Editorial
Ve el documental que desmiente a Gore
En nombre de “salvar al planeta”, se ha creado un movimiento
fascista internacional que pretende reducir la población mundial a una
escala mayor que la que Hitler jamás se atrevió a soñar.
Ambientismo es sólo un nuevo nombre para la política maltusiana o
eugenésica que el sistema financiero angloholandés viene
impulsando desde hace mucho. El propósito del fraude del calentamiento
global es justificar la reducción radical del nivel de vida en el mundo
desarrollado, y condenar a miles de millones en el subdesarrollado a una vida
subhumna, sin acceso siquiera a un beneficio tan básico de la vida
moderna como la electricidad.
Al Gore se alzó en los 1980 como un vocero de este movimiento
fascista. Ya entonces, a imagen del Partido Laborista británico, el
Partido Demócrata de EU iba camino a convertirse en el vehículo de
masas de una política fascista, con su adopción del culto
anticientífico y antiindustrial al llamado ambientismo. Hoy, tanto como
30% de los miembros activos del Partido Demócrata de EU, en su
mayoría del estrato “de corbata” de la generación del
68, puede movilizarse como fuerza de choque cada vez que escucha palabras
mágicas como “calentamiento global”, “especie en
peligro de extinción” o “energía nuclear”. Con
apoyo de Gore y del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio
Climatológico (IPCC), ese movimiento alega que ningún
científico se opone al embuste del calentamiento global, al tiempo que
aguijonea a los que sí lo hacen diciendo que es como negar el
Holocausto.
¿Podemos salvar al mundo de las iracundas rabietas irracionales de
estos fascistas de la Nueva Era?
Un documental de televisión que se transmitió el 8 de marzo
por el Canal 4 de Gran Bretaña podría ser una cura poderosa. The Great Global Warming Swindle (La gran estafa del calentamiento
global) puede conseguirse como devedé de sus productores, Wag TV, y
también en “youtube” en la internet.
La mentira de que ningún científico respetable se opone al
cuento del calentamiento global se viene abajo a los 5 minutos de ver el
documental, donde participa más de una docena de expertos en
climatología, oceanografía, meteorología y
biogeografía, de instituciones tales como la NASA, el Centro
Internacional de Investigación del Ártico, el Instituto Pasteur y
el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). En los 70 minutos
restantes, te absorberá un vuelco profundo e intelectualmente estimulante
a toda la hipótesis del CO2. El dióxido de carbono, sea
que lo produzca el hombre o fuentes naturales mucho más abundantes como
los volcanes y la absorción oceánica, no define el clima. Aprenderás, en cambio, que el motor climático de la Tierra son los
ciclos largos y cortos de la radiación del Sol. También
verás una presentación de uno de los científicos daneses
que acaba de establecer la conexión entre los rayos cósmicos y el
clima.
El final deja claro que el ambientismo es genocidio. En una visita a una
clínica de salud africana, a sólo unos kilómetros de las
lujosas salas en las que la ONU dirigía la conferencia de Nairobi sobre
el cambio climático, vemos el verdadero significado del cuento de la
energía solar. En un edificio con una sola celda solar para abastecerlo
de electricidad, los trabajadores de salud tienen que decidir entre prender la
luz o el diminuto refrigerador donde guardan las vacunas y medicinas.
El documental termina con las palabras del doctor Patrick Moore, uno de los
fundadores de Greenpeace, quien dejó ese movimiento asqueado: “El
movimiento ambientista ha evolucionado en la fuerza más fuerte para
impedir el progreso en los países en vías de desarrollo. Creo que
es legítimo que los llame
‘antihumanos’ ”.
¿Pueden nuestros gobernantes aprender esa sencilla enseñanza?
Ninguno de los problemas apremiantes del bienestar general puede abordarse sin
rechazar por completo los prejuicios anticientíficos y antiindustriales
del fascismo ambiental. Sin energía nuclear, sin una dedicación al
desarrollo económico mundial con eje en los conceptos de Lyndon LaRouche,
lo que le dejas a la siguiente generación es un mundo de peste y miseria.
Nuestro consejo es: ve la película, aprende la moraleja, y abandona a Al
Gore a su propia suerte helada.
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