por Thomas Rottmair
Amelia Boynton Robinson, líder de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, de trascendencia histórica mundial por su colaboración con Martin Luther King, se dirigió a miles de asistentes a una histórica manifestación contra la guerra en Iraq, celebrada el pasado 31 de marzo en Leipzig, Alemania. Las "manifestaciones de los lunes", que se realizan semanalmente en esta ciudad, y que hace trece años acabaron por derribar el muro de Berlín, ahora comienzan a derribar la política imperial de guerra. El líder internacional de esa lucha, le informó Robinson a los presentes, es el precandidato presidencial estadounidense Lyndon H. LaRouche.
"Saludos desde los otros EU", fueron las primeras palabras del discurso de la señora Robinson, que resonaron desde la escalinata de la Ópera de Leipzig, escena que evocaba el discurso del doctor King desde las gradas del monumento a Lincoln, en 1963, o el concierto de Marian Anderson, desde el mismo lugar, en 1939. El famoso sacerdote Christian Führer presentó a Robinson como colaboradora de King en el movimiento estadounidense por los derechos civiles, y como actual representante de "los otros Estados Unidos". La veterana líder estadounidense tomó el micrófono por espacio de 15 minutos, ante un público que se calcula entre 40.000 y 50.000 manifestantes y, hablando con pausada dignidad, esbozó un panorama de la historia.
Describió la ocasión en que Martin Luther King llegó a Selma, Alabama, adonde, en vez de recibirlo cordialmente, lo vilipendiaron y calumniaron tachándolo de comunista y revoltoso. Fue la señora Robinson quien le ofreció a King el uso de su oficina y un lugar donde dormir, y siguió luchando a su lado, no sólo por los derechos civiles de los estadounidenses, sino por un principio superior de justicia para todos los pueblos del mundo. Le dijo a los manifestantes que aquellos eran tiempos difíciles, y en 1968, cuando asesinaron al doctor King, ese sueño se hizo añicos.
"Pero hoy", añadió, "ha surgido en los EU un nuevo líder de la tradición de Franklin Delano Roosevelt y el doctor King, para juntar los pedazos y llevar adelante el sueño de Martin Luther King". Mientras su intérprete traducía al alemán las palabras de Amelia Robinson, montaba la emoción entre el público. "Este hombre es un economista, un científico y ama al pueblo; y es candidato a las elecciones presidenciales de 2004. Este hombre es Lyndon H. LaRouche, y es quien encabeza la oposición a la guerra contra Iraq actualmente en los EU".
La multitud respondió con atronador aplauso a la apasionada conclusión de la señora Robinson y con gran curiosidad sobre LaRouche. La dirigente estadounidense había llegado a la famosa plaza Augustus, frente a la iglesia de San Nicolás en Leipzig, por la intervención del Movimiento de Juventudes Larouchistas a nivel internacional, uno de cuyos organizadores, Abdul Ali, de Filadelfia, se sumó a ella en el estrado, desde donde dirigieron a los manifestantes entonando canciones espirituales del movimiento de los derechos civiles, tales como "Oh Freedom!" (¡Oh libertad!) y "This Little Light of Mine" (Esta lucecita mía), favorita de la señora Robinson. Fue así como esta importantísima manifestación internacional, revivida para intervenir en momentos de gran crisis, no cayó presa del banal "entretenimiento" del rock, sino que se inspiró en la música de la justicia.
A raíz de esta intervención, se invitó a las Juventudes Larouchistas a participar en manifestaciones futuras, y el propio Lyndon LaRouche dijo que esta intervención reviste la mayor importancia estratégica, en especial por cuanto emisoras de radio y televisión de toda la región transmitieron el discurso de la señora Robinson en vivo.
¿Quién es LaRouche?
Tras de que se había negado al Movimiento de Juventudes una oportunidad anterior el hablar en Leipzig, por convenio de los grupos que organizan estas manifestaciones, el padre Führer tuvo que pasar por un proceso de formación a manos de los jóvenes organizadores, quienes le enviaron misivas alentadoras sobre su papel en la historia, artículos sobre la señora Robinson y algunos de sus escritos. Cuando el Instituto Schiller le ofreció la oportunidad de conocerla en persona, Führer accedió con gusto. Robinson llegó a la famosa iglesia de San Nicolás el 31 de marzo, encontrando al padre Führer muy emocionado y contento de tener en su iglesia a tan legendario personaje. Invitaron entonces a la señora Robinson a participar en las oraciones de paz en la iglesia, y se la presentaron a los periodistas y al resto de la gente allí reunida.
