Viene el tsunami; ¡necesitamos las políticas de Roosevelt!
por Helga Zepp-LaRouche
La señora LaRouche es la presidenta del partido alemán Movimiento de Derechos Civiles Solidaridad o BüSo. Ella dio a conocer la siguiente declaración el 21 de noviembre; se añadieron los subtítulos.
La mayoría de la gente siente que la crisis financiera, que ahora lleva ya 15 meses en escalada, y el desplome “repentino” de la economía física, son apenas el comienzo. Éstas fueron sólo las primeras olas de la tormenta, pero el verdadero poder del tsunami se nos viene encima. La catástrofe podría evitarse todavía, pero requeriría que figuras responsables de los gobiernos e instituciones financieras admitieran sus errores y aceptaran ayuda competente.
Pero aquí hay un obstáculo: quienes debieran estar tomando medidas decisivas para defender el bien común aún no están listos para atacar el origen de la crisis. El comunicado de la reunión cumbre que sostuvo el G20 en Washington el 15 de noviembre admite que “se subestimaron los riesgos en los mercados financieros”. La guía anual más reciente del consejo de asesores económicos de Alemania, los llamados “Cinco Sabios”, habla vagamente de “un oscurecimiento de toda la economía” como la principal causa de la crisis. “La cadena de fracasos incluye a muchos”, declaró el presidente alemán Horst Köhler en una conferencia de banqueros en Fráncfort; y uno no puede sino coincidir con él.
Pero la súplica tal vez bien intencionada, pero del todo ineficaz, de Köhler a los banqueros que en los últimos años hicieron “mucho dinero”, de establecer un “fondo para enfrentar la adversidad”, difícilmente es una estrategia para superar la crisiss, y la reacción de los aludidos fue apenas una sonrisa de cansancio. Todas estas declaraciones dejan claro que el gobierno, así como los llamados expertos, aún no están dispuestos o no pueden dar los pasos necesarios para reorganizar el sistema financiero.
Los derivados son el problema principal
En Europa, el ministro de Economía italiano Giulio Tremonti, como representante del gobierno, ha tenido el coraje de llamar las cosas por su nombre, al comparar la crisis financiera con un videojuego en el que cada vez que uno mata un monstruo, otro surge. Y cuando los matas a todos, aparece el supermonstruo, que son los derivados financieros por pagar.
¡Ahí es precisamente donde la puerca torció el rabo! Ahora el pánico está haciendo presa de todos, pues en noviembre los inversionistas se apresuraron a retirar todos sus depósitos de los fondos especulativos y las instituciones financieras, lo que a su vez está obligando a estos últimos a vender cuantos activos pueden. Esto genera un círculo vicioso doble: como la depresión está por estallar, el precio de los activos —que en su mayoría se adquirieron a crédito, para empezar— está cayendo, lo cual pone más presión en la contabilidad de los bancos y fondos especulativos, y éstos, por consiguiente, reducen sus préstamos aun más. Estas diferentes fases de intensificación del “desapalancamiento” de los llamados valores estructurados son el principal problema.
Opel, la subsidiaria alemana de General Motors, está negociando fondos del gobierno para garantizar préstamos por 1.800 millones de euros, en caso de que “sobrevenga lo peor”. Fábrica de Opel en Rüsselsheim, Alemania. (Foto: Christopher Lewis/EIRNS). |
El volumen de contratos con derivados financieros sin pagar ascendía a 675 billones de dólares a fines de 2007, según el Banco de Pagos Internacionales (BPI); la revista francesa Marianne salió hace poco con la cifra de 1.400 billones, pero podría ser mucho más. Si se intenta ahora pagar lo que estos mismos banqueros denominan “desperdicio tóxico”, entonces, por un lado, esto llevará a la hiperinflación, porque se bombea cada vez más liquidez para tratar de respaldar los valores virtuales; pero, al mismo tiempo, esto acarrea una deflación, porque el derrumbe de la economía real lleva a una caída de los precios.
