por Lothar Komp
Wiesbaden (EIRNS)La "onda de choque de la Shell" llegó a las islas británicas. El gigante petrolero angloholandés de casi 100 años, Royal Dutch Shell, con cerca de 115.000 trabajadores a nivel mundial y con ingresos anuales por 35 mil millones de euros, tuvo que reconocer, en una serie de informes, que ha estado engañando a sus accionistas y acreedores por años.
Alrededor del 25% de las reservas de petróleo y gas que aparecen en los libros contables de la Shell, sólo existieron en la imaginación de los miembros de la junta directiva. Y cada barril de las reservas estimadas representa un ingreso efectivo de la compañía en el futuro, lo que ejerce una influencia en el valor de las acciones de una empresa petrolera en el presente, y al mismo tiempo sirve de garantía para solicitar créditos y hacer otras transacciones financieras.
Desde enero Shell despidió al presidente de su junta directiva, sir Philip Watts, después de que la empresa hizo su primera confesión: que había sobreestimado sus reservas de gas y petróleo. También despidió a su jefe de exploración, Walter van de Vijver. A fines de marzo, y de nuevo el 19 de abril, Shell tuvo que volver a corregir a la baja las cifras de sus reservas. En esa tercera corrección, perdió su empleo la directora de finanzas Judy Boynton.
Pero el verdadero golpe, que también pegó el 19 de abril, fue cosa de otro mundo: el bufete jurídico estadounidense Davis Polk & Wardwell publicó extractos del informe de 463 páginas, concerniente a los antecedentes de los cálculos adulterados de las reservas de Shell, mismos que la nueva directiva de Shell solicitó en enero. Y aunque sólo se hizo pública parte de dicho informe, la noticia cayó como bomba.
El impacto fue tan fuerte, que incluso los continuos escándalos sexuales del ídolo del fútbol británico, David Beckman, fueron a dar a las páginas interiores de los periódicos por algunos días. Lo que sí quedó en claro es que la junta directiva de Shell tenía conocimiento pleno de que las cifras eran falsas, cuando menos desde hacía dos años.
'Harto y cansado de mentir'
El informe citaba una serie de correos electrónicos entre el jefe del departamento de exploración y el presidente ejecutivo de la compañía. En noviembre de 2003 Van de Vijver le mandó un correo electrónico al presidente Philip Watts, diciéndole: "Ya me estoy hartando y cansando de mentir sobre el tamaño de nuestras reservas, y de las correcciones a la baja que deben hacerse debido a evaluaciones demasiado optimistas".
Otros documentos muestran que, ya para febrero de 2002, Van de Vijver estaba completamente enterado de que los cálculos de las reservas de Shell eran demasiado altos. También se he hecho público que ejecutivos de alto nivel destruyeron ciertos documentos, en un intento por encubrir el fraude.
Pero tenían que guardarse las apariencias. Según el informe, la dirección de Shell trataba de ganar tiempo. Tenían la esperanza de que, de alguna manera, en algún momento, ocurriría un milagro que les daría todas las reservas faltantes. Como ahora se sabe, la cantidad de exploraciones nuevas anuales de petróleo y gas de Shell, en Angola y en el resto del mundo, había caído a sólo 61% de la producción anual en años recientes. Watts pretendió esconder esto de la vista de los financistas de la empresa hasta el último momento. El 28 de mayo de 2002 le escribió a Van de Vijver, pidiéndole que hiciera lo que fuera necesario obviamente hasta maquillar las cifras para lograr que la proporción entre la exploración y la producción fuera de al menos 100% en los informes oficiales de la Shell.
Las dimensiones del fraude de Shell, aun después de los de Enron, Parmalat, etc., son enormes. Las cifras adulteradas de las reservas de petróleo y gas, según la última evaluación y no se descartan futuras correcciones ascienden a los 4.500 millones de barriles. Si se estima, en un cálculo aproximado, que el fraude se circunscribe sólo a las reservas de petróleo, y no a la producción, y se toma un valor del barril de 35 dólares para calcular el monto de los "errores contables" de Shell, entonces fácilmente se alcanza un monto de 150.000 millones de dólares. En contraste, el valor de mercado actual de las acciones de Shell, las cuales se devaluaron a principios de este año, es de 140.000 millones de euros.
Las agencias calificadoras ya reaccionaron bajando la calificación de Shell. Algunos grupos de accionistas estadounidenses ya entablaron demandas judiciales. Los abogados estadounidenses contemplan la posibilidad de presentar cargos contra la Shell por sus maquinaciones delictivas.
Promesas falsas, sin producción
Sea cual fuere el destino futuro de la Royal Dutch Shell, la relevancia de la "Enron británica" rebasa el destino de la compañía misma, por dos razones.
Primero, el incidente de Shell es un síntoma y un signo de la situación del sistema financiero y económico mundial. Como resultado de la insuficiente reinversión económica real, el valor real de las capacidades productivas de los países "antes industrializados" viene deteriorándose. Los valores financieros constituyen un compromiso sobre los ingresos futuros que se debe cumplir, cuando menos en parte, con actividad económica real. Sin embargo, en cuanto se hace patente que gran parte de los valores financieros son sólo "promesas huecas", entonces es inevitable el derrumbe financiero de una empresa, o de un sistema financiero. Entre tanto, puede ganarse tiempo a través de los bancos centrales, que imprimen dinero y lo inyectan a los mercados financieros, y de las empresas que adoptan la práctica de falsificar sus registros contables.
Por otro lado, Shell no es un caso único, como tampoco lo fueron Enron, WorldCom o Parmalat. Cientos de grandes empresas, y no menos en el sector financiero, se encuentran en una situación precaria, al menos tanto como la de Shell. Lo que pasa es que todavía nadie se ha dado cuenta.