Editorial
Un faro de esperanza
El 15 de septiembre tuvo lugar una conferencia internacional
en Alemania que representa un potencial faro
de esperanza para miles de millones en este planeta.
Cientos de personas de Europa, Eurasia, Estados Unidos,
Iberoamérica y África se reunieron para hablar del
crac en marcha del sistema monetario–financiero internacional
y, al mismo tiempo, de las medidas para emprender
la recuperación.
Una de tales medidas, en la que por décadas ha centrado
su atención el movimiento larouchista internacional,
es la ampliación del Puente Terrestre Eurasiático
por el estrecho de Bering, desde Siberia hasta
Alaska, que uniría a tres continentes: Eurasia, América
y Europa. Fácilmente podríamos tender corredores de
desarrollo, de preferencia con conexiones ferroviarias
de levitación magnética, por el Sudoeste de Asia y también
hacia África.
Como ha explicado Lyndon LaRouche, semejante
acontecimiento implicaría un cambio geopolítico profundo
en este planeta. Significaría que las naciones ya
no tendrían que depender de un transporte lento, o de
uno caro e ineficiente en lo económico como el aéreo.
No sólo podríamos transportar con eficiencia pasajeros,
sino carga, con sistemas modernos, hasta a 450
kilómetros por hora a cualquier parte del mundo. Regiones
enteras del orbe, en particular el interior de los
continentes menos desarrollados, pero que tienen recursos
naturales valiosos, serían ahora accesibles.
Esto significaría una revolución de la economía
mundial.
Sin embargo, ese futuro brillante lo nubla la crisis
monetario–financiera más grande de la historia moderna.
Para aprovechar la oportunidad más grande de desarrollo
físico de la economía mundial en siglos, tenemos
que tomar medidas de emergencia de inmediato,
para evitar que reviente la economía estadounidense.
La primera y más importante de esas medidas es la ley
de Protección a los Bancos y Propietarios de Vivienda
de 2007, como la esbozó conceptualmente LaRouche a
fines de agosto.
Esta ley, como LaRouche ha subrayado, no es un
mero esfuerzo para que a la gente con hipotecas no leembarguen su vivienda. Es el cortafuego elemental
para impedir que la crisis financiera arrase con la economía
física, y para proteger a las instituciones bancarias
locales necesarias para la estabilidad social y la
reconstrucción económica, en tanto que cientos de billones
de dólares en papeles especulativos sencillamente
desaparecen.
La ley de LaRouche garantizará que nadie sea desalojado
por la ejecución de su hipoteca. También protegerá
a los bancos autorizados, conforme a la ley federal,
y a los registrados como estatales, de conformidad
con la estatal. Esto no resolverá la crisis, pero evitará la
desintegración de EU y, en potencia, de Europa, que
ahora resiente los efectos de la burbuja hipotecaria. E
impedir una desintegración tal, nos dará la oportunidad
de emprender un programa de recuperación, en el mismo
espíritu con el que Franklin Delano Roosevelt sacó
a EU de la Depresión de 1929–1933.
Es este mismo enfoque rooseveltiano el que le permitirá
a EU unirse a otras potencias importantes, como
Rusia, China e India, en la creación de un nuevo sistema
monetario, y embarcarse en una colaboración conjunta
para construir grandes obras de infraestructura
con crédito a largo plazo y a bajas tasas de interés. Lo
cual nos lleva de regreso al tema de la conferencia en
Alemania.
¿Podemos efectuar el viraje político a tiempo para
evitar un desastre de otro modo seguro? Al presente los
fondos especulativos globales, que se han chupado la
liquidez del sistema bancario e hipotecario, que es el
origen del problema, cuentan con controlar al Congreso
estadounidense con las contribuciones a sus campañas
y por otros medios, pero sólo hay una cosa que los políticos
temen más que a sus mecenas, y es a su base electoral,
de la que dependen para conseguir votos, pero que
también puede ponerlos de patitas en la calle.
Tras décadas de pesimismo y desastres, el pueblo
estadounidense y el mundo están sedientos de esperanza,
pero de una esperanza fundada en el crecimiento
económico y la prosperidad. Adoptemos la ley de Protección
a los Bancos y Propietarios de Vivienda, y podremos
hacer realidad ese futuro.
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