EL VERDADERO ESTADISTA
El individuo histórico

Benjamin Franklin

por Lyndon LaRouche

En tiempos de crisis, como el actual, el típico líder político fracasado es como un actor narcisista que posa ante el público, en escena o ante las cámaras, alardeando sotto voce: "¡Mírenme!" Es indiferente a la realidad de las circunstancias en que gesticula, y el único objetivo de su actuación, como el de una prostituta que patrulla las calles sórdidas, es la simple seducción.

A diferencia de tan patéticas criaturas, el gran actor clásico piensa y actúa como los del antiguo escenario clásico griego, revelando el personaje que representa, hablando desde lo oculto de su máscara teatral.

Como le advierte el Coro a los espectadores al comienzo de Enrique V de Shakespeare, vean lo que aparece hoy representado en el escenario, no viendo las imágenes del pobre escenario de ese teatro, sino en el escenario más noble y superno de la propia imaginación.

El Coro le da al público una mirada sagaz, adelantándoles calladamente que, cuando concluya la obra, se asombrarán de regresar de la grandeza de la imaginación, para ver entonces, allí donde el Coro hablaba, a esos actores que no eran los papeles que acababan de representar. Así, también en la vida, lo mismo que en el escenario clásico, obra el gran estadista, como lo hicieron Benjamín Franklin, Abraham Lincoln y Franklin Roosevelt, y como lo hicieron la histórica y sublime Juana de Arco y el reverendo Martin Luther King, Jr. Cuando no aparecen más estos actores de la vida real en el escenario temporal, el alma de tan excepcionales líderes sigue viviendo, inmortal e invisible, más poderosa después que antes de la muerte.

El artista, actor o compositor clásico es una copia de líderes políticos tan excepcionalmente grandes como aquellos. Él o ella es un modelo que le enseña al pueblo y a sus líderes naturales el arte de impartirle a la imaginación de un público, aquello que el poeta Shelley identificaba como conceptos profundos y apasionados acerca del hombre y la naturaleza. Por esta misma norma que se le exige al líder político excepcional es que ha de juzgarse la representación artística del artista.

Me explico.

En cada momento trágico de una gran crisis, cada nación y cultura es presa de la necesidad de un cambio súbito y profundo en la calidad de sus líderes. Su supervivencia depende entonces de su voluntad de elegir una nueva calidad de líder, de la que son ejemplares aquellos individuos extraordinariamente excepcionales que se irguieron, cuando los vemos en retrospectiva, como almas inmortales, muy aparte y por encima del simple gusto popular de su época. Por toda la historia futura de la humanidad, así como en su pasado, esta presencia, o la ausencia, del papel determinante del individuo excepcional siempre será, como siempre ha sido, uno de aquellos hitos que marcan la decisión en el camino, ya hacia la serenidad, ya hacia la autodestrucción, decisión que encara toda cultura en sus momentos de grave peligro autoinfligido, como el que enfrentamos hoy.

En las siguientes páginas intentaré mostrarles que, al igual que en las grandes tragedias clásicas representadas en el escenario, en tiempos como el presente, en que peligra toda la civilización europea en su conjunto, la nación que aborrezca al individuo excepcional y opte por la opinión popular, está condenada de antemano a la perdición, al igual que los romanos necios, eufóricos de vitorear en los espectáculos de masas del Coliseo de ese entonces, o las masas necias de hoy, en el estadio de fútbol, el concierto de rock o la orgía en video: un pueblo perdido por su propia adicción popular a la ilusión inherentemente trágica del placer y la comodidad.

En el curso de la historia futura, la única mejora que se añada a esa trayectoria de la rara contribución de una personalidad excepcional, nunca pasará de ser otro número de individuos excepcionales, ojalá mayor que los desafortunadamente pocos hoy activos en nuestra nación en peligro. El mayor peligro que enfrenta cualquier nación amenazada, como la nuestra, es la proliferación de mediocridades morales o, lo que es peor, el que dichas mediocridades ocupen cargos donde lo que se necesita son gigantes intelectuales y morales. Tal es la alternativa que se les presenta ahora a los Estados Unidos, que deben escoger entre su perdición y la oportunidad que les aguarda en este momento de crisis mundial.

