La marcha de BlackRock hacia el poder mundial
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Este artículo se publicó en la edición del 12 de febrero de 2020 de Executive Intelligence Review.
29 de enero— Desde la abolición oficial en 1999 de la Ley Bancaria de 1933 del Presidente Franklin Roosevelt (la ley Glass-Steagall que imponía una separación estricta entre los bancos comerciales y de depósitos por un lado, a cargo de mantener nuestros ahorros y dinero a salvo evitando riesgos; y los bancos de inversión por otro, que pagaban por los riesgos que tomaban en los mercados sumamente volátiles) han triunfado los bancos de inversión de manera absoluta. Los bancos gigantes como JPMorgan Chase y Goldman Sachs, que han proporcionado y contratado a los funcionarios públicos de mayor jerarquía, uno tras otro, se han convertido en los dirigentes del mundo.
Sin embargo, tras el famoso “momento Lehman” de 2008, se aprobaron ciertas normas elementalmente prudentes para prevenir una especulación excesiva y riesgos sistémicos. Los abogados de Wall Streets y los codiciosos tiburones del dinero, por supuesto, inventaron maneras astutas para rodear estos obstáculos. Armados con súper poderosas computadoras con algoritmos sofisticados, los tres gigantes “gestores de activos”, las corporaciones financieras a la sombra conocidas como “las tres grandes” (BlackRock, Vanguard y State Street), se convirtieron en los reyes del momento. He aquí cómo sucedió.
Como en el Silicon Valley, los algoritmos deciden
Desde 2008, las nuevas tecnologías han transformado el mundo financiero. Primero, la espectacular mejora de las tecnologías de computación, notablemente el desarrollo de la tecnología de Negociación de Alta Frecuencia (HFT, por sus siglas en inglés), ha llevado a muchos inversores privados, así como institucionales, a desviar el capital de los fondos de inversión de gestión “activa”, a los fondos mutuales indexados de gestión “pasiva” (por computadoras) y los “fondos cotizados en bolsa” (ETF, por sus siglas en inglés).
Mientras que le gestión activa requiere de corredores de bolsa y gestores de fondos que se esfuerzan por comprar acciones que van a conseguir mejores resultados que otros, la gestión “pasiva” (con el uso de algoritmos matemáticos), resulta que funciona mejor, es más segura y más barata. Cuando los mercados de valores suben de manera constante, rastrear una cesta de valores estables con un algoritmo devuelve mejores rendimientos que con la intuición de los analistas. Las investigaciones académicas a menudo demuestran esto.
Las tres grandes
Entre 2008 y 2015, los inversores vendieron sus tenencias en fondos de inversión de fondos mutuales de renta variable gestionados “activamente” con un valor de casi $800 mil millones de dólares, y al mismo tiempo compraban fondos gestionados “pasivamente” por la considerable cifra de $1 billón de dólares, un giro histórico sin precedentes en el comportamiento de la inversión.
De manera decisiva, esta enorme y creciente industria de la “gestión pasiva” quedó bajo el dominio de las Tres Grandes: BlackRock, Vanguard y State Street.
Fundada en 1988, inicialmente como firma de gestión de riesgo y activos con cierto énfasis en la gestión de activos institucionales de renta fija, BlackRock Inc., la empresa con sede en Nueva York, es el mayor gestor de activos del mundo, con $8,67 billones de dólares en activos bajo su gestión para enero de 2021. Para BlackRock, sus “instrumentos” de índices representan más de $5 billones de dólares de ese total.
Justo detrás de BlackRock, encontramos a Vanguard Group, otro asesor de inversión asentado en EU con unos $6,2 billones de dólares en activos globales bajo su gestión para el 31 de enero de 2020.
Y por último, la firma con sede en Boston, State Street Global Advisors (SSGA), es otra compañía de gestión de activos, con $ 3,1 billones de dólares bajo su gestión. SSGA es una división de State Street, con $36,64 billones de dólares en custodia, el segundo mayor “banco depositario” o banco custodio del mundo, una institución financiera especializada, responsable de salvaguardar los activos financieros de una firma o de un individuo, y que no participa en la banca comercial “tradicional” o del consumidor minorista.
