La estrategia de tensión: el caso de Italia
LaRouche sugirió en agosto de 2003 ponerle el ojo a los nuevos
sinarquistas, los "amigos internacionales de la nieta de Mussolini",
Alessandra Mussolini. De izq. a der.: Mario Romagnoli; Adriano Tilgher
(cabecilla del Fronte Nazionale Sociale), Alessandra Mussolini
(al frente de Liberta d'Azione), y Roberto Fiore (al mando de Forza
Nuova de Italia, y cabecilla de un grupo implicado en varios actos
terroristas, incluyendo la masacre de Bolonia de 1980.
Al día siguiente de los bombazos de Madrid el 11 de marzo pasado, Lyndon LaRouche emitió una declaración en la que descartaba la idea de que los responsables del atentado fueran ora el grupo terrorista vasco, la ETA, o "terroristas islámicos", y señaló que el ataque terrorista era más bien reminiscente del bombazo contra la estación de ferrocarriles de Bolonia en 1980 y, en general, de la "estrategia de tensión" terrorista en Italia a principios de los 1970. En los siguientes días varios peritos que entrevistó EIR, y algunos comentaristas de la prensa, hicieron por su cuenta la misma analogía.
El término "estrategia de tensión" demarca el período que va más o menos de 1969 a 1974, cuando Italia fue víctima de varios bombazos terroristas, algunos de los cuales mataron a un gran número de civiles. Los autores eran extremistas de derecha manipulados por agencias de inteligencia y militares que buscaban provocar un golpe de Estado o un giro autoritario, induciendo a la población a creer que los atentados eran parte de una insurrección comunista. La tesis oficial es que la estrategia de tensión empezó con la bomba que estalló el 12 de diciembre en la sede de la Banca Nazionale dell' Agricoltura en la Piazza Fontana de Milán, incidente conocido como la "Masacre de Piazza Fontana", y en el que murieron 16 personas y 58 resultaron heridas. El punto final de la estrategia de tensión, estrictamente hablando, lo puso el bombazo contra el tren "Italicus" el 4 de agosto de 1974 en San Benedetto Val di Sambro, que dejó 12 muertos y 105 heridos. En el ínterin hubo no menos de cuatro intentos, amenazas o complots de golpe de Estado, o sea, ¡uno por año!
Sin embargo, la masacre terrorista más grande ocurrió 6 años después, el 2 de agosto de 1980 en Bolonia, cuando estalló una maleta cargada con más de 18 kilogramos de explosivos en la estación de ferrocarril, dejando un saldo de 85 muertos y más de 200 heridos. Nuclei Armati Rivoluzionari (NAR), un grupo terrorista de derecha, reclamó responsabilidad por el ataque. En términos estrictos el bombazo de Bolonia, en cuanto a tiempo y motivo, no corresponde a la "estrategia de tensión"; no tuvo que ver con un golpe militar, ni con un cambio de algún tipo en la orientación del gobierno. No obstante, las organizaciones terroristas involucradas eran remanentes de las que participaron en la estrategia de tensión, que pasaron a la clandestinidad y se reorganizaron. Como en el caso de Piazza Fontana y otros, ciertas redes sinarquistas dentro de las fuerzas militares y de inteligencia llevaron a cabo una enorme operación de encubrimiento.
Hoy es sabido de varias investigaciones judiciales y parlamentarias que hay un solo hilo que conecta la "estrategia de tensión" desde lo de Piazza Fontana, al bombazo contra el Italicus, hasta la masacre de Bolonia de 1980. Las investigaciones más importantes son la oficial del bombazo de Bolonia, la más reciente de la masacre de Piazza Fontana, que inició el fiscal Guido Salvini en Milán en 1992, y los resultados de la que llevó a cabo la comisión parlamentaria sobre la Identificación Equivocada de los Autores de las Masacres Terroristas (la "Comisión sobre el Terrorismo") de 1994 a 2001.
