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Resumen electrónico de EIR, Vol. I, núm. 16

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Los utopistas impulsan la creación de un ejército hemisférico


Secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld

por Gretchen Small

Gracias al secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, los utopistas rusellianos finalmente lograron que sus muy ansiadas propuestas para crear un ejército supranacional que supervise al Hemisferio Occidental, se incluyeran de oficialmente en el programa de discusiones sobre política hemisférica. En la inauguración el 19 de noviembre de la Quinta Reunión de Ministros de Defensa de las Américas, en Santiago de Chile, Rumsfeld planteó dos iniciativas para la creación de ejércitos regionales, uno naval, y otro, más amplio, un ejército "para el mantenimiento de la paz y la estabilidad". En neolengua orwelliana, Rumsfeld dijo que es necesario violar la soberanía nacional para restablecer la "soberanía efectiva" sobre las "tierras de nadie" del Hemisferio, desde donde los narcoterroristas, secuestradores y traficantes de armas desestabilizan gobiernos democráticos.

Los utopistas han intentado crear un ejército regional por décadas, pero los nacionalistas iberoamericanos y los tradicionalistas cuerdos estadounidenses nunca tolerarían una verdadera discusión de semejante locura. Un funcionario importante que acompañó al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en Santiago —el subsecretario de Defensa, Peter Rodman, encabezó la delegación, después de que Rumsfeld voló a Praga para asistir a la reunión de la OTAN— insistió ante los reporteros que, esta vez, "hemos adelantado muchos preparativos. . . [Lo hemos] pensado muy seriamente, y consideramos algunos asuntos delicados que acaban de resurgir", y tuvimos muchas discusiones entre entidades para conformar "propuestas sustantivas reales" sobre cómo establecer "capacidades regionales más amplias".

Las "tierras de nadie" que se consideraron como blanco de una posible intervención, fueron de Colombia y Haití, hasta la llamada zona trifronteriza, donde colindan Brasil, Argentina y Paraguay. Se le ha echado el ojo a Ecuador como buen prospecto para establecer el precedente de un ejército multinacional en la región, especialmente después de que el presidente Lucio Gutiérrez sugiriera durante su visita preelectoral a Washington, que invitaría a tal ejército a "proteger" la frontera de Ecuador con Colombia. Lo más desquiciado de todo, ¡es la posibilidad de que pueda desplegarse a esta fuerza supranacional en las gigantescas favelas infestadas de drogas de Río de Janeiro y São Pablo, Brasil!

No se tomó decisión alguna sobre las propuestas de Rumsfeld en la reunión de Santiago, pero de todas maneras no se esperaba ninguna. Desde el principio, la conferencia se vio como un paso hacia la Conferencia Especial Sobre Seguridad Hemisférica de la OEA (Organización de Estados Americanos), programada para llevarse a cabo en México en mayo de 2003. Es en esta reunión, que involucra a los ministros de relaciones exteriores de la región, donde supuaestamente se amarrarán los acuerdos "definitivos" acerca de los cambios radicales en la "arquitectura" de al seguridad hemisférica.

La falla en el camino

Cuando se lanzó el "proceso" de los ministros de defensa en julio de 1995 en Williamsburg, Virginia, EIR advirtió que lo que estaba detrás del proyecto —que evidentemente sólo consistía en reuniones bianuales de los secretarios de Defensa de las Américas— era el intento de un puñado de utopistas zafados en torno al Diálogo Interamericano de Wall Street y su entonces miembro principal Luigi Einaudi, por establecer el lado militar de la "arquitectura del gobierno regional" supranacional a la que deseaban someter a las Américas. Einaudi fue el padrino de la cláusula de "democracia" de la OEA establecida en 1991, que justifica la abrogación de la soberanía a nombre de un supuesto derecho colectivo de intervención a favor de la "democracia", un principio ahora establecido en la Carta Democrática Interamericana, adoptada el 11 de septiembre de 2001. Einaudi sigue dirigiendo este proyecto desde su puesto como secretario general de la OEA.

