Economía
Los yenes y las hipotecas
están matando al sistema financiero
por Paul Gallagher
A sólo dos semanas de que el Banco de Japón causó la
desarticulación del acarreo de yenes al elevar sus tasas de
interés el 21 de febrero, una de las firmas hipotecarias más
grandes de Estados Unidos, Century Financial, se declaró en bancarrota y
a merced de que sus acreedores bancarios sigan dándole crédito,
mismo que están incapacitados para otorgar. Y el 3 de marzo las propias
operadoras bursátiles de tres de estos acreedores —Morgan Stanley,
Merrill Lynch y Goldman Sachs— degradaron su calificación a la
categoría de chatarra.
En la segunda mitad de febrero y la primera semana de marzo el acarreo
menguante de yenes (y de francos suizos) y el mercado hipotecario estadounidense
en implosión se convirtieron en el yunque y el martillo que
aplastará a un sistema financiero internacional en desintegración,
que ha padecido el azote de burbujas de deuda cada vez más grandes desde
el crac de octubre de 1987. La más grande de todas esas burbujas, por
mucho, la de los valores hipotecarios de EU, que hasta fines del 2006
representaba la mitad de los activos del sistema bancario estadounidense, ahora
va de picada.
“La deuda pendiente es mayor que lo que podría pagarse nunca, así que el sistema está irremediablemente
quebrado”, dijo el destacado economista Lyndon LaRouche al comienzo de una
videoconferencia que dio por internet desde Washington, D.C. el 7 de marzo (ver Resumen ejecutivo de la 2a quincena de febrero y 1a de marzo de 2007). LaRouche propone que las naciones del mundo remplacen de
inmediato ese sistema insolvente con la reforma monetaria del Nuevo Bretton
Woods, y que emitan crédito productivo nuevo que sustituya las masas de
deuda impaga, antes de que un derrumbe total del dólar y el caos
monetario lo imposibiliten.
Londres ha sido decisivo en la reculada que dio el acarreo de fondos y en
la caída potencial del dólar, en una posible
reescenificación de la crisis de la libra esterlina de 1966–67 que
el Gobierno británico de Harold Wilson aprovechó para destruir el
sistema rooseveltiano de Bretton Woods de la posguerra. En los cinco días
previos a la decisión del Banco de Japón, los gobernadores del
Banco de Inglaterra Mervyn King y David Blanchflower anunciaron que la libra
esterlina estaba sobrevaluada y que debía caer; y lo ha hecho de lo
más rápido con respecto al yen. Con el aumento enorme de las
reservas monetarias de los bancos centrales desde 2001, la libra esterlina es la
que más se ha beneficiado del chorro de yenes japoneses, y Londres
está en posición de jugar a invertir ese flujo —y, con ello,
de hundir al dólar— para hacerse del control político de un crac financiero global.
‘La gran desarticulación ya
empezó’
Para dar una idea de a qué se refiere LaRouche, el cálculo de
la deuda hogareña en los países de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) corresponde a 90% del
producto interno bruto (PIB), en comparación con sólo 29% en 1990;
la deuda empresarial de estas mismas naciones ascendía a aproximadamente
80% del PIB a fines de 2006, en comparación con 55% en 1955. Todo gracias
al “auge global de las tomas apalancadas”, que alcanzaron casi los 4
billones de dólares en 2006. Este nivel de 80% del PIB fue 20% superior
al de 1988, cuando la fiebre de las tomas apalancadas de los 1980 amainó
y ocurrió el crac bursátil de 1987.
Desde 1995 el acarreo de yenes —de tomar prestado dinero
japonés a casi cero por ciento de interés e invertirlo en toda
clase de especulación de alto rendimiento por todo el mundo— fue el
motor más grande que infló estas burbujas de deuda. Varios
economistas han calculado, en intercambios con EIR desde el 21 de
febrero, que el mismo bombea entre 300 mil millones y 1 billón de
dólares al año. Desde el 21 de febrero, a pesar de que entonces
toda la prensa financiera alegaba que el alza de intereses de Japón
“no afecta el acarreo de fondos”, su desarticulación
empezó con una fuerza que el mundo entero ha sentido (ver “El alza
de intereses en Japón podría ser el acabose financiero
mundial”, en Resumen ejecutivo de la 2a quincena de
febrero y 1a de marzo de 2007).
Como escribió un economista asiático el 2 de marzo, “el
tremendo flujo de yenes se interrumpirá” y es probable que el
dólar caiga a los 100 o 105 yenes en poco tiempo.
Quizás el receptáculo más grande de esta
especulación con deuda, el mercado hipotecario estadounidense, ha
recibido un duro golpe, y eso que ya se desintegraba antes de la
decisión del Banco de Japón y el alza del yen. Como dijo el 2 de
marzo un funcionario del banco Dresdner Kleinwort, el cual le advirtió un
mes antes a sus clientes que un estallido podría estar por azotar a los
fondos especulativos desde esta dirección: “Creemos que ‘la
gran desarticulación’ ya empezó”. Como han indicado
varios economistas, la incertidumbre sobre la velocidad con la que se
desplomará esta deuda sólo se debe a la naturaleza de terra
incógnita del mercado hipotecario, los cerca de 30 billones de
dólares en derivados de crédito en parte basados en él, y
los fondos especulativos que compran, venden y apuestan a estos contratos de
deuda y de derivados. Estos mercados de deuda son intransparentes: ningún
gobierno, regulador ni participante conoce la concentración de estas
deudas ni en manos de quién están.
