lyndon H. LaRouche, Jr., filósofo, científico, poeta, economista y estadista, falleció el martes 12 de febrero a la edad de 96 años. Era el día del nacimiento de Lincoln, un Presidente estadounidense a quien Lyndon LaRouche amaba y celebraba en sus escritos.
Quienes conocieron y amaron a Lyndon LaRouche saben que la humanidad ha sufrido una gran pérdida, y hoy nos consagramos de nuevo a hacer realidad las grandes ideas por las que le honrará la historia. Para quienes no lo conocieron o que han llegado a sus ideas solo en tiempo reciente, no hay mejor guía a su personalidad única que el propio LaRouche.
Esta es la manera en que habló sobre la vida en la Tierra en un discurso en una conferencia de 1988, en medio de una persecución política similar, en modo sorprendente, a la que vemos ahora contra un Presidente estadounidense en Estados Unidos: https://youtu.be/myJJpFr3FIk
LYNDON LAROUCHE [video]:
No hay ninguna parte de la sociedad, ningún grupo de electores que no tenga los mismos intereses. No hay pueblo de ninguna nación que tenga intereses diferentes que los de cualquier otra nación en este respecto. Hablamos del futuro de cientos de miles de millones de almas que no han nacido, sin cuyo éxito nuestras vidas no significan nada. Ese es el interés común que nos une a todos y cada uno de nosotros, de tal modo que no hay distinción entre ninguno de nosotros en esta cuestión, en esta causa, en este interés.
Si luchamos así, si luchamos con amor a la humanidad, pensando en especial en esos cientos de miles de millones de almas que esperan a nacer, y pensando también en esos cuyo martirio y sacrificio nos dio lo que era nuestro potencial y nuestra deuda con ellos, con respecto a lo que pasamos al futuro. Y pensamos de nuestras vidas no como algo que se vive de momento a momento, sino como una muy pequeña experiencia, con un principio, y no mucho después, un final. Y pensamos de nuestras vidas no como cosas que se viven por placer en si mismo y por si mismo, sino como una oportunidad para cumplir con un propósito, un propósito que se refleja en lo que legamos a esas cientos de miles de millones de almas que esperan por nacer, en su situación. De tal modo que, si en algún momento se nos fuese a interrumpir nuestra vida mortal al emplearla de este modo, que asegure la causa de esos cientos de miles de millones de almas por nacer, podemos caminar hacia la muerte con alegría, porque hemos completado nuestra vida, la hemos realizado. Quizás se nos ha negado la oportunidad de realizarla un poquito más, pero no obstante, la hemos realizado. La alegría de la vida, la verdadera alegría de la vida que se relaciona con lo que el Nuevo Testamento llama ágape en el original en griego, o caritas en latín, y caridad en la versión del rey Jacobo, como se menciona en I Corintios 13, la cualidad de ágape, la cualidad de caridad, la cualidad del amor sagrado, que nos une como individuos con los cientos de miles de millones de almas por nacer, por cuyo amor podemos dar nuestras vidas, y podemos caminar sonriendo con alegría, sabiendo que en un sentido, ellos nos aman también, aun cuando no hayan nacido todavía.
Eso da un sentido de la verdadera importancia de nuestras vidas, la verdadera alegría de ser un ser humano vivo. Y debemos trabajar unos con otros en el sentido de esa actitud hacia la humanidad, la humanidad histórica, la humanidad que, como una gran familia, que se debe a sus generaciones pasadas, y la presente le debe a sus generaciones futuras. El amor que une esa familia es, en relación a las obras, la expresión práctica de la fe, a partir de cuya fe, se deriva la fuerza para luchar y ganar esta guerra.
