No es "contagio"; la explosión económica en Iberoamérica es sistémica
por Cynthia R. Rush
A menos de una semana de culminar la histórica visita, a medidados de junio, de Lyndon y Helga LaRouche a Brasil en donde el precandidato presidencial demócrata de los Estados Unidos fue recibido con todos los honores y el gran afecto que merece, y nombrado ciudadano honorario de São Paulo, centro industrial del gigante económico, estalló la bomba de la deuda de ese país, tal y como LaRouche lo había pronosticado. La onda expansiva se sintió por toda Iberoamérica y el mundo entero, en tanto que los inversionistas, analistas y planificadores, presas del pánico, no debatían si Brasil dejaría de pagar sus 500 mil millones de dólares en obligaciones externas, sino cuándo.
Primero se desplomó la moneda, el real; después, el 20 y el 21 de junio, la bolsa de valores de São Paulo (Bovespa) y los bonos más cotizados del país tendencia que continuó la semana siguiente, llevando al real a su nivel más bajo de 2,8885 por dólar; y luego, Brasil quedó clasificado como el segundo país de mayor riesgo en el mundo, sólo superado por Argentina y a la par con Nigeria. Las agencias evaluadoras de riesgo, Fitch y Moody's, redujeron el valor de la deuda brasileña el 20 de junio, de modo que su riesgo país el porcentaje que un país tiene que pagar de interés por encima de los bonos del Tesoro estadounidense cuando toma prestado subió arriba del 17%. Un informe de J.P. Morgan señala que el riesgo país de Brasil es tan alto porque "hay temor de que caiga en mora en seis meses", aunque el ex presidente del Banco Central brasileño, Alfonso Celso Pastore, considera que ese plazo es demasiado largo. "El incumplimiento podría ocurrir en dos meses", le dijo Pastore al diario argentino Clarín.
Las implicaciones de que Brasil, el mayor deudor del Tercer Mundo, caiga en mora, a nadie escapan. Dado el hecho de que el sismo financiero ocurrió a sólo días de que LaRouche sostuvo numerosas reuniones con la élite de São Paulo, era casi seguro que el gobierno de George Bush se sentiría obligado a evaluar y a contrarrestar los efectos de la visita de LaRouche. El 18 de junio, Folha de São Paulo informó que el secretario de Estado auxiliar de los Estados Unidos, Otto Reich, quien no goza precisamente de mucho respeto en el cuerpo diplomático iberoamericano, viajaría a la región durante la segunda semana de julio y visitaría al Brasil, Uruguay y Argentina. Supuestamente Reich evaluaría el proceso electoral de Brasil, pero sin duda trataría de medir el impacto de la potente intervención de LaRouche, que contrastó agudamente con las necedades y errores peligrosos que caracterizan la política exterior del gobierno de Bush.
En ningún lado es más evidente ese contraste, ni se ha expresado de modo más emotivo el respeto y cariño hacia LaRouche, que en la ceremonia del 10 de junio en São Paulo, en la que el Consejo Municipal lo nombró ciudadano honorario de la ciudad, la tercera más grande del mundo, con 18 millones de habitantes. Los discursos del Dr. Eneas Carneiro, fundador del PRONA (Partido para la Reconstrucción del Orden Nacional), y de la doctora Havanir Nimtz, concejal por el PRONA, fueron un apropiado y elocuente homenaje al compromiso de LaRouche con el progreso de la humanidad, quien, en las palabras de la doctora Nimtz, "no es un espectador de la historia. Ya se ha hecho parte de la historia".
Es el sistema
Mapa de sudamérica
En cuanto irrumpió el caos la tercera semana de junio, los analistas de Londres y de Wall Street, así como los planificadores de Washington, salieron a explicar que el desbarajuste brasileño era resultado del "contagio" de la crisis argentina. La tesis era que el Fondo Monetario Internacional falló en sus intentos de aislar a Argentina del resto de la región, decayeron las esperanzas, y ahora no sólo Brasil, sino también Uruguay, Paraguay, Chile, Perú y Venezuela pescaron la enfermedad. El 20 y el 21 de junio, y hacia la siguiente semana, las monedas de todos esos países cayeron de forma drástica, mientras que los gobiernos trataban de contener la creciente resistencia popular a las exigencias del FMI de más austeridad y más privatizacion, supuestamente para "estabilizar" sus economías.
En un breve asomo de veracidad, el ministro de Economía argentino, Roberto Lavagna, le dijo a un grupo de empresarios brasileños el 22 de junio en Buenos Aires, que hablar de "contagio" es "una mala manera de presentar las cosas". En realidad dijo se debe al "mal funcionamiento del sistema financiero internacional, que desde la década de los 1990 ha provocado una serie de crisis, incluso en países desarrollados". Pero Lavagna entonces regresó a dirigir los tortuosos esfuerzos de su gobierno para convencer al FMI que le refinancíe su deuda, lo cual es improbable que ocurra.
