En México no hay recuperación, hay argentinización
por Ronald Moncayo
La aplicación de políticas monetarias y fiscales schachtianas en los últimos 20 años en Argentina, Brasil y México ha puesto a estas naciones camino a su desaparición, para convertirlas en satrapías de un nuevo imperio financiero mundial.
Las persistentes afirmaciones de banqueros internacionales y funcionarios gubernamentales, de que el espectacular crecimiento de las reservas internacionales demuestra la fortaleza del peso y de la economía de México y la caracterización de este país como la novena potencia económica del mundo por esas mismas fuerzas, son tan absurdas como fraudulentas.
Lo que nos presentan estos funcionarios es tan sólo la fachada de una “villa Potemkin” mexicana. Como veremos a continuación, las reservas internacionales relativamente altas sólo reflejan el saqueo brutal al que se ha sometido a la economía de México, un saqueo que ha servido también al enriquecimiento ilícito de un grupo de bucaneros internacionales que han ido apoderándose del sistema financiero mexicano.
No es de sorprender que esos bucaneros de Wall Street y de los centros financieros europeos, históricamente agrupados bajo la denominación de “sinarquía internacional”, y que hoy promueven la doctrina racista del choque de civilizaciones de Samuel Huntington, tienen en Jorge Castañeda su candidato preferido a las elecciones presidencial de 2006 en México, por estar comprometido a instrumentar su política de desintegración de las instituciones del país y de México como nación soberana.
Bajo la excusa de “prevenir otro efecto tequila” (la explosión de la bomba de la deuda en México a fines de 1994, cuando los vencimientos de los Tesobonos dolarizados arrasaron con dos tercios de las reservas internacionales en cuestión de meses; ver gráfica 1), el entonces presidente Ernesto Zedillo adoptó, al igual que Argentina y Brasil en su oportunidad, una serie de medidas de política económica “ancladas” en los siguientes criterios neoliberales y sus derivadas:
a) la búsqueda inmediata del “déficit cero”, con una política de reducción sistemática del gasto público, también llamada “austeridad fiscal”;
b) una política monetaria restrictiva, dizque para lograr un control absoluto de la inflación en base a reducir la oferta de circulante;
c) una emisión primaria de crédito productivo mínima o cero, y su sustitución por una apertura total a la inversión extranjera; y,
d) la meta de lograr reservas internacionales altas, el mentado “blindaje económico” para asegurar el pago de la deuda externa y enfrentar los riesgos resultantes de acumular montañas de bonos y valores extranjeros, que en cualquier momento pueden abandonar el país.
Al cabo de 10 años de aplicación de esas políticas de los Gobiernos de Zedillo y Vicente Fox, las reservas internacionales de México cerraron a fines de marzo del 2004 en 58.600 millones de dólares, y arrojaron un crecimiento de 15,6% anual (ver cuadro 1).
Pero lo que no se dice, y más bien pretende ocultarse, es que dichas reservas equivalen a 86% de la denominada “inversión extranjera en cartera”, cuyo monto al cierre del mes de febrero del 2004 era de 68 mil millones de dólares. Esta inversión extranjera —que representa casi la mitad de todo el mercado bursátil mexicano, el cual ascendía a 140.000 millones de dólares al cierre del primer trimestre del 2004— es capital golondrino que puede irse del país de la noche a la mañana, tal como ocurrió en diciembre de 1994.
Es decir, lo que aparentemente es un “auge” de la bolsa, reflejado en el “auge” de las reservas internacionales, bien podría convertirse en una nueva tragedia devaluatoria ante la volatilidad de la mayor parte de dichas reservas, que nada tienen que ver con una reactivación económica interna.
Una parte de las reservas internacionales ha venido del rubro de la “inversión extranjera directa”, que en esencia vino de la privatización de empresas del Estado en la última década. Pero en el 2003 apenas si pudieron captarse 10.731 millones de dólares, el monto más bajo de los últimos 10 años. De éstos, sólo 2.651 millones fueron de “inversión nueva”, y lo demás vino de la compra de activos. Este monto apenas alcanzó a cubrir el déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos, que fue del orden de 9.150 millones de dólares. Esta situación de cubrir el déficit en cuenta corriente con la venta de activos se ha convertido ya en una práctica permanente del gobierno federal.
La procedencia de las reservas internacionales restantes descansa principalmente en el saqueo de la mano de obra mexicana dentro de Estados Unidos y en las maquiladoras asentadas en el territorio nacional, y, en segundo lugar, en los altos precios internacionales del petróleo que México exporta.