Si podemos hacer eso, estoy seguro de que ganaremos. Estoy mejor situado que la mayoría para entender las leyes de la naturaleza y la ley natural en general, y para entender tales conceptos recónditos como el tiempo absoluto y cosas por el estilo. Y puedo entender quizás más fácilmente que la mayoría, cómo es que la fe que se expresa de este modo, de un modo práctico, tiene la seguridad de éxito. Somos pequeños cada uno, somos cada uno individuos. Pero si sabemos que estamos unidos, que estamos unidos para este efecto, entonces sabemos que lo que hagamos cada uno como individuo, unidos de este modo, será la causa para prosperar.
Así, en este momento terrible de la humanidad, cuando se nos amenaza con quitarnos la civilización que hemos conocido por cientos de años, en los próximos dos a diez años o más, corremos el riesgo de perder la civilización. Pero también tenemos la posibilidad de una solución heroica a esta crisis, de llegar a ser las generaciones que, en nuestro tiempo, frente a la copa de Getsemaní, la aceptaron, y de este modo perpetuaron, en la imitación de Cristo, la causa de la salvación de almas futuras.
Un año después, luego de ser enviado a prisión, en ocasión del aniversario del nacimiento de Martin Luther King el 17 de enero de 1990, escribió:
Quienes nos encontramos en Getsemaní —un Getsemaní en donde nos dicen que debemos asumir un papel de liderazgo con nuestros ojos puestos en Cristo en la cruz— a menudo tenemos la vivencia de algo que, desafortunadamente, la mayoría de la gente no la tiene. Nosotros propendemos a mirar las cosas desde un punto de vista diferente. Antes de intentar de ubicar el cómo veo el período reciente, y el período inmediato frente a nosotros, debo tratar de comunicar cuál es mi punto de vista, un punto de vista que yo sé lo comparten en algún grado de mucha aproximación quienes han ido a Getsemaní con la visión de la cruz en sus ojos, “Él lo hizo, ahora se me dice que yo debo, también, seguir su camino”.
Lo que yo sugiero a menudo, al tratar de explicar esto a una persona que no lo ha experimentado, es decir: ”Imagina un momento 50 años después de que hayas muerto. Imagina en ese momento, 50 años adelante, que puedes llegar a ser conciente y ver en retrospectiva la totalidad de tu vida mortal, desde el principio hasta el final. Y en vez de ver esa vida mortal como una sucesión de vivencias, la ves como una unidad. Imagina que enfrentas la cuestión con relación a esa vida mortal, preguntando: ‘¿Fue necesaria esa vida en el plan total del universo y de la existencia de la humanidad; fue necesario que yo haya nacido a fin de llevar esa vida, la suma total de esa cantidad de años entre el nacimiento y la muerte? ¿Hice yo algo, o representó mi vida algo, que fuese de provecho positivamente para las generaciones presentes, e implícitamente para las generaciones futuras después de mí?’. Si así fue, entonces debo haber caminado por esa vida con alegría, sabiendo que cada momento fue precioso para toda la humanidad, porque lo que yo hacía al vivir, fue algo que necesitaba toda la humanidad, algo provechoso para toda la humanidad”.
Luego, al hablar sobre el genio singular de Martin Luther King en enero de 2004, LaRouche dijo: https://youtu.be/yrleyG_ZN6c
Todos somos mortales. Y al despertar en nosotros las pasiones, mientras estamos vivos, que nos impulsan a hacer el bien, debemos de tener un sentido de que nuestra vida, y la consumación de nuestra vida, el empleo de nuestros talentos, va a significar algo para las generaciones venideras. La mejor gente busca cosas, como Moisés, que van a suceder cuando ya no estén aquí para disfrutarlas. Es esta sensación de inmortalidad. Es la razón por la cual los padres, en mejor medida, se sacrifican por sus hijos. Es la razón por la cual las comunidades se sacrifican por la educación de sus hijos, para darle oportunidades a sus hijos. Atraviesas los dolores del sufrimiento y de las carencias, pero tienes la sensación de que te diriges a un lugar, que tu vida va a significar algo. Que puedes morir con una sonrisa en tu cara: Has conquistado a la muerte. Has empleado tus talentos sabiamente, porque la vida significará algo mejor para las generaciones por venir.