Evaluación estrtégica
Resumen electrónico de EIR, Vol. III, núm. 08

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En memoria de Mark Sonnenblick

Mark Sonnenblick, veterano militante del movimiento político que liderea Lyndon LaRouche, murió el 20 de abril de 2004, luego de una lucha sobrehumana por su vida. Helga Zepp–LaRouche aplaudió la "resistencia porfiada de Mark al Zeitgeist", el espíritu de pesimismo y pragmatismo que domina nuestra era.

Mark ingresó al movimiento larouchista siendo un estudiante de posgrado, en medio del tumulto político que había en la Universidad de Columbia en Nueva York, en 1968. En 1969 viajó a Sudamérica, donde hasta 1972 estudió sus condiciones políticas y laborales, al tiempo que cumplía los requisitos para obtener un doctorado. Pronto decidió abandonar su carrera académica y dedicarse de lleno al trabajo político, fundando el movimiento de LaRouche en Perú. Vio y captó con su cámara imágenes dramáticas de campesinos y terroristas, de la brutalidad de la pobreza y el narcotráfico impuestos por los amos financieros del mundo. Sonnenblick, quien hablaba inglés, español y portugués, era colaborador de esta publicación y, por 18 años, fue el resorte de la labor organizativa del movimiento de LaRouche en Brasil y Perú.


Dos de las fotos tomadas por Mark Sonnenblick, captando
la pobreza de los campesinos en la Sierra del Perú.

La calidad descollante de su periodismo se ve en un artículo que escribió para la Executive Intelligence Review del 21 de abril de 1989, sobre Dilson Funaro, el ex ministro de Economía de Brasil, quien murió de cáncer. Sonnenblick destacó la lucha valiente que libró Funaro contra la estrangulación de su patria por el endeudamiento de la banca internacional, y por un régimen estadounidense que amenazaba con actuar con violencia en aras de esa banca. Reflexionando sobre su propia batalla contra el cáncer dos años antes, Mark escribió que "un reportero le insinuó a Funaro que debía temer por todas las críticas de que era objeto. Éste respondió con su acostumbrada serenidad: `He enfrentado la muerte, y ya no le temo. ¿Por qué habría de temerle a algo que digan los meros hombres?' "

En un testamento que escribiera en 1981, Mark externó su gratitud a "las ideas de Lyndon H. LaRouche, la ciencia que le ha dado sentido a mi vida, y a mí la oportunidad de lograr la inmortalidad".

"Mi cadáver ha de ser cremado, y mis cenizas divididas en tres partes y repartidas por mis amigos y compañeros en Estados Unidos, mi república; en Europa, donde nacieron mis abuelos y cuya civilización lucho por preservar y perfeccionar; y en Latinoamérica, cuyo progreso ha sido el afán de todos los esfuezos de mi vida adulta, acompañadas de ceremonias en cada continente que celebren la cultura que es nuestra heredad, con música, poesía y prosa. . ."

Su perspectiva humanista puso a Mark en conflicto con aquellos en el movimiento que se sometieron a la influencia de los geopolíticos racistas y los partidarios antiamericanos de la Inquisición, quienes pretenden subvertir la Iglesia católica.

La batalla llegó a su punto culminante en una conferencia internacional que tuvo lugar el 2 de septiembre de 1990 —cuando LaRouche se encontraba injustamente preso—, en la que el agente sinarquista Fernando Quijano defendió la persecución de los judíos y musulmanes realizada por la Inquisición y los Habsburgo, alegando que los judíos estaban aliados con los moros y que España tenía que defenderse.

Mark le respondió que no era cierto que la era de la Inquisición fuera una "Edad Dorada": "Luchamos con la verdad", le dijo en su misiva. Y lo que has planteado carece de fundamento y no es cierto.

Cuando enfermó, él y su esposa Deborah lucharon con humor, ironía y apelando a la conciencia de un personal médico presionado a cortar costos. Su "atrevimiento" enfureció a unos, inspiró a otros, y será muy recordado. "Aun si muero la semana próxima, o si todavía estoy vivo, es importante que mis amigos vean mi determinación", escribió Mark antes de una segunda operación infructuosa. "Tu aparecerás en `Los mejores doctores de EU', pero yo estoy en `Los mejores pacientes de EU' ", le dijo a un especialista. Su indomable apego a la vida lo llevó a rehusarse a ser hacinado en un hospicio a esperar la muerte, y luego a considerar arriesgarse a otra operación riesgosa.

Al final, dice su esposa: "Sus ojos destellantes y su bella, y con frecuencia inesperada sonrisa, o un apretón de manos, conmovían a la gente y revelaban la alegría sublime de Mark en participar de una conspiración para elevar a la humanidad".

Descansa en paz, Mark.