Estudios estratégicos
Los bioconservadores te embaucan con el
etanol
Etanol es sólo otro nombre para decir
‘guerra’
por Creighton C. Jones, miembro del LYM
“La equivalencia de mano derecha y mano izquierda puede considerarse
como una propiedad geométrica del espacio euclidiano
tridimensional”, escribió el famoso académico ruso Vladimir
Vernadsky, al ponderar el carácter de un espacio sin conocimiento y sin
vida, quizás como en una presciencia de quienes quisieran inducir a
nuestra población a tirarse de cabeza en toneles de alcohol de
maíz. Así como el edificio de una “Tierra plana” del
sofista Euclides carece de vida y cognición, y donde la izquierda y la
derecha están en equilibrio, lo mismo pasa en el mundo de los que Lyndon
LaRouche ha hecho bien en llamar “ibiotas”. Una suerte de mundo
laputense donde poner comida en el tanque de gasolina y desencadenar una guerra
mundial adornada con armas atómicas son estrategias para salvar el medio
ambiente: tal es el mundo de los “ibiotas”.
Y hablando de idiotas, a los que saben de veras quién y qué
impulsa el timo de los biocombustibles no les sorprende que George Bush, en su
último discurso a la nación, apoyara el etanol y otros aspectos de
lo que se malinterpreta como el “programa ambientista de
izquierda”.
Una tragicomedia de ‘izquierda y
derecha’
La mayoría de los actores de esta tragicomedia en la que la
izquierda es la derecha y la derecha es la izquierda, de uno u otro modo orbitan
alrededor de la Coalición Liberen a América (SAFC) en la
promoción de los biocombustibles. En palabras de uno de sus dirigentes,
el ex director de la CIA James Woolsey, de infame memoria por su
participación en el Comité sobre el Peligro Actual, la SAFC es
“una coalición de amantes de los árboles, buenazos,
cazadores de agricultores, belicistas menores y evangélicos”. Pero
eso es pura sofistería.
Como es obvio por el reparto, el verdadero plan de la SAFC es crear las
condiciones, ya sea reales o en la simple percepción popular, en las que
el plan de Cheney (o sea, una carnicería total por todo el Sudoeste de
Asia que incluya el uso de armas nucleares tácticas contra Irán)
no golpee la economía estadounidense. Pero el fin superior o,
considerando dónde piensa Cheney pasar la eternidad, el inferior, es
negarle a los Estados nacionales soberanos (cosa que no excluye a EU) el derecho
a exisitir y desarrollar tecnologías avanzadas, en particular la
nuclear.
Entre los que contribuyen con la SAFC están personas que, junto con
Dick Cheney, también integran el centro ideológico Política
para un Nuevo Siglo Americano (PNAC) que dirige William Kristol; a saber, Gary
Bauer, también presidente de la organización fundamentalista
cristiana de derecha Valores Estadounidenses, y Frank Gaffney. Fue el PNAC el
que le escribió una carta abierta al presidente Bill Clinton en 1998, en
la que instaba a una guerra preventiva y un “cambio de
régimen” en Iraq. Son los mismos que siguen pidiendo una guerra
contra Irán hoy.
En la ambidiestra SAFC también participan los neconservadores
radicales Daniel Pipes, del Foro sobre el Oriente Medio, que promueve la guerra
contra Irán, y ex agente del Proyecto de Investigación e
Información sobre el Oriente Medio del coronel Yigal Carmon, un oficial
sharonista de la inteligencia militar israelí; y Meyrav Wurmser, cuyo
marido, David Wurmser, en la actualidad trabaja para la oficina del
vicepresidente Dick Cheney, y fue director del proyecto del American Enterprise
Institute para el Oriente Medio, y coautor de la estrategia de
“rompimiento limpio” de 1996 que planteó el Instituto de
Estudios Estratégicos y Políticos Avanzados de
Jerusalén.
Entre los patrocinadores institucionales que aparecen en la página
electrónica de la SAFC están: la patentemente ambientalista
Alianza Apolo y el Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales. Ambas
reciben fuerte financiamiento y son dirigidas de manera directa por la
Fundación Ford y la Rockefeller Financial Services. Luego están
todos los nidos de víboras: la Fundación Consejo para la Defensa
Nacional, la Fundación para la Defensa de las Democracias, el Centro de
Política de Seguridad, el Instituto de Análisis de la Seguridad
Mundial, el Foro sobre el Oriente Medio, el Instituto Judío de Asuntos de
Seguridad Nacional (JINSA) y el Instituto Hudson, el cual alberga a gallinazis
belicistas tales como Laurent Murawiec, Lewis Libby, Norman Podhoretz y la ya
mencionada Meyrav Wurmser. Llama la atención el apoyo del Comité
Judío Americano, que alguna vez estuviera al abrigo del banco de
inversiones Kuhn Loeb, precisamente cuando dicho banco tenía tratos muy
lucrativos con el partido nazi de Alemania.