El secretario de Hacienda de México, Francisco Gil Díaz, aportó su grano de arena a la ola de pánico, cuando declaró el 20 de junio que "tenemos un problema similar al que tenía Argentina" antes de desplomarse. Los ingresos fiscales están bajos, los gastos presupuestales son altos, y los activos que pueden venderse para generar más ingresos son limitados. La solución que propuso Gil Díaz fue la aprobación de una brutal reforma impositiva, nada distinta a la que impuso el año pasado en Argentina Domingo Cavallo, entonces ministro de Economía.
En su estilo típico, el secretario del Tesoro estadounidense, Paul O'Neill, declaró escandalosamente el 21 de junio, que los problemas de Brasil no tenían nada que ver con la economía. "La situación ahí está gobernada por la política, no por las condiciones económicas", dijo. Añadió que la gente está preocupada por la posible elección del candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT), Inacio "Lula" da Silva, en octubre próximo, supuestamente porque amenaza con suspender el pago de la deuda externa de Brasil. Así que, "echarle el dinero de los contribuyentes estadounidenses a una incertidumbre política en Brasil no me parece brillante". Es una "ficción intelectual" decir que Brasil tiene un problema económico, alegó, para concluir que darle más dinero del FMI sería un desperdicio.
LaRouche demolió esa impostura en sus reuniones en São Paulo. La causa del desplome financiero de Brasil, dijo, yace en la crisis sistémica mundial, que golpea al Brasil del mismo modo que golpeó a Argentina y ahora derrumba las demás economías iberoamericanas. No hay "crisis argentina" ni "crisis brasileña", así como tampoco hubo "crisis asíatica" en 1997, ni "crisis rusa" en 1998. LaRouche reiteró repetidamente que los sucesos de junio eran el resultado lógico de la demencial estrategia del "muro de dinero" que levantó en torno a Brasil el FMI, junto con el narcolegalizador y especulador George Soros y sus amigos, en el otoño de 1998 y principios de 1999, luego de que una crisis financiera y devaluación monetaria amenazó con derribar al sistema financiero mundial.
A raíz de la moratoria a la deuda rusa de agosto de 1998, y la crisis de los bonos GKO, los especuladores y administradores de los fondos especulativos sacaron su dinero de los mercados emergentes, ocasionando una gran merma de las reservas de divisas del Brasil. El FMI y el Grupo de los Siete organizaron un paquete de rescate hiperinflacionario de 42 mil millones de dólares para el Brasil, cuya verdadero propósito era rescatar a los fondos especulativos y a los especuladores, al tiempo que se imponían medidas draconianas de austeridad tasas de interés más altas, asalto a los salarios y a las prestaciones sociales, privatización de los activos del Estado, y austeridad fiscal para acabar con las capacidades productivas y los niveles de vida del país.
Esta es la "cuerda" que le pasaron al Brasil en 1998 y 1999 (incluyendo el nombramiento del ex empleado de Soros, Arminio Fraga, como presidente del Banco Central), con la que ahora se está ahorcando, dijo LaRouche. Y esto es precisamente lo que pretendía la oligarquía financiera angloamericana. Brasil es más vulnerable ahora debido a que el gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso, siguió aplicando las medidas de austeridad y privatización impuestas como parte del paquete de rescate de 1998 y 1999, lo que ha fomentado la especulación y el saqueo extranjero. El anuncio del 13 de junio, de que el gobierno aumentará el superávit presupuestal de 3,5% a 3,75% del PIB, no hará más que exacerbar la crisis.
¿Sólo política?
En una declaración que emitió el 22 de junio, titulada "O'Neill y su tranvía de Villa Hoover", LaRouche advirtió que la declaración del secretario del Tesoro en el sentido de que la actual crisis de Brasil es "una ficción intelectual", quiere decir que "este gobierno se está cocinando en la misma olla en que se cocinó 'el pollo en todas las cacerolas' de Herbert Hoover".
La aseveración de que el candidato presidencial del PT, Lula, es la causa de la inestabilidad de Brasil es igualmente ridícula, dijo LaRouche. Lula es un fraude, cuyo movimiento jacobino de "antiglobalización" es parte de la misma estrategia de los angloamericanos para aplastar al Estado nacional soberano. Más aún, el fin de semana del 22 y 23 de junio, en la convención nacional del PT, Lula inició la reunión leyendo una "carta al pueblo brasileño", en la que prometió que el PT será tan "responsable fiscalmente" como se requiera, a fin de honrar todas las deudas y contratos del actual gobierno, y mantener todos los elementos esenciales de la desastrosa política de Cardoso, dictada por el FMI.
Esto significa mantener un superávit presupuestal reduciendo el gasto para garantizar un excedente para pagar el servicio de la deuda; mantener la inflación dentro de ciertos límites; y mantener el tipo de cambio flotante. Lula sostiene que sería bueno cambiar la política económica del Brasil, pero no se puede hacer hasta que los mercados no se calmen. "Aunque no me guste, no podemos eludir al FMI", le dijo a Clarín.
