LaRouche dice que lo de Parmalat puede
tumbar a todo el sistema financiero mundial
Lyndon LaRouche, precandidato demócrata
a la presidencia de EU para el 2004
El precandidato presidencial demócrata estadounidense, Lyndon LaRouche, dijo, en una declaración que reproducimos abajo, que el desplome del gigante italiano de alimentos, Parmalat, al que la prensa europea ya ha calificado del "Enron europeo", es un ejemplo clásico de la condición de descomposición generalizada del mundo corporativo global, y pone de relieve la precaria posición del sistema bancario internacional en especial de la banca estadounidense, que se balancea al borde de la bancarrota.
La caída de la multimillonaria empresa la desató el incumplimiento en el pago de un eurobono por apenas 150 millones de dólares, pero detrás de ese bono ahora se descubre una pirámide de empresas de papel y de especulación con derivados financieros creada bajo las especificaciones de los grandes bancos tales como Citigroup, Bank of America, Deutsche Bank, JP Morgan Chase y otros. Se cree que miles de millones de dólares en activos eran ficticios, creados mediante transacciones falsas con el fin de esconder las crecientes pérdidas de la empresa. Como dijo el ministro de Finanzas italiano Giulio Tremonti, lo de Parmalat nos muestra "el riesgo que implica la solvencia general de las corporaciones. ¿Tienen idea de lo que sucedería si el mercado exigiera que se liquidara el dinero invertido en bonos de las empresas?"
Según Calisto Tanzi, fundador y presidente de Parmalat quien fue arrestado por las autoridades italianas tras declarar a la empresa en bancarrota, todo el sistema fraudulento de bonos que plaga a la empresa "fue por completo idea de los bancos [acreedores de Parmalat]". El Fondo de Pensiones de los Mineros Sudalaskianos presentó ya una demanda en los Estados Unidos, denunciando que el fraude de Parmalat "se armó en Nueva York principalmente, con la participación activa del bufete jurídico Zini y de Citibank".
El muy apalancado sistema bancario internacional se ha convertido prácticamente en un gran casino de derivados, que literalmente le apuesta al banco. Puesto que el mercado global de derivados está más que nada denominado en dólares, el hundimiento del dólar sin duda está desencadenando una inestabilidad generalizada en este mercado. "Estamos muy cerca de un desplome de la civilización", dijo Lyndon LaRouche el 27 de diciembre de 2003 en una reunión de su Movimiento de Juventudes Larouchistas (MJL) en Alemania. "Cuándo sucederá, es incierto, porque están inyectándole dinero falso al sistema tan rápido como les es posible, para tratar de evitar que la cosa se derrumbe". Pero, dijo, a pesar de estos esfuerzos "el crac se avecina".
por Lyndon H. LaRouche.
3 de enero de 2004.
En esta coyuntura, es necesario emitir una palabra de advertencia sobre cuáles pueden ser las posibles y probablemente más bien inmediatas implicaciones mundiales del estallido de Parmalat. Yo hago una advertencia específica, en cierta medida más allá del alcance del tipo específico de declaraciones que ya circulan mis asociados y otros en todo el mundo.
Prácticamente a diario se acumulan indicios de que el estallido de la burbuja de Parlamat pudiera no ser una debacle relativamente menor, del corte de la de Enron, sino una versión ampliada de esa crisis distintiva, la del fondo especulativo Long Term Capital Management (conocido como LTC o LTCM), que ya cimbró los cimientos y el andamiaje del sistema monetario-financiero mundial entre agosto y septiembre de 1998. Esa crisis de 1998 puso ya al propio sistema de la Reserva Federal de los EU en el potro de los tormentos, del 23 al 29 de septiembre de ese año. Las pruebas principales hoy son que lo que ahora sucede, como lo refleja el explosivo caso de Parlamat, representa, con toda probabilidad, el surgimiento de una forma mucho mayor y más mortífera de la misma crisis que cimbró los cimientos y el andamiaje del sistema en 1998, un resurgimiento de la misma crisis mundial del LTCM, pero que ahora estalla a la superficie a una escala mucho mayor y mucho menos controlable que en 1998. Hay fuertes razones probatorias para darle seguimiento, con un acento especial en una investigación acorde con esa muy probable hipótesis.
Ahora explico en qué baso esa advertencia, detallando la situación de la forma más simple que la naturaleza del problema lo permita. Perdónenme por los sarcasmos que pueda incluir en el transcurso de este breve informe; pero ni yo, ni ustedes, debemos perder nuestro sentido del humor al informar lo que tengo que decir aquí y ahora. En crisis como éstas, un sentido del humor activo, con toques más que ligeramente rabelaisianos, es un requisito para conservar la precisión analítica fría y serena en el juicio, en especial en momentos de las crisis relativamente peores.