El juicio de Bolonia terminó condenando a los neofascistas Valerio Fioravanti y Francesca Mambro como los autores materiales del hecho, al titerero francmasónico Licio Gelli y a su colaborador Francesco Pazienza como los autores intelectuales, y a varios oficiales militares y de inteligencia por encubrimiento. El juicio de Milán resultó en una sentencia de cadena perpetua para tres neofascistas, Delfo Zorzi, Carlo María Maggi y Carlo Rognoni, condena que fuera revocada por una instancia superior (lo que se anunció, como si fuera un signo, el mismo día que los atentados de Madrid). El caso ahora pasa a la Corte Suprema. La comisión parlamentaria encabezada por Giovanni Pellegrino ha hecho mucho trabajo, incorporando los resultados de las investigaciones de Bolonia y de Milán a las pesquisas de sus propios peritos, interrogando a testigos importantes, etc.
Los tres entes han coincidido en armar, aunque con pequeñas diferencias en su análisis político, una imagen bastante veraz de la estructura que controla y despliega el terrorismo en Italia, y en especial en lo que concierne el terrorismo "negro", es decir, derechista. La comisión de Pellegrino también ha examinado la otra cara de la moneda, el llamado terrorismo "rojo", y ha llegado a la conclusión de que lo controlan las mismas estructuras. Hecho extraordinario es que dicha comisión parlamentaria incluyó en su informe una referencia a una publicación emitida por el Partito Operaio Europeo (POE), mismo que fuera la organización de los partidarios de LaRouche en Italia hasta 1983, indicando que ya desde septiembre de 1979 estuvo en lo correcto en cuanto a quién mató a Aldo Moro.
El que haya vuelto a aparecer en público el titerero sinarquista Licio Gelli, con una entrevista publicada por el diario La Repubblica el 28 de septiembre pasado; el mejoramiento de la coordinación internacional de organizaciones falangistas que van desde la Forza Nuova de Italia, sucesora de la fascista Tercera Posición disuelta en la secuela de la masacre de Bolonia; el despliege de Alessandra Mussolini, la nieta de Benito Mussolini, Il Duce, como una "marca registrada" en apoyo de tales redes; y otros sucesos, ya eran señales de alarma aun antes de que estallaran las bombas en Madrid. Lyndon LaRouche había sugerido ponerle el ojo a los "amigos internacionales de la nieta de Mussolini", en vista de que las nuevas atrocidades vaticinadas por el vicepresidente estadounidense Dick Cheney servirían de pretexto para ampliar la "guerra al terrorismo".
La atrocidad de Madrid ahora pone de relieve, y de modo dramático, la necesidad de llevar a cabo una investigación de inteligencia seria para responder de manera adecuada. El terrorismo no surge de la nada, cual setas en el bosque, sino que tiene antecedentes e historia. El estudio de la historia de la "estrategia de tensión" le sera útil a nuestros lectores para trazar los paralelos, y que no pequen de ingenuos y apoyen las cacerías de brujas que acostumbran emprenderse para encubrir a los verdaderos culpables.
El método empleado para perpetrar la atrocidad de Madrid, de poner bombas que estallaran de forma simultánea en distintos trenes, no es nuevo. La masacre de Piazza Fontana en 1969 fue precedida por varias "acciones demostrativas" que empezaron entre la noche del 8 de agosto y el amanecer del 9, cuando se pusieron diez bombas en diez trenes distintos. Ocho de esas bombas, de baja potencia explosiva, estallaron. Esas bombas fueron colocadas por una organización neofascista denominada Ordine Nuovo, pero a los investigadores se les hizo creer que eran obra de anarquistas de izquierda. Siguieron más de esas "acciones demostrativas" hasta que el 12 de diciembre hubo un salto cualitativo. Varias bombas de alto poder explosivo estallaron en la Piazza Fontana de Milán, y otras tres estallaron en Roma, dejando un saldo de 13 heridos. Para buena fortuna, otra bomba colocada en la Piazza Scala, en el centro de Milán, no explotó.