Por supuesto, comparado con el mayor banco de Estados Unidos, JP Morgan Chase, que tiene en sus balances $3,1 billones de dólares en activos, BlackRock, con $165 mil millones de dólares de activos en sus balances, podría parecer diminuto. Pero es a través, no de los activos de su propiedad, sino de los “activos bajo su gestión”, que las Tres Grandes de la industria de “servicios financieros” se colocan en el centro mismo del poder financiero global. Consideradas en su conjunto, hoy las Tres Grandes administran unos $18 billones de dólares, casi $3 billones de dólares más que el PIB de un país que está cerca de convertirse en la principal potencia económica mundial: ¡China!
La principal fuente de esta gestión de activos son los fondos de pensiones, principalmente los de los empleados de los gobiernos estatales de California y Nueva York. Todos tienen pensiones financiadas y esperan ver que sus ahorros, ya complementados por su empleador, florezcan en los mercados financieros, bajo gestión.
De Blackstone a BlackRock
BlackRock es un retoño del Grupo Blackstone (TBG, por sus siglas en inglés) una compañía de gestión de “inversión alternativa” fundada en 1985 por Peter G. Peterson, antiguo Director Gerente de Lehman Brothers, y Stepehn A. Swarzman. Peterson, ex Secretario de Comercio, siempre ha estado al frente de la campaña para recortar o privatizar el Seguro Social.
Dos años después de fundar el Grupo Blackstone, en 1987, TBG le otorgó una línea de crédito de $5 millones de dólares a Larry Fink y Ralph Schlosstein a cambio de un 50% de la participación en bonos de negocios, para crear una nueva compañía; Schlosstein había dirigido la división de valores respaldados por hipotecas en First Boston y Lehman Brothers. Peterson creyó en la visión de Fink de una firma dedicada a la gestión del riesgo. La firma que Peterson ayudó a crear, antes de adoptar el nombre de BlackRock en 1992, fue Blackstone Financial Management. Los negocios se hicieron rentables en meses. En el First Boston, Fink y su equipo habían sido pioneros en el mercado de valores respaldados por hipotecas (MBS, por sus siglas en inglés), un tipo de derivado financieros de alto riesgo completamente desacoplados de la economía real, un tipo de activos que Warren Buffett etiquetó correctamente en su momento como “armas financieras de destrucción masiva”.
Al pasar a la inversión pasiva, el crecimiento de BlackRock se puso "en esteroides", según dice Greggory Warren, analista de Morningstar Inc. BlackRock se ha convertido hoy en día en el mayor emisor mundial de fondos cotizados en bolsa (ETF, por sus siglas en inglés); fue pionero en bonos basura; y a pesar de que no es banco, a menudo se le ha denominado como el "banco a la sombra" más grande del mundo.
Hoy, BlackRock emplea a 13.900 personas repartidas en 30 países, con la tarea de vender instrumentos financieros o de inversión en compañías nuevas. En 2009, BlackRock, junto con la City de Londres, adquirió Barcalys Global Investors en un acuerdo que incluía el negocio del ETF iShares de Barclays; y tres años antes de eso, la firma adquirió Merrill Lynch Investment Management. Con las ganancias obtenidas por la venta de asesoramiento financiero a los fondos de pensiones e inversores institucionales, BlackRock compró acciones de 17.000 compañías y firmas, no solo en Estados Unidos sino a nivel mundial, y nunca dejan de votar en cada junta de accionistas. El periodista francés, Grégoire Favet escribió:
Tan pronto como BlackRock aparece como uno de tus accionistas, tu compañía destaca de la multitud y gana un gran prestigio. Cuando eres Larry Fink, puedes hablar de tú a tú con el director del FMI o con un jefe de Estado. El señor Fink ya ha sido recibido dos veces en el Eliseo desde la elección de Emmanuel Macron.
Por tanto, las Tres Grandes constituyen el mayor accionariado de todas las corporaciones de EU y son los mayores accionistas de cada una del 88% de las firmas del S&P 500.
Solo en Francia, estos fondos representan del 5% al 10% del accionariado, a través de una serie de filiales, de Eiffage, Danone, Vinci, y Lagardeère, y también de Renault, Peugeot, Société Générale, Axa, Vivendi, Total, Sanofi, Legrand, Schneider Electric, Veolia, Publicis, etc. BlackRock es accionista, a menudo el principal, de al menos 172 de las 525 empresas francesas listadas en el mercado de valores francés, el CAC.
