Reportaje especial
Repudian el genocidio de Gore
contra África
por Scott Thompson y Michele Steinberg
En 1999 Al Gore perdió mucho apoyo por su racismo contra
África, ya que muchos demócratas y sus aliados políticos
atacaron al entonces Vicepresidente por condenar a millones de africanos a una
muerte lenta horrible, al negarles el acceso a las drogas genéricas
contra el sida y el vih. Pero entonces, como ahora, Gore estaba más
interesado en sus amigos del Imperio Británico: el príncipe
Felipe, el príncipe Carlos y los demás ecofascistas que celebran
cuando virus mortíferos reducen la población humana.
Ese mismo año las Naciones Unidas informaron que 5.500 hombres,
mujeres y niños africanos morían diariamente por el
vih–sida; muchos más que las víctimas que se dice
cobró la “limpieza étnica” en Kosovo, que en ese
tiempo recibió la atención de los mismos medios de
comunicación que guardaron un silencio sepulcral sobre las muertes por
vih–sida en África, donde debieron haberse tomado medidas para
reducir la mortandad.
¿Podría algún ser humano quedarse sentado y permitir
semejante holocausto, teniendo modo de evitarlo? ¿Qué clase de
persona impediría una solución? Según documentos de la
coalición Fármacos Contra el Sida para África (AIDSDA), una
persona actuó para impedirle a África —en particular a
Sudáfrica, donde ya hay entre 3 y 6 millones de infectados con
vih–sida— que consiga drogas genéricas a bajo costo que
prolonguen la vida de los contagiados. Ese hombre es el entonces vicepresidente
Al Gore hijo.
En junio de 1999, luego de una reunión en la Casa Blanca sobre la
crisis del sida en África, y sobre la campaña del Departamento de
Estado para impedir que Sudáfrica use dogas genéricas contra el
vih–sida, Steve Love, del Centro de Estudio del Derecho Reactivo,
atacó al Vicepresidente: “Al Gore es responsable de esta
situación, porque encabeza la Comisión de Relaciones Binacionales
con Sudáfrica. En la reunión dijo que sólo había
permitido la imposición de sanciones moderadas contra Sudáfrica,
porque tiene una ley que insta a la producción de drogas genéricas
baratas para el tratamiento del sida, en vez de las sanciones drásticas
que han pedido las compañías farmacéuticas.
¡Jesús! ¡De qué está hablando Gore? La gente
muere a montones y ellos ven a la gente infectada como si ya estuviera muerta,
así que, ¿para qué darles tratamiento? ¡Eso es terrible
e inmoral!”
El 30 de junio de 1999 el representante estatal Harold James, quien
entonces presidía la Junta de Legisladores Negros de Pensilvania y es uno
de los dirigentes negros más conocidos de Estados Unidos, emitió
una declaración en la que preguntaba: “¿Morirán
millones en Sudáfrica por las directrices de Al Gore?”
La declaración de James reza en parte: “A últimas
fechas se han dado a conocer informes inquietantes en cuanto a la aparente
participación del vicepresidente Al Gore en negarle medicamentos
asequibles contra el sida a. . . Sudáfrica. . .
¿Por qué tomaría Al Gore medidas que aumentarán de
forma innecesaria el sufrimiento y las muertes por sida en
África?
“En 1997 el Gobierno de Sudáfrica aprobó una ley que
permite la producción nacional de versiones genéricas de
fármacos contra el sida y la compra de medicamentos más baratos
contra este mal en el mercado mundial. La ley también ordena que los
productores nacionales le paguen derechos razonables a las farmacéuticas
que tienen las patentes. A la industria farmacéutica le preocupa que si
Sudáfrica y otros países del Tercer Mundo siguen adelante con
estos planes, podrían socavar su capacidad de cobrar precios muy
inflados”.
¿Es Gore responsable de dejar huérfanos a este par de niños botsuanos, cuando le impidió al Gobierno sudafricano fabricar sus propias drogas genéricas contra el sida? (Foto: UNICEF).