De inmediato los fiscales fueron inducidos a buscar a los culpables en la izquierda. Fueron arrestados dos conocidos anarquistas, Pietro Valpreda y Giuseppe Pinelli, este último murió esa misma noche al caer de la ventana del cuartel de policía donde era interrogado. La conclusión oficial de la investigación fue que se suicidó. Valpreda continuó en la cárcel por varios años, hasta que lo exoneraron de toda sospecha.
La conexión anarquista fue una operación de encubrimiento organizada para proteger a los terroristas de derecha de Ordine Nuovo. Por ejemplo, hasta habían desplegado a un extremista "negro", parecido a Valpreda, para que tomara un taxi después de estallar la bomba, cosa de aparecer como si huyera del lugar de los hechos, para que el taxista declarara en contra de Valpreda. Pero el taxista nunca pudo declarar durante el juicio, ya que él, y otros ocho testigos, murieron en circunstancias raras que nunca fueron aclaradas.
En lo principal el encubrimiento se llevó a cabo desde el Ministerio de Interior, de cuyo mando depende la policía, y para mayor precisión, desde un departamento llamado Ufficio Affari Riservati (UAR), una especie de agencia de inteligencia interna cuyo jefe era Federico Umberto D'Amato. D'Amato, como explica Pellegrino, "era un viejo agente angloamericano, cuya carrera empezó poco después de la Liberación (del nazifascismo-ndr.) bajo James Angleton, el jefe de la OSS", la predecesora de la CIA. Gracias a la protección de Angleton, "D'Amato llegó a ser superintendente de la Secretaría Especial del Pacto del Atlántico, la entidad más estratégica de nuestra estructura, ya que es el enlace entre la OTAN y los Estados Unidos de América". Al terminar la Segunda Guerra Mundial la UAR fue atestada con cientos de ex funcionarios de la "República de Salò" de Mussolini, una republiqueta controlada por la SS nazi, cuyas milicias eran llamadas en mofa por la resistencia italiana repubblichini.
El fiscal de Milán Guido Salvini estableció que Delfo Zorzi, el neofascista que al principio fue condenado y que después fue absuelto, y quien colocó la bomba en Piazza Fontana, fue reclutado por D'Amato tan tarde como 1968. Salvini descubrió mucho más. Un testigo, Carlo Digilio, decidió en 1992 colaborar con las autoridades y reveló que había infiltrado el grupo de Zorzi a pedido de unidades de la inteligencia militar de los EU dentro del mando de la OTAN en Verona. Los superiores de Digilio en dicha entidad estadounidense conocían todas los actos que Zorzi planeaba llevar a cabo a partir del 8 de agosto hasta el bombazo del 12 de diciembre. El superior de Digilio, el capitán de la Armada de los EU David Garrett, adujo, sin embargo, que el arreglo era que todas las acciones tenían que ser "demostrativas". Digilio, de acuerdo con Garrett, estaba en contacto con Pino Rauti en Roma. Rauti era el dirigente nacional de Ordine Nuovo (ON), grupo del cual Zorzi era miembro en la región de Véneto.
El segundo participante en la operación de Piazza Fontana, Carlo Maria Maggi, era el dirigente de la célula de ON en Véneto. El tercero, Giancarlo Rognoni, era un miembro de ON en Milán, y aportaba apoyo logístico.
Ya en 1971 se arrestó a dos miembros de Ordine Nuovo, Franco Freda y Giovanni Ventura, en relación a las investigaciones del bombazo de Piazza Fontana, y también en relación a otros actos terroristas menores. Sin embargo, cuando los dos fiscales milaneses, Gerardo D'Ambrosio y Emilio Alessandrini, estaban a punto de descubrir toda la red, les "robaron" la investigación, la cual fue trasladada a la ciudad de Catanzaro en el sur de Italia, donde Freda y Ventura salieron absueltos.
Franco Freda
Hoy la investigación de Salvini ha logrado reunir a varios testigos que demuestran que Freda fue quien compró los cronómetros usados para construir las bombas, y que fue Ventura quien las construyó. Pero ni Freda ni Ventura pueden ser enjuiciados, ya que fueron absueltos del mismo delito.