En octubre de 1995, el estadista Lyndon LaRouche desenmascaró la incompetencia fantasiosa de todo el proyecto de los secretarios de Defensa, en un documento de campaña presidencial, La falla que padece la política de seguridad nacional de los EU (ver Resumen ejecutivo vol. XII, núms. 20–21, pág. 2, del 15 de noviembre de 1995). Este proyecto, escribió LaRouche, es un pedazo de "basura utópica sociológica" hobbesiana, tan incompetente que podría "haberse originado en una fiesta de vino y marihuana celebrada en algún lugar del Condado de Fairfax, en Virginia", EU. Cualquier política que viole el principio del Estado nacional soberano moderno, en cualquier parte del mundo, amenaza la seguridad de EU, advirtió LaRouche (ver Documentación, pág. 11). Explicó cómo cualquier propuesta de ceder ciertas zonas de las naciones a cualquier agencia supranacional (es decir, organizaciones no gubernamentales), sólo crearía regiones de "extraterritorialidad", donde prosperarán operaciones terroristas y separatistas; exactamente lo que los utopistas ahora dicen que pretenden prevenir.

En 1995, la premisa de la iniciativa de defensa regional era que debían reducirse las fuerzas armadas de Iberoamérica y sujetarse al tipo de "controles democráticos" descritos en la biblia de la horda angloamericana de la "democracia", el libro fascista de Samuel Huntington El soldado y el Estado.[1] El argumento era que esto podía hacerse, porque las amenazas a la seguridad de la región habían desaparecido junto con la Guerra Fría. Incluso se dijo la estupidez de que las actividades "insurgentes y de la guerrilla" estaban desapareciendo en Iberoamérica. El concepto mismo de "narcoterrorismo" se rechazó, calificándolo de invención de los "militaristas".

Con el impulso de los utopistas después del 11 de septiembre del 2001 por lograr un imperio mundial, esta misma horda, actuando como si hubiera hecho un gran descubrimiento, declaró al terrorismo como la mayor amenaza para la humanidad, exigiendo nuevos acuerdos de seguridad. Las mismas personas que decían que los ejércitos nacionales debían desmantelarse —y quienes aplicaron esa política en cada país que cedió a la presión— ahora chillan que se necesita un ejército supranacional, porque los ejércitos nacionales de la región carecen de recursos y capacidades de para resolver las crisis. Al los gobiernos nacionales deliberadamente debilitados, incapaces de ejercer una "soberanía efectiva" sobre la totalidad de sus territorios, se les dice que no les queda de otra mas que solicitar la ayuda de tropas extranjeras.

¡Vayan al origen de las cosas!

LaRouche advirtió en La falla, que la tormenta financiera venidera constituía la mayor amenaza a la seguridad de las Américas y del mundo. ¿Qué tienen que decir ahora aquellos que ignoraron sus advertencias entonces, al ver cómo se desintegra la otrora rica nación de la Argentina? ¿Es la misma tormenta que ahora consume también a su nación, incluyendo a EU?

¿Acaso no es también esa tormenta la responsable de que se crearan las "tierras de nadie" que se multiplican por toda Iberoamérica? ¿No es la política de "desmantelar las economías centralizadas" de la región —política del Fondo Monetario Internacional que Einaudi estableció en 1996— la que ha debilitado tanto a los Estados nacionales de la región que no pueden asegurar una "soberanía efectiva"? ¿No es este el objetivo declarado del dogma del libre comercio y la democracia, dogma que se repite ciegamente en cada capital del continente?

¿Y que hay de las negociaciones amistosas que sostuvieron en el sur de Colombia en 1999 y 2000 las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) —el mayor cartel narcoterrorista del continente— y el presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York, Richard Grasso, el fundador de America Online, Jim Kimsey, y otros "íntegros" hombres de negocios? En un gesto "democrático" sin precedentes, Grasso invito al "comandante supremo" de las FARC, Manuel Marulanda, ¡a que lo acompañara a "recorrer los pasillos la Bolsa de Valores de Nueva York" con él! ¿No son estas mismas políticas las responsables de convertir las favelas de Brasil en los "protectorados urbanos sin ley" que los utopistas alegan que requieren intervención multinacional?[FIGURE 1]

