Cae en Wall Street aliado del narcoterrorismo
por John Hoefle
A Richard Grasso debieron haberlo botado de la presidencia de la Bolsa de Valores de Nueva York mucho antes del 19 de septiembre pasado, cuando finalmente lo echaron. Sin embargo, la excusa empleada para despedirlo, de que estaba ganando demasiado dinero, cuando eso no es lo que cuenta en Wall Street, sugiere que su salida obedece más bien al plan de la oligarquía de reestructurar el sistema financiero.
A Grasso debió habérsele botado en 1999, cuando viajó a la selva colombiana a reunirse con Raúl Reyes, el jefe de finanzas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, para instarlo a invertir en Wall Street el dinero que esa organización narcoterrorista devenga del narcotráfico y otras actividades ilícitas como el secuestro. Pero, en vez de despedir a Grasso por ese viajecito de recabación de fondos, todo indica que más bien fue ricamente recompensado por sus colegas en la capital financiera de los Estados Unidos.
El dinero sucio corre por Wall Street dinero del narco, dinero robado, y dinero obtenido a costa de, literalmente, vidas ajenas y todo el mundo lo sabe. De no ser por las ingentes cantidades de dinero sucio que fluyen del narcotráfico, los grandes bancos ya se hubieran ido a pique hace tiempo. Por otra parte, si no fuera porque gran parte del sistema financiero actual está estructurado en función de manejar los narcodólares, el narcotráfico ya se hubiera ahogado en su propio dinero. Los que ganan de venderle cocaína en piedra a escolares, de la muerte de los agentes del orden, no tienen el menor interés en ayudar a los pobres campesinos y obreros, como pretenden las FARC. Grasso era parte de esta maquinaria criminal, como demostró su visita a Reyes en junio de 1999, por lo que en vez de pasar a un retiro cómodo, como es el caso, debió haber ido a la cárcel. Más bien, fue tirado a los leones en un espectáculo público, por gente que es aun más peligrosa que él.
Ahora que el sistema finaciero internacional se viene abajo, los banqueros han puesto en marcha un plan para establecer una dictadura financiera mundial, con el dólar como la moneda mundial única, so pretexto de manejar la crisis. Igual a como los sucesos del 11 de septiembre le permitieron a los neoconservadores consolidar su control sobre el Gobierno, y lanzar el choque de civilizaciones, empezando con Afganistán e Iraq, los escándalos finacieros, empezando con Enron y lo de Grasso, le han permitido a los banqueros aumentar su poder sobre los entes reguladores.
La Comisión de Valores, SEC, el ente que debe regular las bolsas, ahora está a cargo del banquero William Donaldson. William McDonough, antes mandamás de la Reserva Federal de Nueva York, ahora colabora con el ex presidente de la Reserva Federal de los EU, Paul Volcker, en la actualidad presidente del Comité Internacional de Normas Contables, en desarrollar pautas de contabilidad global, un prerequisito para establecer un régimen bancario internacional. Y John Reed, el ex mero mero de Citicorp (la matriz de Citi Bank), uno de los arquitectos de la crisis de la deuda de Iberoamérica, y quien decretó la desaparición de Bolivia en tanto nación en aras de los intereses de los acreedores, fue nombrado en remplazo de Grasso como presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York.
Desde el punto de vista de los parásitos financieros, Grasso había hecho un buen trabajo. Grasso asumió la presidencia de la Bolsa de Valores en 1988, un año después del desplome de la bolsa en 1987, cuando el índice Dow Jones apenas superaba los 2.000 puntos, y ayudó a encaminar el alza hasta los 11.722,98 puntos en enero de 2000. A pesar de sus problemas actuales (hoy anda por 9.000 y pico de puntos), el índice Dow Jones todavía deja muy atrás a la realidad económica, lo que manifiesta el poder de las relaciones públicas y la manipulación del mercado.
Las FARC dominan una buena porción del tráfico de cocaína colombiana. La foto infame de Grasso abrazando al capo narcoterrorista Reyes es una prueba visual de la relación entre los mercados financieros y el narcotráfiaco, relación que puso al descubierto el movimiento de Lyndon H. LaRouche en su afamado libro Narcotráfico, S.A., publicado por primera vez en 1978.
Los viajes de Grasso, acompañado de las consideraciones del FMI y otros, se pensaron con el fin de que los narcos colombianos invirtieran una mayor parte de su porción de las ganancias de Narcotráfico, S.A. en los mercados estadounidenses, a fin de inflar la burbuja global, que casi se había desplomado en septiembre de 1998.
El presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan
Vivendi empezó como una compañía de acueductos, que decidió transformarse en un gigante del entretenimiento y las comunicaciones con el ex banquero de Lazard, Jean Marie Messier. A mediados de 2000, Messier hizo un trato de 34.000 millones de dólares con Edgar Bronfman, Jr., mediante el cual Vivendi compró Seagram, la compañía licorera de la familia Bronfman, la cual Edgar ya había convertido en un conglomerado dedicado al entretenimiento, como le dicen, con la compra de Universal. Bronfman y Messier habían soñado con hacer su agosto en el mundo feliz del "entretenimiento" a través de internet, y se enrrollaron juntos en un negoció que los destruyó a ambos. Vivendi compró Seagram, vendió la parte dedicada a las bebidas alcohólicas, y le cambió el nombre a Vivendi Universal, una compañía demasiado endeudada, con muy poco ingreso, y al igual que su rival AOL Time Warner, fundada en la falsa creencia en la Nueva Economía. Para mediados de 2002, Vivendi se derrumbó y Messier salió. Neciamente, Bronfman se pagó con acciones de Vivendi, la cual se derrumbó tan rápido que perdió para la familia más dinero, y más rápidamente, que ninguno otro negocio en la historia.
En cuanto a los Bronfman, no le podría haber sucedido a eso a una pandilla mejor. Gracias a su franquicia en el negocio de las bebidas alcohólicas en Canadá durante la Prohibición en los Estados Unidos, la pandilla de los Bronfman llegó a ser la más prominente del hampa en norteamérica, y fue muy apropiado que se metieran en el negocio del "entretenimiento", con su vibrante componente, aunque semioculto, del narcolavado de dinero.
Estos virajes son posibles gracias al mercado de derivados, donde la apuestas, o inversiones que no se contabilizan en los balances de los bancos, son mucho mayores que las sumas de las transacciones en acciones, bonos o en divisas. En septeimbre de 1992, por ejemplo, los financieros lanzaron un asalto contra el Mecanismo de Paridad Europeo, que controla el tipo de cambio entre las monedas europeas. Esta manipulación, en la que se dijo falsamente de que George Soros era "el hombre que tumbó a la libra esterlina", fue una operación desde dentro de los bancos centrales británico y estadounidense, orientado en parte para impedir el derrumbe de Citicorp, que estaba entonces intervenido por la Reserva Federal. Juegos similares se utilizaron durante la crisis de ERM en 1995 y en la "crisis asiática" de 199798, y muy probablemente en los brincos del tipo de cambio dólareuro y en el mercado de las tasas de interés.
En la medida en que se desploman los mercados, se pueden prever brincos cada vez más volátiles, que empeoran debido a esas manipulaciones internas.