No se concentren en la parte más pequeña del escándalo actual, en la parte financiera interna de la entidad Parmalat en sí. Parmalat no es más que un punto de referencia de un problema mucho mayor, ubicado en la ahora gigantesca burbuja financiera mundial de los derivados. Ha llegado el momento en que, con la reciente caída continua del dólar estadounidense del Gobierno de Bush en los mercados del oro y el euro, la aguja podría pinchar la burbuja mundial del dólar en cierta oportunidad. La aguja decidió pinchar a Parmalat. Este pinchazo puede ser el proverbial "clavo de la herradura" por el que se perdió el reino, el reino del FMI en su forma actual.
Las pruebas que respaldan este cálculos son bastante amplias por sí mismas, de modo que tenemos que adoptar la postura preventiva de asumir que ese bien pudiera ser el caso en un futuro muy inmediato. Las pruebas que apuntan a tales resultados de corto plazo son tan grandes, y se acumulan a un ritmo tal, que sería temerario no revisar de cerca las crecientes pruebas, de una naturaleza sistémica, que tienden a exigir tal hipótesis de trabajo investigativo como guía para emprender la acción.
Como ha sido con frecuencia el caso en la fase terminal de burbujas comparables en la historia europea moderna, como las de John Law y las islas de los mares del Sur en el siglo 18, el ardid de Ponzi, la estafa del "Club Pirámide" de 1949, o la fase final de junio-noviembre de 1923 de la burbuja del Reichsmark alemán, el caso Parmalat hizo erupción del modo que lo hizo en un momento en que se produjo el cambio de fase súbito, el pinchazo del globo superinflado. Fue un desplome que ya estaba más que maduro para ocurrir. La posibilidad de que éste sea un caso aislado, o aislable, es de absolutamente cero; sin importar lo que no sea, el caso Parmalat en sí mismo representa una crisis sistémica de la estructura monetario-financiera global.
Por tanto, en primer lugar, el caso de la entidad Parmalat como tal al parecer sólo forma parte de una burbuja que es mayor que la enorme e innumerable cantidad de lo que son casos, tanto combinados como a menudo más pequeños, aunque parecidos e interconexos, de derivados crediticios y otros similares a estos. Puesto que la estafa con derivados financieros en cualquier operación financiera grande de esta clase al momento se empalma e interactúa, de forma sistemática, con una vasta epidemia internacional de semejante comportamiento que se generalizó en el sector de los derivados financieros desde el crac de Wall Street de octubre de 1987, el "ardid de Ponzi" en Parmalat no puede tratarse como un caso aislado.
Segundo, por tanto, en relación al peligro que podría desatar el que se desembrolle el caso Parlamat a escala mundial, el tamaño del escándalo de Parlamat con centro en el dólar estadounidense, medido sólo en base a sus propios registros contables, es una parte relativamente menor del problema. A este respecto, la pregunta seria es, qué tan grande, qué tan compleja es la propagación de la burbuja financiera del fraude de corte canceroso, del cual Parmalat mismo representa sólo una parte, cuando el fracaso de esta empresa podría echarla abajo, en tanto detonador de una reacción en cadena financiera. Esto plantea la pregunta de si es posible que algunos de los banqueros internacionales que inflaron la burbuja de derivados de Parlamat, quizá alguien a un nivel comparable al de Sandy Weill de Citicorp, decidieron que estaban cansados de andarse tapando el hoyo.
El caso de Parmalat va de la mano con el desplome en espiral del dólar estadounidense de Bush, desde que el euro empezó a moverse de un precio relativamente bajo de entre 0,83 u 84 centavos de dólar, hasta los más de 1,25 actuales, y sigue subiendo. Esta tendencia, en gran medida impulsada por las políticas actuales del Gobierno de Bush, ha orillado a la economía de los EU cerca de lo que prácticamente es una hiperinflación interna, y una deflación comparable en el valor de la economía estadounidense en el mercado mundial. Se reconoce que el presidente Bush no creó la burbuja, pero, adrede o no, sus metidas de pata hicieron tanto como sería posible por inflar la burbuja hasta sus proporciones actuales.
Por supuesto, la caracterización apropiada de la galopante crisis actual de Parlamat, es que ya no es primariamente una crisis de una entidad llamada Parmalat práctica y financieramente muerta como tal; ha explotado para convertirse de manera activa en un reflejo importante y en parte de una crisis sistémica mundial del dólar estadounidense.
La pregunta que cualquier presidente de los EU, incluso uno apenas inteligente, le hubiera hecho a sus asesores, es: "No te andes por las ramas, dime cuánto vale en realidad el dólar, comparado con la capacidad de compra que tenía el ciudadano estadounidense promedio en 1972, en cuanto al componente de los bienes físicos de una canasta familiar de mercado".