Durante el día, el Movimiento de Juventudes Larouchistas puso un puesto de revistas junto a la iglesia y se dedicó a organizar a cuantos pasaban gente generalmente muy pesimista por a la creciente crisis de guerra para que vinieran a escuchar a la señora Robinson y su mensaje de optimismo: "¡Sí podemos parar la guerra!" Después de las oraciones, los jóvenes larouchistas se sumaron a la marcha por la ciudad con pancartas y banderas, y le enseñaron a los manifestantes a cantar "Oh Freedom!". La marcha se detuvo ante la Ópera de Leipzig, sitio de las históricas vigilias por la reunificación, y al concluir el discurso de Amelia Robinson la muchedumbre se veía transformada. Un joven organizador, de pie entre el gentío, cuenta que al oírse la triunfal declaración de Amelia Robinson, de que LaRouche continúa la pelea de Martin Luther King, un hombre que estaba a su lado le sujetó del brazo y exigió saber: "¿Quién es LaRouche?"
De hecho, todo mundo quería saber quién es LaRouche, y pedían volantes sobre la Declaración de Bad Schwalbach para parar la guerra aprobada por representantes de 46 países que se reunieron bajo los auspicios del Instituto Schiller a mediados de marzo que estaban repartiendo los organizadores larouchistas; el puesto de revistas fue copado por manifestantes interesados. Era esta la primera vez que alguien les mostraba una solución verdadera a la crisis, y derivaban de ello un concepto de potencia, de que podían unirse a Robinson y LaRouche para hacer algo por cambiar lo que pasa, más allá de simplemente protestar. Aun después de concluidas las actividades oficiales, la gente seguía arremolinándose para pedirle a Amelia Robinson que autografiara sus pancartas y banderas, y muchos jóvenes se acercaron a averiguar cómo podían unirse al Movimiento de Juventudes Larouchistas para crear una revolución política y económica.
Las oraciones de paz en Leipzig
Como se demostró en 1989, estas manifestaciones de los lunes son algo muy especial, capaz de cambiar la geometría internacional. Las oraciones de paz conducidas por el padre Christian Führer, así como las manifestaciones, fueron un factor crucial que hizo posible la reunificación de Alemania, liberando a esa población de la política utopista de la Guerra Fría. Al igual que el movimiento de los derechos civiles en los EU, dijo Führer en una entrevista con la revista Ibykus, "el espíritu de Cristo en la no violencia levantó a las masas" y "las convirtió en una fuerza por la paz". Las oraciones de paz encuentran su raíz en 1980, cuando se inició un programa llamado "Década de Paz"; luego, en 1982, un grupo de jóvenes propuso que estas oraciones se realizaran semanalmente.
En 1989, la gente empezó a reunirse enfrente de la iglesia de San Nicolás con velas, después de las oraciones, y de semana en semana el grupo fue creciendo, hasta aquel famoso lunes 9 de octubre de 1989, cuando 100.000 manifestantes marcharon pacíficamente por la ciudad. Exactamente un mes después, el 9 de noviembre, cayó el Muro de Berlín y el bloque soviético se disolvió. LaRouche, a la sazón preso político en los EU, de inmediato ofreció liderato con un plan de reconstrucción económica para Europa Oriental, al que se dio el nombre de Triángulo Productivo. Dicho plan había de tornar a Alemania Oriental en un motor de producción para reconstruir el antiguo bloque soviético. Pero esa gran oportunidad para establecer un orden económico basado en el principio del bienestar general, poniendo fin de una vez por todas al viejo monstruo de la geopolítica, se perdió. El gran optimismo popular de 1989 fue degenerando en pequeñez mental; ahora hay que revivir ese espíritu revolucionario para concluir la tarea de derrotar la geopolítica imperial.
Al igual que ahora, cuando la emisora de radio y televisión MDR acusó al alcalde Tiefensee de Leipzig de permitir el "abuso" de las manifestaciones para promover a LaRouche, tildando a éste de "comunista y radical", en 1989 acusaron a padre Führer de abusar de las instituciones. A una pregunta sobre las intenciones de la Iglesia, él contestaba: "La idea era que podíamos apoyar, con nuestros esfuerzos, un ambiente social en el que la gente se sintiera mejor. Estos objetivos tenían el apoyo de gente que espiritualmente quería lo mismo, pero eran apenas unos pocos. Unos cuantos 'intelectuales locos' y 'lunáticos'. . . entendieron el gran valor de la historia, y siempre los apoyaron".
Hoy, Amelia Boynton Robinson, Lyndon LaRouche y el padre Christian Führer son de los pocos que entienden el gran valor de la historia y su responsabilidad de actuar como individuos históricos, responsabilidad bellamente expresada en Leipzig el lunes 31 de marzo. El impacto de tales acciones puede sacar a toda la humanidad del desplome económico, la guerra y el odio, para entrar a un nuevo Renacimiento; es su parte inmortal en la simultaneidad de la eternidad.