Y así, a lo largo de miles de años desde que la historia europea nació, como vástago de Egipto, de la antigüedad griega, el papel del individuo excepcional ha sido el tema de aquellas grandes leyendas, historias trágicas y diálogos en que se consigna la historia de las ideas de las grandes culturas del pasado. Los más grandes historiadores clásicos, tales como Esquilo, Platón, Shakespeare, Lessing y Schiller, han plasmado sobre el escenario la alternativa de la vida real entre lo trágico y lo sublime, como se conocen. Ahora corresponde de nueva cuenta a nuestra nación, y a ustedes, el pueblo que la habita, aguardar, a su vez, el juicio de futuros públicos, cuando nuestra historia sea representada en ese mismo escenario clásico.

Nuestra nación tiene esa alternativa; así, debe elegir a sus líderes. Tragedia, o triunfo. ¿Cuál será? Esa decisión no tiene nada de mágico. La decisión puede ser clara y racional, si están dispuestos a verlo así, a diferencia de la Dinamarca de Hamlet en Shakespeare.

Me explico.

¿Dónde reside la verdadera imaginación?

Debidamente empleados, los nombres de lo que Schiller define como lo sublime, espiritualidad, inmortalidad, imaginación y verdad, se refieren a experiencias ennoblecedoras que ocurren entre seres humanos, nunca entre seres vivos inferiores. El individuo humano recibe una facultad natural de conocer esas condiciones elevadas de experiencia, si las aprovecha.

Por desgracia, pocos hasta ahora en la historia hemos llegado a desarrollar nuestra capacidad innata de conocer la realidad a la que se refieren esas cualidades específicamente humanas. La mayoría encadena su sentido de identidad personal a la prisión de una ilusión de torre de marfil, como la prisión mental del empirista o cartesiano en su pecera, que nada sabe del mundo real, y sólo conoce las imágenes desplegadas en esa pantalla en que se proyectan y palpan las ilusiones de una presunta certeza de los sentidos. En los tiempos de gran crisis, la sociedad sólo puede salvarse si se le otorga el liderato a aquellas almas libres, relativamente pocas, de ciertos "patitos feos" que los necios llaman "excéntricos".

Los líderes indispensables en esos momentos son aquellos que desde la infancia hemos logrado dejarnos llevar por aquel potencial natural para lo sublime. Los que han permanecido fieles a ese potencial, que a todos nos es innato, son, por tanto, los únicos líderes calificados de las naciones en tales tiempos. Ellos son, por consiguiente, excepcionales.

En la trayectoria desde la antigüedad hasta la actual civilización europea ampliada, un sólo nombre, el de Platón, es el que mejor se conoce por comprender esta distinción de la figura excepcional, socrática, en la sociedad. Por ese motivo, los diálogos de Platón a veces son identificados como ejercicios espirituales. Todos los descubrimientos de principios físicos universales experimentalmente validados, tales como el descubrimiento único y original de Johannes Kepler de la gravitación universal, han ocurrido como fruto del método de hipótesis expresado en los diálogos platónicos.

La pertinencia de esto para definir al individuo excepcional es fundamental, y Platón ofrece muchos ejemplos.

Las experiencias sensoriales humanas son expresión de una relación de trabajo entre los órganos de los sentidos y el sistema nervioso central. Lo único que aprendemos de la experiencia sensorial es la habilidad de reconocer cierto efecto que las acciones del universo obran sobre esos órganos sensoriales. Lo que así percibimos no es la realidad, sino la mera sombra del efecto de las acciones de un universo real, no visto, generalmente extraepidérmico, sobre los órganos sensoriales que hacen parte de nuestro organismo biológico. Por eso Platón, en La República, compara las experiencias de los sentidos con sombras proyectadas sobre las paredes de una caverna a media luz. Así mismo escribe el apóstol Pablo en Corintios 1:13.

Pero la mente humana tiene una capacidad demostrablemente superior a la mera biología, una cualidad llamada el poder de la razón, una facultad superior única de los miembros de nuestra especie. A este poder también se le conoce como el poder de hipotetizar. Este poder nos faculta para descubrir lo que las sociedades pueden reconocer como principios físicos universales, hipótesis cuya validez puede demostrarse mediante los mismos tipos de experimentos adecuados que expone Kepler en su Nueva Astronomía.[1] Nuestros sentidos jamás pueden "ver" tales principios, de la misma manera que no pueden, por sí mismos, percibir el interior del núcleo atómico; sin embargo, una vez demostrado un principio, podemos aplicarlo para efectuar transformaciones palpables y eficientes en el mundo real, que nuestras facultades de percepción no alcanzan a ver.