En este giro en la conversación, algún idiota muerto de miedo, probablemente algún cuentero doctorado de la Universidad de Harvard, prácticamente un profesor Rumpelstiltskin, empezaría a desgarrarse las vestiduras en un histérico arranque de negación como una forma de restarle atención a las palabras del Presidente. En medio del arranque de negación, de que el encumbrado euro refleja una inflación galopante del dólar, ese profesor le daría vueltas y vueltas a la frase, "valores hedónicos".
Tan sólo la seguridad ficticia del valor de la masa de deuda en el sistema internacional del dólar estadounidense, en gran medida está compuesta por una valoración financiera muy inflada de cosas que incluyen los precios en los mercados bursátiles, los valores hipotecarios inflados asociados con la burbuja de obligaciones hipotecarias de Fannie Mae, y cosas parecidas. Por ejemplo, un desplome en la parte de la burbuja centrada en Fannie Mae amenazaría con desatar una reacción en cadena de desplome del valor de las hipotecas usado para inflar la burbuja, que a su vez le movería el tapete a esos y otros papeles relacionados, que se contabilizan como activos financieros en el sistema en general. En otras palabras, sería algo parecido al tipo de desplome financiero en cadena que ocurre cuando estalla una burbuja.
¿Cómo debe prepararse la Presidencia de los EU, de inmediato, ahora, para reaccionar a las consecuencias de corto plazo, como ésas, que hoy amenazan con activarse, en el muy corto plazo, por el desplome de la propia burbuja de Parmalat?
Para entender las implicaciones más profundas de este conjunto de observaciones, tenemos que examinar el carácter sistemáticamente fraudulento de las políticas actuales de la Reserva Federal estadounidense y otras relacionadas. Debemos considerar el problema en tres niveles.
Primero, tenemos que considerar las medidas de emergencia que se necesitan para someter a la entidad Parmalat, como un todo unificado, a un proceso de reorganización por bancarrota, para las que el Gobierno de Italia debe recibir apoyo, si decide seguir ese curso de acción más o menos de inmediato. Si hacen picadillo a Parmalat en una carnicería financiera de bancarrotas al estilo de los banqueros, vendiendo pedazos como pago, entonces efectivamente las implicaciones sistémicas mundiales del caso Parlamat no podrán controlarse. La enfermedad la produjo la evolución de un control extralimitado del sistema financiero privado, y la supresión de las funciones de defensa del interés nacional que sólo pueden llevarse a cabo mediante los poderes soberanos de los gobiernos de los Estados nacionales. La enfermedad son las prácticas actuales del sistema financiero internacional privado, de la cual el desplome de Parmalat es un resultado y un síntoma. No le recetes al paciente más de la enfermedad como tratamiento, a menos que de veras quieras acarrear una catástrofe financiera mundial genocida en cadena, algo más allá de la imaginación de prácticamente cualquiera de ustedes.
Tenemos que congelar el lado financiero de la bancarrota ahora, conservando intacta a la firma en sí, como un activo integrado a someter a un proceso de reorganización por bancarrota, a cargo de la agencia gubernamental designada para salvaguardar el valor óptimo de la entidad, al preservar la integridad funcional de los activos esenciales en beneficio del interés público.
Segundo, a pesar de que muchos gobiernos están ellos mismos en quiebra, o casi en quiebra, la fuente de la crisis actual no es la institución del Estado nacional, sino las instituciones del desregulado sistema financiero-monetario mundial posterior a 1971-1972, que se encuentra bajo control privado. En una crisis internacional como la actual, cualquier esfuerzo por definir o por bregar con la crisis desde una perspectiva esencialmente monetario-financiera, con toda seguridad empeorará la catástrofe global que ya está a toda marcha. Tenemos que buscar las causas y los remedios a la crisis desde la perspectiva básica de la economía física, más que desde del de la estadística monetario-financiera. Sólo una reforma general del actual sistema monetario mundial podría impedir un desplome general incontrolable y en picada de dicho sistema como un todo.
Tercero, en tanto se diseñan y aplican medidas de emergencia de corto plazo para poner bajo control la actual tormenta financiera del deprimido dólar estadounidense, tenemos que diseñar un nuevo sistema monetario-financiero internacional, apartándonos del fracasado sistema desregulado de tipos de cambio flotantes hacia un sistema de tipos de cambio fijos, apuntalado con medidas regulatorias que se sostengan mediante un conjunto interconectado de acuerdos de largo plazo, cuyos términos de maduración serían de entre una y dos generaciones, de entre 25 y 50 años.
