Internacional
LaRouche revive en Roma la lucha por el NBW
por Liliana Gorini y Claudio Celani
El 13 de febrero el economista y dirigente demócrata estadounidense
Lyndon LaRouche habló en Roma sobre “Las tareas inmediatas del
nuevo Congreso estadounidense”, a invitación de miembros del
Parlamento italiano. La reunión, que tuvo lugar en la famosa Sala del
Cenáculo del Parlamento, fue organizada por la facción
parlamentaria Rifondazione Comunista (PRC), que repartió su propia
invitación a todos los miembros de la Cámara de Diputados, y por EIR. La iniciativa vino de una facción favorable a Franklin
Roosevelt dentro del PRC, partido integrante del gobierno de coalición
encabezado por el diputado Andrea Ricci, quien forma parte de la Comisión
de Presupuesto de la Cámara de Diputados. Ricci es economista y autor de
un libro sobre “El fin de la economía de libre mercado”, en
el que cita la propuesta de LaRouche de instaurar un Nuevo Bretton
Woods.
Ricci inauguró la reunión anunciando su intención de
crear una “comisión interparlamentaria a favor de un Nuevo Bretton
Woods en el Parlamento italiano, como seguimiento de la propuesta que
sometió el diputado Mario Lettieri a la Legislatura anterior”.
Lettieri, quien ahora es subsecretario del Ministerio de Economía del
Gobierno italiano, también participó en la reunión del 13
de febrero. Otro miembro del Gobierno, el subsecretario del Ministerio de
Desarrollo Alfonso Gianni, quien fue uno de los firmantes de la propuesta de
Letieri de instaurar un Nuevo Bretton Woods en abril de 2005, también
apoyó la propuesta de Ricci.
“Nos sentimos muy honrados de tener al señor LaRouche como
orador en esta reunión con los parlamentarios hoy”, dijo Ricci en
su introducción. “Él tuvo un papel clave en asegurar una
victoria demócrata arrolladora en las recientes elecciones intermedias en
Estados Unidos y, en Italia, su propuesta de una reorganización del
sistema financiero, un Nuevo Bretton Woods, se considera como la llave para
resolver la crisis financiera que nos azota y que impide que los gobiernos tomen
medidas que fomenten el empleo y la economía real. Hoy el señor
LaRouche también abordará otro asunto que al presente se debate en
el Congreso de EU: cómo detener la guerra en Iraq y una potencial
conflagración contra Irán, otro tema que es decisivo para nuestro
país”.
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Ver ampliación
Lyndon LaRouche habla en la Sala del Cenáculo de la Cámara de
Diputados de Italia el 13 de febrero. De izq. a der.: el parlamentario Gennaro
Migliore, el parlamentario Andrea Ricci, Liliana Gorini del Movimento
Solidarietà, LaRouche, Helga–Zepp LaRouche y Claudio Celani del
Movimento Solidarietà. |
“Esta conferencia”, explicó Ricci, “fue organizada
conjuntamente con EIR, que es la revista de LaRouche en EU, y con el
Movimento Solidarietà de Italia, representado aquí en el podio por
Liliana Gorini. Pero creo que es importante añadir que Rifundazione
Comunista, que a menudo se le etiqueta en la prensa italiana como
‘antiestadounidense’, no lo es en lo absoluto. Simplemente se opone
a la política bélica del Gobierno de Bush, y estaríamos
más bien dispuestos a aliarnos con esa mayoría de los
estadounidenses que también se opone a tales políticas y que las
derrotaron en las recientes elecciones intermedias en EU”.
Oponerse a las guerras de Bush no es
antiestadounidense
Lo mismo reafirmó el parlamentario Gennaro Migliori, dirigente de
grupo de Refudazione Comunista en la Cámara de Diputados, al hablar luego
del discurso que dio LaRouche. Migliore apoyó la propuesta de LaRouche de
restablecer los principios del tratado de Westfalia que dieron a luz el sistema
del Derecho internacional, que se funda en las relaciones entre Estados
nacionales perfectamente soberanos, a excepción de que él
eliminaría la disposición que legitimiza el uso de la guerra como
último recurso. Señaló que el principio westfaliano de la
soberanía nacional “se le está negando a Italia en estos
momentos, a consecuencia de la presión a nuestro gobierno para que
aumente el número de sus tropas en Afganistán, y para que duplique
el tamaño de la base estadounidense ubicada en Vicenza. Nos oponemos a
tales medidas, no porque seamos antiestadounidenses, sino porque la
política de guerra preventiva del Gobierno de George Bush ha demostrado
ser un fracaso para el mundo entero”.