La lámpara mágica de Aladino
Para entender la razón de este espectacular ascenso de BlackRock, uno tiene que ser consciente de que la clave del comercio “pasivo” de índices, deriva directamente de la poderosa tecnología de computación para evaluar los riesgos en tiempo real. La gestión de riesgo se volvió el fundamento y piedra angular de toda la plataforma de la firma. Para llegar ahí, en 2000 BlackRock lanzó BlackRock Solutions (BRS), la división de gestión de riesgo de la firma, que desarrolló un sistema electrónico llamado Aladdin, el acrónimo de “Asset, Liability, Debt and Derivative Investment Network” (Red de inversiones en activos, pasivos, deuda y derivados). Esta aplicación electrónica (un grupo de 6.000 servidores de alto rendimiento que monitorean constantemente cerca de $18 billones de dólares, o el 8% de los activos financieros a nivel mundial) rastrea, en tiempo real, unas 30.000 carteras de inversión, incluyendo la de BlackRock, junto a las de los competidores, bancos, fondos de pensiones y aseguradoras.
Gracias a este sistema de computación altamente sofisticado que lo maneja un ejército de 2.000 matemáticos y especialistas en Tecnologías de la Información, BlackRock, en una operación conjunta con Google, han cambiado parte de sus inversiones de los analistas humanos a los algoritmos de su plataforma de inteligencia artificial.
Equipado con esta poderosa herramienta analítica, y teniendo acceso, como accionista principal, a los balances de una gran parte de las economías occidentales, se ha recurrido cada vez más a BlackRock para que asesore a los gobiernos en situaciones de crisis.
En mayo de 2009, cuando todavía la crisis financiera todavía se veía inmanejables, BlackRock, junto con los principales abogados de Wall Street de Sullivan & Cromweel y otros que diseñaron jurídicamente la mayoría de las fusiones y adquisiciones de alto riesgo de Wall Street, fueron contratados por el Departamento del Tesoro de EU, no para liquidar, sino para rescatar (es decir, analizar, devanar, y valorar) los activos hipotecarios tóxicos propiedad del banco de inversiones Bear Stearns, de la mayor aseguradora del mundo American International Group (AIG), de Freddie Mac, Morgan Stanley, Citigroup, y otras firmas financieras que estaban estirando la pata después de octubre de 2008.
Solo el programa Aladdin de BlackRock fue “capaz de analizar los riesgos de inversión en cualquiera de los valores, para destacar dónde vender bonos para atraer el mejor precio, rastrear todas las transacciones, reunir todos los datos, y tener la información vital a mano para los inversores”, explicó el Financial Times.
Aprovechándose del pánico, y por supuesto a un buen precio, BlackRock puso Aladdin a disposición de otros financieros, instituciones y, cada vez más, de gobiernos. De ahí que BlackRock consiguiera un contrato para monitorear Fannie Mae y Freddie Mac, las instituciones públicas de crédito hipotecario que acababa de rescatar el gobierno federal.
Por ejemplo, tanto Vanguard como State Street Global Advisors, las otras dos firmas de las Tres Grandes, son usuarios de Aladdin, al igual que la mitad de las 10 principales aseguradoras por activos, así como el fondo de pensiones del gobierno de Japón de $ 1,5 billones de dólares, el más grande del mundo. Apple, Microsoft y la empresa matriz de Google, Alphabet, las tres empresas en bolsa más grandes de EU, dependen de Aladdin para administrar cientos de miles de millones de dólares en sus carteras de inversión de tesorería corporativa.
Auditar a nombre del sector público, invertir en el sector privado: dos sombreros por sí mismos evidentemente incompatibles. Tan pronto como en 2009, los representantes electos comenzaron a cuestionarse. Por ejemplo, el senador republicano Charles Grassley preguntó:
¿Cómo es que solo una compañía está cualificada para gestionar estos activos recuperados por el gobierno? Tienen acceso a la información sobre cuándo la Reserva Federal tratará de vender valores y a qué precio. Y cultivan relaciones financieras altamente desarrolladas con gente de todo el mundo. El potencial para un conflicto de intereses es grande y es complicado de regular.
Hasta el Presidente Donald Trump, en marzo de 2020, cuando la pandemia de la COVID-19 empezó a golpear la economía de EU, llamó a Larry Flink para asesoramiento.