El 2 de marzo quedó claro que la New Century Financial Corp, con
sede en California, la segunda prestamista de hipotecas de alto riesgo y una de
las firmas hipotecarias más grandes, estaba predestinada a hundirse, con
entre 40 y 70 mil millones de dólares tan sólo en hipotecas de
alto riesgo. El valor de sus acciones ya había caído 93% y su
clasificación ese día decía que, de no conseguir
prórrogas de sus acreedores o nuevas fuentes de financiamiento, esto
arrojaría “dudas substanciales” sobre su capacidad de seguir
funcionando. Unas 25 agencias de préstamo hipotecario han caído
desde noviembre de 2006, pero ésta es por mucho la más grande. El
5 de marzo Bloomberg informó que, “puede que el destino de New
Century Financial Corp esté en las firmas de valores, entre ellas Morgan
Stanley y UBS, que otrora valuaron a la empresa hipotecaria estadounidense en
más de 17 mil millones de dólares y compraron sus créditos
por miles”. Pero ese mismo día los comisionistas de Morgan, Merril
y Goldman degradaron la calificación de los títulos hipotecarios y
los derivados de crédito de sus propios bancos cinco o seis niveles por
debajo de la calificación crediticia “oficial” del banco,
casi a chatarra.
Al mismo tiempo, el banco de la Corona británica, el Hong Kong and
Shanghai Banking, confirmó el 5 de marzo que usó 10.600 millones
de dólares para compensar la “erosión”, o sea, las
pérdidas de sus préstamos hipotecarios impagos del 2006.
De hecho, todo el mercado de hipotecas de alto riesgo está cayendo
en la insolvencia, paralizándose, con tasas de interés a un
radioactivo 15% por encima de la de los bonos del Tesoro estadounidense. De
enero a febrero, la emisión de títulos hipotecarios residenciales
cayó casi 60% en comparación con las hipotecas de alto riesgo. En
marzo, ni siquiera Fannie Mae y Freddy Mac, ni los bancos más grandes que
compran estas hipotecas, pudieron reemitirlas como valores, lo que hizo que las
nuevas normas restrictivas que les impuso la Reserva Federal el 5 de marzo, en
medio del pánico, parecieran risibles.
Para el 7 de marzo, el contagio de las “primas de riesgo”
—en rápido aumento— de las hipotecas de alto riesgo ya
había empezado a propagarse a otros mercados de deuda, a los valores y
derivados de hipotecas de riesgo moderado, los bonos empresariales europeos, y
las hipotecas comerciales de EU.
Este contagio es la “desintegración” del sistema
financiero de la que habla LaRouche, conforme cada vez más
categorías de deuda impagable no logran refinanciarse con nuevos
títulos de deuda, cosa que no puede parar sino con una
reorganización total por bancarrota a cargo de los gobiernos.
El derrumbe está fulminando a la economía real de EU. El 8 de
marzo Moody’s.com calculó, por ejemplo, que en el mercado
estadounidense de la vivienda, que ha venido despidiendo a más de 25.000
trabajadores por mes, esta pérdida aumentará a 75.000 mensuales en
el segundo y tercer trimestres de 2007. Un economista de Moody’s
pronosticó que, “la mayoría de los acreedores. . .
no se andarán por las ramas; pondrán rápido a la venta las
propiedades embargadas, a precio de descuento, para que salgan”. Esto
pronto deprimirá los precios y las ventas, que ya van de bajada. La
industria automotriz ya se encoge a un ritmo de 10.000 plazas al mes, y la
demás industria manufacturera pierde 15.000 mensuales.
Al momento en que el Banco de Japón elevó las tasas de
interés el 21 de febrero, el acarreo de yenes o la “posición
de sobreventa de yenes” en los mercados de dinero estaba a 97% de su mayor
volumen histórico. La última vez que el acarreo de yenes
alcanzó estos niveles sin precedentes fue en 1988, cuando lo
“pincharon” y pronto se desarticuló con el incumplimiento de
los bonos rusos GKO y la posterior desintegración del inmenso fondo LTCM,
que luego hasta el mismo FMI y funcionarios de la Reserva Federal estadounidense
admitieron que casi echaba abajo al sistema financiero internacional. En esa
desarticulación de 1998, hasta principios de 1999, el dólar
cayó más de 20%. Lyndon LaRouche ha advertido en repetidas
ocasiones que Londres y algunos intereses económicos estúpidos de
EU amenazan con detonar otra caída de otro 20% más del
dólar, y el caos financiero y monetario internacional.
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