De hecho, la conferencia de LaRouche coincidió con un debate
candente en el Parlamento, tanto en la Cámara como en el Senado, sobre el
refinanciamiento de la misión militar italiana en Afganistán (que
vencía a fines de febrero) y la ampliación de la base militar
estadounidense en Vicenza. Aunque el Gobierno italiano, en declaraciones del
primer ministro Romano Prodi y del viceprimer ministro y ministro de Relaciones
Exteriores Massimo D’Alema, han afirmado que las tropas italianas
permanecerán en Afganistán, el embajador de EU en Roma, Ronald
Spogli, probablemente asuzado por el propio vicepresidente Dick Cheney,
organizó a otros cinco embajadores a que se le unieran en emitir una
carta pública para presionar al Gobierno y al Parlamento italianos.
Muchos vieron esta carta, correctamente, como un intento de
desestabilización en la víspera del debate parlamentario sobre
política exterior.
El ministro D’Alema reaccionó ofreciendo declaraciones y
entrevistas en las que cuestionó la legitimidad de la carta y la
tildó de una interferencia en los asuntos soberanos de Italia. En una
entrevista en el principal programa noticioso vespertino de la televisión
italiana, TG1, unos cuantos días antes de la visita de LaRouche a Roma,
D’Alema subrayó que “el Gobierno italiano ya había
confirmado su presencia militar en Afganistán, y es muy inusitado e
irregular que el embajador estadounidense decidiera intervenir con una carta
personal en un debate parlamentario nacional sobre la política militar
italiana. Rechazamos esas presiones al Parlamento de Italia. El debate que
acontece en el Congreso estadounidense sobre los errores que cometió el
Gobierno de Bush en la guerra de Iraq es mucho más áspero que
nuestro debate en el Parlamento italiano. En cuanto a la acusación de que
somos antiestadounidenses, mi respuesta es que, al estar con el 70% de los
estadounidenses que se oponen a esta política bélica, no significa
para nada que seamos antiestadounidenses; todo lo contrario”.
Acusaciones de ‘complot’ estadounidense
contra Italia
Otros políticos italianos le atribuyen estas presiones del Gobierno
de Bush a un “complot” para provocar una crisis de gobierno en
Italia. La senadora Silvana Pisa, integrante de la Comisión de Defensa
del Senado italiano y del mismo partido del ministro de Relaciones Exteriores
D’Alema (Demócratas de Izquierda, DS), habla de dicho complot en
una entrevista que le concedió a EIR. “El ministro de
Relaciones Exteriores D’Alema estaba dándole un muy alto perfil a
la política exterior italiana con la misión de Italia en el
Líbano, que fue ejemplar, con su equidistancia de Israel y Palestina, y
también con la propuesta de D’Alema de combinar la presencia
militar italiana en Afganistán con un plan de paz integral para la
región”, similar a las propuestas de Hamilton y Baker en EU.
“Entonces el Gobierno de EU empezó a presionar para que se
refinanciara la misión italiana en Afganistán sin ninguna
cortapisa en relación con algún plan de paz, y el embajador Spogli
exigió que esto se hiciera pronto, ya que el Congreso estadounidense
estaba debatiendo el refinanciamiento de su propia misión en
Iraq”.
“Nixon tuvo que renunciar por mucho menos que esto. Creo que la
renuncia de Cheney sería muy apropiada en este momento”, le dijo la
senadora Pisa a EIR en cuanto a la participación del
vicepresidente Cheney en fraguar mentiras y documentos falsos para justificar la
guerra de Iraq.