De ser cierto que la política es lo que gobierna el desplome financiero, los mercados hubiesen rebotado en reacción a las seguridades que les dio Lula. Pero no lo hicieron, porque hay cosas más importantes de las que preocuparse, como la deuda pública de Brasil. Varios factores se juntan para hacer de ésta la verdadera vulnerabilidad del país. Por ejemplo, en sólo 30 días, la deuda en bonos de corto plazo que se vence en los próximos 12 meses aumentó un increíble 40%. A mediados de mayo, la deuda que vencía entre julio de 2002 y junio de 2003 sumaba 110.000 millones de reales, pero para mediados de junio, se elevó a 154.400 millones de reales. Más peligroso aún es el hecho de que un gran porcentaje de esta burbuja de deuda está indexada en dólares o a tasas de interés de corto plazo, puntos de referencia ambos sumamente inestables. Indexar la deuda a dólares es la misma medida desquiciada que reventó al peso mexicano en 1994, y para Brasil, es la mecha corta para una explosión similar.
¿Dónde están los líderes valientes?
La declaración de O'Neill, de que "es pura política", enfureció al gobierno brasileño, ocasionando que el presidente Cardoso llamara inmediatamente a Bush para protestar, porque la lengua suelta del secretario del Tesoro había embrollado los mercados. Pero por motivos no explicados, Bush no tomó la llamada, y Cardoso tuvo que conformarse con la asesora de Seguridad Nacional Condoleezza Rice. El ministro de Hacienda, Pedro Malan, y Fraga llamaron a sus contactos en el Departamento del Tesoro de los EU, y poco después, O'Neill emitió una "aclaración" en la que elogíaba al Brasil por instrumentar "las medidas económicas correctas para abordar las dificultades actuales", diciendo que era un "socio regional y mundial clave de los Estados Unidos", con "bases económicas sólidas".
Pero esto no deshizo el daño a las relaciones entre los EU y Brasil, que han deteriorado debido a varios desplantes de la política exterior imperial del gobierno de Bush. El 24 de junio, en una serie de reuniones programadas con anticipación en São Paulo, la embajadora de los EU en Brasil, Donna Hrinak, tuvo que bregar con las repercusiones de los excesos de O'Neill, aunque casi con toda seguridad también trató de contrarrestar los efectos de la visita de LaRouche a la ciudad. Hrinak, que sólo es la embajadora, le dijo a los asistentes a un almuerzo del Consejo de Empresarios Latinoamericanos, que O'Neill sólo expresaba su opinión personal cuando hizo sus declaraciones, y que ¡no hablaba por el gobierno de Bush!
Pero los EU no tienen un monopolio del comportamiento ridículo. Los presidentes iberoamericanos pretenden que todo anda bien, pasando por alto lo que dijo LaRouche en Brasil sobre la crisis sistémica global, e insisten en que sus crisis de algún modo son diferentes a la de Argentina.
El presidente de Argentina, Eduardo Duhalde, cuya permanencia está en duda, salió con un plan desesperado para formar un frente unido entre México y los países del Mercosur (Mercado Común del Sur: Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, más los miembros asociados, Chile y Bolivia), e invitó al presidente mexicano Vicente Fox a servir como su interlocutor ante los EU. ¿Para qué? ¿Para utilizar el poder de negociación que representa el hecho de que Argentina, Brasil y México juntos tienen alrededor de 1 billón de dólares en obligaciones externas, y exigir un alto al genocidio del FMI? ¡No! La propuesta de Duhalde es de unirse a fin de convencer al gobierno de Bush para el FMI conceda inmediatamente otro paquete de rescate a Brasil y a Argentina.
Escogieron a Fox quien asistió a la cumbre del Mercosur en Buenos Aires, los días 3 y 4 de julio porque supuestamente goza de gran influencia sobre Bush, a pesar de que el propio gobierno de Fox y la economía mexicana están tambaleándose, junto con el Tratado de Libre Comercio (TLC), y toda sus promesas de campaña de que recibiría un "trato especial" por parte de los EU.
Duhalde esperaba tener una reunión privada con Cardoso antes de la cumbre presidencial del Mercosur, para presentar una posición unificada a los acreedores. Duhalde supone erróneamente que Brasil tiene gran poder en Washington, y que si se le pega juntito, Argentina podría aprovecharlo.
Pero Cardoso está evadiendo a Argentina como la peste. El 25 de junio le dijo a unos periodistas que en conversaciones recientes por teléfono con Duhalde, no había discutido ninguna idea sobre una estrategia iberoamericana común. Los problemas económicos de Brasil son "diferentes" a los de Argentina, insistió Cardoso, para referirse luego a la aclaración de O'Neill, y a las declaraciones del presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan, como prueba de que "la situación económica de Brasil es muy sólida. Nosotros no tenemos el mismo problema que tienen otros países". Según él, la turbulencia económica reciente fue alimentada por gente que no conoce a Brasil, y "todo el que tiene una noción efectiva de lo que pasa en Brasil, sabe que la situación financiera está bajo control".
Una renegociación conjunta de la deuda de Argentina, Brasil y México podría funcionar, pero sólo a condición que se organizara en torno a la propuesta de LaRouche de someter a todo el sistema financiero mundial a una reorganización por bancarrota. Esa es la cuestión apremiante.
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