Alguien típico de la SAFC y de lo que algunos considerarían
la izquierda ambientista más tradicional, es el notable Félix
Kramer, fundador de CalCars, una organización no lucrativa que promueve
las tecnologías “verdes” y que publicó en su
página electrónica un documento del Comité sobre el Peligro
Actual: “Petróleo y seguridad”, escrito por George Shultz y
James Woolsey. Kramer también fue asesor de Hypercar, una excrescencia de
lucro del Instituto de las Montañas Rocosas, ambos fundados por Amory
Lovins, el “ambientista” empresarial vinculado al Pentágono
cuyo libro, Winning the Oil Endgame (Cómo ganar la partida del
petróleo), tiene un prólogo de nada menos que George
Shultz.
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El ex director de la CIA James Woolsey es uno de los dirigentes de la
Coalición Liberen a América (o SAFC), que es uno de los
auspiciadores de los biocombustibles. (Foto: www.ct.orni.gov). |
Para saborear a plenitud esta operación bioconservadora, hay que
subrayar la participación crucial que tienen Clifford May y James Woolsey
en la SAFC. Estos dos hombres son mecenas internacionales de la Sociedad Henry
Jackson, un centro ideológico de reciente creación con sede en
Londres, que toma su nombre del finado senador gallinazi Henry
“Scoop” Jackson. Ésta aglutina a la crema y nata de los
financieros y seudointelectuales británicos que fomentan una
política de intervencionismo militar mundial al servicio de la
“democracia”. La Sociedad Henry Jackson, a su vez, se entremezcla
con la gente del Manifiesto de Euston, que es un grupo de profesores e
intelectuales “liberales” con sede en Londres que defiende la guerra
en el Oriente Medio, a menudo en el nombre de parar a los
“regímenes islámicos totalitarios
antisemitas”.
Ahora bien, uno podría pensar que éste es sólo un
grupo ideológico marginal cuya influencia real en la política, en
particular en la ambiental, no trasciende más allá de las paredes
de su búnker. Ojalá así fuera, pero es precisamente de
estos avisperos que han salido todas las leyes y medidas importantes
relacionadas con los biocombustibles, y la promoción de las
tecnologías “verdes” aprobadas por la Cámara de
Representantes y el Senado.
Alto a la energía nuclear y la
soberanía nacional
Mucho de lo que uno encuentra en las leyes ambientistas y en la SAFC
entró a la ley de Política Energética de 2005 del
Departamento de Energía de EU y la Casa Blanca. Esta ley también
incluyó la política nuclear de contrapandilla de los
neoconservadores de la Sociedad Global de la Energía Nuclear (SGEN). El
quid de la ley es que canaliza el grueso de los fondos a la SGEN, es decir, que
es una iniciativa política para globalizar la energía nuclear, en
la que a unas naciones se les designa como “consumidoras” o
“procesadoras”, y a otras como “almacenadoras” de
materiales nucleares. La ley pide la exportación confidencial de
tecnologías y materiales, sin que ninguna nación tenga el control
soberano de su propia minería, procesamiento, combustión y
almacenamiento de materiales fisionables. También abandona la tercera
generación de reactores de alta temperatura refrigerados por gas, que
tienen una base más amplia de combustibles aprovechables (como el torio)
para el proceso de fisión, y en su lugar se inclina por los reactores de
uranio, que en gran medida están en manos de intereses financieros con
sede en Gran Bretaña.
En general, la política de la SGEN es la que plantearon George
Shultz y otros en un artículo del Wall Street Journal del 4 de
enero, títulado “Un mundo sin armas nucleares”, en el que
veladamente atacan la Inciativa de Defensa Estratégica de Lyndon LaRouche
y piden “hacerse del control del proceso de enriquecimiento de uranio, en
combinación con la garantía de que el uranio para los reactores
nucleares pueda conseguirse a un precio razonable, primero, con el Grupo de
Proveedores Nucleares, y luego con el Organismo Internacional para la
Energía Atómica (OIEA) u otras reservas internacionales
controladas. También habrá que lidiar con los problemas de
proliferación que plantea el combustible que consumen los reactores que
generan electricidad”. Ésta es la clásica política
imperial de poner el control y uso de recursos y tecnologías vitales en
manos de un solo cartel supranacional.
También cabe señalar al colaborador de Félix Rohatyn y
embajador de EU ante la Unión Europea, C. Boyden Gray, quien en un
seminario del Consejo de Estados Unidos en Alemania le pidió a los
alemanes que abrieran su mercado a la importación de etanol
brasileño. Brasil es un país en el que George Shultz ha invertido
mucho en la producción de etanol, pero donde está
librándose una batalla por el derecho soberano a enriquecer
uranio.
En cualquier caso, la ignorancia nunca es excusa para ser
“ibiota”.
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