En el 2003 las remesas enviadas a México aumentaron 35,1% en comparación con el 2002, llegando a la cifra histórica de 13.266 millones de dólares, con lo que se convirtieron en la fuente de divisas más importante después del petróleo. En toda Iberoamérica las remesas sumaron 38.000 millones de dólares en el 2003; es decir, México representa 35% del total continental. Lo enviado a México en el 2003 es cuatro veces lo enviado en 1984 (ver cuadro 2).
Según el Banco de México, las remesas beneficiaron a 1.330.000 familias. El 80% de esas remesas se destina a las necesidades básicas de las familias, 16% a la restauración o construcción de vivienda, y lo que sobra a los “microchangarros” o microempresas, que es con creces mucho más que los teóricos 500 pesos que el Banco Mundial destina a cada microchangarro.
Así, el trabajo esclavo de los mexicanos en EU se traduce en un monto de remesas que, a su vez, se convierten en un pilar de las reservas internacionales de México para el pago de la deuda externa. Ahora se espera que, para el 2004, esa cantidad supere los ingresos petroleros nacionales.
La otra forma de saqueo de la mano de obra mexicana es mediante las maquiladoras, mismos que en los últimos tres años le han dejado a México un promedio neto de 18.000 millones de dólares anuales. Esto también va a engrosar las reservas internacionales.
En el 2003 los ingresos petroleros llegaron a 18.628 millones de dólares, pero eso tampoco se reinvirtió en el desarrollo nacional, sino que se usó para apalancar las inversiones especulativas internacionales, ya que un porcentaje alto se destina obligatoriamente a las reservas internacionales. En lo que va del 2004, 47% de esos ingresos se ha destinado a la acumulación de reservas, en tanto que 1.596 millones de dólares se canalizaron al mercado cambiario a través de su mecanismo de venta diaria de divisas, para responder a las “exigencias del mercado de dinero”, es decir, a la especulación.
El origen de las reservas internacionales demuestra el fraude de la “reactivación económica” publicitada por el gobierno, y más bien deja al descubierto la endeble posición de México ante cualquier movimiento especulativo de los banqueros.
Desde 1992 la banca mexicana reprivatizada venía cayendo en la insolvencia, debido al crecimiento acelerado de las carteras vencidas producto de la contracción de la economía física que el Fondo Monetario Internacional impusiera en México de 1982 en adelante. El mentado “error de diciembre” de 1994 acabó con la ilusión, y el sistema financiero se desplomó; ya no prestaba, no pagaba y no cobraba.
El presidente Zedillo decidió rescatar a los bancos para “sanearlos” y venderlos a financieros internacionales. El gobierno canjeó las carteras vencidas de los bancos por pagarés del gobierno, que a su vez generaron intereses pagaderos por el gobierno ¡hasta que se cobraran las carteras vencidas! Ese mecanismo se instrumentó a través del llamado Fobaproa, y en un arranque de sofistería se le llamó “protector del ahorro”.
Esos pagarés, al ingresar como activos a los bancos, le daban al gobierno la propiedad mayoritaria de los bancos, lo que le permitió decidir la venta de los mismos. Para 1998 el “saneamiento” ascendía a 542.000 millones de pesos (unos 65.000 millones de dólares), mientras que la “recuperación” de las carteras sólo ascendía a 350.000 millones de pesos (42.000 millones de dólares). La diferencia la cubrió el gobierno con los impuestos de los mexicanos.
Pero inmediatamente después del “saneamiento bancario”, el Gobierno de Zedillo se dedicó a vender los bancos a extranjeros. Recordemos que en 1991 el Gobierno mexicano obtuvo sólo 12 mil millones de dólares por la “reprivatización” de los bancos nacionalizados en 1982. Pero en 1998, en nombre del “saneamiento” y la “protección al ahorrador”, el mismo Gobierno mexicano gastó 65.000 mil millones de dólares para recuperarlos. ¡Vaya negocio! Y la ironía es que los propietarios de los bancos recibieron un “pilón” en la forma de intereses de los pagarés del Fobaproa. Este organismo se transformó en otro denominado Instituto de Protección al Ahorro (IPAB) —que es el que opera en la actualidad—, el cual está bursatilizando las carteras vencidas.
Ahora, en el 2004, 76% de los activos del sistema financiero mexicano y 81,7% del sistema bancario nacional está en manos extranjeras. En el sector asegurador, 60% es propiedad de extranjeros, y más de 70% de los activos de los fondos de pensiones, conocidos como Afores, de las sociedades de inversión y de las afianzadoras están en la misma situación.
