Economía
El fin del libre comercio
Empieza rebelión contra la política británica
por Helga Zepp-LaRouche
La señora Zepp–LaRouche es fundadora del Instituto Schiller y presidenta del partido Movimiento de Derechos Civiles Solidaridad (BüSo) de Alemania.
Justo a tiempo, un grupo de siete ex jefes de gobierno, cinco ex ministros de Finanzas y dos ex presidentes de la Comisión Europea han publicado una carta abierta advirtiendo que el derrumbe sistémico del sistema financiero mundial —derrumbe previsto de antemano por “individuos sagaces”— trae consigo la amenaza de pobreza inédita, la proliferación de “Estados fallidos”, la emigración de pueblos enteros y conflictos militares. Los firmantes, entre ellos Jacques Delors, ex presidente de la Comisión Europea; el ex primer ministro de Francia, Michel Rocard; y el ex canciller de Alemania, Helmut Schmidt, en su carta a la presidencia y a la comisión acusan al mundo financiero de acumular “una masa gigantesca de capital ficticio (!) con muy pocas mejoras para la humanidad”. Entre otras contramedidas inmediatas, proponen la creación de un Comité Europeo de Crisis y convocar a una conferencia mundial de finanzas para “reconsiderar” el presente sistema internacional y el orden globalizado mundial.
Aunque la carta, dada a conocer el 21 de mayo, no lo dice de forma explícita, por su tono tajante, los firmantes están al tanto del peligro inminente del resurgimiento del fascismo. “Pero, cuando todo se pone a la venta [para obtener ganancias], la cohesión social desaparece y el sistema se descompone”. Y, a pesar de no mencionar el sistema de un “Nuevo Bretton Woods” en su llamado por una conferencia de emergencia, el tenor de la carta refleja con claridad la campaña de años librada por el movimiento internacional de Lyndon LaRouche a favor de semejante convocatoria. También es una admisión implícita de que, dado el presente derrumbe sistémico, la consolidación de una política neoliberal pretendida con todo el diseño del tratado de Lisboa, es letra muerta.
El Imperio Británico respondió de una vez por medio de uno de sus voceros más notorios, Ambrose Evans–Pritchard, quien, en una columna publicada en el Daily Telegraph de Londres, caracterizó el “texto fulminante” de la carta como prueba evidente de la existencia de una campaña a nivel pan-europeo para establecer un “súper regulador” que proteja a la ciudadanía de los riesgos del capitalismo moderno. Eso, a su vez, amenaza con reducir a la Autoridad de Servicios Financieros de Gran Bretaña a una mera “sucursal regional”; por ello, “representa una grave amenaza para la City de Londres” (!).
¡El señor Evans–Pritchard es merecedor de nuestro agradecimiento por su franqueza! No pudo ser más claro: cualquier obstáculo al capitalismo depredador en defensa de la ciudadanía representa una amenaza a la continuación de Londres como la capital indisputable del Imperio Británico (verbigracia, “Britania Redux”, artículo publicado en la edición correspondiente al 3 de febrero de la revista The Economist), y cuyo deseo no es ser una “sucursal regional”.
Los adalides de la “doctrina librecambista británica”, como la llamó el economista germano–americano del siglo 19 Federico List, también deben estar muy molestos por la salida a la luz de este “texto fulminante”, justo cuanto la Organización Mundial del Comerico (OMC) trata de concluir la llamada “ronda de Doha” y, de esa forma, junto con la Unión Europea, eliminar las últimas medidas de protección a la producción física y al bienestar general, a favor de maximizar las ganacias sin límites. Lo que menos necesitan en estos momentos es el resurgimiento del debate sobre la “langosta financiera”, provocado anteriormente por el vicecanciller alemán Franz Müntefering, sólo instigado esta vez por 14 destacados líderes europeos. Aun antes de los 14 emitir su carta, había reventado una disputa abierta entre Pascal Lamy, director general de la OMC, y el ministro de Agricultura francés Michel Barner, al levantarse éste en defensa de los últimos vestigios de proteccionismo ofrecidos por la Política Agrícola Común (PAC), e incluso proponerla como un modelo a seguir para África y Latinoamérica.
