RESEÑA DE UN LIBRO
Cómo la pandemia asestó al plan del “Gran Reajuste” un choque de realidad
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Este artículo se publicó en la edición del 12 de febrero de 2020 de Executive Intelligence Review.
COVID-19: The Great Reset
(COVID-19: El gran reajuste)
por Klaus Schwab y Thierry Malleret
Ginebra. Foro Económico Mundial; 9 de julio de 2020
Libro de bolsillo, 282 páginas, $10.99; ebook, $4.99
23 de enero -- Con la aparición como invitada de Greta Thunberg el año pasado, quedó claro que el espectáculo anual del Foro Económico Mundial (FEM) en Davos no es solo una reunión de los ricos del mundo. Reúne a los ideólogos ambientalistas "verdes" más influyentes, los que idearon la descarbonización de la economía y planificaron el "Trato Verde" ecologista, y que más recientemente han estado promoviendo el "Gran Reajuste".
Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial, no oculta el hecho de que su amigo el príncipe Carlos ha sido una especie de visionario de esta ilustre sociedad durante años. El 5 de junio de 2020, el príncipe declaró en el Canal de YouTube de la Familia Real que la pandemia de COVID-19 ofrece una oportunidad de oro para implementar su gran visión de la transformación ecológica del mundo: “Es una oportunidad que nunca antes habíamos tenido y que tal vez nunca volvamos a tener”. ¿En serio?
Sin embargo, un mes después, el libro titulado COVID-19: The Great Reset (COVID-19: El gran reajuste), de Schwab y Thierry Malleret, publicado el 9 de julio de 2020, transmite en gran parte una impresión muy diferente, a saber, que el inesperado choque con la realidad está causando una gran preocupación en los círculos maltusianos. Crece el temor legítimo de que, debido a la pandemia, la comunidad internacional considerará que la histeria climática y el crecimiento cero están desfasados, y más bien se concentrará en lo que diferencia al hombre del conejo: el espíritu de innovación, de progreso y desarrollo hacia una nueva era. La gente se vuelve con razón a los gobiernos para que ejerzan sus facultades soberanas y sus responsabilidades para el bienestar público, y rechazan la destructiva agenda verde.
Con esto en mente, es instructivo reseñar COVID-19: The Great Reset. Cabe destacar que el programa para la semana de la “Agenda Davos” FEM 2021, del 25 al 29 de enero, no infla el Gran Reajuste. Tampoco el próximo libro de Schwab, programado a salir el 27 de enero, Stakeholder Capitalism: A Global Economy that Works for Progress, People and Planet (Capitalismo participativo: Un economía global que trabaja por el progreso, el pueblo y el planeta). Vemos aquí un intento de cambiar la marca del veneno.
Pandemia: choque con la realidad
La introducción a COVID-19: The Great Reset ya plantea que:
Históricamente, las pandemias han puesto a prueba a las sociedades en su esencia; la crisis de COVID-19 de 2020 no será una excepción... Los cambios [que siguieron a la Peste Negra del siglo 14] fueron tan diversos y generalizados que llevaron al fin de una era de sumisión, poniendo fin al feudalismo y la servidumbre y dando paso a la era de la Ilustración. En pocas palabras: la Peste Negra puede haber sido el comienzo no reconocido del hombre moderno...
Luego viene una cita de Henry Kissinger, tomada del diario The Wall Street Journal de abril de 2020:
Las naciones se cohesionan y prosperan con la creencia de que sus instituciones pueden prever la calamidad, detener su impacto y restaurar la estabilidad. Cuando termine la pandemia de COVID-19, se percibirá que las instituciones de muchos países habrán fracasado.
En la página 76 del libro, encontramos:
Esto será particularmente cierto para algunos países ricos dotados de sofisticados sistemas de salud y sólidos activos en investigación, ciencia e innovación, donde los ciudadanos se preguntarán por qué sus autoridades lo hicieron tan mal en comparación con otros. En estos, la esencia misma de su tejido social y sistema socioeconómico puede emerger y ser denunciado como el verdadero culpable, culpable de no garantizar el bienestar económico y social de la mayoría de los ciudadanos...
A diferencia de muchos otros que hacen la vista gorda a la realidad, los círculos en torno a Schwab reconocen abiertamente que muchos países asiáticos han tenido mucho más éxito en lidiar con la crisis. En la página 77, el libro dice:
Sin embargo, y en conjunto, los países que obtienen mejores resultados comparten los siguientes atributos generales y comunes:
Estaban preparados para lo que se avecinaba (a nivel logístico y organizativo).
Tomaron decisiones rápidas y concluyentes.
Tienen un sistema de salud inclusivo y rentable.
Son sociedades de alta confianza en las que los ciudadanos confían tanto en el liderazgo como en la información que brindan.
Bajo presión, parecen mostrar un verdadero sentido de solidaridad, favoreciendo el bien común sobre las aspiraciones y necesidades individuales.
El mayor miedo verde:
El regreso del “Gran” Gobierno
En la página 89 de COVID-19: The Great Reset, los autores Schwab y Malleret citan las palabras de John Micklethwait y Adrian Wooldridge tomadas de un artículo de Bloomberg del 12 de abril de 2020, "El virus debería despertar a Occidente":
La pandemia de COVID-19 ha vuelto a hacer que el gobierno sea importante. No solo poderoso de nuevo, sino también vital de nuevo... Importa enormemente si tu país tiene un buen servicio de salud, burócratas competentes y finanzas sólidas. El buen gobierno es la diferencia entre vivir y morir.
Micklethwait es el director de Bloomberg News y Wooldridge es director administrativo y autor de la columna "Bagehot" de la revista The Economist.