Cabildeo y Política
En Europa, siguiendo el ejemplo de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo acudió a BlackRock para realizar pruebas de estrés a los bancos europeos, incluyendo a los bancos en los que tenía acciones. A comienzos de 2018, se prorrogó este contrato. Danièle Nouy, directora de la Junta de Supervisión del BCE, dijo que en 2016, el BCE había pagado €8,2 millones de euros por el trabajo. En términos financieros, para un gigante como BlackRock, es muy poco. “Trabajar para los bancos centrales de Países Bajos, España, Irlanda, Chipre o Grecia aporta algo más emocionante que el dinero: información”, señala Wolf Street, el sitio web bien informado dirigido por el ex operador de corretaje Wolf Richter.
BlackRock siempre ha dicho que gestiona cuidadosamente los potenciales conflictos de intereses a través de una “muralla china” que separa sus negocios de consultoría, del negocio de gestión de activos. Una promesa, que, por supuesto, solo se la tragan los que son suficientemente idiotas como para creérselo. En realidad, el BCE no tiene ningún poder sobre esta compañía. El argumento de BlackRock es simple: no operamos con apalancamiento; no actuamos como bancos, por lo que no tenemos que ser regulados como una institución sistémica.
En Europa, encontramos a BlackRock como auditor de bancos contratado por las autoridades reguladoras y como un consultor para Estados sobre privatización. En el otoño de 2017, fue invitado por el gobierno francés para formar parte del Comité Action Publique 2022 (CAP 2022), una especie de segunda comisión Attali, encargada de esbozar los contornos futuros del Estado francés. Tras bastidores, en Europa, la firma está muy ocupada contrarrestando cualquier intento de aumentar la regulación de las grandes compañías financieras.
Para consolidar su poder mundial, BlackRock invierte cada vez más en políticos. Así como hizo Goldman Sachs cuando contrató a Peter Sutherland, el ex jefe de la Organización Mundial del Comercio; a Manuel Barroso, el ex presidente de la Comisión de la UE; o a Mario Draghi, ex presidente del BCE; BlackRock ha puesto sus miras en Europa y gasta enormemente para reclutar a figuras políticas de primera línea que poseen grandes agendas de contactos. De manera notable, esto incluye al fallido sucesor de la Canciller Merkel, Friedrich Merz; al ex presidente del Banco Nacional Suizo, Philip Hildebrand; al ex-ministro de finanzas del Reino Unido George Osborne; o a Paschalis Bouchoris, el ex-jefe del programa de privatización griego. Larry Fink puede volar a Europa en menos de cinco horas para reunirse con la mayoría de los Presidentes de la UE, Primeros ministros, y directores gerentes de grandes corporaciones empresariales.
Para Biden, solo importa la vida de BlackRock
Sin duda, la reunión de la agenda del "Gran reajuste" de Davos de este año ha acelerado la transición hacia las finanzas verdes. Que el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien ha hecho del Gran Trato Verde su política, haya elegido a varios funcionarios de alto nivel de BlackRock para que formen parte de su gobierno, no es ninguna sorpresa.
Como informó The Intercept en 2016, Larry Fink, apostando a que Hilllary Clinton ganaría las elecciones:…reunió en su empresa un verdadero gobierno en la sombra lleno de ex funcionarios del Departamento del Tesoro. Fink ha dejado claro su deseo de convertirse en secretario del Tesoro algún día. El gobierno de Obama lo tenía en la lista corta de candidatos para reemplazar a Timothy Geithner. Cuando eso no se materializó, atrajo a varios miembros de anteriores Departamentos del Tesoro a puestos de alto nivel en la compañía, en un intento de mejorar las perspectivas de hacer realidad su sueño en un futuro gobierno de Clinton.
Hillary Clinton, por su parte, por supuesto, nunca descartó un secretario del Tesoro procedente de Wall Street. El equipo de Fink, ya preparado, estaba disponible para mudarse de Wall Street a Washington.
