Derivados de destrucción masiva
Lyndon LaRouche: el derrumbe financiero global ya está en marcha,
deben tomarse medidas de emergencia de inmediato.
Washington (EIRNS)El mundo de los instrumentos financieros derivados se parece mucho a un volcán, el cual tiene una tremenda actividad subterránea y de vez en cuando hace erupción hacia la superficie. Ese fue el caso de Warren Buffett, que a principios de marzo lanzó un virulento ataque contra los mercados de derivados, calificándolos de "bombas de tiempo" que "podrían desatar serios problemas sistémicos".
La advertencia de Buffett es sólo la última de una serie de declaraciones alarmantes sobre los peligros que enfrenta el sistema financiero global en general, y los mercados de derivados en particular. En conjunto, dichas declaraciones reflejan la desesperación en aumento en los mercados financieros, atrapados en una burbuja deflacionaria, en donde las presiones de las pérdidas sin reconocer van en aumento y pronto estallarán ante la vista de todos.
Si bien estas declaraciones resultan espeluznantes, no son sino un pálido reflejo del análisis de Lyndon LaRouche de que el derrumbe financiero global ya está en marcha y que será peor que la Gran Depresión de 192932, de no tomarse medidas de emergencia de inmediato.
La utilidad de estas declaraciones no consiste en que señale peligros desconocidos LaRouche ha señalado esto y aun más, sino que muestran que los financieros están tan arruinados en lo político, como en sus hojas de balance. Las pulgas no pueden aportar ninguna solución, porque la solución comienza con un baño de asuntol.
"Los derivados son armas de destrucción masiva que conllevan peligros, latentes por ahora, pero potencialmente letales", declaró Buffett en su Carta del Presidente publicada en el informe anual de su empresa, Berkshire Hathaway. Los derivados "son bombas de tiempo, tanto para las partes que negocian con ellas, como para el sistema económico", dijo Buffett.
Buffett, cuya empresa es dueña de la aseguradora GEICO y de General Reinsurance, dijo sobre los derivados y el negocio de las reaseguradoras que, "como el infierno, es muy fácil entrar y casi imposible salir".
Warren Buffett
Las advertencias de Buffett se produjeron después de la declaración del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, sir Alan Greenspan, de que el público debe prepararse para rescatar a los grandes bancos que trafican derivados, así como de la promesa que hiciera el gobernador de la Reserva Federal, Ben Bernake, en el sentido de que la Reserva imprimiría tanto dinero como fuera necesario. En enero, el Banco Central de Alemania (Bundesbank) dio la alarma sobre el peligro sistémico de la posibilidad de bancarrotas múltiples de los bancos de derivados. Y, en febrero, la Oficina de Vigilancia del Departamento de la Vivienda Federal señaló el "riesgo sistémico" que amenazaba a las entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, al igual que los mercados de derivados fuera de la bolsa de valores.
Estas son las maniobras de la comunidad financiera, aterrada ante la rápida vaporización que han experimentado sus activos, y más aún porque dicha vaporización no tiene visos de acabarse. La crisis se ha exacerbado por las fracturas políticas producidas durante la campaña de guerra angloamericana, en tanto que esconderle la verdad al público requiere una estricta coordinación políticofinanciera.
Haciendo gala de una ceguera impresionante, Greenspan sigue defendiendo a los mercados de derivados, insistiendo que ayudan a dispersar los riesgos y a mantener sano al sistema. Dado el cálculo de LaRouche de que las apuestas en derivados son diez veces el monto del producto interno bruto (PIB) mundial, el mundo estaría tan apalancado contra los peligros, que no habría riesgo de que todavía permaneciera. Pero si éste fuera el caso, ¿por qué Greenspan está tan preocupado por rescatar a los bancos de derivados? Parece que lord Greenspan quiere mamar por ambas tetas; eso, o simplemente está mintiendo.
Alan Greespan y Dick Cheney.
(Foto: David Foher)
Lo que Greenspan quiere decir cuando habla de dispersar el riesgo, es usar los derivados para transferir las pérdidas potenciales fuera de la contabilidad cotidiana de los bancos y otras instituciones financieras, para pasarlas a los fondos mutualistas, los de pensiones y a los inversionistas extranjeros y otros.
Véase el caso de las tarjetas de crédito, por ejemplo. Los bancos han lanzado al aire tarjetas de crédito como si fueran confeti, en un intento de hacer crecer la economía a través del gasto del consumidor, aunque es evidente que un porcentaje elevado de tenedores de tarjetas de crédito nunca podrá pagar su deuda. Para protegerse, los bancos han dado en agrupar los préstamos de tarjeta de crédito en fondos mancomunados y luego vender títulos sobre la base de esos fondos. A fines de 2002, según la Asociación del Mercados de Bonos, había 398 mil millones de dólares en valores respaldados por estos títulos de tarjetas de crédito, conocidas como ABS, un aumento respecto a los 362 millones que había en 2001, y los 306 mil millones en 2000.
En general, había más de un billón y medio de dólares de ABS pendientes a fines de 2002, lo que representaba una "dispersión del riesgo" sustancial para los ingenuos. Este proceso de repartir las pérdidas, combinado con los ingresos del timo de la "protección" en el negocio de los derivados, es la única forma en que todavía pueden operar algunos bancos.
Lo que Greenspan no dice es que la concentración de este enorme riesgo en unos cuantos bancos los reduce al "punto cero" con cualquier desequilibrio financiero. La caída de cualquier banco de derivados importante producirá, a su vez, una reacción en cadena entre los otros bancos en la jugada, derribando al sistema financiero global como a las fichas de dominó.
Greenspan pretende impedir tal proceso, como lo afirmó, rescatando a los bancos de derivados, pero eso no funciona. Tan sólo los bancos comerciales de EU tenían un capital de 56 billones de dólares en derivados a fines de 2002, 24% más que el año anterior, y la vulnerabilidad de EU probablemente asciende a entre 90 y 100 billones de dólares, 10 veces el PIB de EU.