Internacional
El LYM llega a
Sudáfrica
por Charlene Pillay y Simon Jensen, miembros del
LYM
Al tiempo que el sistema financiero
mundial actual, a veces llamado globalización, se aproxima a su
condición límite y al basurero de las ideas fracasadas de la
historia, el concepto renacentista de transformación cultural que plantea
el economista y pronosticador de largo plazo Lyndon LaRouche corre como el fuego
por todo el planeta. El Movimiento de Juventudes Larouchistas (LYM) no
sólo se ha instituido como un elemento decisivo que define la
política en las Américas, Europa, las Filipinas y Australia, sino
que su reciente formación en Sudáfrica enciende el potencial de
que crezca en todo el continente africano.
En
julio se llevó a cabo una de las primeras reuniones importantes del
recién creado brazo sudafricano del LYM cerca de Johannesburgo. Veinte
miembros participaron. Una parte de los participantes más veteranos ha
venido leyendo los escritos de LaRouche desde principios de los 1990. Sin
embargo, en marzo de este año, alentados por el surgimiento del LYM a
escala internacional, un pequeño grupo de jóvenes que
empezó a repartir impresos en las universidades locales se puso en
contacto con el “Cuarto de Guerra” del LYM en Estados Unidos,
declarándose formalmente miembros del
LYM.
En el amplio intercambio que hubo en la
reunión de julio, surgieron varias preguntas profundas sobre el sistema
de recuperación económica de LaRouche. Sin embargo, otra inquietud
era cómo impulsar el LYM en Sudáfrica. Una joven preguntó
qué podían hacer los jóvenes para difundir las ideas de
LaRouche. La respuesta apuntó al modelo de Juana de Arco y su
actuación sublime en las condiciones políticas de la
época.
En marzo de 2007 se fundó una rama del LYM en Sudáfrica. El 7 de julio los jóvenes larouchistas sudafricanos celebraron una importante reunión, en la que participaron Simon Jensen de Dinamarca (der.) Charlene Pillay (tercera desde la izq.) y el dirigente del grupo, Samuel Lepele (a su derecha). (Foto: EIRNS).
Lo que caracteriza la
situación política en Sudáfrica son los muchos
escándalos y una incertidumbre sobre lo que pasará cuando el
presidente Thabo Mbeki deje el poder en el 2008. De trasfondo está el
vicepresidente Jacob Zuma, a quien se le pidió que dejara su cargó
luego de que su ex asesor financiero Schabir Shaik enfrentara serias
acusaciones. En junio del 2005 Shaik fue encontrado culpable de pedirle a Thint,
la rama sudafricana del fabricante de armas francés Thomson CSF (ahora
llamado Thales, a quien se investiga en el marco del escándalo de BAE),
una coima anual de 75.000 dólares para Zuma, a cambio de protegerlo en la
investigación de una compra grande de armas. Shaik también fue
condenado por sobornar a Zuma para que usara su cargo en la promoción de
sus intereses de negocios. Zuma afirma que es inocente, y sigue siendo
vicepresidente de la gobernante Conferencia Nacional Africana (CNA), y aspira a
su presidencia, que es un peldaño hacia la del
país.
Uno de los problemas
políticos más grandes es la necesidad de mejorar las condiciones
de vida del 80% de la población de menores ingresos, que aún vive
en la pobreza extrema en los cuasifeudos distritales, que son un vestigio del
sistema del apartheid. La CNA de Nelson Mandela, que encabezó la revolución contra la
política de opresión del apartheid, ha sido muy criticado por perpetuar las viejas divisiones sociales al no
enfrentar con eficacia los problemas de infraestructura económica
básica de los distritos, como el de la vivienda. Así las cosas, el
peligro de que estallen disturbios y la violencia jacobina es inminente,
mientras que muchos buscan una solución en la reforma agraria que Mugabe
emprendió en Zimbabue.
De hecho, la
formación de un LYM en Sudáfrica tiene el potencial enorme de
intervenir para que el revuelo político venidero no siga el derrotero de
los disturbios y la violencia. En un país influenciado por la
visión política de Ghandi y que experimentó la
abolición del sistema racista del apartheid sin una revolución violenta, el potencial de que las ideas de LaRouche
prendan con velocidad vertiginosa es grande. Al momento de escribir estas
líneas, hay grupos que están formándose en diferentes
distritos con la intención de dominar las ideas de Kepler y de formar
coros “bachianos” eficaces para cambiar el sino de
África.
El Imperio
El
diálogo en la primera reunión del LYM partió de
desentrañar el actual escándalo internacional de BAE, su origen en
el sistema oligárquico veneciano y el impacto de este sistema en
Sudáfrica, desde la colonización angloholandesa hasta el reinado
de Cecil J. Rhodes y la Sudáfrica
moderna.
Los sudafricanos están en
buena posición para entender el escándalo de BAE. Por un lado, la
historia de su país se desprende directamente del Imperio
Británico, que en sí mismo es un vástago de la
Compañía de las Indias Orientales, la cual administraba sus
colonias como una empresa privada cuyas prácticas de negocios perviven
hoy con el nombre de BAE Systems. Estas prácticas rapaces continuaron
tras la independencia. De hecho, la Dirección de Fraudes Graves (SFO) de
Gran Bretaña y el Departamento de Justicia de EU investigan ahora el
financiamiento de operaciones militares en África, incluyendo la venta de
armas al Gobierno sudafricano.