The Intercept aprovechó la ocasión para denunciar la "gestión de activos":
Los administradores de activos no empaquetan ni venden productos financieros dudosos como los bancos de inversión, y no operan con dinero prestado como los fondos de cobertura, por lo que generalmente se les considera más restringidos y menos reacios a la regulación que sus colegas en esas industrias relacionadas. Pero están incrustados en el sistema financiero más amplio como voraces compradores de valores... Puede ser que ellos no crean el riesgo, pero poseen gran parte de él... El tema de si las firmas compradoras de activos como BlackRock representan un riesgo sistémico para el sistema financiero es objeto de cierto debate. Algunos creen que los administradores de activos podrían desencadenar problemas si no pagan a las contrapartes o si se ven obligados a realizar una venta repentina de sus activos.
[Pero Fink y BlackRock] presionaron con fuerza para resistirse con éxito a la designación de los gestores de activos como instituciones financieras de importancia sistémica (o SIFI), que estarían sujetas a regulaciones adicionales, como mayores requisitos de capital.
En oposición directa a la lucha del movimiento Lyndon LaRouche, "Fink también se opone a los esfuerzos para restablecer el cortafuegos Glass-Steagall entre los bancos de inversión y los comerciales, al igual que [Hillary] Clinton", escribió The Intercept. El restablecimiento de la Ley Glass-Steagall allanaría el camino para un renacimiento económico e industrial en Estados Unidos y en todo el mundo.
Lo que BlackRock no pudo imponer bajo el gobierno deTrump, ahora espera implementarlo con el gobierno de Biden. Para empezar, Biden nombró al abogado Adewale "Wally" Adeyemo, ex jefe de personal de Larry Fink, como subsecretario del Tesoro, es decir, como el número dos de Janet Yellen, ex presidente de la Reserva Federal de Obama. ¡Desde el principio, los donantes de Biden habían sugerido ¡que nombrara a Larry Fink como Secretario del Tesoro! Simbólicamente, era probablemente un poco demasiado controvertido para empezar.
Adeyemo, que nació en Nigeria pero creció en California, primero trabajó como director editorial del “Proyecto Hamilton”, un grupo de expertos económicos dependiente de la Brookings Institution creado por el confidente de Obama, Peter Orszag, del banco de inversión Lazard Frères. Adeyemo también es miembro del círculo de sepultureros de la Ley Glass-Steagall, entre los que se encuentran Larry Summers, Timothy Geithner, Robert Rubin y Eric Schmidt del grupo Alphabet (Google). Adeyemo luego se convirtió en subjefe de personal de Jack Lew en el Departamento del Tesoro. Luego operó como negociador principal del importante acuerdo de libre comercio ultra liberal llamado Asociación Transpacífico. Bajo el mandato de Obama, en 2015, fue nombrado Adjunto del Asesor de Seguridad Nacional para Economía Internacional y subdirector del Consejo Económico Nacional. Luego se volvió el primer presidente de la Fundación Obama.
Luego, Biden nombró a Brian Deese director del Consejo Económico Nacional. En el sitio web de BlackRock, el CV de Deese dice lo siguiente:
Brian Deese, Director Gerente [de BlackRock], es el director global de Inversión Sostenible en BlackRock. El equipo de Inversión Sostenible se centra en identificar los impulsores del rendimiento a largo plazo asociados a cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza, integrándolos en todos los procesos de inversión de Blackrock y creando soluciones para que nuestros clientes logren una rentabilidad sostenible en su inversión. Anteriormente, Brian trabajó en la Casa Blanca durante la presidencia de Obama, donde fue el asesor principal del Presidente para la política climática y energética, y ayudó a negociar el Acuerdo Climático de París y otras iniciativas nacionales e internacionales.
En tercer lugar, Michael Pyle, un veterano del gobierno de Obama que también trabajó en política económica en la campaña presidencial de Hillary Clinton y a quien mencionamos antes; fue postulado como economista jefe de la vicepresidente Kamala Harris.
En un principio Joe Biden contemplaba incluso postular a Tom Donilon, presidente del BlackRock Investment Institute (BII) como jefe de la CIA, pero eso no se materializó. Tom Donilon, además de ser hermano del principal asesor de medios de Biden, Mike Donilon, es miembro de la Comisión Trilateral, el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) y del Consejo Ejecutivo de la secreta Sociedad Bilderberg.
Como se documenta en los otros artículos de este informe especial, BlackRock está trabajando horas extras para incorporar a un Biden dispuesto al plan genocida británico de "ecologizar" las finanzas del mundo, no para salvar el clima, sino para salvar su condenado y ya colapsado imperio de “activos” de deuda y capital ficticio.
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