por David Ramonet y Gretchen Small
Venezuela tiene pocas opciones y ninguna de ellas buena. De no haber una intervención decidida de las instituciones interamericanas que obligara al presidente Hugo Chávez a negociar su renuncia, o si los militares no intervieneren para lograr un efecto similar, la polarizada situación política del país se encamina hacia un enfrentamiento sangriento. El país se encontraba tan polarizado, que posiblemente estallaría una guerra civil, aun de ocurrir cualquiera de esas dos intervenciones.
No es sólo la obstinación, producto del estado mental clínicamente demente del Presidente lo que llevó a esa situación, sino las turbas violentas de las que se ha rodeado, que pretenden jugarse la última carta de su "revolución" fascista. Luego de 4 años de desgobierno en los que ha hundido la economía nacional y ha destruido las instituciones del Estado, Chávez ha enfrentado a una oposición organizada en torno a una "Coordinadora Democrática" que aglutina a los diversos partidos políticos y asociaciones civiles incluyendo a la organización empresarial Fedecamaras y a la Confederación de Trabajadores de Venezuela, que desde el 2 de diciembre de 2002 inició un paro cívico nacional indefinido, el cual llevó a la paralización total de la industria petrolera, corazón de la economía venezolana.
Hace un año, los analistas pronosticaron que Venezuela sería el siguiente país que enfrentaría una crisis institucional parecida a la de Argentina. Pero nunca se imaginaron que ocurriría de esta manera. La mentada "globalización" ha arrinconado a todas las naciones del mundo, particularmente las de este hemisferio, y ha conducido a la desintegración de las instituciones. En el caso de Venezuela, Chávez que subió al poder, como EIR ha documentado, gracias a la City de Londres, Wall Street y a esbirros locales como Gustavo Cisneros ha sido el instrumento. Pero la tragedia es que tampoco la oposición integrada por las mismas organizaciones y personalidades que llevaron al país a esta situación en primer lugar ofrece una solución al problema de fondo que encara la nación: ¿cómo enmendar la miseria en que vive el 80% de la población? ¿Cómo safarse de las garras de la globalización y del Fondo Monetario Internacional?
Esta es una falla trágica de liderato que llevó a Venezuela al borde de una guerra civil, misma que desintegraría a la nación. En discusiones con líderes locales, Lyndon LaRouche, el estadista estadounidense, apuntó al fracaso de los dirigentes venezolanos de ambas partes de las barricadas que ahora dividen al país, que no rompieron con los juegos oligárquicos que por años han dominado la política en la cuenca del Caribe. El debate político todavía lo definen las componendas y arreglos que hacen las familias del "country club", y éstas, a su vez, sólo responden a los intereses de la oligarquía financiera internacional. Nadie en Venezuela dio un paso adelante para desarrollar una base patriótica nacional que defienda al pueblo y construya el futuro de la nación. De allí que, en tanto los dirigentes de la oposición desempeñaban su papel, en un esquema más amplio, que ni se tomaron la molestia de entender, Venezuela se hundía en la violencia faccional, atrapada en un enfrentamiento sin sentido entre izquierda y derecha, mientras los intereses financieros internacionales se aprestaban para apoderarse de los ricos recursos del país.
¿Y el petróleo?
Luego de meses de indecisión de la oposición organizada desde la crisis de abril del año pasado, cuando Chávez abandonó la Presidencia ante la presión de las Fuerzas Armadas, a raíz de una masacre perpetrada durante una manifestación pacífica multitudinaria, la crisis agudizó cuando un grupo de 14 altos oficiales de las fuerzas armadas se declararon en "desobediencia legítima" el pasado 22 de octubre en la Plaza Francia de Altamira, en una céntrica zona residencial de Caracas, que declararon como "territorio liberado". Un día antes había tenido lugar otro paro cívico que paralizó al país por 12 horas, ante el que el gobierno no pudo reaccionar. Unos 200 oficiales y soldados se sumaron al acto de "desobediencia legítima", y la plaza de Altamira se convertió en el centro de reunión de los millones de venezolanos que exigían la salida de Chávez de la Presidencia.