Según el ex relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Jean Zeigler, cuando escribía Los nuevos amos del mundo y aquellos que se les resisten, publicado en 2002, la OMC ya tenía registradas 60.000 empresas transnacionales de comercio, finanzas, servicios y demás, pero en realidad el comercio mundial lo dominan de 300 a 500 firmas de Estados Unidos, Europa y Japón. Zeigler llama a la OMC una “maquinaria temible al servicio de piratas”. Y es precisamente esta maquinaria de guerra la que ahora intenta, con la complicidad de la Unión Europea —otra burocracia que no depende de elecciones y que, por tanto, no rinde cuentas—, establecer las condiciones óptimas para provecho de los especuladores.
Cuando uno oye que EU o la Unión Europea están negociando, dice Zeigler, en verdad la tónica la dan las 200 sociedades anónimas más poderosas del planeta; y ésa es la razón por la cual la OMC siempre ha estado dominada por los argumentos de las transnacionales, y no por los intereses de los pueblos y sus respectivos Estados.
Nunca antes se ha visto con tanta claridad este choque insalvable entre los intereses de los pueblos, por un lado, y, por el otro, los del capitalista depredador apegado a la doctrina librecambista del imperialismo británico, quien representa una amenaza para continentes enteros y cada vez hunde a un número mayor de gente en la pobreza. Es más visible ahora, cuando hasta los órganos de difusión del mundillo financiero hablan de la posible quiebra de bancos centrales y dicen que los contribuyentes van a tener que pagar por las pérdidas especulativas incurridas por empresas privadas.
Cómo limpiar la cizaña
Con toda seguridad, nunca antes ha estado la cizaña tan separada del buen grano en lo tocante a los gobernantes. Por sus palabras los conoceréis. Los librecambistas del Imperio Británico hablan del “desarrollo sostenible”, “fuentes de energía renovable”, “tecnologías apropiadas” y demás hierbas. Por otra parte, los defensores del bienestar general hablan de “seguridad alimentaria y energética”, de la necesidad de aumentar la producción.
Así, la campaña mundial del Instituto Schiller para que doblar la producción de alimentos sea uno de los temas centrales en el orden del día de la reunión de Alto Nivel sobre la Seguridad Alimentaria Mundial que la FAO tendría en Roma del 3 al 5 de junio, ahora interseca con el espíritu de responsabilidad manifiesto por más de un jefe de Estado ante la crisis mundial.
El presidente egipcio Hosni Mubarak dijo el 18 de mayo, en una reunión del Foro Económico Mundial, que es una irresponsabilidad total especular con el precio de los alimentos y emplearlos para producir combustibles, lo cual sólo encarece la comida aun más. (Foto: Agência Brasil). |
En un discurso totalmente censurado por los medios de información de Occidente, el presidente egipcio Hosni Mubarak, en una reunión del Foro Económico Mundial llevada a cabo el 18 de mayo en Sharm el–Sheikh, dijo que el mundo debe asumir responsabilidad por los pobres, no sólo por los de los países en vías de desarrollo, sino también por los de los países industrializados. Por tanto, añadió, es una irresponsabilidad total especular con el precio de los alimentos y emplearlos para producir combustibles, lo cual sólo encarece la comida aun más. Prometió plantear este tema importante en la reunión de la FAO.
Eurasia se defiende
El cambio más importante hasta la fecha, y por mucho, está ocurriendo ahora a raíz del fortalecimiento de la alianza estratégica de Rusia, China e India, acordado por sus cancilleres en Ekaterimburg, Rusia, el 15 de mayo. El fortalecimiento de este triángulo estratégico es una respuesta al intento de la facción británica de aislar a cada nación para desestabilizarla, primero, y luego destruirla. Parte de esto es la campaña de larga data librada por Londres contra el primer ministro ruso Vladimir Putin, y también contra China en torno a los uigurs en Xianjiang. Como con razón teme la facción británica, Rusia, China e India juntas, no sólo representan más de la tercera parte de la raza humana, pero además esos países con las economías más pujantes del mundo, también manifiestan su clara determinación de trabajar juntos para establecer un nuevo orden internacional.
Como parte de esa intención, el nuevo Presidente de Rusia, Dimitri Medvedev, visitó Kazajistán y China en su primer viaje al extranjero, y el tema principal de sus coversaciones fue ampliar la cooperación con esos países, lo cual, en palabras del ex ministro de Relaciones Extranjeras de India, Salman Haidar, aprovechará el pleno potencial de las relaciones mutuas entre Rusia, China e India.