Eso explica la velocidad vertiginosa del desplome de la economía real a escala mundial, en el sector automotriz, la industria siderúrgica, la petroquímica, la construcción, el transporte marítimo, etc. Y se trata de un fenómeno global: EU se hunde en la depresión; el mercado estadounidense para las exportaciones de China se desmorona, al mismo tiempo que la economía de este país se cae a pedazos y ha dejado de comprarle maquinaria textil a Alemania; el transporte por mar está paralizándose, porque en las cuatro a cinco semanas que le toma a un buque ir de Europa a Asia, las condiciones han cambiado drásticamente, de modo que nadie acepta ya las cartas de crédito, etc., etc. ¡Es una espiral descendente que nos lleva a. . .! Hasta que se lleve a cabo una reorganización por bancarrota ordenada.
La solución Roosevelt
Por fortuna, tenemos un precedente histórico de cómo puede resolverse el problema: necesitamos una nueva arquitectura financiera en la tradición del sistema de Bretton -Woods de Franklin Delano Roosevelt; un Nuevo Bretton Woods. Ésa fue la idea que movió al presidente francés Nicolás Sarkozy a proponer la reunión cumbre de los países del G20, y es el programa que Tremonti ha venido proponiendo a diario. Esto es lo que Lyndon LaRouche y yo hemos propuesto por mucho tiempo; desde principios de los 1990, para ser precisos. Tenemos que hacer que el Gobierno de Berlín apoye esta política.
Necesitamos una verdadera conferencia por un Nuevo Bretton Woods, en la que se decida la creación de un nuevo sistema financiero, tal como Roosevelt procuró hacerlo en 1944; es decir, reemplazando el colonialismo con un nuevo orden económico y financiero más justo.
Segundo, necesitamos un Nuevo Trato mundial, como el que Roosevelt instauró en EU en los 1930 para ponerle fin a la Depresión mediante la creación de crédito del Estado.
En concreto, para Alemania, esto significa que, tras una reorganización a través de la instauración del sistema del Nuevo Bretton Woods, tiene que haber un programa de inversión de unos 200 mil millones de euros para alcanzar el pleno empleo productivo, tal como lo ha exigido el BüSo por años. Necesitamos construir el Puente Terrestre Euroasiático como el puntal para la reconstrucción de la economía mundial.
Desde un punto de vista técnico, semejante reorganización no es ningún problema en lo absoluto; éste yace en otra parte. En las últimas cuatro décadas, la economía y la moralidad se han divorciado por completo, y se ha impuesto una sociedad desefrenada en la que el hombre es el lobo del hombre y donde el lucro personal es el que impera. Por un lado, tenemos lujos totalmente innecesarios, tales como la reciente i-nau-gu-ra-ci-ón de una fastuosa isla artificial en Dubái, que al parecer se ideó como un refugio para los multimillonarios antes del estallido de una crisis financiera mundial; en la ceremonia de inauguración, tan sólo los fuegos artificiales costaron 20 mil millones de dólares y se consumieron 1,7 toneladas de langosta. Por el otro, la amenaza de morir de hambre y una pobreza brutal pesa sobre miles de millones.
El papa Juan Pablo II, en su encíclica Centésimus annus (1991), lo llamó un “abuso ante Dios y los hombres” si alguien usa su capital contra la población y su trabajo, y eso sin duda ha ocurrido con el sistema ahora hecho añicos de la globalización. Necesitamos un nuevo paradigma en el que la economía y la moralidad entren en armonía, y el hombre esté en el centro de la política y la economía.
¿De verdad quieres que aquellos que no previeron la crisis ni están preparados ahora para reconocer su origen verdadero decidan lo que ha de pasar ahora?
Yo propongo que nos ayudes, que ayudes al BüSo, a emprender la movilización necesaria de la población, ¡para que podamos instaurar el sistema del Nuevo Bretton Woods y un Nuevo Trato!