El 21 de julio de 1999 el aliado del Partido Demócrata y ahora
senador independiente Bernie Sanders auspició en la Cámara de
Representantes una enmienda que le hubiera prohibido al Departamento de Estado
castigar a países por tomar medidas para abaratar las drogas contra el
sida para su población, que son legales según las normas de la
Organización Mundial del Comercio (OMC). La cámara
rechazó la propuesta por 307 votos contra 117.
En su declaración, Sanders calificó la epidemia del sida como
“uno de los desafíos morales más grandes de este
siglo”, e instó a sus colegas: “Hagan que el Gobierno de EU
esté del lado correcto en este asunto y ayuden a salvar millones de
vidas”. Sanders contó con el apoyo de la representante
demócrata Marion Berry, quien preguntó: “¿De qué
sirven las medicinas para salvar vidas si no están al alcance de la gente
que las necesita? No debemos castigar a los países por tratar de salvarle
la vida a sus ciudadanos”.
Genocidio
La cosa estaba clara. Según voceros de AIDSDA, en 1998 y 1999 el
vicepresidente Gore amenazó al vicepresidente (y ahora presidente)
sudafricano Thabo Mbeki con que EU le retiraría toda ayuda
económica, a menos que Sudáfrica abandonara sus planes de fabricar
e importar drogas genéricas más baratas para el tratamiento del
vih–sida.
En consecuencia, miembros de la coalición AIDSDA acosaron al
Vicepresidente durante su campaña por la presidencia gritando consignas
como, “Al Gore mata por codicia”, en referencia a las contribuciones
de grandes farmacéuticas que que colmaron los arcones de su
campaña presidencial de 2000, las mismas que recurrieron a
múltiples métodos para obstruir el programa de Sudáfrica
para producir drogas genéricas baratas que pudieran atajar el avance del
vih–sida, drogas conocidas como inhibidores de proteasa.
La solución estaba a mano, y Gore la obstruyó, según
Steve Love: “Es difícil apreciar el horror de la situación.
Millones de surafricanos morirán por lo que el vicepresidente Gore ha
hecho”.
“Sudáfrica está preparada para pagar regalías
razonables”, agregó Love, “y las condiciones que
Sudáfrica ha ofrecido se ajustan a las de la OMC. Uno de cada cinco
jóvenes surafricanos está infectado con el vih–sida y
morirá. Pero el vicepresidente Gore se ha arrodillado ante las
compañías farmacéuticas para recabar contribuciones de
campaña. . . ‘genocidio’ sería el
término apropiado”.
Pero en los actos de Gore hay más que una preocupación por la
trasgresión de patentes. Entonces, como ahora, Gore abrazó el
genocidio contra el Tercer Mundo disfrazado de “ecología”. En
su elogio al libro de Paul y Anne Ehrlich, The Population Explosion (La
explosión demográfica. Simon & Schuster, Nueva York, 1990),
Gore apoyó plenamente su exigencia de que se tomen medidas de
reducción poblacional en los países más pobres del mundo.
Los Ehrlich alegan en su libro que el sida es sólo la última de
numerosas enfermedades pandémicas consecuencia de la
“sobrepoblación” que, de manera increíble, afirman que
impera en África, donde creen que se originó el sida. Gore no
sólo les dio su apoyo por escrito en el forro del libro, sino que
repitió como un fanático estos sentimientos en su propia
diátriba “ecológista’ de 1992, La Tierra en
juego.
Codicia
Hoy Al Gore administra un fondo especulativo con sede en Londres, en donde
el antaño cabildero farmacéutico Peter Knight preside la firma de
Gore, Generation Investments. En 1999, como ahora, a Gore le encantaba el color
verde dólar del que pintaron su campaña los gigantes
farmacéuticos que cabildeaban a favor de medidas drásticas contra
Sudáfrica.
El editorial del Washington Post del 25 de junio de 1999
atacó la ley de Sudáfrica que permitía la venta y uso de
medicamentos genéricos. Decía: “Las compañías
farmacéuticas estadounidenses consideran la ley —que le permite al
ministro de Salud de Sudáfrica importar o producir nacionalmente drogas
genéricas contra el sida menos caras— una violación a su
protección de patentes. Han presionado con agresividad al Congreso y la
Casa Blanca para que los ayuden, proponiendo incluso que se corte la ayuda
extranjera para Sudáfrica”.