Como LaRouche lo planteó en 1995, esta política es totalmente demente. Ningún ejército multinacional podría detener la destrucción que azota a zonas cada vez más extensas de las Américas, bajo estas políticas. La única excepción posible, sería el despliegue de un comando regional para ayudar a los gallinazos estadounidenses que se sienten muy gallos, como el secretario Rumsfeld, a encontrar los pantalones necesarios para capturar al socio de las FARC, Richard Grasso, y a restablecer la "soberanía efectiva" en EU sobre la mayor "tierra de nadie" del continente: Wall Street.

Otra 'santiago special'

Rumsfeld habló con voz suave en Santiago, con ese brillo en la mirada, insistiendo en que sólo hacía dos "sugerencias" para que se sometiesen a discusión: 1) "una iniciativa para desarrollar la cooperación naval regional", que "potencialmente podría incluir la cooperación entre guardias costeras, aduanas y fuerzas policíacas"; y, 2) una iniciativa para "explorar la posibilidad de integrar" las capacidades par el mantenimiento de la paz existentes en la región, "en capacidades regionales más grandes; de modo que podamos participar como región en operaciones de mantenimiento de la paz y la estabilidad". En una entrevista con el diario chileno El Mercurio, específico que semejante ejército podría tener como objetivo "las zonas desocupadas de los países", donde operan los terroristas y otros. Citó la "difícil situación" de Colombia, y vinculó la propuesta a esfuerzos parecidos que hay en marcha en Yemen, Somalia y las Filipinas.

La delegación de la satrapía de la reina Elizabeth II que es hoy Canadá, encabezada por su ministra de Defensa, Margaret Bloodworth, apoyó la ofensiva de Rumsfeld y Rodman. Bloodworth anunció que Canadá se uniría a la Junta Interamericana de Defensa, y convocó a la creación de un "cuerpo hemisférico permanente para promover la cooperación militar y proveer a la OEA con asesoría militar en asuntos de defensa y seguridad". Esto último ha sido el caballito de batalla de los utopistas por años, como un medio para transformar a la OEA, de su papel apropiado como foro de consulta para las naciones soberanas aliadas y sus respectivos ejércitos, en una entidad supranacional con su propio ejército. Canadá también habló de la necesidad de desarrollar una fuerza regional de despliegue rápido que opere bajo la bandera de las Naciones Unidas.

Los anfitriones de la reunión, el presidente Ricardo Lagos y su ministra de Defensa, Michelle Bachelet Jeria, de Chile, alabaron, de dientes para fuera, la soberanía y la necesidad de "diversidad" en las formas en que los países participan en proyectos de defensa internacional. Pero, al apoyar la dizque necesidad de una nueva estructura militar para la región, y la urgencia de convertir los últimos años de erosión de la soberanía en una nueva Carta de Seguridad Hemisférica, Chile abrió una vez más las puertas al asalto angloamericano en el continente. Presionada para que declarara si Chile apoyaba la creación de un ejército internacional, Bachelet fue evasiva, diciendo sólo que, "no es algo que Chile haya estado desarollando como idea".

El ministro de Defensa de Bolivia, Freddy Teodovich Ortiz, en representación de su presidente, el líder de Diálogo Interamericano, Gonzalo Sánchez de Losada, destacó como el único representante iberoamericano presente que dijo —al menos públicamente—, como cuestión de principio, que bajo la globalización se ha remplazado la soberanía por el derecho a la intervención colectiva, disfrazada bajo una supuesta "responsabilidad de proteger" los derechos humanos.

¿Un ejército para el ALCA?

