Mira Kirchner, ¡es imposible vivir con el FMI!
por Gerardo Terán Canal
A partir del próximo 25 de mayo, día de la Independencia de Argentina, Néstor Kirchner será el nuevo Presidente de esa nación. Así conluye el denominado período de transición que inició el famoso 20 de diciembre de 2002, cuando tuvieron lugar los "cacerolazos" que produjeron una revolución contra el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el atraco de los bancos contra los ahorristas, situación que forzó la renuncia anticipada del entonces presidente Fernando de la Rúa.
Sin embargo, Kirchner llega a la Presidencia debilitado, porque ganó las elecciones cuando el ex presidente y también candidato Carlos Ménem, quien salió en primer lugar en la primera ronda electoral con 24% de los votos, abandonó intempestivamente la contienda antes de la segunda vuelta, programada para el 18 de mayo. Todo apuntaba a que Kirchner, quien en la primera ronda el 27 de abril obtuvo 22% de la votación, con un fuerte respaldo de la maquinaria peronista controlada por el actual presidente Eduardo Duhalde, se llevaría una victoria abrumadora el 18 de mayo, con entre 60 a 70% de los votos. Ante la perspectiva de sufrir una humillante derrota, Ménem se retiró, negándole así a Kirchner ese triunfo arrollador y la autoridad necesaria para realizar los cambios políticos radicales que con tanta desesperación necesita la Argentina.
Pocos argentinos lloraron porque Ménem se retiró de la contienda el 14 de mayo. La mayoría lo odia porque fue él, como Presidente, quien impuso las políticas criminales del FMI sobre el país entre 1989 y 1999, en colusión con el ministro de Hacienda predilecto de Wall Street, Domingo Cavallo. El resultado: Argentina se hundió en una crisis y pobreza sin precedentes, de la que aún no se recupera. Hoy, el 58% de la población argentina cae oficialmente en la categoría de pobre.
Kirchner, de 54 años y miembro del Partido Justicialista, por diez años fue gobernador de la provincia patagónica de Santacruz, rica en petróleo y cuya población apenas rebasa los 190 mil habitantes, en un país de 34 millones. Sin embargo, el currículum que aparentemente lo avala como un buen gobernante, no es referencia para prever que hará un buen papel ante el tipo de dificultades que le esperan a nivel nacional e internacional.
Con seguridad, Ménem se convertirá en un problema, pues ya dejó claro que no tiene la menor intención de desaparecer de la escena política, pues codicia demasiado la Presidencia. En el discurso que dio cuando retiró su candidatura, predijo que el nuevo presidente enfrentaría, en lo inmediato, una crisis de "gobernabilidad", y que tendría que enfrentar el mismo tipo de violencia y revueltas que forzaron la renuncia del ex presidente Fenando de la Rúa en diciembre del 2001.
En un artículo que publicó el periódico oficial La nación el 15 de mayo, José Claudio Escribano, quien apoyaba al candidato presidencial preferido de la Sociedad Mont Pellerin, Ricardo López Murphy, dijo que, según "fuentes en Washington", se llegó a la conclusión de que Argentina "había decidido darse un gobierno de sólo un año" debido a la situación actual.
El Presidente electo ha dado señales de querer cambiar el rumbo que el FMI le ha fijado a la Argentina en las últimas décadas, pero falta ver si puede o si de verdad tiene la voluntad de hacerlo.
Un buen indicio fue la visita que realizara Kirchner al Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, una semana después de la elección. Lula había advertido que, de resultar elegido Ménem, ni siquiera iría a su toma de posesión. La política exterior de Ménem se basaba en mantener "relaciones carnales" con los Estados Unidos, y en un esfuerzo abierto por sabotear el Mercado Común del Sur (Mercosur) y cualquier relación positiva con Brasil. Kirchner reafirmó con Lula lo que su antecesor Eduardo Duhalde ya venía gestionando: una alianza estratégica con Brasil para fortalecer el Mercosur, y así poder negociar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) desde una posición de fortaleza. Argentina, dijo Lula, podría desempeñar un papel clave en la integración física de Sudamérica.
En esa visita, Lula y Kirchener hablaron de crear una moneda común aunque no sería algo que ocurra en los inmediato, de un préstamo del Banco de Desarrollo Económico y Social de Brasil (BANDES) a la Argentina por mil millones de dólares, y de fortalecer el Mercosur mediante la construcción de obras de infraestructura. Estos planes los confirmaron el ministro de Hacienda argentino Roberto Lavagna y el ministro de Desarrollo de Brasil, en una conferencia conjunta que se realizó una semana después en Buenos Aires.
Cabe señalar que Brasil se prepara para lanzar un mecanismo de comercio dentro del Mercosur, sin usar el dólar. La idea es que el BANDES restablezca la Convención de Crédito Recíproco, o CCR, un mecanismo que existió en los 1990. La CCR funciona como un banco de liquidación en el que los exportadores de un país u otro pagan por sus importaciones en la moneda local, y las diferencias en sus balanzas comerciales las ajustan después sus respectivos Bancos Centrales. El vicepresidente del BNDES, Darc Costa, informó que Brasil quiere que la CCR se convierta en el principal mecanismo de comercio entre Brasil y Argentina, y lo identifica como "el mejor instrumento que podría existir en Sudamérica para la integración económica".