Como dijimos, ha quedado establecido que la estrategia de tensión apuntaba a tomar control del gobierno de una forma semitotalitaria. La mejor fórmula para lograrlo, de acuerdo con los conjurados, sería a través de un gabinete de tecnócratas apoyados por un pronunciamiento de las Fuerzas Armadas, al estilo sudamericano, o, como alternativa, un golpe directo. Las posibilidades de que un golpe militar en Italia sea exitoso siempre han sido bajas, en lo principal por la presencia de una organización grande de militantes: el Partido Comunista, organizado para librar guerra de guerrillas. Sin embargo, se armaron planes para golpes militares que nunca llegaron a realizarse; más bien funcionaban como amenazas para lograr los efectos políticos deseados. Tómese en cuenta que en 1969 Italia era el único país democrático en el sur de Europa, rodeado de dictaduras en Portugal, España, Yugoslavia y Grecia, donde acababa de darse un golpe en 1967.
El plan de 1969, según testimonio de varios testigos, era crear tensión y miedo difundido en el público, que le daría su apoyo a la declaración de un estado de excepción por parte del primer ministro Mariano Rumor, quien excluiría a los socialistas de su Gobierno y buscaría el apoyo del MSI, el partido fascista oficial.
Sin embargo, Rumor no pudo llevar a cabo el plan; se lo impidió su ministro de Relaciones Exteriores Aldo Moro, quien enfrentó al presidente Giuseppe Saragat, quien estaba a favor de declarar el estado de excepción. Hubo una crisis prolongada de gobierno, y sólo tres meses después pudo Rumor armar otro gabinete.
Esta no fue la primera vez que Moro enfrentó una intentona golpista. En 1964 cuando él como primer ministro negociaba con los socialistas el establecimiento de su primer Gobierno, encaró una amenaza del entonces presidente Antonio Segni, un demócrata cristiano de derecha a quien manipulaba el coronel Renzo Rocca, un agente de inteligencia que encabezaba la sección de economía de SIFAR, el servicio secreto militar. Rocca, quien después de trabajar para SIFAR fue empleado por la empresa de automóviles FIAT en Turín, le dijo al presidente Segni que el pronóstico de la élite financiera y económica era que habría una crisis económica catastrófica de entrar los socialistas en el gobierno. La verdad era que unos cuantos monopolios grandes, en manos de las mismas familias que habían apoyado a Mussolini, temían que el nuevo gobierno adoptara reformas decisivas que quebrarían su poder sobre los bienes raíces, la energía, las finanzas y la planificación económica. Segni, por consejo de Rocca, llamó al comandante de SIFAR, el general De Lorenzo, y le pidió que elaborara una lista de dirigentes políticos a ser detenidos en caso de una insurgencia seria o de una amenaza a la Constitución. De Lorenzo preparó un plan llamado "Piano Solo".
Segni entonces expresó su intención de retirarle el mandato de gobierno al primer ministro Moro para dárselo a un tecnócrata, Cesare Merzagora. Además, Segni recibió ayuda del presidente de la Comisión Europea, Majorlin, quien atacó al Gobierno de Moro de forma pública en nombre de la Comunidad Europea. Es probable que Marjolin, un socialista francés, sostuvo una reunión con Segni en París durante una visita de éste poco antes de ordenar la preparación de "Piano Solo".
Moro y sus aliados tomaron las amenazas de Segni en serio y decidieron que, para evitar una crisis constitucional, el nuevo gobierno debía abandonar los elementos "peligrosos" de su programa. De allí que el gobierno de centro izquierda, un proyecto iniciado por Moro en 1960 y que contaba con el apoyo del Gobierno de Kennedy, estaba condenado a caer desde el principio.
