La reunión cumbre Brasil-Argentina
Cuando los jefes de Estado de los dos principales deudores del FMI se juntan para hablar de estrategia, razón tienen los acreedores internacionales en preocuparse. Aunque el FMI esquivó un enfrentamiento frontal con Argentina el pasado 9 de marzo, al retirar temporalmente sus demandas a favor de los fondos buitres, la principal institución financiera del mundo sabe que no ha capeado del todo la tempestad. Hay señales en el ambiente de que están por darse nuevas sacudidas financieras, como una inminente explosión de la burbuja de bienes raíces de los Estados Unidos.
Aun más importante es que los banqueros tienen que preocuparse de que sus víctimas recurran a la conducción de Lyndon LaRouche. No ignoran el hecho de que la Juventud Larouchista de Argentina desempeñó un papel importante de liderato en la resistencia argentina a las exigencias del FMI. Los argentinos emergieron del enfrentamiento decisivo con optimismo, combativos, con un estado anímico que tiene el potencial de inspirar a su cercano vecino Brasil.
En su reunión cumbre el 16 de marzo en Río de Janeiro, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y su homólogo argentino Néstor Kirchner no adoptaron el enfoque de LaRouche de deshacerse del FMI y establecer un nuevo sistema monetario, pero sí anunciaron una "estrategia común" para hacerle frente, lo que augura una batalla aun más grande por venir.
El elemento central del Acta de Copacabana firmada por los dos mandatarios compromete a los dos países a negociar con las agencias acreedoras multilaterales, de tal forma que el cálculo del superávit presupuestal primario y otras medidas de política económica, "no comprometan el crecimiento y garanticen la sustentabilidad de la deuda, de modo tal de preservar inclusive la inversión en infraestructura". Hace hincapié en la necesidad de alentar las inversiones nacionales y regionales, y de crear alternativas para neutralizar los efectos negativos generados por el mundo desarrollado.
El ministro de Economía argentino Roberto Lavagna recalcó que el comunicado final, la "Declaración sobre la cooperación para el crecimiento económico con equidad", no es un documento retórico, ya que aborda asuntos de substancia tales como el pobre funcionamiento del sistema financiero internacional, y la necesidad de no depender del capital extranjero y de una apertura comercial en los países desarrollados.
El acuerdo tiene dos aspectos decisivos. Número uno, los dos gigantes de Sudamérica se comprometieron de manera implícita a coordinarse entre sí en sus negociaciones con el FMI, algo que los banqueros internacionales han luchado a capa y espada por evitar, en especial desde que encararon el espectro del "cartel de deudores" en los 1970 y principios de los 1980. No sólo eso, sino que Argentina y Brasil decidieron de inmediato invitar a Paraguay y Uruguay, sus socios en el Mercosur, a sumárseles en este frente de negociación. Y si bien es cierto que los dos gobernantes no se pronunciaron a favor de un Nuevo Bretton Woods, el referirse a los problemas de la "arquitectura financiera internacional" refleja el reconocimiento de ambos de que las exigencias de ese sistema que se resquebraja ponen cada vez más a riesgo la existencia de sus naciones.
Número dos, los presidentes pintaron la raya contra uno de los métodos favoritos de saqueo del FMI, la exigencia de que tienen que generar un "superávit presupuestal primario" para garantizar el dinero para pagar la deuda. El hecho de que hayan dicho de forma explícita y tajante que no van a permitir que éste "comprometa el crecimiento" es, por supuesto, anatema para el FMI y la banca internacional, para quienes la deuda es sagrada, por encima de atender las necesidades del pueblo, e incluso de su supervivencia.
Nada hay que garantice que Argentina y Brasil no den un paso atrás. Como fue el caso para el presidente José López Portillo cuando nacionalizó la banca en 1982, se les aplicará una presión enorme para obligarles a capitular a las condiciones genocidas del FMI. En últimas, la única manera de garantizar su supervivencia, y también la de sus acreedores, es que las naciones adopten el plan de un Nuevo Bretton Woods de LaRouche. Como dice el Movimiento de Juventudes Larouchistas en una de sus consignas: "Argentina + Brasil + LaRouche = Sobrevivencia".