Al 31 de diciembre del 2003, la deuda neta del IPAB llegó a los 821.305 millones de pesos (72.000 millones de dólares), casi la mitad del presupuesto de egresos del gobierno, y los intereses generados en el 2004 serán de 61.000 millones de pesos (5.400 millones de dólares). Estos serán alegremente distribuidos como sigue (en millones de pesos):
• Citigroup (Banamex): 10.298.
• BBVA (Bancomer): 9.231.
• Banorte: 7.961.
• Hong Kong Shangai Bank Corporation (HSBC): 5.932.
• Santander: 5.515.
• Nafin: 4.096.
El resto se distribuirá entre otros bancos menores.
Las ganancias de los banqueros en el 2003 sumaron 27.521 millones de pesos (2.500 millones de dólares). Las utilidades de 13 bancos en México representan 90% de las utilidades totales del sector, las cuales crecieron 200% en el 2003 con respecto al año anterior.
Alcanzar y mantener ganancias del 200% para los banqueros ha sido la tarea fundamental de los Gobiernos de Carlos Salinas, Zedillo y Fox. En la práctica, eso ha significado el deterioro absoluto de los niveles de vida de la población mexicana. Hoy 65% de la población —si no es que más— vive en la pobreza.
Aquí habría que señalar algunos fuentes importantes de las ganancias bancarias.
• Las tarjetas de crédito. La brutal depresión económica de EU que arrastra a México, ha forzado tanto a las familias como a las empresas a “vivir de prestado”, y a pesar de las altas tasas de interés que cobran los bancos, el uso de tarjetas de crédito para el consumo personal o el pago de nóminas está en aumento. Su uso aumentó 40% en el 2003 con respecto al año anterior. Algunos funcionarios gubernamentales han calificado este fenómeno como una “recuperación” debido al “aumento del consumo”.[FIGURE 3]
• Las carteras vencidas: Fobaproa e IPAB. Según los datos de la Comisión Nacional Bancaria y Valores (CNBV), tan sólo para los seis principales bancos, los intereses que el gobierno les regala por la cartera vencida ha significado el mayor negocio del mundo, pues sin esos ingresos —es decir, sin IPAB— sus ganancias serían sólo 26% de lo que hoy reciben. Es decir, el pueblo de México, gracias a sus últimos gobiernos, le redituó en el año 2003 a los banqueros, de gratis, 74% de sus ganancias, o sea, 20.090 millones de pesos (1.826 millones de dólares) a través del IPAB. Estas ganancias —acumuladas desde 1998 para los seis principales bancos— representan más de 63 mil millones de pesos (5.742 millones de dólares), tal como se aprecia en la gráfica 2.
Sin el Fobaproa–IPAB, esos banqueros habrían quedado al descubierto como lo que son: los peores parásitos financieros imaginables. Como se aprecia en la gráfica 3, los principales bancos mexicanos —BBVA–Bancomer, Citibank–Banamex y Bital, todos extranjeros— son insolventes. Si no fuera por la transfusión de sangre de los mexicanos a estos vampiros, a través del IPAB, estarían en la bancarrota oficial.
• El “copeteado” de los intereses. Con las ganancias ilegítimas anteriores, de un trimestre a otro, o de un año a otro, los banqueros se echan a la bolsa un “copeteado” extra. Toman las mencionadas ganancias ilegítimas ¡y luego las “invierten” en nada menos que bonos del mismo Gobierno mexicano que acaba de pagarles los “intereses” de los pagarés del IPAB! En los últimos cuatro años el promedio anual de intereses recibidos es de 4.000 millones de dólares. Es claro que los banqueros prefieren comprar los bonos del gobierno, antes que prestar dinero a las empresas, que están agonizando por falta de crédito para trabajar. La ganancia proveniente de estas “inversiones” es, pues, el “copeteado” de la voraz usura. Es así como México ha perdido su capacidad de intermediación financiera propia, su soberanía financiera.
Sin embargo, la usura no termina ahí. Los banqueros se dieron su última aprovechadita declarando cifras fraudulentamente altas de cartera vencida, con el fin de obtener mayores tasas de saqueo. Recientemente la Auditoría Superior de la Federación descubrió este fraude de la contabilidad de la cartera vencida, el cual asciende a 21 mil millones de pesos (casi 2.000 millones de dólares).
Tanto el fraude de las súper reservas como el ataque de los piratas usureros contra el sistema financiero han puesto a México camino a la argentinización, es decir, a la bancarrota nacional oficial. Es tiempo de que México y Argentina —así como todas las naciones víctimas de este proceso— pateen el tablero y pongan al descubierto la verdadera bancarrota, la del propio sistema financiero mundial.