Aún se
venera e inmortaliza de manera prominente al fundador de la
Compañía Sudafricana británica, primer ministro de la
colonia del Cabo y ocupante de Rhodesia (hoy Zimbabue), Cecil R. Rhodes, en
estatuas y el monumento a Rhodes en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, con las
prestigiosas becas Rhodes, y hasta con la marca Rhodes. Rhodes no sólo
fue un megaimperialista y verdadero precursor de Al Gore—ambos siervos
dedicados del Imperio Británico—, sino también el fundador
de la Mesa Redonda Rhodes–Milner de la Gran Bretaña, cuyo
único propósito era establecer la Mancomunidad británica y,
en última instancia, someter al mundo a la dominación de un
Imperio Británico restaurado.
Uno de
los fundadores de la Mesa Redonda, H. G. Wells, antes miembro de la Sociedad
Fabiana, expuso su visión de una dictadura mundial en su libro La vida
futura, en el que preveía que los
Estados nacionales, tras vivir el ambiente de una prolongada Segunda Guerra
Mundial, se someterían a un gobierno mundial. Lord Alfred Milner, sucesor
de Rhodes en la dirección de la Mesa Redonda, concebía la
supremacía blanca como un principio de gobierno mundial. Una vez
comentó sobre sí mismo: “Mi patriotismo no conoce
límites geográficos, sólo raciales. Soy un patriota de la
raza británica”.
En el
intercambio del LYM salió a colación que sólo puede
entenderse a este monstruo racista del corazón del Imperio
Británico como la continuación del sistema veneciano, con el reino
de terror de su gobierno secreto, y que el propósito fundamental de su
continuación hoy día es la destrucción de EU y del Sistema
Americano de economía. Como lo ha subrayado LaRouche de manera
explícita, tanto la Sociedad Fabiana como la Mesa Redonda y los
sinarquistas fueron creados para destruir a EU y al Sistema Americano desde
adentro. Es expresamente contra este enemigo veneciano que los padres fundadores
de EU escribieron la Declaración de Independencia y, más tarde, la
Constitución estadounidense, para romper con el saqueo del Imperio
Británico.
África hoy: la responsabilidad del
LYM
A escala mundial, el LYM ha atacado una
serie de flancos decisivos en la pelea contra el imperio bancario liberal
angloholandés, como es evidente en el caso de Argentina, donde el LYM
tiene un diálogo continuo con el presidente Néstor Kirchner, uno
de los principales adversarios del sistema de libre comercio del FMI. Aunque los
siglos del imperio oligárquico angloholandés han devastado
más a África que a Iberoamérica, el potencial de
crecimiento y liderato del LYM es
similar.
Uno de los retos más
acuciantes que encara África es la epidemia del sida. Tan solo en
Sudáfrica, entre el 2010 y el 2015 los jóvenes de entre 15 y 34
años de edad sufrirán una mortandad 17 veces mayor de la que se
esperaría de no ser por el sida. Esto significa la muerte de 3,2 millones
de jóvenes más. La epidemia ha reducido la esperanza de vida en el
sur de África a sólo 47 años. La mortandad infantil ha
aumentado de 25 a 40%, y el porcentaje de madres primerizas con vih va del 25%
en Sudáfrica, al 45% en Botsuana. Los estragos de esta epidemia
están destruyendo con rapidez a países enteros, pues 25 de sus 600
millones de habitantes están infectados con el vih y 12 millones de
niños han quedado
huérfanos.
Brasil ha demostrado que
incluso medidas paliativas pueden resultar eficaces, al adoptar uno de los
programas antirretrovirales más amplios del mundo, con resultados
positivos. La transmisión del vih de madre a hijo se ha reducido de
manera considerable a escala nacional, de 16% en 1997, a menos de 4% en el 2002.
Según la página informativa de la CIA, sólo 660.000
personas, de una población de 190 millones, viven con el vih–sida.
En comparación, en Sudáfrica, donde a la población se le ha
negado el acceso a antirretrovirales baratos, la consecuencia es que 5,3 de sus
44 millones de habitantes padecen vih–sida hoy, un proceso mortal que
podría detenerse en seco con la adopción de la política
brasileña para el tratamiento del
sida.
Sin embargo, para parar el sida hay que
extirpar los vestigios del liberalismo angloholandés. Hay que enjuiciar a
Cheney de inmediato, como exige LaRouche, para poder establecer un nuevo sistema
financiero. Son los perversos dioses financieros de la City de Londres los que
le imponen medidas genocidas a África. El agente británico y
administrador de fondos especulativos Al Gore continuamente ha pugnado por una
reducción de la población africana, ya sea de manera directa en
sus publicaciones, o indirecta con su política
ambiental.
En sus escritos “Los
próximos cincuenta años de la Tierra” y “El mundo
eurasiático venidero”, LaRouche plantea los principios de un
crecimiento planetario armónico, al señalar la necesidad de abolir
y remplazar al FMI y el Banco Mundial con instituciones crediticias de la ONU
bajo el control de los ministros de Finanzas de los Estados nacionales. El
sistema Americano de economía de Alexander Hamilton, Henry Carey y
Abraham Lincoln sería el hegemónico. La construcción de una
red ferroviaria magnetolevitada en el sur de África devendría en
una posibilidad real, junto con la terriformación de los desiertos para
volverlos productivos. Pero sobre todo, la liberación de la mente, la
emancipación de la prisión oligárquica de la
bestialización, le permitirá a la humanidad descubrir y conquistar
el universo.
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