En tiempos modernos el uso ingenioso del progreso científico nos permite cada vez más compensar incapacidades casi completas de la vista, el oído, el tacto, etc. El famoso caso de Helen Keller ilustra el principio de que la pérdida de las facultades sensoriales no reduce para nada la facultad innata de la mente humana de conocer el universo, así sea mediante sustitutos artificiales del aparato sensorial. Es en la capacidad espiritual de la hipótesis, y no en el ámbito de la percepción sensorial, que el hombre conoce el universo.

Este concepto de la eficiencia del poder de las hipótesis, experimentalmente validado, define un universo real, un universo superior, allende las ilusiones opacas del mundo de sombras de la percepción sensorial. Al igual que en el caso de la extraordinaria educación de Helen Keller, este mundo bien puede describirse como el universo de la imaginación científica. Es el mundo de la veracidad científica el que siempre debe acompañar al científico en su aproximación de la verdad. Son las personas cuya mente reside de manera consciente en ese mundo real de la verdad, más allá de la ilusoria percepción de los sentidos, las que podemos reconocer como grandes y verdaderos científicos clásicos excepcionales en la tradición de Platón, tales como Leonardo, Kepler, Leibniz y Gauss, grandes artistas clásicos como Bach y Beethoven, y grandes líderes para tiempos de crisis y peligro.

En la tradición del Moisés bíblico, este poder de la razón, el poder de la hipótesis, también conocida como la cualidad de la espiritualidad, define igualmente al hombre y a la mujer como seres creados a imagen de una personalidad conocida como el Creador de universo, poseedores de facultades y responsabilidades como las Suyas.

Antes de pasar a la política, debo explicar la importancia de esto en la ciencia física, a saber:

La lección de la noosfera

Vladimir I. Vernadsky, quien fuera, con Mendeleyev, uno de los genios científicos excepcionales de la Rusia moderna, fue el primero en ofrecer definiciones adecuadas de lo que él llamó, respectivamente, la biosfera y la noosfera.

Combinó su propio trabajo en el campo conocido como la biogeoquímica con los descubrimientos de Luis Pasteur y sus sucesores, para definir más nítidamente un principio universal de la vida, en tanto clase universal de principio físico distinto de la definición experimental de los procesos no vivos en la química física. Definió esa influencia creciente, experimentalmente demostrada, sobre los procesos no vivos de nuestro planeta, como el concepto de biosfera.

Empleando ese mismo principio experimental, Vernadsky demostró que el principio de descubrimiento de principios físicos universales que sólo ocurre dentro de los confines de la mente humana individual, ejerce un poder que cambia la biosfera misma, como si lo hiciera desde fuera. Puesto que ese poder humano causa efectos de principio que de otra modo no existieran, tal poder no sólo es físicamente eficiente, sino que constituye un principio físico universal. Puesto que tales principios existen eficientemente, mas por fuera de los confines de la certeza de los sentidos, tienen la cualidad de ser facultades espirituales, físicamente eficientes, específicas de la mente humana, y eficientes en su poder sobre lo que vemos como el universo material. Esta es la definición de noosfera.

En términos de referencia más amplios, el concepto de noosfera de Vernadsky no era un concepto completamente nuevo de la manera en que está organizado el universo. Por ejemplo, desde ya entrado en la adolescencia, yo ya había adoptado un concepto parecido de la organización categórica general de nuestro universo como producto de mi defensa personal de la monadología de Leibniz contra las Críticas de Kant. El concepto vernadskiano de biosfera es un legado del concepto clásico griego de una universalidad hilozoica, concepto inherente también a la obra de Platón. Los diálogos de Platón, en especial el Timeo, definen ese universo hilozoico como algo delimitado por un poder espiritual aún superior, físicamente eficiente, que corresponde a la razón humana; en ello ya iba implícito lo que Vernadsky llamó la noosfera. La principal diferencia es que el cabal desarrollo del concepto experimental de biogeoquímica en Vernadsky, al extremo de definir experimentalmente la biosfera, sienta las bases empírico-científicas para definir también la noosfera en forma similar.

Estas facultades espirituales, expresadas en el acto de la hipótesis, son el ámbito clásico de la verdadera y eficiente imaginación, que obra a través de nuestra intención de cambiar el universo que habitamos.

Estos descubrimientos le plantearon a Vernadsky dos retos adicionales que no pudo resolver en ninguno de los escritos pertinentes producidos durante su vida. Primero, ya que los descubrimientos de principio sólo pueden ocurrir en los confines soberanos de los procesos cognoscitivos (de generación de hipótesis) de la mente humana individual, ¿cuáles son los principios mediante los que se transmiten tales ideas entre individuos de una sociedad, y de una sociedad a otra, como por ejemplo en el modelo clásico humanista de educación? En segundo lugar, si dicha cognición es una modalidad eficiente de acción sobre el universo, ¿cuál es la geometría física gaussiano-riemanniana correspondiente que permite la eficiencia con que tales acciones de las facultades cognoscitivas obran transformaciones en el universo?