La iniciativa de un ejército regional no es una mera "sugerencia", como pretendió Rumsfeld. En la edición de primavera de 1996 del Joint Forces Quarterly, Einaudi formuló la sugerencia más llanamente: La única manera de evitar la intervención unilateral de EU en la región, amenazó, es que los iberoamericanos olviden su oposición a la formación de un ejército regional multinacional —equivalente a "sugerir" que alguien se suicide, para evitar que lo maten (La amenaza de Einaudi se publicó en un número especial de la revista dedicado a las Américas, cuya pieza central era un ataque a Lyndon LaRouche, por el libro de EIR, El complot para aniquilar a las Fuerzas Armadas y a las naciones de Iberoamérica. Irónicamente, Quarterly acusó a LaRouche de propagar "teorías conspiratorias" sin sustento, sobre un ánimo hostil contra los ejércitos iberoamericanos en la política estadounidense.).

Algunas fuentes del Colegio de Guerra del Ejército de EU informaron a principios de diciembre de 2002 que los dos cacas grandes del equipo de asesores de política iberoamericana del gobierno de Bush, el ex secretario de Estado auxiliar, Otto Reich, y John Maisto, del Consejo de Seguridad Nacional, están discutiendo la propuesta para un ejército regional de intervención.

La propuesta pública más elaborada para semejante ejército, la diseño un profesor del Departamento de Seguridad Nacional y Estrategia del Colegio de Guerra del Ejercito de EU, el coronel Joseph Núñez. El documento está disponible en la página de internet del Colegio de Guerra bajo el título intragable de, "Una arquitectura del siglo 21 para las Américas: cooperación multilateral, paz liberal y poder blando".

Esto, a todas luces, es el gobierno mundial de Bertrand Russell y H.G. Wells. Núñez propone que el modelo para el ejército regional sea la unidad conjunta canadiense-estadounidense que operó durante la Segunda Guerra Mundial, llamada Primera Fuerza de Servicios Especiales (FSSF, siglas en inglés). Al terminar la guerra, se disolvió a esta unidad porque se había convertido en "una individualidad, una entidad separada que no era ni canadiense ni estadounidense, sino simplemente una Fuerza de Servicios Especiales". Núñez, citando a la FSSF como "el prototipo de policía global de esa comunidad mundial tan anelada", exige que la nueva FSSF se convierta en "la piedra angular de la cooperación para la seguridad hemisférica en el siglo 21".

Y la cosa se pone todavía más rara. Propone que, para empezar, se creen dos FSSF de entre 5 y 6.000 hombres cada una. Una, la FSSF Norte, constaría de tropas de combate de los países del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC): EU, México y Canadá. Aunque claramente operaría bajo la autoridad de un nuevo Consejo de Seguridad de la OEA (que todavía tendría que crearse), especifica que en realidad un General Brigadier de los EU comandaría la FSSF-N, y operacionalmente funcionaría bajo el Comando Norte de EU. Los brasileños estarían a cargo del FSSF Sur, que formarían tropas de Brasil, Argentina y Chile. El papel esencial de las unidades de la FSSF sería el servir en misiones dentro del Hemisferio Occidental, hasta que se formen otras brigadas de la FSSF, las cuales podrían ser desplegadas mundialmente bajo la bandera de la ONU.

El programa de Núñez es ambicioso: crear y conformar el nuevo Consejo de Seguridad de la OEA y su estructura para el 1 de enero de 2004 (Núñez especifica que se designaría a Canadá, EU, México, Brasil, Argentina y Chile como los seis "miembros permanentes" de tal consejo); poner en operación al FSSF-N y al FSSF-S para el 1 de octubre de 2004; asegurar que las dos FSSF estén apropiadamente conformadas, aprovisionadas y entrenadas para su despliegue dentro de las Américas en cualquier misión potencial para el 1 de octubre del 2005; poner a otras brigadas en operación para el 1 de octubre de 2006.

¿Cuál es la prisa? Núñez se basa en un estudio de 1999 del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) basado en Washington, llamado Pensando Estratégicamente en el 2005: Estados Unidos y Sudamérica, que establece que el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) requiere de una estructura militar regional para hacerla valer. Núñez, de hecho, sacó una propuesta parecida en 1999 para ejército del TLC en un documento del Colegio de Guerra titulado, "Una nueva estrategia estadounidense para México", que provocó un escándalo cuando apareció publicado en el Toronto Star en septiembre de 1999.

