Iberoamérica
Resumen electrónico de EIR, Vol. I, núm. 6

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Wall Street sufre revés en Perú; crece la oposición continental a la globalización



Alejandro Toledo (arriba) no sólo tuvo que dar marcha atrás en la privatización de la hidroélectrica del Mantaro, sino que tuvo de deshacerse de su gabinete económico.

por Valerie Rush

El presidente peruano Alejandro Toledo se vio obligado a ceder ante lo inevitable, y despidió a su gabinete el 12 de julio, en la secuela de protestas generalizadas contra la política inmisericorde de privatización que fuera la base de su gobierno. Además de la previa renuncia forzada de su ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, Toledo también aceptó las "renuncias irrevocables" del primer ministro Roberto Dagnino, del ministro de Relaciones Exteriores Diego García Sayán, y, aún más notable, del ministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski (PPK).

Este trío, despreciado por la población peruana, se declaró de manera explícita a favor de los intereses bancarios internacionales, que tumbaron al presidente nacionalista Alberto Fujimori a fines de 2000, e instalaron a Toledo con el propósito expreso de saquear al Perú. Por supuesto, la designación de PPK como ministro de Economía fue una condición clave que impusieron los bancos a cambio de su apoyo a la candidatura presidencial de Toledo. Desde que asumió el cargo, PPK se había jactado de que la economía era su dominio, y su misión principal se hizo acelerar la privatización de la minería, de la energía, y la agricultura, en particular, a fin de generar 700 millones de dólares en ingresos este año, para cubrir el severo déficit presupuestal del gobierno, causado por los crecientes pagos de la deuda, el derrumbe de la producción y, la disminución resultante de los ingresos fiscales.

La manía privatizadora de PPK, provocó que la celebración del Día del Trabajo se convirtiera este año en una huelga general de 48 horas contra la privatización del Complejo Hidroeléctrico del Mantaro, el más grande del país. En el norte de Perú, las protestas se enfilaron contra los planes de vender la refinería de petróleo Talara, mientras que los agricultores de la región central declararon una huelga regional indefinida contra la importación de alimentos subsidiados en los mercados peruanos. También, las protestas de los sindicatos contra la política económica del gobierno comenzaron a azotar a Lima, la capital.

Pero el destino de PPK quedó sellado el 19 de junio, cuando el presidente Toledo fue forzado a dar marcha atrás a la privatización de dos proveedores estatales de electricidad en el sur del país, Egasa y Egesur, ante las huelgas cívicas que convulsionaron por 6 días a 7 provincias sureñas, protestas que también inspiraron movilizaciones de simpatía en el norte del país. Aunque el gobierno había hecho el ridículo, denunciando a los manifestantes de ser no más que "un puñado de desadaptados violentistas" y "vándalos pordioseros", e impuso un estado de emergencia de 30 días en la región, el intento de Toledo de desplegar soldados contra los huelguistas se le volteó, cuando los militares —cuyos héroes, irónicamente, han sido blanco de una cacería de brujas emprendida por el gobierno de Toledo— rehusaron intervenir. Viéndose incapaz de cumplir sus amenazas, Toledo cedió, y firmó un pacto que de hecho le dio marcha atrás a la venta ya anunciada de Egasa y de Egesur.

La decisión provocó la ira de Wall Street, y J.P. Morgan advirtió que el haberle dado marcha atrás a la privatización "era una sorpresa negativa para los mercados, pero nuestra esperanza es que, en el corto plazo, el presidente Toledo y su gabinete corregirán lo que podríamos llamar un lapso". Pero el nivel de aprobación de Toledo en las encuestas cayó rápidamente, a poco más o menos 10%, lo que lo forzó a tratar de detener la hemorragia política purgando del gabinete a PPK y su cohorte, a pesar de la promesa que le había hecho Toledo a un puñado de banqueros de Nueva York en julio de 2001, después de su elección a la Presidencia, de que Kuczynski "permanecerá hasta el último día de mi gobierno".

PPK y compañía fueron reemplazados por personajes con un cariz más populista, pero estos nuevos rostros poco harán por resolver los problemas de Toledo, mientras siga comprometido con las mismas políticas librecambistas de la globalización que exigen sus patrocinadores de Wall Street. De hecho, el recién designado ministro de Economía, Javier Silva Ruete, de una vez le dijo a la prensa que continuará las políticas de Kuczynski. "Hay muchas maneras de vender las empresas públicas", dijo Silva. "Cumpliremos sin ninguna duda todas nuestras obligaciones", fue el mensaje que le envió a los organismos internacionales.