En otros escritos he presentado ya los principios esenciales que señalan hacia las respuestas a esas dos preguntas. El individuo excepcional, apto para servir de líder en tiempos de crisis, difiere de forma específica y fundamental del tipo acostumbrado de personaje político.

Me explico.

Por qué es indispensable el liderato

Aunque lo que conocemos como la geometría euclidiana de aula es menos falsa que la consabida aritmética de aula, condiciona la mente del estudiante engañado a aceptar el concepto falso, científicamente analfabeto, del mundo del espacio, el tiempo y la materia. La geometría euclidiana es un intento de explicar el fenómeno de la certeza de los sentidos en una forma congruente con la manera en que la mente poco desarrollada confunde neciamente la certeza de los sentidos con la realidad física.

No obstante, la geometría de los Elementos de Euclides contiene, en parte, relaciones útiles de ciertas contradicciones internas tercas, relaciones que recibimos de los antiguos griegos clásicos, de la tradición que va desde Arquitas y Platón, hasta Eratóstenes y Arquímedes. Estas contradicciones, entre ellas la derivada de doblar el cuadrado y el cubo por construcción, y las resultantes de los llamados cinco sólidos platónicos, conducen a descubrimientos modernos en una geometría física que existe allende los confines, ya de la aritmética pueril de contar los números, ya de la geometría (apriorística) de Euclides o demás tipos de torre de marfil.

El reconocimiento moderno de esta obra de la historia clásica de Grecia se identifica, en lo principal, con cinco categorías principales de descubrimientos de la ciencia europea moderna: a) el descubrimiento de la gravitación universal, por Kepler; b) el descubrimiento de un principio de tiempo mínimo, a diferencia de uno de distancia mínima, por Fermat; c) el efecto combinado de los trabajos de Huyghens, Leibniz y Jean Bernoulli, expresado en el descubrimiento único y original de Leibniz del cálculo y el principio afín de "tiempo mínimo" del verdadero cálculo infinitesimal y la forma catenaria elemental de acción mínima en el universo; d) el primer informe de Gauss, de 1799, de su descubrimiento único y original del teorema fundamental del álgebra; y e) la continuación del avance de Gauss, de 1799, por Riemann, con su definición de los principios universales de la geometría física, de 1854. Estas cinco series de descubrimientos formaron la base para mis propios descubrimientos originales en una rama de la ciencia fundada por Leibniz, la ciencia de la economía física.

La aplicación de la ciencia de la economía física, así definida, al concepto de la noosfera, nos da un sentido del tipo de geometría antieuclidiana[2] que debemos emplear para arribar a un entendimiento moderno del universo real que existe más allá de la ingenua percepción sensorial.

Ese concepto corregido, riemanniano, de la noosfera, nos define el marco conceptual dentro del que podemos examinar las diferencias entre la conducta efectiva de una sociedad, y los conceptos congruentes con una expresión riemanniana de la noosfera. Este enfoque nos permite conceptualizar el problema causado por los efectos patológicos de algunos de los supuestos axiomáticos implícitos en la opinión popular actualmente prevaleciente. Luego podemos considerar que esos efectos patológicos constituyen una patología característica, sistémica, de la cultura en cuestión. Este método de evaluación de los sistemas político-económicos ha sido la fuente del incomparable éxito de mis pronósticos económicos de largo plazo publicados en los últimos 35 años.

Aunque la disfunción sistémica potencialmente fatal de la opinión popular y demás que prevale hoy no se limita a los crecientes yerros axiomáticos de la política estadounidense practicada de 1964 hasta la fecha, todas esas disfunciones axiomáticas, de índole económica o cualquier otra, pueden y deben correlacionarse con esos errores político-económicos específicos.

Para darle al lector una idea justa de la relación entre el líder individual excepcional y la actual crisis existencial de los Estados Unidos, prestemos atención al proceso de transformación de los Estados Unidos entre 1964 y 2002, de su anterior característica de ser la principal sociedad productora del mundo, a una creciente decadencia, en el período 1964–2002, a la sociedad consumista "posindustrial", émula de potencias marítimas imperiales de la antigüedad y el medievo tales como Roma y Venecia, respectivamente.