Es probable que si Enrico Mattei, el poderoso dirigente económico, hubiese estado vivo, otro habría sido el resultado. Pero Mattei había muerto dos años antes, el 27 de octubre de 1962, cuado estalló una bomba a bordo del avión en que viajaba, cerca del aeropuerto de Milán. Mattei, un ex dirigente guerrillero de la resistencia, fue el fundador del ente petrolero de Italia, ENI, encabezó la reconstrucción de la economía italiana en la posguerra, y lucho por la independencia de Italia, tanto en cuanto a energía como en política exterior. Mattei desafió los monopólios energéticos en el extranjero y a nivel nacional, y los puso a la defensiva. En 1960 puso todo su poder, influencia y dinero al servicio del proyecto de Moro. Su asesinato fue un punto de inflexión en la historia italiana, y el principio de lo que vino a ser la estrategia de tensión y las fases sucesivas de desestabilización.
Mattei murió en lo más álgido de la crisis de los proyectiles en Cuba, luego de una campaña de propaganda internacional que lo presentó como amigo de los soviéticos, y alguien que hacía tratos económicos con Moscú y que metería a Italia en el campo comunista sin pensarlo dos veces. Como EIR ha documentado en varias publicaciones, Mattei fue puesto en la mira del grupo terrorista francés, la Organización del Ejército Secreto (OAS, siglas en francés) y por el mismo coronel Rocca a quien acabamos de conocer, quien a la sazón presentaba informes en contra de Mattei a Thomas Karamessines, jefe de la estación de la CIA en Roma. Estas son redes que volverían a surgir pocos años después, al desplegarse la estrategia de tensión.[1]
Del 3 al 5 de mayo de 1965, tres años después de la muerte de Mattei y un año después de la crisis de "Piano Solo", tuvo lugar una conferencia en el hotel Parco dei Principi de Roma organizada por el Instituto Alberto Pollio, un centro de estudio que encabezaba el general Giuseppe Aloja, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. El tema de la conferencia era la "Guerra revolucionaria". La conferencia sirvió como una sesión de planificación para lo que vendría a ser la estrategia de tensión. Los participantes trataron varios aspectos de la supuesta amenaza comunista contra Italia, que se llevaría a cabo por medios irregulares, y cómo contrarrestarla empleando los mismos medios, es decir, una guerra contrarrevolucionaria. Entre los expositores estaban Pino Rauti, fundador del neofascista Ordine Nuovo; Mario Merlino, un neofascista miembro de ON, quien se hizo pasar por "anarquista" durante las investigaciones del bombazo de Piazza Fontana; los periodistas fascistas Guido Giannettini, Enrico de Boccard, y Edgardo Beltrametti; militares tales como los generales Alceste Nulli–Augusti y Adriano Giulio Cesare Magi Braschi[2]; Salvatore Alagna, del Tribunal de Apelaciones de Milán; y Vittorio De Biase, de la empresa Edison, uno de los monopolios económicos más importantes. De Biase era el asesor más íntimo de Giorgio Valerio, presidente de la Edison y enemigo de Mattei y Moro. Antes, durante y después del régimen fascista de Mussolini, Edison era la principal integrante del cartel energético, junto con SADE, que encabezaba el ministro fascista, el conde Giuseppe Volpi di Misurata.
Edison tenía como 300.000 accionistas, pero la empresa era controlada por unos cuantos grupos económico–financieros que representaban los intereses de la oligarquía rentista–financiera: Bastogi, antes una empresa ferroviaria y ahora una tenedora financiera, era la principal accionista, seguida por Pirelli (Alberto Pirelli fue un entusiasta ministro de Mussolini); las familias Crespi (propietaria del periódico Corriere della Sera y fundadora en 1964 de la primera organización ambientista italiana, Italia Nostra) y Feltrinelli (Giangiacomo Feltrinelli fundó el primer grupo terrorista de izquierda italiano, GAP, en 1970); Assicurazioni Generali; y SADE.
Bastogi, la principal accionista de Edison, también tenía una presencia en las otras empresas eléctricas: SADE (junto con el trío aristocrático veneciano de Volpi, Cini y Gaggia), Centrale, y SME. Bastogi, a su vez, era propiedad de FIAT, Generali, Edison, Centrale, y Pirelli.