Por ejemplo, vistas de manera objetiva, las condiciones físicas de la economía interna de los EU son mucho peores hoy, que la situación que heredó Franklin Roosevelt de las políticas desastrosas de los presidentes Coolidge y Hoover. El pésimo estado de la infraestructura económica básica de los EU representa la demostración objetiva más simple de esa situación relativa. Europa está en un aprieto parecido. Europa Occidental, en especial el Reino Unido, está en condiciones físicas que se aproximan, o, como en el caso del Reino Unido, que ya son peores que las de los EU. Francia, Alemania e Italia, que se cuentan entre las economías más grandes de Europa Occidental que están prácticamente en quiebra a sus niveles actuales de producción física, tienen, sin embargo, un potencial relativo mayor que los EU, por la expansión de los mercados de exportación de alta tecnología.
Con un cambio generalizado en la política actual de los EU hacia un sistema de tipos de cambio fijos, y hacia la cooperación con Eurasia en el desarrollo físico de largo plazo de la infraestructura, podría detenerse la fase de desplome de la actual crisis económica mundial, con la ayuda de acciones concertadas de gobiernos soberanos, y echarse a andar un ritmo acelerado de crecimiento físico neto de largo plazo.
En resumen: tenemos que pensar en términos de los tres pasos indicados a dar, en tanto cambios de emergencia en la práctica y en el pensamiento político. Primero, tenemos que reconocer la locura de las políticas actuales de las que el caso Parmalat es un síntoma. Segundo, tenemos que comprometernos con la reconstrucción de nuestras destrozadas economías nacionales, en base a someter el imperio de las finanzas, al imperio de los que vienen a ser enfoques de sentido común en la economía física, en defensa del bienestar general. Tercero, hay que hacer de inmediato reformas de emergencia y, a continuación, de fondo al sistema monetario-financiero internacional, con el fin de que se respeten en la práctica, por un período no menor de una a dos generaciones.
Lo que tiende a cegar al público sobre la realidad del desplome general ahora en marcha del sistema monetario-financiero mundial actual, es la suerte de mentiras sistemáticas de todos los principales informes mensuales, trimestrales y anuales del Gobierno y del sistema de la Reserva Federal de los EU y otras instituciones pertinentes sobre el tema de la inflación, dentro y fuera de los propios EU.
Los principales medios a través de los cuales la Reserva Federal y las agencias del gobierno estadounidense han falsificado de forma generalizada las cifras sobre la inflación con ese fraude premeditado, son una estafa a veces llamada "ajuste de calidad", o factor "hedónico". La forma más directa de desenmascarar el fraude intencional en esos informes, es comparando los costos de los elementos físicos esenciales en el consumo de una familia, incluyendo la salud, con el ingreso familiar promedio de cada sector: variado, medio y bajo. En otras palabras, tomemos renglones tales como la comida, el costo de mantener un lugar donde vivir, la educación, etc., y comparémolos con la clase de ingreso total de la clase pertinente de cada grupo de ingresos. En otras palabras, ¿cuál era la calidad del consumo familiar en 1966, o en 1972? Y, ¿cuánto representaba el precio de esa calidad de consumo como porcentaje del ingreso familiar, entonces y ahora?
Por ejemplo, ¿qué porcentaje del ingreso anual del integrante que aporta el salario principal a un hogar tiene que destinarse a cubrir el costo de mantener la propiedad y ocupación sobre un lugar razonable para residir? Compare estas cifras de 1960, 1970, 1980, 1990 y hoy.
Por ejemplo, comparen el alza en los precios de los alimentos en las tiendas, con los de hace seis meses, un año, o dos años. O, vayan también a sitios en donde un hongo gigantesco, como Wal-Mart, está acabando con la competencia local. Comparen la calidad de lo que pueden comprar hoy en esas tiendas de la comunidad, con lo que podían comprar hace cinco o diez años.
Esta clase de comparaciones se refieren básicamente al consumo directo familiar de bienes y servicios esenciales. No incluyen factores de capital de mediano y largo plazo, tales como las condiciones de deterioro, o el cierre de operaciones esenciales para los empleadores, o el desplome en la inversión públicas y otras relacionada en la infraestructura económica básica, como en los sistemas escolares, en bibliotecas, hospitales, sistemas de generación y distribución de electricidad, etc. Aproximadamente desde 1971, los EU han perdido no menos de 4 billones de dólares (a los precios actuales) en infraestructura básica esencial. Las hordas de Gengis-Khan, disfrazadas de entidades como el American Enterprise Institute, han llegado y violado, y saqueado a los Estados Unidos, todas a invitación de nuestro gobierno.
El ciudadano es en gran medida responsable por permitir que esto nos suceda a todos nosotros. Él o ella votó por los vagos que permitieron que estas estafas continuaran por décadas, o dijo: "No me culpen a mí. ¡Nunca voto! No me culpen por el accidente que provocó mi carro; en ese momento no tenía las manos sobre el volante".
¿Cuándo despertará el ciudadano? Una pregunta interesante, ¿o no?