Las condiciones sistémicas, potencialmente fatales, establecidas de 1964 a 2002 en los Estados Unidos, se manifiestan en errores fundamentales de criterio subyacentes a la manera en que la sociedad avanza a tropezones, más o menos de manera inconsciente, de una acción, o inacción, a otra. Tarde o temprano, el seguir tolerando tales series falsas de supuestos axiomáticos implícitos desemboca en un conflicto entre sociedad y naturaleza, llegando a asemejarse a una especie de crisis existencial. Debe entonces esa sociedad, como los actuales Estados Unidos, alterar sus axiomas subyacentes, o venirse abajo. Tales son las condiciones de crisis en que lo único que puede salvar a la nación es la aceptación social del liderato del individuo excepcional. Es así como el infeliz apego de Hamlet a las costumbres prevalecientes en Dinamarca condenaron a la tragedia a ese país; y la negativa de Wallenstein a retractarse de su juramento en aras de la ley natural, su negativa a derrocar el orden Habsburgo, condenó a Europa a más de una docena de años de una horrible guerra religiosa.[3]

La necedad de Hamlet fue que, al final, como él mismo lo confiesa en el soliloquio del tercer acto, se aferró, al igual que toda Dinamarca, a las costumbres que acabaron por destruir a ese país. Y así, como lo advierte el Horacio de Shakespeare, mientras se llevan los restos de Hamlet del escenario teatral de esa misma estulticia cultural, no sólo se condenó a sí mismo, sino a todo el reino cuyas costumbres desquiciadas le depararon la muerte.

Y así, en épocas posteriores, los generales alemanes reescenificaron la sandez del Hamlet shakespeariano y del Marqués de Posa o de Wallenstein, de las obras de Schiller, cuando traicionaron al canciller Von Schleicher, adversario de Hitler, en los hechos del 28 al 30 de enero de 1933, y luego otra vez con los hechos del verano de 1934. Por eso la pagó tan caro la institución de esos generales en julio de 1944, de la misma manera que hicieron el ridículo el tonto káiser Wilhelm y toda su nación, por apoyar al necio káiser habsburgo, durante el verano de 1914. En estos y muchos otros casos de la historia real, las peores tragedias suelen ser más el fatídico desenlace de la adhesión a tradiciones erróneas, que la violación a las mismas en forma oportuna y congruente con una autoridad superior idéntica a la ley natural invocada por los Estados Unidos el 4 de julio de 1776.

Para los efectos de la ciencia moderna, incluido el análisis económico, la relación de Gauss de su teorema fundamental del álgebra, de 1799, es el acto fundacional de una forma matemática moderna de geometría antieuclidiana, mediante un ataque devastador a las necedades empiristas de D'Alembert, Euler y Lagrange. Este trío había dedicado sus carreras a defender, como lo había hecho Descartes, una interpretación empirista de los primeros nueve libros de los Elementos de Euclides, apoyados en diversas refutaciones fraudulentas de la existencia real de lo que tonta y fanáticamente ridiculizaban como "números imaginarios". Gauss pudo abordar con éxito el mismo problema que axiomáticamente se negaban a comprender los principales matemáticos empiristas, la llamada paradoja de "Cardan". Gauss reconoció lo que habían definido los científicos griegos de la antigüedad, incluidos Arquitas, Platón y Eratóstenes, como el principio físico de construcción que se expresa en soluciones a paradojas tales como la construcción del doble de un cuadrado o cubo, y los sólidos platónicos.

Gauss reconoció el mismo concepto de potencias físicas citado por Platón en el caso de la construcción del doble del cuadrado. Gauss lo demostró de nuevo, situando en el álgebra lo que Leibniz y Bernoulli habían demostrado en su exposición de la catenaria en tanto reflejo de un principio de acción mínima universal, y también en su demostración de la importancia relacionada de los logaritmos naturales. Estas paradojas matemáticas reflejaban la geometría natural, física, de lo que Gauss definió como el dominio complejo, más allá de la matemática antinatural, de "torre de marfil", de los célebres matemáticos Euler y Lagrange.[4]

El trabajo de Gauss sienta las bases para un entendimiento general de la matemática formal desde el punto de vista de la ciencia física experimental, en vez de un enfoque apriorístico de "torre de marfil", de la llamada matemática "pura". Tal enfoque es indispensable para el estudio científico exitoso de cualquier característica física cuantificable de una economía política moderna. Este método conceptual requiere hacer hincapié en el estudio de los ciclos de mediana y larga duración de generación y agotamiento de las mejoras de capital físico. Como lo he demostrado repetidas veces con el éxito singularmente constante de mis pronósticos económicos de largo plazo en décadas recientes, este enfoque de los ciclos del capital es indispensable para definir las características sistémicas de una economía moderna en el mediano y largo plazo.