Schwab y Malleret continúan luego:
Una de las grandes lecciones de los últimos cinco siglos en Europa y Estados Unidos es la siguiente: las crisis agudas contribuyen a impulsar el poder del Estado. Siempre ha sido así y no hay ninguna razón por la que deba ser diferente con la pandemia de COVID-19.
Para comprender tales aseveraciones, uno debe saber que la maquinaria de propaganda por el crecimiento cero de los últimos 30 años se construyó íntegramente en redes supranacionales, en particular en instituciones financieras internacionales y sus grupos de presión, así como en compañías multinacionales y un ejército de organizaciones no gubernamentales. Al Estado nacional, que debe estar comprometido sobre todo con el bienestar de sus ciudadanos, se le asignó un papel subordinado, como se admite libremente en lo siguiente:
En las décadas transcurridas (en el mundo Occidental) el papel del Estado se ha reducido considerablemente. Esta es una situación que está destinada a cambiar porque es difícil imaginar cómo un choque exógeno de tal magnitud como el infligido por COVID-19 podría abordarse con soluciones puramente basadas en el mercado. Casi de la noche a la mañana ya el coronavirus logró alterar las percepciones sobre el complejo y delicado equilibrio entre los ámbitos privado y público a favor de este último. Ha revelado que el seguro social es eficiente y que transferir una cantidad cada vez mayor de responsabilidades (como la atención médica y la educación) a las personas y los mercados puede no ser lo mejor para la sociedad. En un cambio repentino y sorprendente, la idea, que habría sido un anatema hace apenas unos años, de que los gobiernos pueden promover el bien público, mientras que las economías fuera de control sin supervisión pueden causar estragos en el bienestar social, ahora puede convertirse en la norma. En el cuadrante que mide el continuo entre el gobierno y los mercados, la aguja se ha movido decisivamente hacia la izquierda. (Página 91)
Continuando en la página 92:
Por primera vez desde que Margaret Thatcher capturó el espíritu de una época al declarar que "no existe tal cosa como la sociedad", los gobiernos tienen la ventaja. Todo lo que se presente en la era post pandemia nos llevará a repensar el papel del gobierno.
Sin nombrar directamente a Franklin Delano Roosevelt, Schwab y Malleret llegan a advertir de la posibilidad de que la pandemia provoque algo similar a lo ocurrido en Estados Unidos en la década de 1930, que, para la mafia financiera, es el peor escenario imaginable. Franklin Roosevelt le dio prioridad a la economía real y restringió las operaciones financieras. El libro dice:
Mirando hacia el futuro, lo más probable es que los gobiernos decidan, pero con diferentes grados de intensidad, que lo mejor para la sociedad es reescribir algunas de las reglas del juego y aumentar permanentemente su papel. Como sucedió en la década de 1930 en Estados Unidos, cuando el desempleo masivo y la inseguridad económica se abordaron de manera progresista con un papel más amplio del gobierno, hoy es probable que un curso de acción similar caracterice el futuro previsible... (Página 93)
La pandemia desplaza el miedo al cambio climático
El libro lamenta que la pandemia haya desplazado al tema orquestado del cambio climático, y que este desplazamiento no va a desaparecer pronto:
La pandemia está destinada a dominar el panorama político durante años, con el grave riesgo de que pueda eclipsar las preocupaciones ambientales. En una anécdota reveladora, el centro de convenciones de Glasgow donde debería haber tenido lugar la Cumbre de la COP-26 de la ONU en noviembre de 2020, se convirtió en abril en un hospital para pacientes con COVID-19. Las negociaciones climáticas ya se han retrasado y las iniciativas políticas se han pospuesto, lo que fomenta la narrativa de que, por mucho tiempo, los líderes gubernamentales solo prestarán atención a la gama multifacética de problemas inmediatos creados por la crisis pandémica. (Página143)
Continuando en la página 144:
En realidad, lo que ocurra con la lucha contra el cambio climático en la era post pandemia podría ir en dos direcciones opuestas.
1. La primera corresponde a la narrativa anterior: las consecuencias económicas de la pandemia son tan dolorosas, difíciles de abordar y complejas de implementar que la mayoría de los gobiernos de todo el mundo pueden decidir dejar de lado "temporalmente" las inquietudes sobre el calentamiento global para concentrarse en la recuperación económica. Si ese es el caso, las decisiones de política apoyarán y estimularán las industrias de emisiones de carbono y de combustibles fósiles pesados subvencionándolas. También van a desmantelar las estrictas normas ambientales consideradas un obstáculo en el camino hacia una rápida recuperación económica y alentarán a las empresas y los consumidores a producir y consumir tanto como sea posible.
2. El segundo está impulsado por una narrativa diferente, en la que las empresas y los gobiernos se envalentonan con una nueva conciencia social entre grandes segmentos de la población en general de que la vida puede ser diferente, y es empujada por los activistas: hay que aprovechar el momento para aprovechar esta ventana de oportunidad singular para rediseñar una economía más sostenible para el bien de nuestras sociedades.
El Foro de Davos impulsará la segunda vía. Lo que ellos llaman “el bien mayor de nuestras sociedades”, o “capitalismo participativo”, es en realidad un fascismo de crecimiento cero. En la segunda parte del libro, Schwab y Malleret nos informan de cómo pretenden invertir en activismo, y utilizan mentiras y nuevas medidas de control para ese fin, porque de lo contrario ellos están acabados.
Nuestra tarea es asegurarnos de que ese maltusianismo se termine de una vez por todas. Necesitamos controlar la pandemia mediante el progreso y abrir un nuevo período de desarrollo para la humanidad.
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