Núñez se ha desplegando alrededor del continente con toda su palabrería sobre el "poder blando" (sic), la "moderación y confianza estratégicas" y la no imposición de nada indeseable para los "aliados" de EU en las Américas, con el mensaje de Einaudi, al estilo de la mafia: O apoyan un ejército multinacional, o tendrán la intervención unilateral estadounidense.

El gran problema que enfrentan estos utopistas desequilibrados, es que ni los militares brasileños ni los mexicanos aceptarán tales esquemas. "Si Brasilia no juega un papel importante en apoyo a la seguridad regional", amenaza Núñez en su artículo, "habrá graves consecuencias negativas".

Sin embargo, ningún ejército provoca tanto la furia de esta turba como el de México. La gente del Colegio de Guerra promueve todo tipo de escándalos para romper su "política institucionalizada de no intervención", a la que tachan de "feudal", de "reliquia del siglo 19", etc. El presidente mexicano Vicente Fox y su secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, quieren cambiar esa política, pero se necesitarán más escándalos contra el Ejército para menguar su resistencia, escribió Núñez.

No obstante, la realidad tiene su modo de desbaratar los esquemas de estos lunáticos. Estos necios dicen que se necesita esa "nueva política de defensa" para salvaguardar la "nueva economía", ¡mucho después que ésta se ha pulverizado! Rumsfeld incluso ha prometido sumas importantes de dinero para aquellos que respalden su proyecto. ¿Acaso no hubo algún niño que preguntara —mientras el secretario de Defensa caminaba con paso majestuoso por las calles de Santiago, totalmente desnudo— si ese dinero de verdad existe?


Donald Rumsfeld y el vice presidente Cheney

Documentation: Documentación

'La falla que padece la política de seguridad nacional de los EU'

En octubre de 1995, el comité de campaña de Lyndon LaRouche publicó, con el título anterior, la refutación del candidato al informe del Departamento de Defensa de EU, Estrategia de seguridad de los Estados Unidos en las Américas, que delineó las premisas sobre las que todavía se basan las Reuniones de Ministros de Defensa de las Américas, la primera de las cuales tuvo lugar en Williamsburg, Virginia, en julio de 1995. Entonces, LaRouche advirtió:

Si de veras se va a poner en práctica la política que se plantea en un reciente informe del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, este país está ya a punto de cometer un error suicida en toda Iberoamérica. . . [que es una] continuación de la serie cada vez peor de catástrofes de política exterior y seguridad que los Estados Unidos han sufrido en Iberoamérica y que ha sido una tendencia integral de nuestra burocracia permanente de seguridad nacional desde el reinado de McGeorge Bundy en el Consejo de Seguridad Nacional, de Robert S. McNamara en el Departamento de Defensa, y las ponzoñosas influencias de los dogmas económicos de devotos de la Sociedad Mont Pelerin como el profesor Milton Friedman. Hemos llegado al punto de crisis mundial en que no ponerle alto a esa tradición "utópica", iniciada bajo la dirección de Bundy, McNamara y Kissinger, puede tener consecuencias casi fatales para la seguridad de los Estados Unidos. [. . .]

Las trágicas estupideces del informe del Departamento de Defensa tienen sus raíces axiomáticas en esas tonterías que se reflejan en el uso acostumbrado actual de los términos "democracia" y "política de mercado". En el mundo real —fuera de la realidad virtual de ese mundo fantasioso de juegos de palabras que representa el informe del Departamento de Defensa—, las acciones de la vida real basadas en satisfacer esos dos lemas se cuentan actualmente entre las amenazas estratégicas más trágicas a la seguridad de los Estados Unidos tanto en las Américas como en todo el mundo. Así que el informe no ayuda a mantener la seguridad; asegura el efecto opuesto. [. . .]

El sistema financiero y monetario del mundo se ve devastado por la veloz propagación de la peor conflagración financiera de la historia. . . y las concomitantes amenazas de guerra, insurrecciones sangrientas y creciente terrorismo internacional que emergen actualmente en buena parte del mundo. [. . .]