Bastogi fue desarrollada como un poder financiero bajo el régimen fascista por Alberto Beneduce, quien reorganizó el quebrado sistema bancario italiano en 1933, diseñó el programa deflacionario de Il Duce y creó el gran conglomerado estatal IRI.
Beneduce era un francmasón y "socialista" (como también lo había sido el propio Mussolini), tanto así que le puso de nombre a sus hijas "Idea Nuova Socialista", "Italia Libera" y "Vittoria Proletaria". Beneduce no vivió para ver la caída del fascismo, pero aseguró su sucesión casando a su hija Idea Nuova Socialista con un joven talentoso llamado Enrico Cuccia, un protegido de Guido Jung, quien fuera el primero en ocupar la cartera de Finanzas en el Gobierno de Mussolini.
Cuccia, quien trabajara en la Banca Commerciale Italiana bajo el aliado de Beneduce, Raffaele Mattioli, participó en 1942 en la fundación del Partito d'Azione, partido opuesto al fascismo de derecha, aunque sus raíces, como las del fascismo, también venían del movimiento de Giuseppe Mazzini en el siglo 19. En medio de la Segunda Guerra Mundial el Partito d'Azione mandó a Cuccia a negociar un acuerdo con el representante de los EU, George Kennan, en Portugal. Quien le presentó a Kennan a Cuccia fue André Meyer, el banquero sinarquista que presidía Lazard Frères. Lo que acordaron esos dos es un secreto aún hoy.
Al terminar la guerra peligraba el control de la oligarquía sobre el sistema económico italiano, ya que los nuevos partidos, el Demócrata Cristiano y sus aliados, tenían en sus manos las riendas del importante sector estatal, incluyendo los bancos, IRI (a través del cual Beneduce controlaba a Bastogi), y el propio banco central. Cuccia sabía que el grupo en torno a Mattei (a quien conocía a través de las redes de la resistencia) tenía clara la idea de que el papel del Estado en la economía debía ser el de servir al bien común en vez de a intereses creados.
Pero, quizá debido al acuerdo que Cuccia negoció con George Kennan, al primero se le permitió buscar una solución que garantizara los intereses de los monopolios privados en el nuevo Estado italiano mediante la invención de Mediobanca, un banco de inversiones mitad del gobierno y mitad de intereses privados. Mediobanca fue fundado en 1946, y en 1955 Lazard y Lehman entraron como socios. Ya que la legislación de 1936 (de cuyo cumplimiento estaba a cargo Beneduce) prohibía la banca de inversiones en Italia, Mediobanca fue el primero y único banco privado de inversiones, y dominó la escena desde 1946 hasta 1995. A través de Mediobanca Cuccia siempre podía suministrar dinero fresco (que venía de los accionistas públicos de la institución) para atender las necesidades de sus accionistas privados y de los otros miembros del "club". Entre estos, por supuesto, estaba Giorgio Valerio de la Edison, quien mandó a su representante a la reunión del Istituto Alberto Pollio de mayo de 1965.
Luego de la reunión del Istituto Pollio las "tropas" recibieron sus órdenes de marcha. Ese mismo año dos de los participantes, Pino Rauti y Guido Giannettini, publicaron un folleto titulado Manos rojas sobre las Fuerzas Armadas, con el propósito de reclutar partidarios entre los militares.
En 1966 Franco Freda y Giovanni Ventura, los dos miembros de ON que participaron en el bombazo de la Piazza Fontana, anunciaron la formación del Nuclei di Difesa dello Stato, un grupo paramilitar compuesto de militares y civiles que se entrelazaba con la organización secreta pero oficial de retaguardia de la OTAN llamada Gladio.
En Roma otra organización neofascista, Avanguardia Nazionale (AN), estaba activa. Su dirigente, Stefano delle Chiaie, estuvo entre los asistentes a la reunión del Istituto Pollio, aunque él siempre lo negó. La noche del 12 de diciembre AN tuvo a su cargo las bombas en Roma, mientras que Zorzi y la gente de ON, coordinados desde Roma, colocaban sus bombas en Piazza Fontana y Piazza Scala en Milán.