Protestas por toda Iberoamérica

La adherencia de casi todos los gobiernos de Iberoamérica a esos mismos dogmas neoliberales ha provocado protestas por todas partes, y amenaza la estabilidad de todo el continente. El gobierno de Bush se aferra a su terca insistencia ideológica en el mantra de la "privatización y el libre comercio", lo que sólo ha empeorado la situación

Por ejemplo, el secretario del Tesoro de los EU, Paul O'Neill, tenía programado un viaje a Brasil y a Argentina para principios de agosto, cuando le informaría formalmente a ambas naciones que no esperen misericordia (o dinero) de Washington, Wall Street o el FMI, como les avisó de antemano —y en términos insultantes— durante una entrevista de televisión el 28 de julio. Las declaraciones de O'Neill provocaron la ira del gobierno brasileño, que le comunicó a la embajadora de los EU, Donna Hrinak, que si O'Neill no se disculpaba, mejor que ni viniera a Brasil.

Brasil tiene una deuda externa real de unos 500 mil millones de dólares, la mayor del mundo, que está a punto de un reventón total. Por su parte, Argentina se encuentra en los estertores de la peor depresión de que tenga memoria, resultado de las condiciones del FMI.

A mediados de julio, el subsecretario auxiliar de Estado de EU para asuntos del Hemisferio Occidental, Otto Reich, recorrió Argentina, Brasil y otros países iberoamericanos donde llevó el mismo mensaje que O'Neill.

La locura que emana del Washington oficial, ha causado alarma entre elementos más duchos en la política de los EU, quienes están exhortando al gobierno de Bush a despertar antes de que sea demasiado tarde. A esta gente les causa especial preocupación la creciente influencia que Lyndon LaRouche gana en Iberoamérica en medio de la debacle económica, como se vio en la reciente visita extraordinaria del economista y precandidato presidencial estadounidense a Brasil.

El 14 de julio, apareció una columna en el Miami Herald que refleja ese nerviosismo. Escrita por Andrés Oppenheimer, el perito en Latinoamérica de planta del Herald— y quien está estrechamente vinculado con el Diálogo Interamericano, un centro ideológico de los banqueros— la columna del Herald tiene la forma de un memorando elaborado por un asesor imaginario para el secretario de Estado Colin Powell. Iberoamérica, dice, "enfrenta serios problemas". De acuerdo con una encuesta reciente, "la mayoría de los presidentes de la región tienen menos del 30% de la popularidad que los encuestadores consideran necesaria para dirigir gobiernos eficaces". Este es el caso de los presidentes Eduardo Duhalde de Argentina, Jorge Quiroga de Bolivia, Andrés Pastrana de Colombia, Gustavo Noboa de Ecuador, Alejandro Toledo del Perú, Jorge Batlle de Uruguay, y Hugo Chávez de Venezuela, dice. Los partidos políticos de Iberoamérica también están "igual de desacreditados". De allí que Washington, dice, entre otras cosas debe "dejar de hacer hincapié en nuestras demandas de más privatizaciones y cortes al gobierno". De otro modo, advierte, "Iberoamérica se hará tierra fértil para engendrar dictadores mesiánicos".

El mismo nerviosismo se evidenció en un artículo del reportero Juan Forero, que publicó el New York Times el 13 de julio, en el que presenta las huelgas cívicas peruanas que tumbaron a PPK, como un ejemplo de la ola de resistencia en Iberoamérica al "experimento de una década con el capitalismo de libre mercado". Forero pasa revista a la creciente "repugnancia que causa la ortodoxia del mercado regido por el mercado" desde Perú hasta Paraguay, de Brasil a Bolivia, desde Ecuador hasta Venezuela, y cita a un preocupado analista de Nueva York: "Tal vez hemos llegado al fin de una era, y estemos cerrando la puerta a lo que fue un intento infructuoso por alcanzar reformas económicas ortodoxas al término de los noventa".

No obstante, estos críticos piden poco más que un cambio de envase para las mismas políticas fracasadas. Por ejemplo, Oppenheimer apenas atina a aconsejar un "reenfoque" de la política estadounidense, para fomentar "más exportaciones y apertura comercial", "más diplomacia pública activa", y soluciones políticas democráticas "que puedan garantizar gobiernos más eficaces". Al igual que las nuevas caras en el gabinete de Toledo, semejante "consejo" sólo promete más de lo mismo.