Según el número 25 de “Ouch! Report”, titulado
“Al Gore, las drogas contra el sida y el dinero de las
farmacéuticas: las jugarretas patentadas de Gore”, que se
publicó ese mismo mes, Gore ya procuraba su sucio lucro: “Mientras
que 300 mg de AZT, por ejemplo, pueden comprarse en el mercado mundial por 42
centavos, en EU la píldora se vende a casi 6 dólares al por
menor”.
“A pesar del hecho de que la OMC explícitamente le permite a
los miembros dar semejantes pasos cuando enfrentan una emergencia nacional o
para el uso público no comercial, EU ha puesto a Sudáfrica en una
‘lista preventiva’ como infractor del libre comercio y le ha negado
concesiones arancelarias especiales a sus exportaciones.
“La campaña de Gore también está bien parada
para hacer su agosto con el efectivo de la farmacéuticas. Anthony
Podesta, un amigo íntimo y alto asesor de Gore, es uno de los principales
cabilderos de la PhRMA [Asociación de Invedstigadores y Manufactureros
Farmacéuticos]. La PhRMA le pagó a su firma 160.000 dólares
entre enero de 1977 y junio de 1998 para que cabildeara por cuestiones de
patentes, entre otros asuntos. Genentech, una importante firma de
biotecnología con un interés intenso en proteger sus patentes,
también la contrató por la suma de 260.000 dólares en el
mismo período. . . Peter Knight, el recabador de fondos en jefe
de Gore, obtuvo 120.000 dólares en el primer semestre de 1998 cabildeando
para Schering–Plough, otra farmacéutica con amplios
recursos.
“Esta gente sabe a quién llamar para conseguir
dólares.
“Un último indicio de que la industria farmacéutica
simpatiza con Gore es que la PhRMA, Pfizer, Bristol–Meyers Squibb,
Genentech y Glaxo–Wellcome contribuyeron con 11.000 dólares para
Gore en el 2000 en los primeros tres meses de 1999. . . La mayor parte
de este dinero entró luego de que los consumidores y activistas contra el
sida empezaron a presionar a la oficina de Gore para que cambiara su
política hacia Sudáfrica”.
¿Cuántos murieron?
En una manifestación que tuvo lugar el 28 de junio de 1999 en
Filadelfia, unos 3.000 miembros de la AIDSDA protestaron contra Gore, quien
hacía campaña en la ciudad por la candidatura presidencial
demócrata. Un número creciente de personas se percató del
hecho de que negarle a Sudáfrica o a cualquier otro país pobre el
acceso a las drogas genéricas contra el vih–sida es
genocidio.
Nadie puede calcular cuantos murieron por esta política. El 1 de
julio de 1999 Agence France Presse informó que cerca de 3,6 millones de
sudafricanos estaban infectados con el virus del vih–sida, según
estadísticas del Consejo de Investigación Médica (CIM), que
descubrió que el número de portadores de esa fatal enfermedad,
hasta ese momento, había aumentado en 30 veces desde 1990. Se sabe que el
aumento hasta ahora es de 55 veces desde 1990.
Según el estudio del CIM, el porcentaje de mujeres embarazadas
infectadas con vih en Sudáfrica ascendió, de 0,76% en 1990, a
22,8% en 1998; un ritmo de aumento asombroso. Los hallazgos del CIM apoyan las
declaraciones del gobierno de que Sudáfrica tuvo —y tiene—
una de las epidemias de vih de más rápido crecimiento del
mundo.
La agencia noticiosa china Xinhua informó en 1999 que Nigeria
tenía unos 571.036 casos de vih–sida, que en promedio equivalen
—como en Sudáfrica— a 1.500 infectados nuevos cada
día, según el coordinador nacional del Programa Nacional de
Control del Sida, Nasir Sani–Gwarzo. Se calcula que 139.282 nigerianos
adultos murieron de sida en 1998.
A pesar de estas cifras, Gore nunca ha repudiado su orientación
genocida, como puede verse en su promoción reciente de las estafas del
calentamiento global y del “canje de carbono”, que elevarán
el sombrío saldo total de muertes por vih–sida en África y
el resto del mundo.
|