El informe del Departamento de Defensa contiene aseveraciones hiperventiladas sobre el progreso de la causa de la "democracia" en todo el mundo. Fuera de los sueños del Departamento de Defensa, en el mundo real, ocurre lo contrario. [. . .]

Desde 1971–1972, cuando se echó a andar el "orden monetario de tipos de cambio flotante", y desde que el secretario de Estado Henry Kissinger orquestó la estafa de los precios internacionales del petróleo y la cumbre monetaria de Rambouillet de mediados de los setenta, la mayoría de las naciones se han visto sujetas a la dictadura de un gobierno mundial, ejercida por el Fondo Monetario Internacional (institución integrante de la Organización de las Naciones Unidas) y por otras instituciones de orientación semejante. Bajo la égida de estas instituciones, prácticamente todas las naciones y sus gobiernos se han visto sujetos a medidas de austeridad cada vez más salvajes. [. . .]

Ninguna nación cuyo gobierno adopte "las condiciones" del FMI o el Banco Mundial se puede calificar de "democrática" en ningún sentido válido del término. [. . .]

Cuando el FMI y otras instituciones demandan y consiguen que se asesine de hecho a millones de ancianos, enfermos, etcétera, por medio de hachazos presupuestarios, no hay medida posible que no sea el enemigo mortal de alrededor del ochenta por ciento o más del conjunto de la población. Sólo un fanático enloquecido podría sostener que un programa de eliminación en masa de los "comensales inútiles" se puede llevar adelante mediante un proceso democrático. [. . .]

La seguridad internacional de los Estados Unidos exige que domine a este planeta una comunidad de Estados nacionales soberanos que funcionen como una sociedad de intereses y principios morales comunes.

La defensa de la institución del Estado nacional soberano moderno es un principio que debemos defender en todos los rincones de este planeta, sobre todo en este hemisferio. En particular, debemos defender ese principio del Estado nacional soberano republicano que se encarna en nuestra propia Constitución Federal, en contra de todos los intentos de los terroristas de Londres y otras variedades de malhechores promotores de la etnicidad, etc, de reemplazar el sistema de Estados nacionales con las condiciones bestiales que resultarían de la proliferación de los llamados microestados.


[1] El término fascista no se usa a la ligera. En El soldado y el Estado, el hardvardiano Huntington, gurú de la escuela desmilitarizadora a la que EIR ha calificado de "El complot", promovió a los generales alemanes que en 1933 optaron por permitir que Adolfo Hitler subiera al poder en Alemania, como el modelo de oficiales militares "profesionales". Repudió a los generales alemanes que se rebelaron contra Hitler en 1944, sólo un poco menos de lo que despreció al general Douglas MacArthur, el gran representante de la tradición intelectual americana al que Huntington denunció como "un desviado", por su acento "en los aspectos morales y espirituales de la guerra y la importancia del soldado ciudadano".

Para Huntington, la misión del soldado es únicamente matar bajo órdenes. "La sabiduría política superior del estadista debe darse por sentada. Si el estadista decide lanzar una guerra que el soldado sabe que sólo llevará a una catástrofe nacional, entonces el soldado, tras dar su opinión, debe ceñirse a lo que se decida y hacer lo mejor posible en una situación adversa", escribió. "Los comandantes del Ejército alemán a fines de los 1930, por ejemplo, pensaron, casi de manera unánime, que la política exterior de Hitler llevaría a la ruina nacional. Sin embargo, su deber como militares exigía que cumplieran sus órdenes: algunos siguieron este proceder, otros hicieron a un lado la ética profesional para alcanzar sus objetivos políticos. La oposición del general MacArthur a la forma en que el gobierno manejaba la Guerra de Corea fue esencialmente parecida. Tanto los oficiales alemanes que que se unieron a la resistencia contra Hitler como el general MacArthur, olvidaron que la función del oficial militar no es decidir las cuestiones de la guerra y la paz". Samuel P. Huntington, The Soldier and The State: The Theory and Politics of Civil-Military Relations (El soldado y el Estado: la teoría y la política de las relaciones cívico militares. Cambridge, Massachusetts. Belknap Press of Harvard University Press, 1957; pág. 77).