Es así como el progreso científico depende de la aplicación de descubrimientos de principios físicos universales validados experimentalmente, los cuales nunca ocurren sino como obra de las facultades soberanas de hipótesis del descubridor individual. Y así, la mismísima cualidad de facultades creativas del individuo excepcional dentro de la sociedad es la que aporta los cambios en la forma de pensar, y la calidad de liderato excepcional de los que depende una y otra vez la supervivencia de una nación o cultura que se haya puesto a sí misma en aprietos.

Me explico.

La política del dominio complejo

El dominio complejo, definido por la labor pionera de Gauss y Riemann, principalmente, nos presenta una geometría física de poder real, un universo real contrapuesto al mero mundo de sombras de la ingenua percepción de los sentidos. Lo "imaginario" es el dominio euclidiano, o cuasieuclidiano, de la geometría de "torre de marfil", que sólo ve las sombras de la geometría física, real, y no la sustancia física que reflejan esas sombras. No obstante, como parte de cualquier comprensión competente de los orígenes y curas de las crisis sistémicas, tales como el desplome monetario y financiero que el mundo se ha autoinfligido y ahora se le viene encima, la causa de la calamidad son los falsos supuestos a los que implícitamente se atribuye valor político y social, cual si poseyesen autoridad axiomática, y funcionan más o menos como si fueran axiomas verdaderos del universo real. En esa intercalación de supuestos populares, unos válidos, otros falsos, yace la causa del tipo de crisis sistémicas que ocasionalmente causan la extinción de poderosos imperios, como los de la bíblica Babilonia de Baltasar, o Roma.

El estudio crítico de los rasgos patológicos de una geometría euclidiana ayuda a quien los estudia a adquirir un concepto de las características pertinentes de sistemas basados en una serie de supuestos apriorísticos, de definiciones, axiomas y postulados deductivos, tales como los de un sistema euclidiano deductivo ("lógico") de teoremas y corolarios. El estudio de las falsedades inherentes a cualquier sistema deductivo tal, es la clave para entender los estados sistémicos patológicos de las creencias populares que causan las crisis sistémicas autoinfligidas, tales como la que amenaza más o menos en lo inmediato con desintegrar a los Estados Unidos en el corto plazo.

La causa principal de la perdición de cualquier cultura es el desorden mental típico de la opinión popular, que consiste en dar por válidos los supuestos adoptados en un momento dado por alguna profesión erudita, o enseñanza religiosa o, en un nivel más burdo, la "opinión popular generalmente aceptada". Y así como una clase de geometría incompetente siempre vuelve, directa o indirectamente, a la presunta autoridad de una serie de definiciones, axiomas y postulados incuestionables, los incautos siempre buscan la autoridad reconfortante de las mismas ilusiones axiomáticas falsas que, de perdurar lo suficiente, acabarán por sumir a esa sociedad en una ruina autoinfligida.

Un ejemplo de esta forma de enfermedad mental en gran escala es la tradición romántica de la vox pópuli, que fue el mecanismo subyacente de la ruina autoinfligida de Italia. Vale la pena mencionar el sistema patológico de Immanuel Kant, que labró como argumento contra la existencia de una verdad conocible, porque pone al descubierto los mecanismos de la enfermedad mental por los que la condición patológica de una tradición puede llevar a la ruina a una cultura otrora poderosa. En ese sentido, hago referencia a la defensa del irracionalismo, bajo la rúbrica de "negación de la negación", que Kant introduce en la sección temática sobre "dialéctica de la razón práctica" en su Crítica de la razón práctica.

Kant, quien a lo largo de sus escritos rechaza, como cuestión de principio, la existencia de la verdad, alega que la aceptación por la víctima de la represión social ("negación") de los impulsos a los que se opone (por "negativos"), produce un impulso "positivo" congruente con la "moralidad" impuesta por la sociedad. Esta generación de un impulso ético positivista mediante la "negación de la negación", le sirve a Kant, y él la propone, como alternativa a la verdad.[5] En los escritos del doctor Sigmund Freud, seguidor del fanático positivista Ernst Mach, hallamos esta misma doctrina de la "represión", pero expresada en forma más turbia, y más lasciva, que en el original de Kant. Por desgracia, Kant atina en su descripción de la aparente difusión de los efectos de una cultura defectuosa en los pueblos. El sustituto que ofrece Kant, la inducción de una ausencia de fe en la verdad, es la insidiosa corrupción moral de las culturas nacionales que impulsa la caída cíclica de las mismas en crisis sistémicas, potencialmente fatales, de culturas nacionales o más generales.