El segundo indicio positivo fue la respuesta de Kirchner a la pregunta de, "¿cuál será su política en relación a la negociación de la deuda externa?". En una entrevista que publicó el periódico Clarín el 21 de mayo, Kirchner dijo que, "no hay que olvidarse de que Argentina ya demostró que puede vivir sin el acuerdo con el FMI. Es una negociación que no debe ser dramática, no todo es blanco o negro".
Kirchner agregó que ya le había dicho al ministro de finanzas Roberto Lavagna, "que se pusiera a trabajar en la reprogramación [de la deuda privada]. Si se logra una quita de deuda y de intereses, y una reprogramación, pero no como la del Brady, a ocho años, sino una de varias décadas, que permita volver viable el nivel de funcionamiento de la Argentina, haremos una reprogramación factible con el mundo. De no ser así, sería buscar salidas incumplibles que a la Argentina la dejan malparada".
El tercer indicio, es la idea de llevar a cabo un proyecto "neokeynesiano" de obras de infraestructura, que en un principio representarían una inversión de 3 mil millones de dólares, con una ampliación en dos años. Lo que no está claro es la dirección que tomará todo esto. Su objetivo es generar empleo eliminando uno de los peores lastres que dejó la era menemista: un desempleo de casi 20%. Órganos de difusión importantes, como La Nación y Clarín, han destacado la orientación neokeynesiana del plan y que estaría inspirado en el Nuevo Trato de Franklyn D. Roosevelt.
En realidad, el plan de infraestructura que se propone Kirchner no es tan ambicioso, pero lo cierto es que si de verdad quiere reproducir en la Argentina lo que hizo Roosevelt con su Nuevo Trato, tendrá que olvidarse de fórmulas monetaristas tales como el neokeynesianismo. Lo cierto es que el plan de Roosevelt se basó en el Sistema Americano de ecomomía política que fundara el primer secretario del Tesoro de los EU, Alexander Hamilton, mediante un sistema de emisión soberana de moneda por un Banco Nacional, cuya política es emitir crédito a bajas tasas de interés y a largo plazo sin más respaldo que la propia riqueza nacional; es decir, una moneda no convertible.
Las intenciones del nuevo presidente de los argentinos pueden esfumarse aun antes de tomar posesión, a menos que de verdad esté resuelto a enfrentar el hecho que todos sus antecesores han evitado: que es imposible vivir con el FMI. Por más que le busquen decoro a la política fondomonetarista, no hay posibilidad alguna, ni de crear alianzas estratégicas, ni de postergar el pago de la deuda, ni de emprender proyectos de infraestructura mientras no se rompa con ella.
Su posible aliado principal, el presidente Lula, está cometiendo suicidio político al seguir la política de austeridad dictada por el Fondo, y la comunidad angloamericana espera que Kirchner haga lo mismo. Como le dijera un consultor al The New York Times, no se preocupen, "Kirchner resultará igual que Lula, que asustó a todo mundo durante su campaña, pero una vez que ganó empezó a moderar su visión, y resultó más católico que el Papa".
No hay duda que la ofensiva regional de Brasil de establecer relaciones y alianzas con sus vecinos en torno a la construcción de grandes obras de infraestructura, es el camino correcto para una genuina integración iberoamericana. Pero esa estrategia sólo tendrá éxito si las naciones involucradas adoptan las propuestas del economista y precandidato a la Presidencia de los Estados Unidos, Lyndon H. LaRouche, de un Nuevo Bretton Woods y el Puente Terrestre Eurasiático.
Intentar emprender semejantes reformas en el marco del FMI, es destinarlas al fracaso.
En agosto de este año vence la carta de intención que firmó el gobierno de Eduardo Duhalde con el FMI, en la cual se le concedió a la Argentina una postergación del pago del servicio a su deuda externa pública y privada. Las presiones contra Argentina son enormes y van en aumento, como ya sucede en Brasil. El FMI, el Tesoro de los EU, y los voceros de la City de Londres y Wall Street han dejado en claro que esperan que Kirchner continue y acelere el programa de austeridad basado en la "reforma estructural" del gobierno de Duhalde, para que Argentina continúe con el pago de su deuda externa.
Entre septiembre y diciembre de este año, Argentina debe pagar a las agencias multilaterales más de 3.200 millones de dólares, y para mediados del año entrante esa cifra alcanzará los 6.000 millones. El Fondo dio a conocer una lista de condiciones para otorgar cualquier nuevo acuerdo o ayuda financiera, entre ellas, elevar las tarifas de los servicios públicos, reestructurar el sector bancario público y concluir la reestructuración de 60 mil millones de dólares en bonos argentinos en manos de particulares. Todo esto, cuando las reservas argentinas apenas ascienden a 9 mil millones de dólares.
La tarea de Néstor Kirchner no será fácil. Si tiene el coraje y la capacidad de gobierno, podrá aprovechar una nueva oportunidad que tiene la Argentina reconociendo que sí hay vida, ¡pero sin el FMI!