El complot tumba al Gobierno italiano
Así, dicho complot tuvo éxito el 21 de febrero, cuando la
votación del Senado sobre la política exterior tumbó al
Gobierno de Romano Prodi. Esta crisis sólo subraya la fragilidad del
sistema parlamentario, el cual, como LaRouche ha señalado, es una
componenda del poder de la oligarquía feudal en el Viejo
Continente.
Al tiempo que LaRouche hablaba en Roma, el peligro de una crisis ya flotaba
en el ambiente. Políticos tanto de la coalición de gobierno como
de la oposición con los que LaRouche se reunió en privado en Roma,
habían advertido que el Gobierno de Prodi podía caer a
consecuencia de alguna componenda relacionada con el minúsculo margen de
tres votos que la coalición de centro–izquierda tenía en el
Senado. Sin duda, la caída del Gobierno de Prodi se debió a una
emboscada, precedida por un aumento de los conflictos en el seno de la
coalición, pero también de una gran interferencia
extranjera.
La coalición, como EIR insistió desde la
formación del Gobierno de Prodi en mayo de 2006, fue una
catástrofe en materia de política interior, aunque aplicó
un cambio eficaz de política exterior, al apartarse del apoyo ciego al
Gobierno de Bush y Cheney que había caracterizado al Gobierno anterior de
Silvio Berlusconi. Se retiró a los soldados italianos de Iraq; Italia se
involucró hondamente en el proceso de paz en el Oriente Medio, incluso en
el Líbano; y restableció una política independiente con
India, China y Rusia. Es más, en un ambiente diferente, varias
iniciativas judiciales y populares contra la orientación de Bush y Cheney
pudieron prosperar, aunque el Gobierno no las fomentó, pero tampoco las
obstruyó. Por ejemplo, el juicio en Milán contra 26 agentes de la
CIA que secuestraron a un imán egipcio, Abu Omar, como parte de la
“guerra contra el terrorismo” de Bush y Cheney; y los 200.000
manifestantes en Vicenza el 17 de febrero contra los planes de ampliar la base
militar ahí como parte de las directrices “bélicas del siglo
21” contra naciones del Tercer Mundo.
La otra cuestión central de la crisis política italiana
concierne a la política económica. Los ministros de Prodi
aplicaron una serie de cortes presupuestales, liberalizaciones y
privatizaciones, pero, gracias a la oposición del PRC y el otro partido
“comunista”, el PdCI, reformas más radicales, tales como la
privatización de las pensiones, se han estancado.
Por estas razones, lo que los medios llaman la “izquierda
radical” en el gobierno —el PRC y el PdCI— está en
medio del fuego cruzado de todo un abanico de fuerzas, desde la
oposición, los órganos de difusión e incluso las facciones
liberales entre sus aliados putativos. Varios políticos de la
coalición de centro–izquierda revelaron un complot para provocar la
crisis de gobierno y remplazar a la “izquierda radical” con
secciones de la actual oposición. Eso explica a grandes rasgos lo que
sucedió el 17 de febrero, con la adición de una sorpresa. Giulio
Andreotti, el ex primer ministro y uno de los políticos más
poderosos de Italia, quien ha sido un crítico constante de las
políticas de Bush y Cheney y simpatizante de D’Alema, votó
en contra del Gobierno, lo cual aportó el margen decisivo que
provocó la crisis. De aquí en adelante sólo podemos
especular cómo se desenvolverá dicha crisis del Gobierno
italiano.
En este ambiente, la intervención de LaRouche proporcionó un
método para fortalecer la unidad nacional, mediante un diálogo
entre fuerzas que tenderían a dividirse en cuando a asuntos
ideológicos, pero que responderán de manera positiva si se les
desafía al más alto nivel cultural con soluciones a la crisis
económica y estratégica fundadas en principios comunes. Un ejemplo
de eso es el debate sobre el tratado de Westfalia que le dio fin a la guerra de
los Treinta Años, que se dio en la conferencia del 13 de febrero.
Intercambios similares tuvieron lugar en las reuniones privadas de LaRouche con
representantes políticos de ambos bloques políticos. Este proceso
lo nutrió la perspectiva de la “nueva política” que el
Movimiento de Juventudes Larouchistas viene aplicando en el Congreso, y que
continuará a pesar del próximo arreglo político provisional
al que se llegue en Roma.
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