En este sentido, el líder político excepcional que rescata a su población del precipicio del colapso cultural autoinducido, ejerce una función que expresa las mismas características que el descubrimiento de un principio físico universal validado de forma experimental. Antes que abogar por remedios dentro de los parámetros de la cultura generalmente aceptada que amenaza destruir a esa nación, el líder válido para tales tiempos de crisis se empeña, justamente, en lo que se negaba a hacer Hamlet, perdido por obra propia, en la obra de Shakespeare:

¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta, si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la muerte —aquel país desconocido, de cuyos límites ningún caminante torna— nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan, antes que ir a buscar otros, de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes: así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia; las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan, y se reducen a designios vanos.[6]

El líder adecuado para el momento de inminente crisis sistémica, al igual que el descubridor científico en un momento crucial de su labor, debe apartar a la nación de su instinto suicida, guiarla a adoptar profundos cambios de los supuestos axiomáticos en los que esa sociedad ha basado sus acciones hasta ese momento. El pretendido líder "práctico", que aguarda la autoridad de la opinión popular prevaleciente antes de actuar, es, como Hamlet, una amenaza a su nación. El líder que se requiere es un individuo excepcional. Ningún otro servirá, si la nación ha de escapar del peligro inminente.

Cómo hacer un líder

Un candidato idóneo para líder en tiempos de crisis sistémica tales como el actual, debe haber dedicado gran parte de su formación personal, mental y moral desde la niñez y la adolescencia a estudiar y despreciar las que han resultado ser las falsedades sistémicas aceptadas más o menos comúnmente por sus coetáneos, así como otros de generaciones precedentes y subsiguientes. Esta conciencia apasionada de los falsos supuestos sistémicos, implícitamente axiomáticos, que gozan de acogida general, fomenta en esa mente joven, en proceso de maduración, una inclinación por aquellos temas que el poeta Shelley identificaba como "conceptos profundos y apasionados acerca del hombre y la naturaleza". Esta ha sido la característica consciente de mi vida, experiencia y formación desde la niñez. Por esta razón capto mucho más rápidamente que la mayoría de la gente las cualidades correspondientes, o la falta de dichas cualidades, tanto de personas vivas conocidas como de personajes históricos.

Si los juicios de tal personalidad relativamente excepcional, en proceso de formación, están bien fundados, él o ella adquiere lo que ven a veces los espectadores asombrados como un "don profético". Desde que yo recuerde con alguna certeza, desde mi adolescencia temprana, he gozado de ese don aparente. En el curso de los últimos cuarenta y tantos años nunca me he equivocado en mis juicios relativos al rumbo y ritmo aproximado de los sucesos que tienen que ver con el desenvolvimiento de largo plazo de procesos económicos y sociales. En consecuencia, en todos aquellos temas políticos de largo alcance en que he basado mis candidaturas presidenciales desde 1975–1976, nunca me he equivocado, como lo atestigua la documentación escrita de los pronósticos mismos.

De ahí, pues, mi previsión de febrero de 1983, que si los líderes soviéticos rechazaban la política que yo le había recomendado al presidente Reagan presentarles, el sistema económico soviético se derrumbaría "en unos cinco años".

Ahora, los supuestos políticos de índole axiomática de todos mis presuntos rivales entre los economistas y dirigentes políticos han fracasado ya, de manera rotunda. La mayoría de ellos sigue aferrándose histéricamente a una política ya desacreditada, una política que sólo expresa ya su desdichada forma de pensar en los procesos de gestión política como tales. Pero no hay que dejarse entretener tanto con los errores particulares de su opinión y práctica, como para dejar de ver las raíces de su obsesión por seguir cometiendo los mismos errores desesperados, del mismo tipo sistémico, aún en la actualidad. Hay que ver las raíces sistémicas de su crisis; ver la "geometría" de su vida mental, geometría de la que ellos no tienen conocimiento, pero que sin embargo controla sus mentes tal como si tuviesen el pensamiento "programado".

Por consiguiente, tengo ahora dos misiones principales. Primero, conducirles a ustedes, sanos y salvos, por la peor de las crisis mundiales y nacionales que ahora mismo se desenvuelve; y, segundo, alentar un nuevo liderato de entre las filas de nuestra gente joven, que, por tanto, será mucho menos propensa a cometer errores tan crasos como los que ha cometido hasta ahora la mayoría de los miembros de las últimas dos generaciones de gente adulta.