Según Salvini el verdadero "cerebro" detrás de esos ataques fue Guerin Serac, un ex miembro de la OAS que manejaba Aginter Press, un centro de apoyo logístico para grupos neofascistas a través de Europa. Fue Serac quien desarrolló la estrategia de "crear grupos falsos de la extrema izquierda y de infiltrar los existentes para cargarles la responsabilidad de actos terroristas, y así provocar la intervención de las Fuerzas Armadas y excluir al Partido Comunista de cualquier influencia importante en la vida política de Italia".
Serac, un fascista "católico", había participado en la intervención colonialista de Francia, junto con la Gran Bretaña e Israel, en Suez en 1956, en contra del gobernante egipcio Gamal Abdel Nasser, quien había nacionalizado el canal. Las fuerzas colonialistas fueron humilladas por el Presidente de los EU, Dwight Eisenhower, quien les ordenó que cesaran la intervención y se largaran de Egipto.
Como hemos visto, la estrategia de culpar a los "anarquistas" por las bombas de la Piazza Fontana al principio pareció ser exitosa. Los servicios de inteligencia militar ayudaron al señalar a Guerin Serac, pero sólo para tildarlo de "marxista". Pero Aldo Moro y su amigo Luigi Gui, el ministro de Defensa, no lo creyeron. Gui recibía informes honestos que indicaban que los neofascistas eran los culpables, y Moro impidió que el primer ministro Rumor declarara el estado de excepción.
La estrategia de tensión continuó. El 22 de julio de 1970 explotó una bomba en el tren Freccia del Sud, en la ciudad calabresa de Gioia Tauro, matando a 6 personas e hiriendo a 136. En septiembre el MSI organizó un levantamiento popular en Reggio Calabria. Luego de varios días de enfrentamientos entre los insurgentes y la policía hubo 3 muertos, y resultaron heridos 190 policías y 37 civiles.
La noche del 7 de diciembre Junio Valerio Borghese, el comandante fascista a quien Angleton salvó de un pelotón de fusilamiento de la resistencia, tomó el Ministerio de Interior con una escuadra de milicianos, en lo que parecía ser el principio de un golpe militar. Pero a medianoche las tropas de Borghese abandonaron el edificio, luego de cargar dos camiones con armas.
De acuerdo con Pellegrino, lo de Borghese "fue un intento serio". Fuentes del campo neofascista dicen que el plan era ocupar la estación de televisión, el palacio presidencial, el Ministerio del Interior y otros puntos estratégicos, después de lo cual entraría a funcionar un plan de contrainsurgencia que ya estaba listo en la sede de los Carabinieri. El plan incluía el arresto de dirigentes sindicales, políticos, militares y otros, y hubiera permitido una dictadura militar.
Pellegrino cree que tal vez "alguien en Italia dijera que tenían apoyo extranjero, pero una vez informados de lo que sucedía en Roma, las personas pertinentes de una vez bloquearon a Borghese y a su gente". Qué tan seria fue la intentona de Borghese lo indica el hecho de que el servicio secreto elevó un informe a los fiscales en 1974 en el que no aparecían varios nombres clave, entre ellos los del almirante Torrisi, el general Miceli, los oficiales de la Fuerza Aérea Lovecchio y Casero, todos miembros de la logia secreta francmasónica Propaganda Due (P2), además del cabecilla de P2, el titerero Licio Gelli.
Borghese evitó ser arrestado huyendo a España. Mientras, la gente de ON no había perdonado al primer ministro Rumor por haber "traicionado" la causa al no declarar un estado de excepción; había que darle un escarmiento. Gianfranco Bertoli fue enviado a Israel a entrenarse; cuando regresó fue refundido como "anarquista" y, el 17 de mayo de 1973, tiró una granada a un grupo que salía del Cuartel Central de la policía en Milán, matando a 4 personas e hiriendo a 52. El verdadero blanco era Rumor, que ese día visitaba el cuartel y que salía en medio del grupo, pero salió ileso. Durante mucho tiempo le funcionó la careta a Bertoli: todo el mundo creía que era un anarquista.