El 2 de noviembre del año pasado, una manifestación que partió de la plaza llevó más de 2 millones de firmas ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), para solicitar la realización de un reférendum sobre si Chávez debía renunciar o no. Las violentas hordas que desplegara el gobierno atacaron a los manifestantes e intentaron quemar el camión que llevaba las firmas, pero algo raro con estos grupos la Guardia Nacional los dispersó con gases lacrimógemnos. El CNE aceptó las firmas y postergó para el 2 de febrero de 2003 la realización del referendo, mismo al que Chávez dijo reiteradamente que no le prestaría mayor importancia, "aunque saquen el 90%" de los votos en su contra.
La oposición entonces convocó a un paro cívico nacional, empezando el 2 de diciembre pasado, inicialmente con el propósito de forzar al gobierno a aceptar el reférendum.
Desde el 9 de diciembre, la industria petrolera se encontraba paralizada. La crisis petrolera creada por el paro de las refinerías y de la explotación petrolera le creó una crisis existencial al gobierno. De los 3 millones de barriles de crudo diarios que normalmente exporta Venezuela, sólo salían 650.000 barriles, lo que disparó el precio del crudo en los mercados internacionales. En el interior del país ya escaseaba la gasolina y el gas, motivo que obligó a las empresas básicas del hierro y el aluminio a parar parcialmente la producción. El gobierno enfrentaba una crisis presupuestal por la falta de ingresos del petróleo, y el Banco Central de Venezuela suspendió la venta de dólares.
La empresa estadounidense Citgo, parcialmente propiedad del gobierno venezolano y principal distribuidor de gasolina en la costa este de los EU, no recibiría petróleo venezolano y tendría que recurrir al crudo del golfo de México. La región de Nueva Inglaterra en los EU también resentiría el impacto de la falta de combustible para calefacción en la época invernal.
El gobierno quizo tomar los buques cisterna anclados en el golfo de Maracaibo con comandos fuertemente armados, poniendo en riesgo la seguridad de las embarcaciones cargadas de combustible. También intentó obligar a los camioneros a surtir de combustible al país. Además, el gobierno se topó con que el Ejército no podía remplazar la capacidad técnica que se requiere para operar la industria petrolera.
Violencia
Cundió el pánico, en tanto la gente compraba provisiones, empeorando la escasez de alimentos. Comenzaron los retiros en los bancos, pues la gente ve que el paro se extiende, sin visos de solución. No obstante, Chávez y su gente insistían en que el paro era un fracaso y se negaban a negociar. Incluso, el vicepresidente José Vicente Rangel lo declaró inexistente el 11 de diciembre, diciendo que el país funcionaba de manera normal y que el paro sólo tenía lugar en los estudios de televisión de la oposición.
Pero al tiempo que negaba obsecadamente la existencia del paro, el gobierno desplegó a sus grupos de choque paramilitares, llamados eufemísticamente "círculos bolivarianos", para enfrentar a los paristas. El viernes 6 de diciembre, la acción de esos grupos se manifestó con toda su brutalidad cuando un pistolero se presentó en la plaza de Altamira con una pistola automática y disparó a mansalva contra la multitud, dejando un saldo de tres muertos y 30 heridos. El pistolero logró cargar su arma tres veces con una habilidad extraordinaria antes de ser neutralizado. Se presume que había al menos otros dos pistoleros que lograron escapar.
El día anterior, un video casero había captado al mismo pistolero entre los que acompañaban al alcalde del municipio Libertador de Caracas, Freddy Bernal, cuando éste comandaba a los "círculos bolivarianos" en una operacion para tomar la sede principal de la empresa petrolera estatal, PDVSA, en anticipación a una marcha que haría la oposición hacia ese lugar, ese mismo día.
Personalidades militares de oposición también adviertieron que tenían informes confiables de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), las fuerzas paramilitares mejor entrenadas del continente, despacharon a Venezuela varias unidades especializadas en operaciones urbanas de baja intensidad, desde el inicio del paro.
La violencia del gobierno contra la oposición no prosperó más que su intento por reactivar a la fuerza la industria petrolera. Cada acto de terror de los "squadristi" del gobierno azuzaba más a la oposición, que dijo que no levantaría el paro sino hasta que se fijara una fecha para nuevas elecciones. La realidad, sin embargo, no incomodó a Chávez. El 11 de diciembre le dijo a la prensa que se sentía "pleno, lleno, así como la luna llena. . . muy confiado en el pueblo. . . muy confiado en la Fuerza Armada".