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NOTAS:

[1] Este poder de la razón puede llamarse también ley natural, a diferencia de una ley meramente positiva. El proceso de Kepler en su descubrimiento único y original del principio físico universal de la gravitación, tal como lo presenta en su Nueva Astronomía, es ejemplo de ese proceso de ley natural. Otros ejemplos son el descubrimiento único y original de un principio físico universal de acción mínima por parte de Leibniz, y el anuncio de Gauss, en 1799, de su descubrimiento único y original del teorema fundamental del álgebra.

[2] Hasta donde tengo información en este momento, el concepto de una geometría "antieuclidiana", en vez de "no euclidiana", fue introducido por uno de los dos maestros principales de Gauss, Abraham Kästner. De hecho, el descubrimiento de Gauss de una forma matemática de geometría antieuclidiana, se refleja ya en 1799 con la publicación de su descubrimiento original del teorema fundamental del álgebra. Los descubrimientos de Lobachevsky y de Janos Bolyai se distinguen de las geometrías antieuclidianas de Gauss y Riemann, justamente porque son apenas "no euclidianas", que corrigen la geometría euclidiana, en vez de derrocarla.

[3] La narración de Schiller en su trilogía Wallenstein señala ese mismo punto, como lo hace anteriormente en Don Carlos, en que maneja elementos esenciales de la historia real.

[4] El siguiente asunto es de tal importancia para los temas que se elaboran aquí, que se requieren implícitamente las siguiente notas. La labor pionera de Gauss en la geometría antieuclidiana de su maestro Kästner data de 1792, y juega un papel crucial en la publicación de su descubrimiento del teorema fundamental del álgebra, en 1799. Infelizmente el que el tirano Napoleón designase como su favorito a Lagrange, ocurrió poco después de publicarse el primer ensayo de Gauss sobre el dominio complejo, en 1799. El nombramiento británico (es decir, por el duque de Wellington) de la deplorable monarquía de la restauración francesa, agentes de Londres, perpetuó el ataque lanzado contra Gauss por Lagrange, ya muerto para esta fecha. La política antigaussiana continuó bajo la égida de los embusteros Laplace y Cauchy. Hasta la década de 1840, no mejoraron las condiciones en el continente europeo en general, como tampoco en Hanover. Gauss mismo no habló de las implicanciones antieuclidianas de su obra de 1799, hasta las posteriores referencias confidenciales que hiciera a la obra de Janos Bolyai (1832) en su correspondencia con Wolfgang Bolyai, y luego en correspondencia semipública con C.L Gerling (1844) y H.C. Schumacher (1846). Así, en sus relaciones posteriores sobre el teorema fundamental, se le impidió políticamente a Gauss hablar de sus críticas de 1799 a las necedades de Euler y Lagrange. La realidad de las repercusiones antieuclidianas del anuncio de 1799 sólo vino a aflorar claramente con el Habilitationschrift del protegido de Gauss, Bernhard Riemann: Üauber die Hypothesen welche der Geometrie zu Grunde liegen (1854). Riemann detalla allí las premisas en las que descansa su propia definición de una geometría física antieuclidiana (no una no euclidiana), provenientes del trabajo de Gauss sobre residuos bicuadráticos, y las investigaciones de Gauss sobre los principios generales de la curvatura del espacio-tiempo físico. La métrica paradigmática del dominio complejo definido por Gauss y Riemann es el concepto de un principio universal de acción física mínima, centrado en la catenaria, como ya lo habían elaborado conjuntamente Leibniz y Jean Bernoulli.

[5]. El argumento de Kant tiene orígenes anteriores en la historia medieval europea, de fuentes tales como la doctrina de los "electos" asociada con la secta cátara neomaniquea cuya influencia infectó las regiones en torno a las cuencas del Garona y el Ródano. Esa tradición cátara fue explotada sincréticamente por el veneciano Paolo Sarpi con la creación del culto empirista de Francis Bacon, Galileo, Thomas Hobbes y demás. En la fase posterior del empirismo de la "Ilustración", de John Locke, Bernard Mandeville, François Quesnay, David Hume, Adam Smith y el utilitarista Jeremy Bentham, el irracionalismo neomaniqueo de los cátaros cobró formas tales como la doctrina de la "mano invisible".

[6] William Shakespeare, Hamlet, acto III, escena IV.