En octubre de 1973 se descubrió otro complot golpista, éste llamado "Rosa dei Venti", con centro en Verona, y uno de cuyos dirigentes era el mayor Amos Spiazzi.[3] Spiazzi, sin embargo, respondía a un oficial superior, el general Adriano Giulio Cesare Magi Braschi, uno de los principales participantes en la reunión del Istituto Pollio. Según informes, Braschi, quien tiene que haber andado jorobado bajo el peso de su largo nombre, tenía "conexiones con representantes de la OAS tales como Jacques Soustelle". Además era parte activa de la estructura de la OTAN, según consta en una nota del servicio secreto de 1963 que elogia su "capacidad en el campo de batalla de las guerras no ortodoxas", y destaca el papel desempeñado por él en "la cooperación interaliada de este organismo en particular".
Uno de los principales testigos de Salvini, Carlo Digilio, informó de reuniones que hubo en Verona con Spiazzi, Magi Braschi, y terroristas neofascistas tales como Carlo Maria Maggi y Carlo Fumagalli. Magi Braschi murió en 1995. A principios de los 1980 ascendió al mando en Italia de la Liga Anticomunista Mundial.
En 1976 se descubrió una cuarta intentona golpista, esta vez en Turín, que había sido planeada para agosto de 1974 con el nombre del "Golpe Blanco", y jefaturada por Edgardo Sogno, un ex dirigente de la resistencia monarquista. La lista de los involucrados en el complot de Sogno se entrecruza con la de los de Rosa dei Venti, y hasta con los del golpe de Borghese. Sogno era miembro de P2 al igual que muchos de sus colaboradores en la conjura.
Este entrecruce llevó al fiscal de Bolonia Franco Quadrini, quien reconstruyó la historia del terrorismo de derecha, a decir que "el proyecto subversivo conectado con los intentos sucesivos de `Borghese', `Rosa dei Venti', y `Sogno' en realidad fue uno solo, y de tanto en tanto se le encargaba a esta o aquella red un preparativo específico".
Según Pellegrino 1974 marcó el final de una fase. Después de la intentona de Borghese quedó claro que la estrategia no era exitosa porque la población no apoyaba un golpe. A nivel internacional hubo grandes cambios. Portugal, primero, y luego Grecia, dieron al traste con sus dictaduras. En los EU Henry Kissinger salió del gobierno. Surgió una nueva estrategia en torno a la logia francmasónica P2. El terrorismo negro ya no era útil, y había que eliminar lo que quedara de él, cuidando que los investigadores no llegaran al nivel superior.
[1] La Aginterpress fue fundada en Portugal por miembros de la OAS, y funcionaba como centro de apoyo logístico para los neofascistas italianos. El coronel Rocca financió a los integrantes del complot del Istituto Pollio a través de SISFAR, y Karamessines patrocinó a Theodore Shackley, el agente de inteligencia estadounidense involucrado en el caso del intercambio de drogas por armas del Iráncontra y con el titerero del P2 Licio Gelli.
[2] Magi Braschi encabezaba la oficina de Guerra No Ortodoxa del servicio secreto de Italia, SIFAR, y era miembro de la estructura de la OTAN. La investigación de Salvini establece que él era el dirigente de la facción militar que estaba lista a entrar en acción en la estela del bombazo de Piazza Fontana.[3] Spiazzi desempeñó un papel importante en la secuela del bombazo contra la estación ferroviaria de Bolonia en 1980, cuando reveló, en una entrevista periodística, el nombre de un informante neofascista, quien se convirtió en blanco de un asesinato. La víctima, Francesco Mangiameli, era el tesorero del grupo Tercera Posición de Roberto Fiore. Fue la "liquidación" de Mangiameli, y no la orden de captura que luego emitieron los fiscales de Bolonia, lo que llevó a Fiore a escapar de Italia y refugiarse en Londres.