Rescate en Colombia:
la victoria es posible
por Maximiliano Londoño Penilla
El 2 de julio Colombia arruinó la estrategia de juego británica contra toda Iberoamérica, cuando sus Fuerzas Armadas liberaron, sin derramar gota de sangre, a 15 rehenes de alto nivel que tenían prisioneros las narcoterroristas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez vitoreó al Ejército como “héroes de la humanidad”, y describió la operación como una de “perseverancia; un operativo que ha probado la ilimitada inteligencia de los colombianos, encarnada en la inteligencia del Ejército de la Patria; un operativo respetable, desde todos los puntos de vista; una epopeya militar y un homenaje a los derechos humanos”.
Uribe puso de relieve que el Ejército se ha rehusado a matar o a capturar siquiera a los guerrilleros que entregaron a los rehenes al helicóptero militar disfrazado que los puso a salvo, porque quería comunicar el mensaje de que las FARC no deben maltratar a los aún cautivos. Los mejores cálculos son que tales víctimas ascienden a 700, la mayoría padeciendo condiciones inhumanas de barbarie.
En el último año, el Gobierno colombiano se ha venido imponiendo a las FARC, al dejar fuera de combate a cinco de los siete viejos miembros de su secretariado, entre otras cosas. No obstante, en la declaración que hizo después de la incursión, Uribe fue enfático en que invitaba a las FARC a “que hagan la paz. . . [y] que empiecen liberando a los secuestrados que aún permanecen en su poder”.
A Uribe lo secundó la ex candidata presidencial liberada Ingrid Betancourt, quien dijo: “Yo creo que ésa es una señal de paz para Colombia. Nosotros podemos lograr la paz si confiamos en nuestras fuerzas militares. Y yo quiero, realmente, agradecerles a cada uno de los soldados de Colombia, porque nos están demostrando que la paz es posible, con inteligencia, con prudencia, con sabiduría”.
El 3 de julio, Maximiliano Londoño Penilla, presidente de la Asociación Lyndon LaRouche de Colombia, dio a conocer la siguiente declaración.
El exitoso rescate por parte del Ejército, de los 15 rehenes que tenían las FARC, con la dirección personal del presidente Uribe, marca un hito en la historia de Colombia. Cuando se conoció la noticia, el país prácticamente se paralizó, porque todo el mundo estaba pendiente de conocer los pormenores de la operación. Luego, después de las 10 de la noche, Uribe, el Ministro de Defensa, el Canciller, los altos mandos militares y los ex secuestrados dieron un parte de victoria, y contaron aspectos de la operación y anécdotas de las contingencias del cautiverio, que en el caso de algunos se había iniciado hace 10 años.
Los tres estadounidenses que tambíén fueron liberados viajaron directamente a los EU y no tuvieron ningún contacto con los medios de comunicación colombianos. Todos los buenos colombianos, que somos la mayoría, estuvimos jubilosos, y si los ríos de lágrimas de alegría que corrieron pudieran recogerse y emplearse, seguramente Marte reverdecería de nuevo.
La limpieza y precisión del operativo envía un mensaje adicional que Uribe transmitió a las FARC: no es necesario que corra más sangre inútilmente; es la hora de la reconciliación y la paz duradera.
Lo que hace falta entender y ejecutar es que para garantizar el bienestar general es necesario, paralelamente a la seguridad democrática, que haya seguridad económica para todos, tal y como LaRouche lo ha elaborado (ver editorial en pág. 40). Ingrid y todos los ex secuestrados mostraron la transformación moral que han experimentado, en medio de las condiciones brutales que amenazaban, día a día, su sobrevivencia física.
A pesar del cansancio, las enfermedades y la angustia, todos contaron que no habían perdido la esperanza de volver a la vida, a la libertad. Pero también aclararon que, en los momentos más dífíciles, el ambiente social y la cooperación que se desarrolló entre los cautivos, agregado a las continuas expresiones públicas y mensajes de los familiares, amigos y de los colombianos en general, los hizo mantener viva la chispa de la fe, y la esperanza en un futuro mejor y en la posibilidad de un “milagro” que cambiara el rumbo aciago.
Así que los milagros sí pueden ocurrir en este universo, si se trabaja rigurosamente y con entusiasmo.