Poco antes, en una conferencia agrícola realizada el 19 de mayo en Yessentuki, Rusia, Putin declaró que la seguridad alimentaria, la estabilidad de precios y el desarrollo del sector agropecuario serán las prioridades de su gobierno. Rusia no sólo tiene el potencial para lograr la autosuficiencia, dijo, sino también puede convertirse en un exportador de alimentos y en un actor importante en el mercado alimentario mundial. Por sus declaraciones, y las del ministro de Agricultura Alexéi Gordeyev, es indudable que, para lograr su objetivo, Rusia —país que ahora depende de importaciones para el 40% de su comida, gracias a la “terapia de choque” de los 1990— está dispuesta a emplear todos los subsidios y medidas proteccionistas necesarios y a hacerle caso omiso a las reglas de la OMC.
Ante la enorme alza de precios de los alimentos en el mercado mundial, dijo Putin, la comida ha venido a ocupar el primer puesto en su programa de gobierno debido a su importancia para la situación interna del país y, en especial, por su gran efecto sobre los estratos más pobres de la población. El Primer Ministro presentó cinco objetivos para la agricultura rusa: 1) elevar su rendimiento bruto a través de aumentar la superficie de cultivo y las cosechas; 2) modernizar la tecnología agrícola y de la industria de alimentos mediante créditos a largo plazo; 3) estabilizar los precios por medio de regulaciones antimonopólicas y subsidios; 4) gestión de riesgos; y 5) la vigilancia constante de los mercados de alimentos, la regulación automática, y el empleo de aranceles de exportación e importación. Putin también ordenó llevar a cabo una evaluación para determinar si los presentes acuerdos de comercio agrícola de Rusia convienen al interés nacional.
Un asunto de moralidad
El presidente ruso Vladimir Putin declaró en una conferencia agrícola el 19 de mayo que la seguridad alimentaria, la estabilidad de precios y el desarrollo del sector agropecuario serán las prioridades de su gobierno. |
Todavía está por verse si los gobiernos de las naciones de Europa tienen la inteligencia y la integridad moral para seguir el ejemplo ruso o si dejarán a los agricultores europeos perder unos treinta mil millones de euros (47,4 millones de dólares), según cálculos expertos, de resultas de las negociaciones entre la OMC y la UE, y por las políticas de la comisaria europea de Agricultura Mariann Fischer Boel y del comisario de Comercio, el británico Peter Mandelson. La Asociación de Agricultores de Irlanda, entre otros, anunció su repudio al acuerdo con la OMC, y es de suponer que la posición de la UE en estas negociaciones sólo atizará el fermento a favor del “no” en el referendo a sostenerse en Irlanda dentro de poco sobre la ratificación del tratado de Lisboa.
La batalla entre los proponentes del “librecambismo imperial británico” y los defensores del bienestar general y la seguridad alimentaria, es el conflicto más importante de hoy, por cuanto el futuro de la civilización pende del mismo. En lo positivo, tenemos la aprobación por la Cámara de Representantes de Alabama de una resolución instando al Congreso de EU a tomar medidas para doblar la producción de alimentos, suspender la producción de biocarburantes, pagarle a los agricultores precios de garantía por sus productos alimenticios, y el retiro inmediato de EU de la OMC y el TLC. La Cámara de Representantes del estado de Michigan debate una resolución del mismo tenor.
También es en extremo significativo que, por primera vez en la posguerra, Japón haya roto con el “consenso de Wa-shing-ton” y esté preparando medidas conjuntas con varias organizaciones africanas para poner en marcha una “revolución verde” en la agricultura, acorde al modelo de la realizada en los 1970.
La conferencia de junio de la FAO nos ofrece una oportunidad excelente para corregir los fracasos de la globalización y adoptar medidas para doblar la producción mundial de alimentos a la brevedad. Si usar comida para producir biocarburantes es un crimen, especular con ella es peor, y debe prohibirse y castigarse con las penas más severas.
El sistema librecambista británico está más quebrado hoy de lo que lo estuvo el comunista de 1989 a 1991. Sólo existe una respuesta: el Nuevo Bretton Woods que Lyndon LaRouche tuvo la sagacidad de proponer hace años; debe ponerse sobre la mesa de discusiones de inmediato y ser adoptado por una reunión de emergencia de las principales naciones del mundo. El “capital ficticio” debe extirparse del sistema, y la economía dedicarse de nuevo a garantizar la existencia a largo plazo de la humanidad. Parte de la élite dominante ya empieza a entenderlo. Por ello, si hemos de evitar grandes sufrimientos para la humanidad, ¡no podemos perder tiempo!